31 de janeiro de 2015

Crónica: "Question d'École 2015" -Problemas cruciales del control y el pase-, por Nicolás Landriscini


 

El sábado 24 de enero tuvo lugar en París la Question d’École de 2015, dedicada a los Problemas cruciales del control y el pase.

La jornada se desarrolló en una abarrotada Maison de la Mutualité, y testimonió una vez más del interés renovado que suscitan en el campo freudiano las cuestiones del control y del pase.

La mañana se consagró al pase. En la primera secuencia, animada por Anne Lysy, Pierre-Gilles Gueguen, secretario de la comisión del pase, expuso con claridad el modo de funcionamiento de la misma y nos dio una serie de números que muestran el aumento de demandas de pase así como de nominaciones de AE en los últimos años. Se trata del momento agalma que atraviesa el pase desde que J-A Miller decidiera hace unos años volverlo a poner en el centro de la política del psicoanálisis en las escuelas de la AMP. Respecto a la cuestión de saber lo que en el dispositivo pasa o no pasa, Gueguen puso el acento en el afecto y la enunciación: avanzó la idea de que la enunciación del pasador viene a conjugarse con los enunciados del pasante. Hay una parte de afecto en aquello que pasa, y que no puede decirse: es el sello de la satisfacción del pasante, de la cual el pasador debe ser, a su manera, portador. 

Aurélie Pfauwadel testimonió a continuación de su experiencia de pasadora. Destacó la soledad, e incluso la desazón que pueden afectar al pasador, en la medida en que no tiene protocolo ni reglamento a los que agarrarse. Al mismo tiempo, su designación produce en él el deseo de hacer emerger un saber sobre el fin de análisis, por el cual él mismo está también concernido. En ese sentido, subrayó cómo el pasador no se reduce a ser un simple mensajero: en la medida en que se hace portador del objeto causa de otro, el pasador es él también un mensaje.

En la segunda secuencia, animada por Jacqueline Dhéret, Alain Merlet nos dio algunos detalles de las dos últimas nominaciones de la comisión, a saber, Deborah Rabinovich y Beatriz Udenio. Por un lado, subrayó en los dos casos una preeminencia en el relato de escenas traumáticas infantiles y sus correspondientes construcciones defensivas. Por otro lado, destacó la elasticidad de la transferencia en los dos casos, explicitada en la innovación a la que no habían dudado en recurrir los analistas en cuestión para favorecer el fin de la cura.

Por su parte, Hélène Bonnaud subrayó la naturaleza cada vez más clínica de los pases hoy. Precisó que el sinthome no debe ser un mero hallazgo significante, sino que debe estar enraizado en un real experimentado en el análisis.

En la discusión de esta secuencia, hubo una especial mención para la cuestión de los sueños de final de análisis, de los cuales Alain Merlet destacó su ingenuidad (naïveté), así como su semejanza con los sueños infantiles: es que ellos son el producto de una depuración en la conexión entre el S1 y el goce. P-G Gueguen abundó en la misma idea añadiendo cómo esta ingenuidad y simplicidad testimonian de un creer en su propia lalengua.

Animada por Bernard Porcheret, la tercera secuencia pidió a dos AE en ejercicio que nos enseñaran algo acerca de la cuestión de la certeza al final del análisis. 

Michèle Elbaz testimonió de cómo su análisis fue el quirófano de tratamiento de las incertidumbres de su vida, incertidumbres inauguradas en una primera confrontación a lo incalculable: el que contenía la sentencia con la que el médico le dio –al nacer- la bienvenida al mundo: “probablemente no sobrevivirá”.

Por su parte, Ana Aromí nos propuso una lectura de la certeza que ha animado su vida, y que encontró en análisis la siguiente formulación: romperse la cabeza para ser una mujer. Recurriendo a las propiedades retóricas del oxímoron, calificó entonces dicha certeza de gaseosa e inestable, para poner en evidencia el punto de imposible que entraña la nominación “yo soy eso” del sinthome.

Por la tarde fue el turno del control. Las tres secuencias se dispusieron de tal modo que en cada una de ellas tomaba la palabra un analista aún en análisis y otro que lo había terminado. Esto permitió declinar el tema del control de dos modos: el control en análisis y el control después del análisis.

En la primera secuencia, J-D Matet detalló lo que denominó la apuesta fundamental del control, más allá del aprendizaje de un saber clínico. Por un lado, se trata del lugar en el que se forjan los instrumentos para sostener el acto analítico. Por otro, ello debe apoyarse cada vez en una toma en consideración previa de la falla del discurso del paciente. A continuación, planteó y discutió con Pierre Naveau –que animaba la secuencia- la cuestión del estatuto de la palabra y de la transferencia en juego en el control, en la medida en que ninguna de las dos se apoya en la asociación libre.

Por su parte, Anne-Marie Le Mercier testimonió de los efectos del control sobre su propio trabajo analítico. Concretamente, nos expuso los avances de un caso bajo control prolongado, control que la confrontó en un momento dado con un punto de fascinación sobre un aspecto del caso que interfería en el desarrollo de la cura por ella dirigida. El trabajo y la elucidación de ese punto en su propio análisis supusieron un franqueamiento importante en su propia formación analítica, tal y como supo explicitarlo Anne-Marie Le Mercier.

En la segunda secuencia, Francesca Biagi-Chai propuso y precisó aquello que se controla: la oportunidad del acto, entre necesidad y sorpresa. A continuación, expuso la relación personal que, en tanto analista de largo recorrido, ella mantiene con el control. Declinó así el tipo de casos que se ve llevada a someter a control: aquellos que, por su rareza o su contemporaneidad, descompletan el marco del saber clínico que constituyen nuestras referencias esenciales: Freud y Lacan.

Por su parte, Chantal Bonneau nos propuso una elaboración hecha a partir de su condición de analizante y analista en control. La experiencia del control la confrontaba, al principio, al mismo tipo de angustia que experimentaba al tomar la palabra fuera del marco familiar. El franqueamiento en análisis de dicha angustia le permitió obtener efectos de bien decir tanto en el ejercicio de la palabra en general, como en su relación al control en particular.

En la última secuencia, Dalila Arpin nos ilustró sobre los efectos del control en su propio análisis. Expuso en primer lugar el caso de un paciente cuya inercia verbal ella interpretaba como un signo de pereza o resistencia al trabajo analítico. Una sesión de control sobre el caso confronta a la analista al efecto de interferencia que, respecto del deseo del analista, producía un enunciado superyoico proferido por su propia madre. Haciendo buena la expresión de Lacan según la cual “el analista es un vago”, la analista pudo rectificar su posición y permitir en lo sucesivo a su paciente “proseguir el análisis a su manera”.

