4 de dezembro de 2018

La Deriva de los Goces
Patricia Moraga


Del odio como lazo social
(bilíngue Espanhol e Português)

El sueño humanista fue domesticar a los hombres por medio de relatos, según el modelo del “amigo lector”. De este modo, mediante la cultura y la literatura, aspiraba a proteger al hombre del salvajismo que históricamente lo amenazó. Para algunos, el surgimiento de internet fue, tal vez ingenuamente, motivo de renovada esperanza. La globalización permitiría afianzar los lazos entre las naciones, acortando las diferencias culturales y fomentando la armonía internacional. Pero lejos estamos de todos estos sueños. Varios países intentan hoy en día intervenir en el denominado “odio cibernético”. Después de los atentados en las escuelas americanas, numerosos jóvenes declararon en Facebook su felicidad por los asesinatos. Muchos de los que cometieron los atentados habían publicado, antes, mensajes de odio dirigidos a otros y a sí mismos.
Jacques Lacan hace del odio una de las pasiones del ser, junto con el amor y la ignorancia. Si bien el amor puede virar rápidamente al odio, éste –en su cara real– pone en acto la imposibilidad de hacer del prójimo un semejante. ¿Cómo hacer del otro un otro soportable? La relación con el semejante siempre bascula. Cuando el otro no nos devuelve la imagen ideal, deviene amenazante, malo. Pero la dialéctica imaginaria, con sus pasiones, no alcanza para dar cuenta de esto, pues el otro puede ser para el sujeto lo imposible de soportar.
Lacan retoma los desarrollos freudianos acerca de la constitución del sujeto, para situar cómo la realidad depende y se constituye a partir del goce forcluido. Este goce real es exterior al saber y a lo simbólico. Hay también un goce no reconocido como propio, que permanece como un resto inasimilable para el sujeto. Inicialmente conceptualizado por Lacan como el objeto malo (kakón), es al mismo tiempo lo más íntimo y lo más ajeno para el sujeto.
A lo largo de su enseñanza, Lacan reformula el odio: lo saca del registro puramente imaginario para resaltar su conexión con el goce, ya sea el goce pulsional que el sujeto desconoce en el fantasma o lo real del goce que hace a lo singular del Otro. En su análisis de las pasiones, retoma la distinción clásica entre éstas y los afectos. Lalengua afecta a nuestro cuerpo, con efectos de goce. Podemos servirnos de los afectos y de las pasiones para abordar el goce real, que escapa al decir. El amor y el odio tienen relación con lo real. El primero suple la relación sexual que no hay. El odio es más lúcido que el amor porque tiene como soporte las unaridades, el Uno.[1] En el nivel del goce, no hay comunicación ni acuerdo. El odio apunta a la diferencia absoluta: Te odio porque no gozas como yo. Nada concentra más odio que el decir de excepción donde se sitúa la existencia,[2] lo singular de un modo de gozar; por esto, el odio “es el único sentimiento lúcido”.[3]
Interrogar los afectos nos permite aproximarnos al problema de la diferencia entre las pasiones sociales y las del parlêtre. Los afectos vinculan entre sí el cuerpo, el lenguaje y el goce. Éste tiene lugar en el propio cuerpo, pero los afectos, por ser efectos del discurso, conectan con el Otro. El cuerpo es tomado en el discurso, y esto nos permite articular el cuerpo político y los afectos sociales.[4]
A veces la presencia de cuerpos hablantes reivindica, mediante la ocupación de espacios (plazas, colegios, edificios), su condición de públicos, cuando esto es precisamente lo que se encuentra amenazado. La toma de universidades por parte de los jóvenes en Atenas, Londres y Berkeley –entre otros lugares– fue una forma de reclamar que esos edificios pertenecen a la población y que ello está en riesgo debido a los recortes presupuestarios.[5] Tales ejemplos resaltan la importancia del cuerpo hablante y el modo en que éste es afectado por los discursos. El cuerpo se define por la potencia de ser afectado y afectar a otros cuerpos. No es una entidad encerrada en sí misma.[6] Es al mismo tiempo cuerpo del sujeto y cuerpo político. Jacques-Alain Miller se pregunta si el cuerpo del Otro puede encarnarse en el grupo. ¿Acaso éste no da cierto acceso a un Yo gozo del cuerpo del Otro del que formo parte?
El odio toma diversas formas en nuestra época. Puede presentarse como ruptura de los lazos sociales o, por el contrario, como vínculo en las “comunidades de goce”. En este último caso, el odio sostiene una identidad a partir del rechazo de lo que no se sabe. Tal identidad se conquista en la prisa: la angustia precipita al hombre a identificarse con un “yo soy” rechazando la diferencia entre los goces. De ahí la tentación de llamar al Uno que unifique, cuyo costo es más racismo y segregación. Tal vez por eso Lacan en 1974 pronosticaba, junto al desorden de lo real –causado por la ciencia–, el triunfo de la religión.




