En el
comienzo del curso 2014-15, la psicoanalista Amanda Goya presentó el ciclo de
conferencias titulado ¿Qué es el
psicoanálisis lacaniano?*, situando tres hitos significativos en su
consolidación: el descubrimiento del inconsciente y la sexualidad por parte de
Sigmund Freud; el establecimiento del corte como particularidad de la sesión
lacaniana y el trabajo de Jacques-Alain Miller relativo a la Enseñanza de Lacan.
A
continuación presentó al primer conferenciante, el psicoanalista Gustavo
Dessal, que con el título La
significación lacaniana de la cura o el elogio de la anormalidad, inauguró
el ciclo.
Comenzó
diseccionando etimológicamente el significante “cura”, transitando desde
el sentido que le otorgaron disciplinas como medicina y filosofía, hasta llegar
a la concepción que asume el psicoanálisis. Desde el “Kairos” griego: cura o cuidados, nos remitió a un sentido
amplio del término: “el tiempo que
requiere cada cosa”. Así centró el contexto en el campo específico del
psicoanálisis. Ese tiempo fue proyectado en dos direcciones, hacia el paciente,
con su preocupación respecto a la duración de su análisis, y hacia el ser del
sujeto, evocado por Lacan cuando plantea: “Se
necesita tiempo para ser”. Consideración con la que nos aproximó al
planteamiento heideggeriano relativo a la “impropiedad
del ser”, a su inconsistencia –o en términos psicoanalíticos, desamparo
originario, falta de fundamento natural por la incidencia del lenguaje sobre el
sujeto. Dessal añadió el carácter no armónico de la sexualidad humana
descubierto por Freud. Todo ello haría necesario lo que Heidegger nombraba como
“cuidado del ser”.
Establecidos
los terrenos donde se juega la subjetividad humana: lenguaje, muerte y
sexualidad, esta sumatoria conforma el trasfondo de la existencia y muestra el
trastorno de lo humano como consustancial a su condición, no como afección
contingente que, una vez resuelta, otorgaría un grado de felicidad natural.
Desde esta perspectiva, “el cuidado del
ser” no tendría que ver con la búsqueda de un ideal, sino con ocuparse de
la inconsistencia, de la “falta en ser”, del vacío del sujeto, o lo que es lo
mismo, de la incomprensibilidad de la muerte o la perturbación y desproporción
que se deriva de lo sexual. Este sería el sentido de la palabra “cura” en psicoanálisis.
Un título
de Sigmund Freud: “Psicoanálisis:
tratamiento por el espíritu”, autorizó a Dessal para reflexionar acerca del
“espíritu” del psicoanálisis y su
ética singular, vinculada a las resistencias que suscita el psicoanálisis a lo
largo del tiempo. Y es que el problema interno del psicoanálisis es su
implicación con lo real, ese resto no simbolizable con el cual permanece en una
tensión irreductible. Muchas resistencias partirían del rechazo de ese real
estructural con el cual el psicoanálisis no teme comprometerse.
Punto
esencial para conducirnos a la concepción lacaniana de la “cura”. En primer lugar, diferenció al psicoanálisis de la ciencia
en cuanto a la no equivalencia entre los criterios de verdad y demostración.
Así mismo, lo diferenció de las psicoterapias y profesiones sanitarias, aunque
comparta con ellas la obtención de beneficios terapéuticos, cuestión insuficiente
para nombrar lo específico del psicoanálisis. Con estos criterios, ¿en qué
consiste la formación del analista? Imprescindible, a diferencia de las
psicoterapias, su experiencia como analizante. Con estas diferenciaciones, el
psicoanálisis reclama su lugar en la vida pública, pero “negándose a ser regulada por las normas que rigen los asuntos públicos”;
el psicoanálisis debe ejercerse dentro de una comunidad institucional, la
Escuela; y los psicoanalistas han de hacerse cargo de las resistencias que estas
peculiaridades puedan provocar.