Por su parte y en la misma línea, Laure Naveau nos enseñó acerca de lo que ocurre cuando un afecto perturba el deseo del analista en ejercicio sin que éste se dé cuenta. Expuso el caso de una analizante cuyo hijo se encontraba en una posición de objeto que preocupaba a la analista, de modo tal que ésta polarizaba la orientación de la cura en esta dirección sin darse cuenta. La cuestión femenina de la propia analizante quedaba de este modo obturada en el curso del análisis. En las sesiones de control de este caso, el analista controlador operaba una serie de escansiones que apuntaban siempre a la misma cuestión. Laure Naveau se apoyó entonces en una articulación de J-A Miller según la cual cuando el sujeto es tocado/afectado por el decir de otro, es porque hay algo del falo que está en juego. Explicó a continuación cómo pudo despejar de su posición subjetiva el afecto que interfería en la prosecución del análisis de su paciente.

En la segunda parte de su trabajo, y apoyándose en la última enseñanza de Lacan, Laure Naveau hizo una innovadora e importante propuesta acerca de la cuestión de la función y la posición del analista. En el Lacan más clásico, recordó, la función del analista es concebida como semblante del objeto a, causa del deseo del analizante. De ello se derivan efectos de verdad y de desciframiento significante que se inscriben en la lógica del tener (el analista tiene la llave de la verdad). Ahora bien, el último Lacan pone el acento, en cuanto a la función del analista, en la cuestión del sinthome. Se trata del analista que se coloca en el lugar del trauma del sujeto, tal y como lo retomó Rose-Paule Vinciguerra en la discusión. Laure Naveau precisó cómo inscribiéndose más en la lógica del ser que en la del tener, el analista sinthome apunta a obtener una incidencia en la elaboración del goce que realiza el propio analizante. Es el analista que se inscribe en el savoir y faire del analizante mismo.

Como habrán notado, fue una espléndida jornada de trabajo más, cuyos efectos de formación y de transferencia se harán sentir en la dinámica de nuestros campos freudianos.

29 de janeiro de 2015

A cada uno su verdad, (y post-scriptum), por Jacques-Alain Miller






Desde París, viernes 23 de enero 2015, 23 hs.

¿Acaso he atravesado los límites de la decencia? Mi amiga O. lo piensa así. No tiene nada de la heroína de Dominique Aury. Más bien que el gusto de padecer el látigo, tiene el de manejarlo. Al apreciar poco mi verba satírica cuando esta roza lo obsceno, ella actúa conmigo como el demonio del pudor en la Villa de los Misterios. ¡Que no se preocupe! Tenemos más de una cuerda para nuestro arco, para nuestra lira.

Vamos, ¡salta marqués! Vuelvo al adagio de Baruch de Spinoza: "Non ridere, non lugere, neque detestari, sed intelligere" – ni reír, ni llorar, no deshonrar, sino comprender….

Sismo del lazo social

Si considero ahora el encadenamiento de las cosas desde la masacre del 7 de enero, veo un gran sismo en el lazo social, luego de intensas emociones individuales, luego colectivas, e inmensos movimientos de multitudes. El fenómeno está repartido de manera desigual en el planeta. El epicentro está en pleno París, Francia arde. Europa tiene calor. Los Estados Unidos dan muestras de solicitud, pero son tibios. China, la tierra fértil en temblores de tierra donde se inventó el primer sismógrafo (132 después de C.) está fría. La India también, aunque Pakistán no lo está, pues la Oumma es recorrida por ondas sísmicas, del Occidente a los países musulmanes. Zoom sobre Francia. Un esfuerzo gigantesco para asegurar el territorio nacional y el espacio electrónico, moviliza y justifica el poder del Estado con el conjunto de sus aparatos de represión. Invitada a desfilar detrás de las autoridades, una población atemorizada acude en masa. Marchan o se quedan en el lugar quietos, se juntan codo a codo, se rozan unos con otros. Puro goce del mitsein (del “estar con”).

Charlie sí, Charlie no, Charlie pero

Se escruta el porvenir, se reinterpreta el pasado. Se confiesan los miedos, se declara el odio, no se sabe a qué santo encomendarse. Imprecadores, hombres del arte, hombres de las artes, hombres de fe, hombres de ley, psi, cada uno coloca su estrofa. Indignaciones ardientes, litigantes febriles, a veces angustias desgarradoras. En segundo plano, algunos judíos, como a menudo, hacen su equipaje. Se sondea la opinión: Charlie sí, Charlie no, Charlie pero. Mientras que en China, un sismo significaba que el Cielo negaba cualquier legitimidad al Emperador, la presente sacudida habría restablecido la del presidente francés.

Todos los días se debate, y en todos los sentidos, y en todos los tonos, de los pros y los contras, de lo justo y de lo injusto, del bien y del mal. Las brújulas enloquecen. Cada uno tiene una idea de la justicia, sin duda, y del bien y del mal. Hay allí una constante antropológica. Pero "tantas cabezas, tantas opiniones". "Cada uno con su verdad". 

¿Cómo orientarse en el pensamiento?

Comencemos por apartar como prejuicios las nociones relativas al bien y el mal, al elogio o la censura: nunca producirán consenso.

Nos sería necesario apresar una verdad de la que pudiéramos pretender que se imponga a todo ser razonable. Una verdad de orden matemático, que haga brillar otra idea de la verdad que no produzca una moraleja. Ahora bien, hay una que salta a la vista.

Publicado en  lepoint.fr , 26 de enero 2015
Traducción Silvia Baudini
from eol/postal


Primer Post scriptum, lunes 26 de enero
de 2015, a las 15.30 hs

 
En el momento de escribir este texto, no tenía conocimiento del podcast crónica de Edwy Plenel, “un periodista debe ser spinozista”, del 15 de enero, que cita el mismo adagio. Entonces hubiera hecho un giro hacia la sátira antes de dedicarme al  intelligere. Le doy el punto a Plenel. La sátira no es mas que la versión cómica de la moral. Para Spinoza, el escollo, el impasse, en materia política es en primer lugar sermonear a los hombres.
 
Mientras que nos embriagamos todos los días con el sentimiento de lo justo y de lo injusto, ¿Cómo ir “mas allá del bien y del mal?” Fórmula de Nietzche, a quien también le gustaba Spinoza y su adagio.
 
No resisto el placer de citar el comienzo del Tratado político de Spinoza (ver abajo), recopilado en wikisource. Y dado que estoy aquí en Mediopart, quisiera decir cuánto aprecio el análisis de Christian Salmon sobre mayo del 68, versus el 11 de enero. He leído también la entrevista de Carine Fouteau con los presidentes de la Unión de estudiantes judíos de Francia. Judío Spinozista, no imaginaba que las cosas estuvieran hasta ese punto en Francia para mis hermanos fieles a la tradición. ¿Deberemos llevar una estrella de David por solidaridad? - como esa familia holandesa de la que recientemente habló The Times of Israel (ver enseguida).