Do ódio como laço social
Patricia Moraga (em Português)

O sonho humanista foi domesticar os homens por meio de relatos, segundo o modelo do  “amigo leitor”. Desse modo, mediante a cultura e a literatura, aspirava proteger o homem da selvageria que historicamente o ameaçou. Para alguns, o surgimento da internet foi, talvez ingenuamente, motivo de renovada esperança. A globalização permitiria garantir os laços entre as nações, encurtando as diferenças culturais e fomentando a harmonia internacional. Estamos, no entanto, longe de todos estes sonhos. Vários países tentam, hoje em dia, intervir no chamado “ódio cibernético”. Depois dos atentados nas escolas americanas, numerosos jovens declararam no Facebook sua felicidade pelos assassinatos. Muitos dos que cometeram os atentados haviam publicado, antes, mensagens de ódio dirigidas aos outros e a si mesmos.

Jacques Lacan faz do ódio uma das paixões do ser, junto com o amor e a ignorância. Se o amor pode se transformar rapidamente em ódio, este – em sua face real – põe em ato a impossibilidade de fazer do próximo um semelhante. Como fazer, do outro, um outro suportável? A relação com o semelhante é ambígua. Quando o outro não nos devolve a imagem ideal, torna-se ameaçador, malvado. A dialética imaginária, com suas paixões, não consegue dar conta disso, pois o outro pode ser, para o sujeito, o impossível de suportar.
Lacan retoma os desenvolvimentos freudianos sobre a constituição do sujeito para articular como a realidade depende e se constitui a partir do gozo foracluído. Este gozo real é exterior ao saber e ao simbólico. Há, também, um gozo não reconhecido como próprio, que permanece como um resto inassimilável para o sujeito. Inicialmente conceituado por Lacan como objeto mau (kakón), é, ao mesmo tempo, o mais íntimo e o mais alheio para o sujeito.

Ao longo de seu ensino, Lacan reformula o ódio: retira-o do registro puramente imaginário para ressaltar sua conexão com o gozo, seja o gozo pulsional que o sujeito desconhece no fantasma, seja o real do gozo que faz ser o singular do Outro. Em sua análise das paixões, retoma a distinção clássica entre as paixões e os afetos. A alíngua afeta nosso corpo a partir de efeitos de gozo. Podemos nos servir dos afetos e das paixões para abordar o gozo real, que escapa ao dizer. O amor e o ódio têm relação com o real. O primeiro supre a relação sexual que não existe. O ódio é mais lúcido do que o amor porque tem como suporte as unaridades, o Um[7]. Não há comunicação ou acordo ao nível do gozo. O ódio aponta para a diferença absoluta: te odeio porque tu não gozas como eu. Nada concentra mais ódio do que o dizer de exceção onde se situa a existência[8], o singular de um modo de gozar; por isso, o ódio "é o único sentimento lúcido"[9].
Interrogar os afetos nos permite nos aproximarmos do problema da diferença entre as paixões sociais e as do parlêtre. Os afetos vinculam corpo, linguagem e gozo entre si. O gozo tem lugar no próprio corpo, mas os afetos, por serem efeitos de discurso, se conectam com o Outro. O corpo é tomado pelo discurso e isso nos permite articular o corpo político aos afetos sociais[10].
A presença de corpos falantes na ocupação de espaços (praças, colégios, edifícios) podem reivindicar sua condição de públicos, quando isso é, precisamente, o que se encontra ameaçado. A ocupação de universidades por parte dos jovens em Atenas, Londres e Berkeley - entre outros - foi uma forma de reclamar que estes locais pertencem à população e que isso está em perigo devido a cortes orçamentários[11]. Esses exemplos ressaltam a importância do corpo falante e o modo como ele é afetado pelos discursos. O corpo se define pela potência de ser afetado e afetar outros corpos. Não é uma entidade fechada em si mesma[12]. É corpo do sujeito e corpo político ao mesmo tempo. Isso não dá certo acesso a um Eu gozo do corpo do Outro do qual formo parte?
O ódio toma diversas formas em nossa época. Pode apresentar-se como ruptura dos laços sociais ou, ao contrário, como vínculo entre as "comunidades de gozo". Neste último caso, o ódio sustenta uma identidade a partir do rechaço do que não se sabe. Esta identidade se conquista na pressa: a angústia precipita o homem a se identificar com um "eu sou", rechaçando a diferença entre os gozos. Por isso a tentação de localizar o Um que unifique, cujo preço é mais racismo e segregação. Talvez por isso Lacan, em 1974, tenha prognosticado o triunfo da religião diante da desordem do real - causado pela ciência.

