3 de março de 2008

[nel-debates] No. 18 de a

El boletín de la NEL hacia el Congreso de la AMP

Buenos Aires, 21 al 25 de abril del 2008

Los objetos a
en la experiencia analítica

Boletín aperiódico

No. 18
Febrero 28 del 2008

Moderador: Juan Fernando Pérez

Consultores: Leonardo Gorostiza
María Hortensia Cárdenas

Todos los integrantes de las Sedes, Delegaciones y Grupo de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus comentarios, notas y textos en torno al tema del congreso


a, el boletín de la NEL hacia el Congreso de la AMP


En este número

• Editorial
El rasgo unario y el objeto a, por Carlos Márquez
Bibliografía razonada 19, por Nathalie Georges

Editorial

Poner la teoría al servicio de la clínica es uno objetivo que guía el trabajo de las Escuelas de la AMP, es uno de los fundamentos de la orientación lacaniana, es uno de los empeños del congreso de Buenos Aires.
Esto es obvio, dirán algunos. No es así para todo “lacaniano”. Hay lacanianos en el mundo para quienes la teoría está escindida radicalmente de la clínica. En la NEL hemos podido constatar la sorpresa que en algunas partes (en México por ejemplo, hecho que comienza a cambiar con ALEP de México) suscita nuestro discurso cuando es escuchado por lacanianos que han basado su trabajo en torno a Lacan como base para la justificación de una posición meramente contemplativa en psicoanálisis. También, en países como los Estados Unidos (salvo, desde luego, en la NEL-Miami y en algunos colegas más que se inscriben en la orientación lacaniana y que trabajan en ese país), se lee a Lacan, en particular en las universidades, pero solo en los departamentos de letras, y muy raras veces en los departamentos de psiquiatría o aun de psicología. Para ellos Lacan es un intelectual ante todo, y su interés clínico parecería ser una anécdota marginal de su construcción. Por hechos como estos, entre otros, conviene subrayar ese objetivo que orienta el trabajo en la NEL y en la AMP en general.
En este sentido, siempre es importante reconocer la tarea de los analistas de nuestro ámbito que hacen de la teoría un instrumento para entender las preguntas que plantea la clínica. Divulgamos en este número un texto de Carlos Márquez, miembro de la NEL-Caracas-AP y miembro de la AMP a partir de este año (de nuevo, felicitaciones Carlos por esta designación), quien consigue articular algunas proposiciones del seminario X con un sueño de un paciente suyo, con lo cual le es posible esclarecer más precisamente movimientos que se producen al interior de una cura. Es un buen ejemplo de lo que aquí se destaca acerca del uso serio de la teoría en la clínica.
De otra parte, continuamos en a con la difusión de la serie de bibliografías razonadas que nos ofrece la Escuela de la Causa Freudiana. En este caso divulgamos un texto de Nathalie Georges, quien se pregunta acerca de “¿cómo se asocian acontecimientos de cuerpo y acontecimientos de discurso? ¿No es acaso el analista, su cuerpo, su silencio, quienes se oponen a esas dos categorías de acontecimientos?”, preguntas éstas cuya pertinencia teórica y clínica son claras. Nathalie Georges consigue mostrar los efectos que suscitan la posición del analista en el paciente y el uso que pueden tener en la clínica, por ejemplo, los discursos propuestos por Lacan.
En la presente difusión del texto de Nathalie Georges hemos añadido la escritura del discurso del analista y de los lugares discursivos, para facilitar la lectura del artículo.
Invitamos a los lectores de a a examinar estos dos textos, llenos de interés para nuestro quehacer y muy precisamente inscritos dentro de los empeños del congreso de abril.

Juan Fernando Pérez
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El rasgo unario y el objeto a