Spinoza

La opinión común de los filósofos es que las pasiones que atormentan la vida humana son una suerte de vicios en lo que caemos por culpa nuestra, y por eso uno ríe, llora, los censura a porfía, algunos incluso llegan a odiarlos para parecer mas santos que los demás.
 
También  creen haber hecho algo divino y alcanzado el colmo de la sabiduría cuando aprendieron a celebrar de mil maneras una pretendida naturaleza humana que no existe en ninguna parte y a denigrar lo que realmente existe. Porque ven a los hombres no tales como son, sino tales como querrían que fueran. De allí que en lugar de una ética, lo que hacen a menudo es una sátira, y jamás han concebido una política que pueda ser reducida a una práctica, sino más bien una quimera buena para ser aplicada en el país de Utopía o en tiempos de esa edad de oro para la cual el arte de la política seguramente era muy superfluo. Se llegó entonces a creer que entre todas las ciencias susceptibles de aplicación, la política es aquella donde la teoría difiere mas de la práctica y que ninguna clase de hombres es menos apropiado al gobierno de estado que los teóricos o los filósofos. Tratado de política, I,1

Nietzche

¡Estoy asombrado y encantado! Tengo un precursor. ¡Y de qué género! No conocía casi a Spinoza y el que ahora me entrasen deseos de leerlo ha sido algo realmente instintivo. He hallado que no sólo su general tendencia es igual a la mía —hacer del conocimiento la pasión más poderosa—, sino también que coincido con él en cinco puntos esenciales de su doctrina, en los cuales aquel original y solitario pensador se acerca a mí grandemente, y que son: la negación del libre arbitrio, de la intención, del orden moral universal, de lo inegoísta y de lo malo. Aunque es cierto que la diferencia entre nosotros es enorme, ella depende, más que de nada, de la diversidad en época, cultura y ciencia. En suma: mi soledad que, como la altura en las elevadas montañas, me cortaba a veces la respiración, ha encontrado ahora un compañero. Es maravilloso Carta a Franz Overbeck, Sils-Maria, 30 de julio de 1881, Trad. David
Rabouin

 
Llevar la estrella de David por solidaridad con los judíos

Frente al ascenso del antisemitismo en los Países Bajos, los miembros de una misma familia decidieron llevar una estrella de David para mostrar su solidaridad con la comunidad judía de su país. Theo Klopstra y Gerja Warner, que no son judíos, así como su hija decidieron llevar la estrella de David en público porque tienen “vergüenza de lo que ocurre en su país”.
 
Cuando Warner señaló el leve aumento de los acontecimientos antisemitas, empezó a enojarse. Declaró al Times of Israel que algunos miembros de la comunidad judía retiran la mezuza (pergamino que se fija en la puerta, generalmente en una caja) de sus puertas y también retiran sus sombreros en público.
 
En los Países Bajos, una sociedad generalmente muy tolerante, este tipo de discriminación contra un pueblo específico hace que la familia Klopstra se ponga furiosa. Los judíos, dice Warner, “tienen una historia tan difícil, fueron expulsados, maltratados, incluso asesinados, para poder vivir aquí.”
 
Los Países Bajos tuvieron un aumento del 23% de los ataques antisemitas desde 2012, según el centro de información y de documentación sobre Israel (CIDI). En septiembre, un judío que llevaba una kippa fue calificado de “cáncer judío” y casi se hace atropellar por un hombre en una moto. Incidentes similares, tales como el vandalismo en sitios judíos y los mensajes de odio en twitter, también son más frecuentes que antes.
 
A falta de comunidad judía local, la familia Klopstra compró  collares adornados con la estrella de seis puntas en una sinagoga de una ciudad vecina.
 
En los Países Bajos, la comunidad musulmana representa el 6% de la población total, después de Francia que tiene un 7,5%. Los hinchas holandeses del Estado islámico desfilaron apoyando a los ciudadanos de Gaza y del Hamas durante el verano, en pleno conflicto de Gaza.
 
“Debo decirles que no somos cristianos born-again con una
rara afección por vuestro país”, declaró Klopstra al Times of Israel. En lugar de esto, la familia asegura que está preocupada por cambiar un relato destructivo y antisemita, vehiculizado por los medios europeos. “Si mañana un idiota viene a decir que el virus de Ebola fue hecho por Israel, mucha gente lo va a creer”, declaró Klopstra.
 
Y llevando con orgullo sus collares y respondiendo a las preguntas de los curiosos, la familia Klopstra espera que crezca la tolerancia para las minorías y ayudar a luchar contra el ascenso de un sentimiento antisemita en su país.- The Times of Israel, Joëlle Millman, 19 de noviembre 2014.

Segundo post-scriptum, este lunes 26 de enero de 2015, a las 22 hs

¡Este hombre está en todas partes! Como el hurón del bosque encantado! ¿Cómo hizo mi amigo Bernard (Bernard Henri Lévy), para encontrarse el jueves último, luego de Krishnamuti y Elie Wiesel, perorando ante la Asamblea general de la ONU? (texto publicado en La Regle du jeu on line). Y ¿cómo hizo para cautivar a ese auditorio de excelencias? La respuesta no es difícil: hace uso de una bella prosa francesa, sonora, con cadencia, oratoria, eufónica, y dispara una serie de argumentos bien pensados, incisivos, maravillosamente ajustados, dignos de los mejores abogados: Demóstenes tal vez más que Cicerón. Simplemente dice la verdad. 

Admiro particularmente la parte cuarta de su discurso, cuando enumera en un santiamén los cuatro estratos sucesivos del antisemitismo After Death: antisemitismo cristiano, antisemitismo de las Luces, antisemitismo positivista, antisemitismo socialista. Cada una de esas épocas, la encarna en una figura, a la que hace hablar. Me gusta que les pone en la boca una frase, una sola, tan bien calibrada que pinta por entero su sistema de pensamiento. Foucault sabía hacer eso. Es el gran teatro de ideas. Es fuerte. Es “difícil”, como decíamos hace tiempo en la escuela normal, en torno de Althusser, para celebrar un bello “pex” (exposición) bien fundado.
 
Me permito una sola reserva, cuando BHL se refiere al presente. Me parece un poco complicada su declinación de tres enunciados que apuntan a Israel. Para mí, hay solo uno que vale: los judíos robaron su tierra al pueblo palestino, y se trata de que se la devuelvan. Pero dejemos. Ya volveré algún día sobre esto.
 
A decir verdad, lo que quizá admiro más en Bernard, es la comodidad con la cual él se dirige a esas eminencias, a esos amos del mundo, el respeto con el cual los trata, la seriedad, el tacto y la exquisita amabilidad que pone en ello, sin por ello quitarle gracia a sus palabras. Por mi parte me sé un incorregible “izquierdista”, quien en el lugar de nuestro orador –y por eso, más la falta de talento, por supuesto, no pretendo- pensaría en “la cena de mascarones” de Prévert, gran amigo de mi suegra Sylvia, haría muecas y sería incongruente. “La mas noble conquista del hombre, es el caballo, dice el Presidente… y si solo quedara uno, yo sería ese.”
 
