6 de outubro de 2014

Crónica: La significación lacaniana de la cura o el elogio de la anormalidad, de Gustavo Dessal (NUCEP), por Miguel Ángel Alonso




En el comienzo del curso 2014-15, la psicoanalista Amanda Goya presentó el ciclo de conferencias titulado ¿Qué es el psicoanálisis lacaniano?*, situando tres hitos significativos en su consolidación: el descubrimiento del inconsciente y la sexualidad por parte de Sigmund Freud; el establecimiento del corte como particularidad de la sesión lacaniana y el trabajo de Jacques-Alain Miller relativo a la Enseñanza de Lacan.

A continuación presentó al primer conferenciante, el psicoanalista Gustavo Dessal, que con el título La significación lacaniana de la cura o el elogio de la anormalidad, inauguró el ciclo. 

Comenzó diseccionando etimológicamente el significante “cura”, transitando desde el sentido que le otorgaron disciplinas como medicina y filosofía, hasta llegar a la concepción que asume el psicoanálisis. Desde el “Kairos” griego: cura o cuidados, nos remitió a un sentido amplio del término: “el tiempo que requiere cada cosa”. Así centró el contexto en el campo específico del psicoanálisis. Ese tiempo fue proyectado en dos direcciones, hacia el paciente, con su preocupación respecto a la duración de su análisis, y hacia el ser del sujeto, evocado por Lacan cuando plantea: “Se necesita tiempo para ser”. Consideración con la que nos aproximó al planteamiento heideggeriano relativo a la “impropiedad del ser”, a su inconsistencia –o en términos psicoanalíticos, desamparo originario, falta de fundamento natural por la incidencia del lenguaje sobre el sujeto. Dessal añadió el carácter no armónico de la sexualidad humana descubierto por Freud. Todo ello haría necesario lo que Heidegger nombraba como “cuidado del ser”. 

Establecidos los terrenos donde se juega la subjetividad humana: lenguaje, muerte y sexualidad, esta sumatoria conforma el trasfondo de la existencia y muestra el trastorno de lo humano como consustancial a su condición, no como afección contingente que, una vez resuelta, otorgaría un grado de felicidad natural. Desde esta perspectiva, “el cuidado del ser” no tendría que ver con la búsqueda de un ideal, sino con ocuparse de la inconsistencia, de la “falta en ser”, del vacío del sujeto, o lo que es lo mismo, de la incomprensibilidad de la muerte o la perturbación y desproporción que se deriva de lo sexual. Este sería el sentido de la palabra “cura” en psicoanálisis.

Un título de Sigmund Freud: “Psicoanálisis: tratamiento por el espíritu”, autorizó a Dessal para reflexionar acerca del “espíritu” del psicoanálisis y su ética singular, vinculada a las resistencias que suscita el psicoanálisis a lo largo del tiempo. Y es que el problema interno del psicoanálisis es su implicación con lo real, ese resto no simbolizable con el cual permanece en una tensión irreductible. Muchas resistencias partirían del rechazo de ese real estructural con el cual el psicoanálisis no teme comprometerse.  

Punto esencial para conducirnos a la concepción lacaniana de la “cura”. En primer lugar, diferenció al psicoanálisis de la ciencia en cuanto a la no equivalencia entre los criterios de verdad y demostración. Así mismo, lo diferenció de las psicoterapias y profesiones sanitarias, aunque comparta con ellas la obtención de beneficios terapéuticos, cuestión insuficiente para nombrar lo específico del psicoanálisis. Con estos criterios, ¿en qué consiste la formación del analista? Imprescindible, a diferencia de las psicoterapias, su experiencia como analizante. Con estas diferenciaciones, el psicoanálisis reclama su lugar en la vida pública, pero “negándose a ser regulada por las normas que rigen los asuntos públicos”; el psicoanálisis debe ejercerse dentro de una comunidad institucional, la Escuela; y los psicoanalistas han de hacerse cargo de las resistencias que estas peculiaridades puedan provocar. 