Carlos Márquez
NEL-Caracas-Asociación de Psicoanálisis

Ha sido de principal importancia para el acercamiento al seminario La Angustia, dotarse de una bitácora de lectura. Una guía flexible que refleje al mismo tiempo el interés de Lacan en el momento de elaboración propio de este seminario, pero también el interés nuestro, lectores en el marco de la preparación para el Congreso de Buenos Aires. Esta bitácora, por lo menos para la primera parte denominada “Introducción a la estructura de la angustia”, ha estado constituida por la dupla “rasgo unario – objeto a”.
Esta dupla está lejos de constituir una dialéctica, de hecho si hubiera que decir algo sobre su vínculo es que allí no hay proporción/relación. En la página 87 de la versión castellana del seminario, Lacan nos dice: “Es el surgimiento de lo heimlich en el marco lo que constituye el fenómeno de la angustia, y por eso es falso decir que la angustia carece de objeto./ La angustia tiene otra clase de objeto distinto del objeto cuya aprehensión está preparada y estructurada por la rejilla del corte, del surco, del rasgo unario, del es eso que opera siempre cerrando el labio, o los labios, del corte de los significantes, que se convierten entonces en cartas cerradas, remitidas en sobre cerrado a otras huellas.”
Entonces ese objeto distinto, señalado por la experiencia de lo siniestro, no es el objeto del fantasma, que además en el neurótico está estructurado como pulsión. No es el corte del cuerpo operado por el significante, ni el objeto imaginario que vendría a calzar en ese corte, y del cual el neurótico tiene el catálogo: el pecho, el escíbalo, el falo, la voz, la mirada, la nada. Ese objeto distinto no es especularizable, lo cual se traduce en que no aparece en el campo de realidad definido por la relación del sujeto con el Otro.
A manera de ilustración presentaré el siguiente sueño de un analizante: en el sueño el padre del sujeto es un político muy poderoso que lo deja cuidando una caja que contiene el dinero, para que quede a la vista de todos que no está siendo mal utilizado. En esta primera parte del sueño el sujeto se ve en el espejo y en lugar de encontrar su imagen, encuentra la de una persona diferente con características similares a la de la familia del padre.
En un segundo momento, el sujeto abre la caja y encuentra que está vacía. Piensa que su padre le hizo una mala jugada a él y a todos los demás. En un tercer momento el sujeto queda adormecido y unos perros defecan en su cara.
Vemos aquí la secuencia de aparición de tres objetos y ninguna angustia. Los tres objetos son: una imagen en el espejo, una caja vacía, las heces del perro. Si nos ubicamos en el esquema óptico resumido, podemos pensar que la imagen especular responde a cómo cree él que quisiera el Otro que fuese, es decir, el lugar de i’(a). Todos los amigos con los cuales el padre hace negocios ruinosos son como esa imagen. El segundo objeto es una letra. Es el significante de la ruina, acompañado por la idea de que si él se encuentra arruinado es porque el padre lo ha querido, es la falta en el Otro o menos phi (-j). El tercer objeto es la hez, de la cual él se hace depositario, mientras está dormido. Es un objeto cercano a la angustia, pues sustituye al dinero que falta en la caja.
Lo llamativo de que este sueño no constituya una pesadilla queda resuelto por el análisis que hace de él el sujeto. Pues el efecto ominoso no está en su posición de lugar donde el padre defeca, ni en el de “arruinado” por el padre, ni en el de “socio ruinoso” del padre, sino en la pregunta que va emergiendo en cada punto del relato y que el sujeto escamotea con otro objeto de la secuencia.
“¿Quién soy yo?” Esta pregunta, que suelta de soslayo, pero que el analista le devuelve al final de la sesión, es a su vez la heredera de su reciente entrada en análisis bajo la interrogante “¿Qué hago yo aquí?”.
En el momento de la aparición de la pregunta desechada, pero retomada por el analista, se produce el efecto ominoso. Si nos guiamos por el seminario X, este efecto no aparece en el campo del Otro, sino en el del i(a). Señala la presencia del objeto en el lugar del yo real, pero ese efecto es el resultado de la resonancia de la aparición en el campo del Otro, de un objeto de otra clase diferente en el lugar de la falta.
Estos objetos que son susceptibles de aparecer en el lugar de la falta en el Otro se comportan en extremo como huellas, que se remiten las unas a las otras, mientras el objeto que estaba ya en el lugar de su yo real, queda escamoteado, y sólo nos aparece bajo el efecto fugaz de la angustia. Es de este objeto distinto del que se hace cargo el analista. Apuntar al objeto distinto en el marco de la sesión analítica produce un efecto de interrogación. Pero esta falta que hace de marco para este objeto que aparece sorpresivamente, está constituida por las letras vacías, como la caja del sueño, y por una teoría del vaciamiento de esa letra que constituye la posición del sujeto en la realidad. Si la caja está vacía, si la pregunta por el deseo de mi padre está sin respuesta, es porque su respuesta sería “me han estafado, me han arruinado, me han cagado”. Dentro de ese marco de estafa y de ruina aparece una letra (des)familiar que evoca y que resuena con un otro objeto vivo, no imaginario, que no aparece en el campo del Otro, y que es la causa de su hacerse arruinar.
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Bibliografía razonada 19

Nathalie Georges, articulando aquí cuerpo y discurso, aborda la cuestión del analista en lugar de semblante de (a), en torno a una referencia de las conferencias y entrevistas de Lacan en las universidades norteamericanas, la del “Impromptu sobre el discurso analítico” (2 de diciembre de 1975).
C. Lazarus-Matet

El silencio como semblante de (a)

Nathalie Georges

¿Cómo se asocian acontecimientos de cuerpo y acontecimientos de discurso? ¿No es acaso el analista, su cuerpo, su silencio, quienes se oponen a esas dos categorías de acontecimientos? Además ese silencio debe situarse como “semblante de desecho”, dice Lacan en su “Impromptu sobre el discurso analítico” (Scilicet 6/7, pp. 62-63).
Entonces hay un significante que pasa por la boca del hablanteser que está allí, y dice “sujeto”.
Habiendo dicho así esto, o aquello, o no importa qué, este S1, que está abajo, a la derecha del cuadrado que estructura el llamado discurso del analista, vira al lugar de la verdad, abajo a la izquierda. Son entonces esta operación, o este movimiento, este desplazamiento quienes producen ese semblante de (a) mediante el cual se encarna el analista.
¿Pero no hizo falta que estuviera allí “antes” para que, justamente, la operación y el movimiento pudiesen producirse?
Porque aquí, el movimiento se invierte: “El analista es, de alguna manera, una caída de ese decir, y como tal, hace semblante de “comprender”, y es en esto que interviene a nivel del inconsciente” (ibid.). El analista entonces va y viene entre el lugar del producto (por su silencio, plus de goce que se arranca al significante hecho jaculatoria por el analizante) y el del agente, maniobrando el significado equívoco de la interpretación.
Estos movimientos de ida y vuelta, por parte del analista (entre el lugar del muerto y el del que conduce el juego) y por parte del analizante, que produce los S1 y no sabe (aunque lo presiente), que al acumularse se irán reduciendo al lugar de la suposición que agujerea el saber, el silencio, movido a su vez por una parte que no cesa de aumentar, por su afinidad con el devenir de dicho discurso. En efecto, éste, mediante su movimiento, trata la inercia del tacere de la pulsión enraizada en el cuerpo, haciéndola pasar, por una parte que puede, y si puede debe, aumentar, al silet del medio decir, sobre cuyo fondo se levanta la palabra de quien a partir de ahora enseña a su riesgo.

Traducción: Gabriela Roth
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Discurso del analista

a --> $
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S2 // S1

Lugares

agente --> trabajo
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verdad producción

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El diván de Freud
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