¿No tiene actualidad? Bueno. Intelligere sin bromear, aun no me encuentro allí. BHL y Plenel uno y otro están bastante más avanzados que yo en la carrera del spinozismo. La desdicha es que no se escuchan. ¿Cómo se hace? ¿Habría agua en el gas de la razón? ¿Peor, Amor intellectualis Dei? Si puedo decirlo.
 
Traducción Silvia Baudini

28 de janeiro de 2015

Wolinski, Santo subito !, par Jacques-Alain Miller



The Massacre at Paris ! Titre de Christopher Marlowe. L’anglais doit le mot au français. Cocorico ! Il y est attesté de 1580. La Saint-Barthélémy est de 1572. C’est le sujet de la pièce. 

Chéreau jadis l’avait mise en scène, j’avais fait le voyage de Lyon, c’était superbe, je revois encore les hauts décors hybrides de Richard Peduzzi (un ami), mêlant la révolution industrielle à la Renaissance. 

Le récent massacre à Paris fait caqueter le monde entier. À l’époque de Lacan, « le discours universel », comme il l’appelait, était tenu pour une abstraction, ou un postulat, ou une sorte d’idée régulatrice. Eh bien, de virtuel qu’il était, ce discours devient sous nos yeux actuel, et même actualités. Et là, que dit-il ? Nous sommes très loin de ce « royaume des fns » conçu par Kant, où confueraient toutes les bonnes volontés. La fameuse « voix de la raison », qui selon Freud fnirait toujours par se faire entendre – c’est l’acte de foi des Lumières –, on peine à percevoir son murmure dans le vacarme ambiant. Je veux bien que le philosophe trouve dans la lecture du journal sa prière du matin, mais le clinicien, lui, doit constater que Clio est un personnage en quête d’auteur, et qu’elle souffre de la maladie des personnalités multiples. 

La présente affaire est une embrouille. Terrorisme, islam, islamisme, islamophobie, mort aux Juifs, liberté d’expression, liberté de pensée, droit au blasphème, respect des religions, laïcité, choc des civilisations, suicide français, volonté divine, volonté de puissance, valeurs républicaines, droits de l’Homme ou de l’Oumma... les opinions tirent à hue et à dia. Je ne rencontre même personne qui se dise complétement d’accord avec soi-même. Quel méli-mélo ! Quelle cacophonie ! Et même, quel f...oir ! On se croirait dans le moment « bagarre au saloon » d’un western à l’ancienne. 

Les émeutes en terre d’Islam étaient attendues. Quelques morts de-ci, de-là. On est résigné. Personne ne compte plus. Mais surprise, voilà Sa Sainteté le Pape, pourtant à jeun, qui menace tout à trac, avec son faux air de Fernandel, de « mettre un marron » à un pote, comme on dit dans Courteline, si le malheureux, qui n’y songe pas, venait à manquer de respect à sa mère. C’était pour rire, bien entendu, pour se faire comprendre. Très latin, ça, l’appel à la mère pour signifer l’intouchable. On le rencontre aussi chez Albert Camus.

Et pour couronner le tout, la transfguration de Charlie, journal de merde, en symbole de l’Esprit du Monde (Weltgeist de Hegel), voir de l’Esprit Saint. Quand les Juifs laissés à eux-mêmes adorèrent le Veau d’or, ce n’était déjà pas brillant, pour un peuple élu. Voilà maintenant la moitié de l’humanité dévote d’une manière d’Étron sacré. « Allô ? Non mais... allô quoi ? » Est-ce un opéra-bouffe ? un épisode de Pantagruel ? de Signé Furax ? des Monty Python ? ou tout simplement un tour que nous joue le Prince des Ténèbres ? Qui agence, qui scénarise tout ça ? Sade ? Satan ? Sollers ? Si c’est la Providence, alors c’est que Dieu est Charlie ! 

Je notais, il y a quelques jours, que la couv au Mahomet larmoyant laissait présager la défaite de la ligne pulsionnelle et amorçait un tournant sublimatoire. Aujourd’hui, nous y sommes. Autour des cercueils, ça sublime à pleins tuyaux, ça idéalise, ça esthétise à mort. Voyez la couverture de Elle. La colombe de la paix tient en son bec, à la place du rameau d’olivier, un crayon (« Et mon cul, c’est du nougat ? »). La paupière baissée, l’oiseau blanc sans regard est tout à son vol (« Chie ta fente ! »). Il s’enlève sur un fond bleu clair, immaculé (« SOS, Gros Dégueulasse ! »).

On pétitionne pour l’entrée des défunts au Panthéon. Par esprit de surenchère, Arrabal réclame pour eux le Prix Nobel. On attend maintenant les manifestants Place Saint-Pierre qui scanderont « Wolinski, Santo subito ! » Il se dit qu’un astéroïde demain sera baptisé du nom de Charlie, lequel, fauché sur la Terre, renaîtrait ainsi « dans le champ des étoiles » (Victor Hugo) – et peut-être même des stars, si Hollywood ne cède pas aux djihadistes.

Rien n’illustre mieux le tournant sublimatoire de Charlie que le récit qu’on a pu lire, il y a trois jours, dans Le Journal du dimanche. La veuve de Wolinski, la belle Maryse, a pénétré dans son bureau. « La pièce était nimbée d'une douce pénombre. » Elle a repéré, « scotché au mur », ce dessin. Elle en a fait « le dernier dessin de Wolinski ».

À suivr...

27 de janeiro de 2015

El absoluto y la muerte, por Isabelle Durand






En el Seminario “La ética del psicoanálisis”, Lacan reformula la pulsión de muerte a partir de la ley moral que conlleva el rechazo de cualquier pathos, y que en tanto absoluto puede llevar al sujeto a la muerte.


La tragedia siempre enseña algo sobre el goce, elevando el argumento a paradigma. Elige lo universal de lo más singular del personaje, haciendo resonar en nosotros aquello que hay de común con lo acaecido. La tragedia terrorista en París presentó la particularidad de que muchos de sus protagonistas estuvieron dispuestos a sacrificar su vida por algo más valioso. No estaban, como los seres humanos comunes, en un “primum vivere”: entre el ideal o la vida, no dudaron. Los terroristas estaban determinados a morir para vengar a Mahoma, y asegurarse así un goce para la eternidad; Charlie por la libertad de expresión, la suya.