Tradução: Marcelo Magnelli









[1] Lacan, J., El seminario, libro 24, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, clase del 10 de mayo de 1977.
[2] Lacan, J., Aun, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 147.
[3] Lacan, J., De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 97.
[4] Laurent, É., “Pensar con su alma o hablar con su cuerpo”, en Consecuencias, 17 (2016).
[5] Butler, J., Cuerpos aliados y lucha política, Buenos Aires, Paidós, 2017.
[6] Deleuze, G., Spinoza y el problema de la expresión, Barcelona, Muchnik,1999.
[7] Lacan, J., O Seminário, Livro 24, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, aula de 10 de maio de 1977.
[8] Lacan, J., Aun, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 147.
[9] Lacan, J., De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 97.
[10] Laurent, É., “Pensar con su alma o hablar con su cuerpo”, em Revista Consecuencias, número 17, 2016.
[11] Butler, J., Cuerpos aliados y lucha política, Buenos Aires, Paidós, 2017.
[12] Deleuze, G., Spinoza y el problema de la expresión, Barcelona, Muchnik,1999.


1 de dezembro de 2018



ZADIG en Belgique




Programme 

8h45-9h
Lancement du film « Knafeh » de Sigalit Landau
(Le film va tourner pendant que les participants s’installent) 

9h-10h20
Facilitateurs de discours : Alexandre Stevens, Bernard Seynhaeve et Nathalie Laceur 
Ouverture : Yves Cartuyvels, professeur de droit pénal et de criminologie à l’Université Saint-Louis et Gil Caroz, psychanalyste à Bruxelles
Angelina Harari : Psychanalyste à São Paulo, présidente de l’Association Mondiale de Psychanalyse
Dima Yared : Responsable aux droits de l’homme au Haut-Commissariat des Nations Unies
Anouk Van Gestel : Rédactrice en chef de Marie-Claire Belgique
10h20 -11h50
Facilitateurs de discours : Monique Kusnierek, Paola Bolgiani et Thomas Van Rumst 
Cis Dewaele : Coordinateur des travailleurs de rue en Flandre 
Roger Litten : Psychanalyste à Londres 
Martin Deleixhe : Professeur temporaire à l’Université Saint-Louis
Adriana Costa Santos : Co-présidente de la Plateforme citoyenne de soutien aux Réfugiés – Bxl Refugees

11h50-12h00
Artiste : Sigalit Landau 
12h00-13h30
Facilitateurs de discours : Domenico Cosenza, Katty Langelez-Stevens et Antoine Cahen 
Marine De Haas : Responsable des questions européennes à la Cimade
Michal Boni : Député européen polonais, PPE, ancien ministre 
Kinga Goncz : Politicienne et universitaire hongroise, ancienne ministre des Affaires étrangères et ancienne membre du Parlement européen
Vincent Stuer : Politologue, porte-parole au parlement européen du Parti D66

13h30-14h30
Pause

14h30-14h35
Artiste : Sigalit Landau

14h35-16h15
Facilitateurs de discours : Miquel Bassols, Christiane Alberti, Caroline Leduc et Philippe Bouillot
Guillaume le Blanc : Philosophe et écrivain français, professeur de philosophie politique à l’Université Paris-Diderot 
Youri Lou Vertongen : Doctorant au Centre de Recherche en Science Politique de l’Université Saint-Louis
Michael Dougan : Professeur de droit européen à l’Université de Liverpool
Vincent Engel : Écrivain, professeur de littérature à l'Université Catholique de Louvain, chroniqueur pour Le Soir 

