13 de dezembro de 2011

LOS DEBATES DE LA ESCUELA Nº 11


Estimados colegas, en la última Asamblea de miembros, celebrada en Zaragoza con ocasión de las X Jornadas de la Escuela, se inició un debate entre los miembros de la Escuela que invitaba a proseguirlo, como señalaron entre otros Andrés Borderías y Miquel Bassols. Sin duda, la "Nota de presentación del Informe del Consejo de la ELP a su Asamblea General" redactada por Antoni Vicens contribuyó a la puesta en marcha de ese debate. Después de la Asamblea han sido varios miembros los que se han manifestado para que ese debate se haga efectivo en la lista ELP-debates. Primero Rosa Godinez, luego Eugenio Díaz que, como director de la Comunidad de Catalunya, me señaló que recientemente se había abierto un debate en esa Comunidad con el título "Psicoanálisis, acontecimiento de civilización" y que ya había dado sus frutos con intervenciones publicadas en la lista de la Comunidad y trasmitidas por ELP-debates. He recibido una propuesta en el mismo sentido por parte de Joaquin Caretti, director de la Comunidad de Madrid, cuya reflexión será publicada en lo inmediato.
En efecto, vamos a iniciar ese debate, por este medio que es la lista ELP-debates y en esta rubrica que ya tenemos, llamada "Los debates de la Escuela" y que queda bajo la coordinación de la presidenta. Los colegas catalanes nos han ofrecido amablemente un título, quizás haya otros, podemos esperar otras propuestas antes de nombrarlo definitivamente. El tema se irá decantando dependiendo de las intervenciones y de las respuestas a esas intervenciones, pues si queremos un debate tendremos que evitar en lo posible que cada uno hable únicamente para sí mismo.
Saludos cordiales,
Carmen Cuñat, Presidenta de la ELP
LOS DEBATES DE LA ESCUELA, nº 11

Nota de presentación del Informe del Consejo de la ELP a su Asamblea General

A la hora de describir el proyecto de nuestra Escuela, de adecuarlo a las orientaciones de la AMP y a la vez que contribuir a ellas, podemos intentar situarnos en el punto estratégico de entrecruzamiento de lo imaginario, lo simbólico y lo real. Nos preocupa en efecto la imagen pública del psicoanálisis, pero no para entrar en los mecanismos de propaganda, que llevan al sinsentido, sino para crear un clima de transferencia suficiente que no impida pura y simplemente nuestra misión. De otro lado, tenemos deudas con nombres propios, para empezar Freud y Lacan, a quien añadimos, sobre todo desde los movimientos de este verano, el de Jacques-Alain Miller. Gracias a ellos disponemos de una doctrina que puede resultar, aunque no con la frecuencia que quisiéramos, transmisible y comprensible a través de los malentendidos creados por los entrecruzamientos de los discursos y las lenguas diversas. Pero todo ello no nos exime de ser responsables de nuestros actos políticos, que apuntan a resolver los atolladeros de lo real que nuestro propio discurso hace surgir.

No voy a entrar en el detalle del inventario de lo que nuestra Escuela ha hecho. Está en el Informe que habéis recibido. Sólo quiero recordar que nuestra responsabilidad mayor, como Escuela, es la formación del psicoanalista. Para contribuir a esta función de formación y de transmisión, nos vemos obligados a dar una forma a aquello que no la tiene: el goce, individual, intransmisible, autista en su constitución. Y para que la transmisión sea posible debemos inspirar un deseo de forma. Es lo que llamamos la transferencia.

Debemos hacerlo inmersos en una civilización que, como tal, es ella misma un síntoma. Jacques-Alain Miller está interviniendo actualmente en París, y más allá por su repercusión, en la definición de las relaciones entre el síntoma que es el psicoanalista y la civilización entendida ella misma como síntoma. A nosotros nos corresponde interpretar esta relación en el ámbito geográfico, pero no solo éste, de nuestro trabajo. Debemos diagnosticar nuestra situación. Voy a señalar sólo algunos puntos que creo que debemos tener presentes para ese diagnóstico.

1. De un lado vemos a un montón de "occidentados" que toman las calles para hacer visible una demanda. Algunos ya hace tiempo que la manifiestan en cooperaciones diversas en países supuestamente libres de la occidentalización. No sabemos si los que ocupan las calles esperan a un Dios, o a un Amo, o simplemente una nueva dignidad. Nuestro discurso es el de esa misma demanda. De momento podemos responderles que buscan un nuevo síntoma. Y quizá podemos hacerlo antes de que deban encontrarse con decepciones que les llevarán, por poco que sigamos las lecciones de la historia, a la desesperación, a la increencia, a la sumisión, o al puro y simple cinismo.

2. De otro lado, nuestros destinos están ligados a una masa circulante de capitales financieros -es la economía reducida al significante estúpido- que circulan por el mundo a la velocidad de la luz, en la realización de un delirio global sin centro ni localización precisa. Participamos de ese delirio cuando suponemos que el goce se transporta sin resto en esos circuitos cifrados. Quizá sepamos algo de la estructura de ese delirio: que no tener centro es su condición de siempre, y que el agujero es un cálculo topológico que no nos es del todo extraño.

3. El saber se está vaciando de vida. El discurso universitario se alimenta de un saber sin verdad y sin consecuencias. Ahí podemos ofrecer nuestro cuarto de vuelta, en la que un sujeto se prepara para amar esas consecuencias y la operación que efectúan sobre su vida. Véanse los testimonios de los AEs.

4. Nuestra clínica tiene hoy un formidable enemigo: la traducción de sus términos a los de la información, el sometimiento de su tratamiento a la neurociencia y a las teorías de la domesticación humana, y la iluminación de su término con el ideal de un control absoluto.

Creo que somos fieles a la enseñanza de Freud y de Lacan cuando, más que preguntarnos si el psicoanálisis tiene un lugar en la civilización, examinamos los modos en que el psicoanálisis ha contribuido decisivamente -recuerda Lacan- a la constitución de esa civilización. Hemos de proseguir nuestra tarea civilizadora. Para ello podemos pensar que tenemos dos vías: sumergirnos en el comercio de los bienes y presentarnos como uno más - o afirmar el oprobio de nuestra función de resto. Estoy convencido de que la elección es forzada, y que debe hacerse efectiva antes de que seamos convertidos en significantes de una significación sin resto.

Antoni Vicens

Zaragoza, 20 de noviembre de 2011

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