Desde el psicoanálisis sabemos que todo lo que está anudado a lo absoluto lleva a la muerte. La estructura de fondo es la misma. Un “Kant con sade” versión siglo XXI. La libertad de expresión encierra una paradoja: si se convierte en un absoluto, se trata de un imperativo. “Puedes decirlo todo”, es más: “Debes decirlo todo, de cualquier modo, sean cuales sean las consecuencias”. La libertad de expresión tiene que poder soportar la expresión de la negación de su libertad. ¿Pero hasta qué punto? ¿Y quién puede fijarlo? ¿Deberían operar la ética de las consecuencias para cada uno? La paradoja es que no podemos fijar los límites sin que está libertad desaparezca. En Francia la libertad de expresión es un bien tan sagrado que cuesta prohibir los espectáculos antisemitas de un Dieudonné, que incitan al odio del goce del Otro. Obviamente Charlie no merecía la muerte. En este punto convergen todas las civilizaciones. ¿Pero cuál era la expresión cuya libertad Charlie consideraba tan amenazada?

Max Weber distinguió la ética de la responsabilidad, que tiene en cuenta las consecuencias de un acto, de la ética de la convicción, la que sólo se ocupa de las intenciones. Adelantándose a Lacan, dio el ejemplo kantiano de decir siempre la verdad, sin tener en cuenta las consecuencias, es decir, sin condiciones. Borrar las condiciones transforma esta ética en un absoluto. En psicoanálisis sabemos que goce y absoluto van de la mano. Actuar conforme a la ética de la convicción podría plasmarse en la afirmación: «El cristiano hace su deber y por lo que concierne al resultado de su acción, es asunto de Dios». En cambio, la enunciación de quien actúa según la ética de la responsabilidad sería: «Tenemos que responder de las consecuencias previsibles de nuestros actos». Es la ética de Aristóteles. Ahí Max Weber subraya algo que no carece de interés: Cuando las consecuencias de un acto hecho por pura convicción son desastrosas, el seguidor de esta ética no imputa la responsabilidad al agente, sino al mundo, a la tontería de los hombres o incluso a la voluntad de Dios que creó a los hombres así -es decir, a un Otro consistente-. Al contrario, el partidario de la ética de la responsabilidad tendrá en cuenta precisamente los fallos del hombre -es decir, tendrá en cuenta la barra sobre el Otro, en el sentido de su inconsistencia, y esta inconsistencia del Otro asumida por un sujeto es lo que le permite responsabilizarse.

En esta tragedia que se inició con la matanza en Charlie Hebdo cada civilización encontró a su héroe. Lacan nos recuerda que el héroe es aquel que sobre la escena no es más que la figura de desecho con que se clausura toda tragedia digna de este nombre. Pensemos en Lassana Bathily. Este maliense de 24 años y de confesión musulmana trabajaba como empleado en el colmado judío asaltado por un terrorista. Bathily eligió arriesgar su vida escondiendo a varios clientes judíos. Después de intentar convencerles en vano de que se evadieran con él, se fugó. Ya fuera del local ayudó a la policía para que en su asalto, no se produjeran más víctima. “Todos somos hermanos. No es una cuestión de judíos, cristianos o musulmanes. Estamos todos en el mismo barco, y nos tenemos que ayudar para salir de la crisis”, afirmaba Bathily cuando alguien se sorprendía de su comportamiento. La crisis fue su forma de nombrar este real con el que se topó de modo contingente. No dejarse acobardar por el peligro, es lo que le permitió salvar a algunos y a sí mismo. Sí, señor Bathily, todos somos hermanos, descendientes de un Otro que no existe. Y precisamente porque nos creemos hermanos, de vez en cuando, nos matamos los unos a los otros. El problema son los tiros de una Kalachnicov sobre la barca que nos permite mantenernos a flote sobre lo real.

26 de janeiro de 2015

Vers le congrès de la NLS: Moments de crise dans la cure analytique - Work-in-progress Two par Yves Vanderveken [Fr-Eng]


image Vers le congrès de la NLS
Moments de crise
Genève,  9 et 10 mai 2015

Moments de crise dans la cure analytique
Work-in-progress Two
Yves Vanderveken

[English version below]










J'ouvre cette journée, dont nous avons décidé dans une collaboration avec le Comité actuel du GIEP-NLS et le Comité exécutif de la NLS, qu'elle serait une Journée clinique de la New Lacanian School en Israël. Nous l'avons pensée ensemble dans ce sens. Cette journée ouvre par ailleurs l'année académique de travail du Giep-NLS. Elle se tient sous le titre : "Crisis in time of crisis". Elle s'oriente vers le thème du prochain congrès de la NLS qui aura lieu à Genève les 8 et 9 mai prochains sous le titre "Moments de crise".

Cette ouverture ne doit pas être trop longue, pour laisser toute sa place aux travaux.

Nous avons à disposition des textes qui prennent le thème des moments de crise dans tout son empan. Celui de Gil Caroz qui nous sert d'orientation1, et celui que j'ai dit à Athènes, titré Work-in-progress One2. Aujourd'hui, j'isolerai un point dans cette ouverture. Puisque c'est une journée clinique, ce sera un point clinique, un point de clinique psychanalytique - voire même plus précisément de direction de cure analytique.

Nous avons pour nous orienter dans ce thème de la crise - qui n'est en soi pas un concept psychanalytique - la définition qu'en donne Jacques-Alain Miller. Je la répète, elle est citée par Gil Caroz : "Il y a crise au sens psychanalytique quand le discours, les mots, les chiffres, les rites, la routine, tout l'appareil symbolique s'avèrent soudain impuissants à tempérer un réel qui n'en fait qu'à sa tête. Une crise, c'est le réel déchaîné, impossible à maîtriser."3

Le signifiant "crise" ayant acquis une portée sémantique très large qui concerne tous les discours et tous les champs du savoir, cette définition nous permet de lire ces phénomènes de crises dans ceux-ci, à partir et avec les concepts lacaniens. Crise y apparaît comme un des noms contemporains du réel.

Mais cette définition permet aussi, et principalement, de nous repérer très précisément dans les moments de rupture au niveau clinique. Gil Caroz les isole dans les structures cliniques chères à la psychanalyse.

Dans la psychose, en tant qu'ils donnent ces moments de crise qui prennent la forme de déclenchement, de décompensation ou de débranchement, là où, à l'appel au symbolique pour donner raison d'une rencontre avec un réel, ne répond qu'un trou. Ces moments de rupture s'accompagnent de phénomènes cliniques produits par la plus ou moins dissolution de l'ensemble des registres symboliques et imaginaires pour le sujet.

Dans la structure perverse, ces moments de rupture visent une vacillation dans et de la routine des codes symboliques de l'Autre, toujours en vue d'initier l'autre à une jouissance nouvelle.

Et enfin, dans la névrose, ces moments de vacillation provoquent le signal du réel que le surgissement de l'angoisse indexe et fragilisent la construction fantasmatique qui donnait jusque-là cadre au réel - permettant au sujet de le voiler défensivement.