16h15-17h55
Facilitateurs de discours : Dominique Holvoet, Karin Brunner, Mauricio Garcia et Philippe Hellebois
Gemma Calvet : Avocate, directrice de l’Agence de transparence de l’Aire métropolitaine de Barcelone
Wolfgang Petritsch : Diplomate autrichien, ancien envoyé spécial de l'Union européenne pour le Kosovo 
Gianfranco Pasquino : Politologue italien, ancien sénateur de la Gauche indépendante
Yves Depelsenaire : Psychanalyste à Bruxelles

17h55-18h00
Artiste : Sigalit Landau 

18h00-18h40
Animation : Patricia Bosquin-Caroz et Guy Poblome 
Ponctuation et clôture : Éric Laurent, psychanalyste à Paris

21 de novembro de 2018

 Los niños: ¡qué horror! (espagnol)

Les enfants : quelle horreur ! (français)


Por AnaëlleLebovitz-Quenehen (bilingue)
Blog AMP noviembre 2018




Niños violentos, es bajo este título que tendrá lugar, en Francia, la próxima jornada del Instituto del Niño. En relación con este tema, ¿cómo no pensar en la presencia de los niños en las películas de horror, esos niños angustiantes y terroríficos que dan una asombrosa idea de la representación que los adultos (que imaginan y miran esas películas) se hacen de los niños? Aún cuando no seamos amateurs de las películas de horror, recordamos las inquietantes gemelas de The Shining, pioneras del género. ¿Qué predisposiciones particulares tendrían los niños entonces para suscitar el terror, en tanto  se los representa más que todo de manera espontánea como adorables criaturas? Plantearse esta pregunta consiste en focalizar más sobre la mirada que los adultos ponen sobre los niños y su supuesta violencia potencial por sobre su violencia objetiva. No obstante, avancemos en esa vía ya que esa pregunta nos da la oportunidad de algunas consideraciones sobre el tema que nos ocupa.

En efecto, una pista parece dibujarse cuando se piensa en lo que Jacques-Alain Miller anota en su presentación del tema de la próxima jornada del Instituto del niño, “Niños violentos”. Elabora que la violencia, cuando no es sintomática, hace signo de un goce sobre el cual la ley del deseo no ha operado, dejando a ese goce expresarse bajo el modo de la violencia, ahí donde otra modalidad de expresión, más civilizada, más elaborada, no ha podido ser encontrada. 

Además, la etimología del término “violencia” parece establecer una correlación intrínseca entre el niño y la violencia. Viniendo del latín violencia,  es tomado del verbo vis (querer), ese término traduce, a partir de Cicerón, una parte del sentido que el vocablo dunamis acarrea. Dunamis significa entonces fuerza y poder, pero en Aristóteles -por ende mucho antes que Cicerón- dunamis tiene el sentido de lo que está en potencia, de lo que está porvenir. Así, se dirá del niño que es “un animal pensante” en potencia, de la semilla que es un fruto en potencia, o también del hormigón que es un inmueble en potencia. Siguiendo con la etimología del término de violencia y uno de los sentidos que posee en griego, hay una correlación que hacer entre la potencia en el sentido de el ser por convertirse y la violencia. Es mucho más obvio si se entiende por violencia la expresión de una fuerza fuera de la ley, fuera de esa ley que permite justamente al goce que se expresa violentamente ser orientado hacia otros fines, lo que una educación lograda  precisamente, de  manera sensata permitiría.

Entonces, si el niño está por venir, en el sentido en el que no es todavía adulto, sigamos igualmente a Lacan en su definición negativa del niño (1), aquella por la cual afirma que “el niño no es una forma laxa del adulto” (2). Esto es verdadero sea cual fuere la estructura del niño a la cual nos afrontemos. Ya siendo capaz de un uso formidable de los semblantes, mientras más jóvenes son, mucho más extrañas les son las normas. De esta manera, a menudo dicen lo que piensan como lo piensan, aun cuando su palabra está cifrada, pasa por el juego, la metáfora o la metonimia estando a su disposición.
Si el otro no juega el juego, un niño lo percibe mejor que un adulto que dispone de los códigos sociales y se doblega allí, y aquello, justamente porque esos códigos nublan la inteligencia de la mayoría de los adultos. En relación con esto, una simple razón que Lacan expone en 1936 al elaborar que los adultos que han integrado las categorías convencionales que les permiten entonces vivir en sociedad, ven su perspicacia perjudicada a pesar de su “mayor diferenciación psíquica” (3). La ausencia de esas categorías sirve incontestablemente a la facultad del niño para percibir los signos que refuerzan su perspicacia. Pero aún más, “la estructura primaria de su psiquismo” le permite ser introducido de entrada “en el sentido esencial de la situación y de la interacción social que en ella se expresa.”(4)