Este espíritu del psicoanálisis no consistiría, por tanto, en una ideología normativa, sino en una fidelidad a la condición del ser hablante. Sólo en el ámbito de palabra inherente al ser hablaríamos de “cura” analítica. Una “cura” solicitada por parte del ser, por su falta de esencia, identidad y consistencia. Las vías para los cuidados del ser pueden ser variadas. Una de las privilegiadas es la ficción –fantasma inconsciente del sujeto— donde éste encuentra argumentos estructuradores para su existencia. Una ficción, hay que decir, atravesada por la satisfacción inconsciente proveniente de las zonas erógenas. Otra de las vías, sin duda paradójica, pero también estructuradora, sería el síntoma, pues en él se aloja el ser, a pesar del sufrimiento que aporta. Lo paradójico sería que nos quejamos del síntoma pero también nos aferramos a él. Algo parecido a lo que ocurre con el delirio, al que Freud no dudó en calificar como intento de curación. 

Esta enumeración de elementos entraría dentro de la concepción psicoanalítica de la “cura”, fundamentales para sostener los argumentos con los que el psicoanálisis se siente autorizado a intervenir manteniendo distancia con cualquier tipo de ideología. Dentro de estos argumentos se señaló un curioso paralelismo entre la definición de psicoterapia establecida por Lacan y la pulsión de muerte freudiana. Si la meta de la psicoterapia es devolver a un sujeto a su estado anterior, también en la pulsión de muerte freudiana se trata de eso. Reconociendo el valor que pueden tener las psicoterapias, Dessal piensa que la analogía no es un disparate si pensamos que lo terapéutico actúa en contra del síntoma, mientras el psicoanálisis se detiene, éticamente, en la función del síntoma sabiendo la relación que guarda con el ser del sujeto. El psicoanálisis considera al síntoma como reservorio de una sabiduría no sabida por el sujeto, pero que da densidad a su existencia. 

Para asentar esta posición ética relativa a los cuidados del ser, Gustavo abordó la cuestión de la creencia tomando el ensayo de Lacan La ciencia y la verdad. Trajo a colación cuatro praxis, ciencia, magia, religión y psicoanálisis, enlazadas por la creencia en tanto constituye su punto de partida. La diferencia está en el abordaje de esta cuestión significante. En el psicoanálisis, la creencia se juega en la dialéctica entre sujeto y síntoma, a lo cual se añade la interpretación del analista. Lo importante para el ser es que el sujeto consienta en dejarse enseñar, no por el psicoanalista, sino por el síntoma, cosa que no ocurre siempre. En eso consiste leer el síntoma por el sujeto. Planteamiento alejado de manuales de autoayuda, consejos, ideales de normalidad y felicidad homologados por protocolos cognitivo-conductuales. 

En esta lectura del síntoma estaría implicada la cuestión ética, pues cuando el sujeto lee el síntoma descubre algo que no está escrito. Es decir, el sentido recubriría una falla originaria, la misma ausencia que hace impropio al ser. Fundándose en ella, el psicoanálisis sostiene que la normalidad es un concepto aberrante, inhumano y contrario al ser de nuestra condición hablante. Por ello, el corolario a esta reseña no puede ser otro que las palabras con las que Gustavo finalizó su exposición, pues expresan el carácter excepcional de una “cura”, la del psicoanálisis, alejada de las promesas narcisistas de completitud, y ligada a lo que conocemos como “diferencia absoluta”: 

¡Mírate! Tú también eres eso en lo que no solo no te has reconocido, sino de lo que nada has querido saber. Pero no temas: no solo no es tan malo como parece, sino que incluso es probable que sea lo que más te pertenece. No malgastes tu tiempo buscándote en el espejo de los otros, y prepárate para darle un mejor uso a tu inconsciente. Si por el contrario, lo que verdaderamente deseas es ser normal, entonces has venido al lugar equivocado”.

* Ciclo de Conferencias NUCEP (Nuevo Centro de Estudio de Psicoanálisis -Madrid-)

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