Le psychanalyste est ami de la crise. D'abord parce qu'il rencontre ses analysants justement dans ces moments de crise, qui sont autant de moments d'entrées en analyse. Celles-ci répondent toujours d'un moment d'urgence subjective. Du moins, il vaut mieux.

Mais le psychanalyste est aussi ami de la crise parce qu'il en prend en quelque sorte le relais. Dans le cas de la direction de la cure dans la psychose, pour accompagner le sujet à retisser quelque chose des registres du symbolique et de l'imaginaire et recréer ainsi un mode de voile sur un réel trop dénudé. Dans le cas de la direction de la cure du névrosé, pour isoler toujours plus son mode de jouissance fantasmatique en tant qu'il est réponse du réel.

Dans des directions de cure différentes donc, il s'en fait le relais, par son acte. Son acte qui est d'interprétation, en tant que celle-ci dérange et vise à une modification dans le sujet, en mettant, disons, son fonctionnement "en crise". Mais il faut noter que cet acte d'interprétation répond de coordonnées très précises, qui sont à situer uniquement dans le cadre spécifique d'une direction de cure analytique.

C'est le point sur lequel je voudrais insister aujourd'hui en ouverture de cette journée. Pour ce faire, je ne saurais trop vous recommander la lecture du texte de Jacques-Alain Miller, Remarques sur le concept de passage à l'acte4.

Il y indique la filiation structurale du concept de l'acte analytique avec le concept psychiatrique de passage à l'acte - passage à l'acte qui est la fois paradigme pathologique de la crise et, nous le savons, une modalité de résolution de celle-ci. Mais filiation structurale ne veut pas dire qu'ils sont identiques. S'il s'agit d'isoler ce que les deux ont en commun, c'est aussi pour mieux distinguer leurs champs spécifiques. C'est la différence qu'il y a entre le déchirement sauvage du fantasme par l'effraction traumatique d'un réel inassimilable, de celui "provoqué" dans le cadre de la cure qui dévoile les atours de l'objet.

Ce qu'ils ont d'identiques, c'est que tous deux échappent à la dimension du calcul, de la maîtrise, en tant que l'acte serait l'issue et l'aboutissement d'un raisonnement de la pensée ayant comme finalité rationnelle l'utile et le bien du sujet. Le passage à l'acte, comme paradigme de l'acte, en démontre la structure opposée terme à terme. L'acte suicidaire, paradigme pour Lacan de l'acte réussi, vient comme démonstration de l'inanité de cette perspective, dévoilant en plus qu'il œuvre contre le bien du sujet et vise à lui nuire jusqu'à l'ultime de son intégrité propre.

Ce qui s'y démontre, c'est la dimension de radicale antinomie entre la pensée et l'acte. L'acte est sortie, extraction de la dimension de la pensée, en tant que celle-ci est rumination, évaluation incessante et calcul infini jamais certain sur l'acte à poser. La pensée est là obstacle, empêchement de tout acte jusqu'à l'obsession - nous retrouvons nos catégories cliniques - du fait d'une recherche d'une vérité finale, qu'il n'y a pas, pour décider de sa validité.

Cette dimension essentielle d'opposition entre la pensée et l'acte est chère à la psychanalyse lacanienne. Lacan opère même un pas de plus qui concerne le cœur de la psychanalyse, en opposant l'acte et l'inconscient ! En faisant du cogito cartésien – Je pense, donc je suis – la structure du sujet de l'inconscient, il indique que l'inconscient, dans sa dimension transférentielle de recherche de vérité par l'association libre (l'association de pensées donc) est syntone au refoulement. La pensée y nourrit le symptôme de sens.  C'est le renversement dans la doctrine de l'inconscient qu'il commence à opérer à partir du Séminaire XI, Les 4 concepts fondamentaux de la psychanalyse5. L'acte se situant dès lors comme une sortie de la dimension d'inhibition névrotique et de rupture de la chaîne de la pensée.

Est-ce pour autant dire que la psychanalyse pousse à l'acte, ou encore à la "réalisation"  - de soi, comme il se dit dans le jargon psychothérapeutique, avec sa consonance de "liberté" qu'elle charrie ? Oui, et bien évidemment, non ! Il s'agit là de distinguer strictement les registres dans lesquels cela se joue.

S'il y a identité de structure en tant que le passage à l'acte, l’acte analytique et, par ailleurs, toute dimension de l'acte, sont transgression, franchissement, mutation, sont "délinquants" en tant qu'ils rompent avec les codes établis du sujet et l'Autre, sont séparation d'avec l'Autre, il faut remarquer que Lacan n'a cessé d'isoler le passage à l'acte et l'acting-out comme autant de court-circuit du processus même de l'analyse. Et ce court-circuit se produit justement quand quelque chose se trouve en défaut d'interprétation adéquate, où se constitue donc l'acte de l'analyste.

Ce qui permet à Jacques-Alain Miler de préciser, comme un pas de plus, que le paradigme de l'acte suicidaire "rejoint en court-circuit6 cette zone centrale et exclue du monde subjectif auquel Lacan a donné le nom de jouissance"7.

C'est précisément cette zone que vise à enrober la cure avec le sujet psychotique et que vise, en tant que telle, la direction de la cure du sujet névrosé - mais hors de la dimension du court-circuit, qui sont des modalités de crise qu’il s’agit d’éviter dans le cadre de la cure. C'est pour cela que Lacan fonde le concept de l'acte analytique. Là où le suicide est par excellence l'acte réussi, la psychanalyse fait de l'acte manqué son paradigme, en tant que l'inconscient s'interpose et dévie l'action de l'intention première, déplaçant l'acte pour lui faire dire... autre chose.

Si la psychanalyse vise donc aussi une sortie du doute, qui est l'essence de la pensée et de l'inconscient-vérité, pour atteindre une dimension de certitude, de quelle nature est-elle dans le fil de la définition que Jacques-Alain Miller donne de la crise en psychanalyse ? De quel ordre relève cette certitude qui ne soit pas précipitation dans le registre de l'acting-out si chère à l'obsédé ?

Ce que peut provoquer une psychanalyse n'est pas une crise réelle, même si elle produit des effets réels. "Dans l'expérience d'une psychanalyse, il faut l'interprétation de l'analyste comme acte pour obtenir une détermination"8, nous dit encore Jacques-Alain Miller. Le terme de "détermination" est riche d'une polysémie en français. Il peut signifier dans ce cas, à la fois l'obtention de ce qui vous épingle dans votre être, ce qui vous définit en quelque sorte, mais aussi l'index d'une décision qui ne souffre aucune hésitation. L'interprétation, en tant qu'elle vise dit-il "au cœur de l'être"9 ne produit pas des moments faciles pour l'analysant. De viser le cœur de l'être, elle touche et dévoile quelque chose de l'objet du sujet qui le détermine - une saloperie, dira Lacan. Ces moments-là, il s'agit d'arriver à les garder dans le cadre de la cure10.