Ahí donde el niño de buena gana tiene confianza en lo que experimenta, en la manera en la cual percibe las situaciones a las cuales está confrontado, la buena educación de los adultos los empuja muy a menudo a reprimir sus primeras impresiones. Así, los adultos tienen tendencia a atenuarlas con el fin de disminuir el tener que responder a ellas de una manera inventiva o inconveniente. Exoneran igualmente de buena gana al otro de su descortesía o de su agresividad para librarse en el mismo movimiento de su propia incapacidad para encontrar una manera de responderle sin cobardía ni falta de consideración. Ya que en realidad para eso no hay más que la vía del ingenio en el sentido en el que Freud lo entiende en El chiste y su relación con el inconsciente. Pero es necesario disponer de bastante ingenio para hacer uso de él, y el ingenio a la mayoría de los adultos les falta. Le falta por definición a los niños pues, en el sentido que Freud lo entiende, el ingenio extrae su poder de las referencias implícitas a la sexualidad sobre la cual el niño no tiene más que teorías tan aproximativas como privadas. 

Desde esta óptica, adultos y niños son efectivamente de dos razas muy distintas y los segundos aterrorizan a los primeros únicamente por este hecho. Es sin duda lo que hace que, entre los adultos, algunos perciban a los niños en el registro del horror, lo que se expresa sin lugar a duda en ciertas películas de horror. Estos adultos están, por decirlo así, aterrados por la inteligencia juvenil y son de buen grado lapidarios de esos jóvenes. Es por la misma razón que otros los perciben en el registro de la dicha y acogen con gusto la perspicacia incivil que los caracteriza del solo hecho de su juventud y del poder que los habita hasta la edad de ser hombres o mujeres, pero a menudo desde mucho antes. 
Un cierto número de adultos temen así las reacciones de los niños que los sancionaron espontáneamente sin tratarlos con guantes de seda, aun si el objeto de su sanción a veces es un objeto de desplazamiento. Esos adultos temen lo que un cineasta pudo llamar en un thriller su “sexto sentido”. Del lado del analista, el menor lapsus de ese acto es sancionado por los jóvenes sujetos que recibe, y a menudo al instante. Una frase es suficiente, o una actitud, que lo pondrá en ese camino si acepta tomar en serio al niño que se dirige a él. Es bajo esta condición que, dándole la oportunidad de referir su eventual violencia al punto de real que trata, el analista acompañará una reorientación del goce del niño en otra vía, menos violenta si ella lo es, pero igualmente apasionada, o digamos decidida. Pero esto será bajo la única condición de que, si la perdió madurando, el analista haya, por su propio análisis, encontrado un poco de esta perspicacia que habitaba en él también otrora.  

1 - Empleamos aquí el término “negativo” en el sentido en el que se habla de teología negativa.
2 - Lacan, Jacques. Discurso de clausura en el Congreso de Strasbourg. Texto extraído de: https://psicoanalisislacaniano.com/discurso-de-clausura-en-strasbourg/
3 - Lacan, Jacques. “Más allá del principio de realidad” (1936), in Escritos, tomo I. México: Siglo XXI, 2003 p. 82.

4 - Ídem
Les enfants : quelle horreur ! (français)

Enfant violent, c’est sous ce titre qu’aura lieu, en France, la prochaine journée de l’Institut de l’enfant. À ce sujet, comment ne pas penser à la présence des enfants dans les films d’horreur, ces enfants angoissants et terrifiants qui donnent une étonnante idée de la représentation que les adultes (qui imaginent et regardent ces films) se font des enfants ? Même quand on n’est pas amateur de films d’horreur, on se souvient des inquiétantes jumelles de Shining, pionnières du genre. Quelles prédispositions particulières les enfants auraient-ils donc à susciter la terreur, eux que l’on se représente surtout très spontanément, comme d’adorables créatures ? Se poser cette question consiste à mettre la focale davantage sur le regard que les adultes posent sur les enfants et leur supposée violence potentielle que sur leur violence objective. N’empêche, avançons dans cette voie car cette question nous donne l’occasion de quelques considérations sur le thème qui nous occupe.

