10 de outubro de 2008

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Las huellas del crimen

Por Silvia Hopenhayn

Cada lengua es un mundo, con pasadizos y resonancias. El francés tiene sonoridades que tientan al sentido a desplazarse. Así: "tú eres el niño", suena casi como "matar al niño" ( tu es l´enfant / tuer l´enfant). Y de estas oleadas del lenguaje se sirvió tanto el psicoanálisis como un grupo de rock de los 80, Téléphone,que usó el equívoco de letra para una canción. De matar se trata el ensayo de Silvia Elena Tendlarz y Carlos Dante García, psicoanalistas del ámbito lacaniano. De allí su intrigante y poderoso título:¿A quién mata el asesino?, de ediciones Gramma. La pregunta que se desliza también es ¿qué mata el asesino? Y no se trata de buscar causas ni castigos, sino de intervenir en uno de los temas cruciales del presente, para esclarecer zonas no abarcadas por otras disciplinas.

Los autores señalan, en una suerte de posfacio, "¿Cuántas formas de confrontarse con la muerte nos presenta el mundo contemporáneo por medio de múltiples vestiduras que presenta el crimen? Homicidios fortuitos o intencionales, matanzas, atentados terroristas, genocidios, locura, extravío [ ] No sólo el derecho y la criminología, sino también el psicoanálisis tienen algo para decir en estos tiempos acerca del criminal y sus actos. No obstante, los campos jurídico y criminológico no deben confundirse con el de la experiencia analítica." En esta demarcación territorial se ubica el texto que, si bien implica una lectura especializada, permite adentrarse con holgura en ciertos aspectos de la criminología actual, al apelar siempre al principio de responsabilidad.

A su vez, es interesante la historiografía acerca del hombre criminal: desde el enfoque antropológico, L uomo delincuente, de Lombroso, la criminalidad asociada a una degeneración, hasta la novedosa idea de castigo en Foucault y en Lacan.

Uno de los abordajes más ricos es el cruce de lo ya estipulado, con las concepciones lacanianas de goce y sujeto que revelan un nuevo sentido -o sin sentido- del acto homicida. También acuden al fetichismo en Freud, y su famosa premisa, "los que delinquen por sentimiento de culpabilidad", y a nociones muy actualizadas de Jacques-Alain Miller sobre la perversión. Por otra parte, en el capítulo Crimen y castigo, agradecen la colaboración de los doctores Czizik y Piatigorsky en la orientación relativa al derecho penal. Y, en ese mismo capítulo, se refieren a la novela de Dostoievski de la que toman el título, en que "el protagonista comete un crimen en busca de un castigo por la culpa que lo precede. La necesidad de castigo deviene el móvil del crimen o el móvil que conduce al acto criminal".

Los autores rastrean algunos casos célebres -que exceden los manuales de diagnósticos- como el de Pierre Rivière, tomado por Foucault o el de Jeffrey Dahmer, "el caníbal", sobre el que se basó la película de Jonathan Demme, El silencio de los inocentes . Pero es quizás en el recodo del título del libro que subyace la pregunta por el objeto generador del crimen, la satisfacción involucrada, la subjetividad del criminal y los rasgos distintivos de las víctimas, en un contexto que los autores llaman "la estructura de la maldad".
Leer es una forma de develar el mal.

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