Ces moments de cure (et de crises dans la cure) produisent une sortie du doute par l'obtention de quelques "c'est ça" qui ne trompent pas. Mais là aussi, de quel ordre sont-ils ? Il s'agit toujours d'un franchissement d'un seuil signifiant, d'une scansion signifiante qui procède d'un dire et qui agit comme coupure dans la dimension du sens - comme nous tentons de l'apprendre du dernier enseignement de Lacan. Il peut s'en produire une sortie, ou séparation de l'aliénation signifiante11, qui isole quelques signifiants hors-sens qui déterminent ce rapport exclu du monde de la vérité que le sujet entretient avec la jouissance. Ce sont autant de points de rupture singuliers et subjectifs de l'ordre symbolique propre au sujet, qui rompent avec, mais ne prennent sens, que de son univers langagier. Il peut alors éventuellement tenter d'en faire un usage autre et développer, non pas sa suppression, mais un savoir-y-faire avec. S'isole alors une détermination d'un mode de jouissance qui relève du registre de la certitude, en tant que, sur cette base, le sujet pourra se positionner par rapport à ses choix, qui seront toujours, à mesure qu'une analyse avance, de moins en moins libres et relevant de plus en plus de la dialectique du choix forcé.

Il ne s'agit donc pas que l'analyste pousse le sujet, par exemple, à décider12, mais que par l'analyse de ses déterminations (à quoi sert la fonction de l'analyste), le sujet soit à même, à partir de là, de pouvoir répondre, lui, de ses choix !

J'espère que ces quelques propos et distinctions simples permettront de nous orienter dans le travail que nous allons mener autour des cas cliniques présentés dans cette journée.

Tel Aviv, le 1er novembre 2014


2 Y. Vanderveken, Moments de crise, Work-in-progress One, http://www.amp-nls.org/page/fr/49/nls-messager/0/2014-2015/1574
3 G. Caroz, Ibid.
4 J.-A. Miller, Jacques Lacan : remarques sur son concept de passage à l’acte, Mental, Paris, avril 2006, no 17,  p. 22.
5 J. LACAN, Le Séminaire, livre xi, Les quatre concepts fondamentaux de la psychanalyse [1964], texte établi par Jacques-Alain Miller, Paris, Seuil, coll. Champ freudien, 1973.
6 C’est moi qui souligne.
7 J.-A. Miller, ibid.
8 Id.
9 Id.
10 Gil Caroz en déplie les occurrences dans son texte.
11 Pour reprendre l’opposition conceptuelle qui développe Lacan dans les 4 concepts.
12 C'est même au regard de ce court-circuit et pour l'éviter en quelque sorte que Freud  inventé une règle analytique : celle de l'abstinence, conseillant à l'analysant de ne rien entreprendre de réel durant le temps de sa cure. Évidemment, les cures s'étant rallongées, et pas un peu, la portée de cela est tout autre.


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Moments of Crisis in the Analytic Cure

Work-in-Progress Two

Yves Vanderveken

Clinical Study Day in Tel Aviv



I open this study day, which the executive committee of the NLS and the current Committee of the GIEP-NLS, working in collaboration, have decided will be a clinical Study Day of the New Lacanian School in Israel. We thought of it together in this way. This study day also opens the academic year of work of the GIEP-NLS. It will take place under the title: “Crisis in Times of Crisis”. It is oriented towards the theme of the next NLS Congress which will take place in Geneva on the 8th and 9th of May next year, under the title “Moments of Crisis”.

This opening address should not be too long, to leave room for the work.

We have texts that take up the theme of moments of crisis from every conceivable aspect: Gil Caroz’s paper, which serves to orient our work,[1] and the one that I gave in Athens, under the title Work-in-Progress One.[2] Today, I will single out one point in this opening. As it is a clinical study day, this will be a clinical point, a point concerning the clinic of psychoanalysis – and even, more precisely, concerning the direction of the analytic treatment.

To help us get our bearings in this theme of crisis – which is not, in itself, part of the psychoanalytic clinic as such – we have the definition given to it by Jacques-Alain Miller. Gill Caroz quoted it, and I will repeat it here: “There is a crisis in the psychoanalytic sense when discourse, words, figures, rites, routine, the whole symbolic apparatus, is suddenly found to be powerless in tempering an unruly real. A crisis is the real unchained, impossible to master”.[3]

The signifier “crisis” has acquired an extremely wide semantic range that extends to all discourses and all fields of knowledge and this definition allows us to read the crises produced in them on the basis of Lacanian concepts. Crisis thus appears as one of the names of the real for our time.

But this definition mainly allows us to orient ourselves with great precision in the moments of rupture that occur at a clinical level. Gil Caroz isolated them in the clinical structures that psychoanalysis holds dear.

In psychosis, in so far as it is characterised by these moments of crisis that take the form of triggering, decompensation or disconnection, there where the subject appeals to the symbolic to make sense of the encounter with a real, the only response is a hole. These moments of rupture are accompanied by clinical phenomena produced, to a greater of lesser degree, by the dissolution of symbolic and imaginary registers for the subject.

In the structure of perversion, these moments of rupture aim to produce a vacillation in and of the Other’s established symbolic codes, always in view of initiating the other into a new jouissance.

And finally, in neurosis, these moments of vacillation gives rise to the signal of the real that the irruption of anxiety indicates and weakens the fantasy construction which, up to that point, had given a framework for the real and allowed the subject to veil it defensively.

The psychoanalyst is crisis’s friend, first because he meets his analysands precisely in such moments of crisis, which are so many moments of entry into analysis. These always mark a moment of subjective emergency. At least, it is better if they do.

But the psychoanalyst is also the friend of crisis because, in a manner of speaking, he takes up the baton from it. In the case of the direction of the treatment in psychosis, it is a question of helping the subject to reweave something of the symbolic and imaginary registers and thus recreate a means of veiling a real that is too denuded. With regard to the direction of the treatment for neurosis, it is a question of isolating his mode of phantasmatic jouissance to a greater and greater degree, in so far as it is a response to the real.

So, in these different ways of directing the treatment, he takes up the baton, through his act. His act is one of interpretation, in so far as it disturbs and aims to produce a modification in the subject, by putting, let’s say, his mode of functioning “in crisis”. But it should be noted that this act of interpretation is based on very precise reference points, which are to be situated solely within the specific framework of the direction of an analytic treatment.

This is the point that I would like to insist upon today in opening this study day. In this respect, I cannot recommend strongly enough that you read Jacques-Alain Miller’s text, “Remarques sur le concept de passage à l’acte”.[4]

In this paper, he indicates the structural relationship between the concept of the analytic act and the psychiatric concept of the passage-to-the-act. The passage-to-the-act is both the pathological paradigm of crisis and, as we know, a way of bringing this crisis to a resolution. However, the fact that they are structurally linked does not mean that they are the same. By isolating what the two have in common, one can better distinguish what is specific to each. What’s at stake is the difference between the savage tearing of the fantasy caused by the traumatic intrusion of an inassimilable real, and what is “provoked” within the framework of the treatment that unveils the outline of the object.