Este
espíritu del psicoanálisis no consistiría, por tanto, en una ideología
normativa, sino en una fidelidad a la condición del ser hablante. Sólo en el
ámbito de palabra inherente al ser hablaríamos de “cura” analítica. Una “cura”
solicitada por parte del ser, por su falta de esencia, identidad y
consistencia. Las vías para los cuidados del ser pueden ser variadas. Una de
las privilegiadas es la ficción –fantasma inconsciente del sujeto— donde éste
encuentra argumentos estructuradores para su existencia. Una ficción, hay que
decir, atravesada por la satisfacción inconsciente proveniente de las zonas
erógenas. Otra de las vías, sin duda paradójica, pero también estructuradora,
sería el síntoma, pues en él se aloja el ser, a pesar del sufrimiento que
aporta. Lo paradójico sería que nos quejamos del síntoma pero también nos
aferramos a él. Algo parecido a lo que ocurre con el delirio, al que Freud no
dudó en calificar como intento de curación.
Esta
enumeración de elementos entraría dentro de la concepción psicoanalítica de la
“cura”, fundamentales para sostener
los argumentos con los que el psicoanálisis se siente autorizado a intervenir
manteniendo distancia con cualquier tipo de ideología. Dentro de estos
argumentos se señaló un curioso paralelismo entre la definición de psicoterapia
establecida por Lacan y la pulsión de muerte freudiana. Si la meta de la
psicoterapia es devolver a un sujeto a su estado anterior, también en la
pulsión de muerte freudiana se trata de eso. Reconociendo el valor que pueden
tener las psicoterapias, Dessal piensa que la analogía no es un disparate si
pensamos que lo terapéutico actúa en contra del síntoma, mientras el
psicoanálisis se detiene, éticamente, en la función del síntoma sabiendo la relación
que guarda con el ser del sujeto. El psicoanálisis considera al síntoma como
reservorio de una sabiduría no sabida por el sujeto, pero que da densidad a su
existencia.
Para
asentar esta posición ética relativa a los cuidados del ser, Gustavo abordó la
cuestión de la creencia tomando el ensayo de Lacan La ciencia y la verdad. Trajo a colación cuatro praxis, ciencia,
magia, religión y psicoanálisis, enlazadas por la creencia en tanto constituye
su punto de partida. La diferencia está en el abordaje de esta cuestión
significante. En el psicoanálisis, la creencia se juega en la dialéctica entre
sujeto y síntoma, a lo cual se añade la interpretación del analista. Lo
importante para el ser es que el sujeto consienta en dejarse enseñar, no por el
psicoanalista, sino por el síntoma, cosa que no ocurre siempre. En eso consiste
leer el síntoma por el sujeto. Planteamiento alejado de manuales de autoayuda,
consejos, ideales de normalidad y felicidad homologados por protocolos
cognitivo-conductuales.
En esta
lectura del síntoma estaría implicada la cuestión ética, pues cuando el sujeto
lee el síntoma descubre algo que no está escrito. Es decir, el sentido
recubriría una falla originaria, la misma ausencia que hace impropio al ser.
Fundándose en ella, el psicoanálisis sostiene que la normalidad es un concepto
aberrante, inhumano y contrario al ser de nuestra condición hablante. Por ello,
el corolario a esta reseña no puede ser otro que las palabras con las que
Gustavo finalizó su exposición, pues expresan el carácter excepcional de una “cura”, la del psicoanálisis, alejada de
las promesas narcisistas de completitud, y ligada a lo que conocemos como “diferencia absoluta”:
“¡Mírate! Tú también eres eso en lo que no
solo no te has reconocido, sino de lo que nada has querido saber. Pero no
temas: no solo no es tan malo como parece, sino que incluso es probable que sea
lo que más te pertenece. No malgastes tu tiempo buscándote en el espejo de los
otros, y prepárate para darle un mejor uso a tu inconsciente. Si por el contrario,
lo que verdaderamente deseas es ser normal, entonces has venido al lugar
equivocado”.
* Ciclo de Conferencias NUCEP (Nuevo Centro de Estudio de Psicoanálisis -Madrid-)
Muy interesante el artículo.
ResponderExcluirmuy interrsante1
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