What they have in common is that they both escape the dimension of the calculation, of mastery, which would imply that the act would be the result and the realisation of a thought whose rational end would be both useful and for the subject’s good. As paradigm of the act, the passage-to-the-act refutes this point by point. The suicidal act, which Lacan took as the paradigm for the successful act, comes as proof of the uselessness of such an approach, revealing, furthermore, that it goes against the subject’s good and aims to harm him to the very point of destroying his own being.

What is here demonstrated is the radical antinomy between thought and the act. The act is an exit, an extraction from the dimension of thought, in so far as the latter is rumination, incessant evaluation and infinite calculation never certain about what act to take. Thought is the obstacle, impediment to every act, as is ultimately shown by obsession, to take up our clinical categories, which seeks to find the final truth, which does not exist, in order to decide whether it is valid or not.

This essential dimension of opposition between thought and the act is something that Lacanian psychoanalysis holds dear. Lacan even takes a further step that goes to the very heart of psychoanalysis, by opposing the act and the unconscious! By making the Cartesian cogito – I think therefore I am – the structure of the subject of the unconscious, he indicates that the unconscious, in its transferential dimension of searching for truth through free association (thus the association of thoughts) is syntonic with repression. Here, thought nourishes the symptom with meaning. This is the reversal in the theory of the unconscious that he begins to develop from Seminar XI, The four Fundamental Concepts of Psychoanalysis.[5] The act is situated from then on as a way out of the dimension of neurotic inhibition and of breaking the chain of thought.

Does this mean that psychoanalysis pushes one towards the act, or again toward a “realisation” of oneself, as is said in the jargon of psychotherapy, echoing the idea of “freedom” associated with it? Yes, and also obviously, no! The registers in which this operates must be rigorously distinguished.

If there is a structural identity between them in so far as the passage-to-the-act, the analytic act, and in fact, every dimension of the act, in that they imply a dimension of transgression, of crossing boundaries, of mutation, and are “delinquent” in so far as they break with the established codes of the subject and the Other, and that they mark a separation from the Other, it must be remembered that Lacan constantly identified the passage-to-the-act and acting out as a short-circuit of the very process of analysis. And this short circuit is produced exactly when something of an adequate interpretation, which is what the analytic act consists of, is found to be lacking.

This allows Jacques-Alain Miller to take a further step and specify that the paradigm of the suicidal act “returns in short-circuit[6] to this central and at the same time excluded zone of the subjective world, to which Lacan gave the name jouissance”.[7]  

It is precisely this zone that the treatment of a psychotic subject aims to coat and that the treatment of the neurotic aims at as such, but outside the dimension of the short-circuit which are modalities of crisis that one should try to avoid within the framework of the treatment. It is for this that Lacan establishes the concept of the analytic at. There where suicide is the successful act par excellence, psychoanalysis takes parapraxis [l’acte manqué] as its paradigm, in so far as the unconscious intercedes and diverts the action away from the initial intention, displacing the act in order to say… something else.

If psychoanalysis thus also aims at a way out of doubt, which is the essence of thought and of unconscious-truth, in order to attain a dimension of certainty, in what sense does it fit with the definition of crisis that Jacques-Alain Miller gives in psychoanalytic terms? If it is not in the register of acting-out so dear to the obsessional, to what order does this certainty refer.

What psychoanalysis provokes is not a real crisis, even if it produces real effects. As Jacques-Alain Miller tells us, “In the experience of a psychoanalysis, the analyst’s interpretation is needed for there to be a determination”.[8] The term “determination” is rich in polysemy in French. In this case, it can mean both getting what pins something down in your being, what defines you  if you wish, but also the index of a decision that brooks no hesitation. In so far as it aims “at the heart of being”,[9] as he says, interpretation does not produce a very easy time of it for the analysand. To aim at the heart of being, it touches and unveils something of the subject’s object, the object that determines him – a bit of filth, as Lacan says. Such moments should be kept within the framework of the cure.[10]

These moments of treatment (and of crisis in the treatment) produce a way out of doubt by arriving, in some way, at a “That’s it!” that does not deceive. But here as well, to which order do they belong? It is always a matter of going beyond a signifying threshold, of going beyond a signifying scansion, which is produced by an act of saying and acts as a cut in the dimension of sense – as we try to learn from Lacan’s last teaching. It can produce a way out, or a separation from signifying alienation,[11] which isolates a few signifiers outside meaning [hors-sens] that determine this excluded relation to the world of truth that the subject entertains with jouissance. These are so many singular and subjective points of rupture of the symbolic order proper to the subject, which break with, but do not make sense without his linguistic universe. He can thus finally attempt to make another use of it and develop, not its suppression, but a know-how to do with it [savoir-y-faire avec] and isolate a determination of a mode of jouissance that relates to the register of certainty, in so far as, on this basis, the subject will be able to position himself in relation to his choices, which will always, according to the progress of an analysis, be less and less free and refer more and more to the dialectic of the forced choice.

            What is at stake is thus not that the analyst pushes the subject, for example, to make a decision,[12] but that by analysing what determines him (which is what the function of the analyst is for) the subject should himself be in a position to answer for his choices!

            I hope that these few remarks and simple distinctions will allow us to find our bearing in the work that we are going to pursue in relation to the clinical cases presented during this study day.

Tel Aviv, 1 November 2014.

Translated by Philip Dravers


[1] G. Caroz, “Moments of Crisis”, Hurly-Burly 12 forthcoming, also: http://www.amp-nls.org/page/gb/170/the-congress.
[2] Y. Vanderveken, “Moments of Crisis, Work-in-Progress I, Hurly-Burly 12, forthcoming; also available: http://www.amp-nls.org/page/gb/49/nls-messager/0/2014-2015/1626. 
[3] G. Caroz, op. cit.
[4] J.-A. Miller, “Jacques Lacan: remarques sur son concept de passage à l’acte”, Mental, Paris, April (17) 2006, p. 22
[5] J. Lacan, Seminar XI, The Four Fundamental Concepts of Psychoanalysis, trans. Alan Sheridan, London, Penguin, 1977.
[6] My emphasis.
[7] J.-A. Miller, ibid.
[8] Ibid.
[9] Ibid.
[10] Gil Caroz unfolds the occurrences in his text.
[11] To take up the conceptual opposition that Lacan develops in Seminar XI.
[12] It is even in relation to this short-circuit and to avoid it in some way that Freud invented an analytical rule: that of the abstinence, advising the analysand to undertake nothing real during the time of the treatment. Obviously treatments have got longer, and not a little, its concern being something quite different.