Une piste semble en effet se dessiner quand on songe à ce que Jacques-Alain Miller note dans sa présentation du thème de la prochaine journée de l’institut de l’enfant, « Enfant violent ». Il avance en effet que la violence, quand elle n’est pas symptomatique, fait signe d’une jouissance sur laquelle la loi du désir n’a pas opéré, laissant cette jouissance s’exprimer sur le mode de la violence, là où une autre modalité d’expression, plus civilisée, plus élaborée, n’a pu être trouvée. 

Or, l’étymologie du terme « violence » semble établir une corrélation intrinsèque entre l’enfant et la violence. Venant du latin violencia, lui-même issu du verbe vis (vouloir), ce terme traduit, à partir de Cicéron, une part du sens que le mot grec dunamis charrie. Dunamis signifie alors force et pouvoir, mais chez Aristote – bien avant Cicéron donc – dunamis a le sens de ce qui est en puissance, de ce qui est en devenir. Ainsi dira-t-on de l’enfant qu’il est « un animal pensant » en puissance, ou de la graine qu’elle est un fruit en puissance, ou encore du béton qu’il est un immeuble en puissance. À suivre l’étymologie du terme de violence et l’un des sens qu’il revêt en grec, il y a une corrélation à faire entre la puissance au sens de l’être en devenir et la violence. C’est d’autant plus net si l’on entend par violence, l’expression d’une force hors la loi, hors de cette loi qui permet justement à la jouissance qui s’exprime violement d’être orientée vers d’autres buts, ce qu’une éducation achevée est précisément sensée permettre.

Si donc l’enfant est en devenir, au sens où il n’est pas encore adulte, suivons également Lacan en sa définition négative de l’enfant (5), celle par laquelle il affirme que « l’enfant n’est pas une forme molle de l’adulte (6) ». Ceci est vrai quelle que soit la structure de l’enfant auquel on a affaire. Quoi que déjà capable d’un formidable usage des semblants, plus ils sont jeunes, plus les normes sociales leur sont étrangères. À ce titre, ils disent souvent ce qu’ils pensent comme ils le pensent, même quand leur propos est chiffré, passe par le jeu, la métaphore ou la métonymie à leur disposition. 

Si l’autre ne joue pas le jeu, un enfant le perçoit mieux qu’un adulte disposant des codes sociaux et s’y pliant, et ce, justement parce que ces codes brouillent l’intelligence de la plupart des adultes. À ceci, une raison simple que Lacan expose en 1936 en avançant que les adultes ayant intégré les catégories conventionnelles qui leur permettent par ailleurs de vivre en société, voient leur perspicacité entamée malgré leur « plus grande différenciation psychique » (7). L’absence de ces catégories sert incontestablement la faculté de l’enfant à percevoir les signes qui renforcent sa perspicacité. Mais plus encore, « la structure primaire de son psychisme »(8) lui permet d’être d’emblée pénétré « du sens essentiel de la situation et de l’interaction sociale qui s’y est exprimée ».(9)
 Là où un enfant fait volontiers confiance à ce qu’il éprouve, à la façon dont il perçoit les situations auxquelles il est confronté, la bonne éducation des adultes les pousse bien souvent à refouler leurs impressions premières. Ils ont ainsi tendance à les faire s’atténuer afin de s’épargner d’avoir à y répondre d’une façon inventive ou inconvenante. Ils dédouanent également volontiers l’autre de sa grossièreté ou de son agressivité pour se dédouaner du même mouvement de leur propre incapacité à trouver une manière de lui répondre sans lâcheté ni manque d’égard. Car il n’y a en réalité pour cela que la voie de l’esprit au sens où Freud l’entend dans Le mot d’esprit dans ses rapports avec l’inconscient. Encore faut-il disposer d’assez d’esprit pour en faire usage, et l’esprit manque à la plupart des adultes. Il manque par définition aux enfants puisque, au sens où Freud l’entend, l’esprit tire sa puissance de références implicites à la sexualité sur laquelle l’enfant n’a quant à lui que des théories aussi approximatives que privées.

À cet égard, adultes et enfants sont effectivement de deux races bien distinctes et les seconds terrifient parfois les premiers de ce seul fait. C’est d’ailleurs sans doute ce qui fait que, parmi les adultes, certains perçoivent les enfants dans le registre de l’horreur, ce qui s’exprime bel et bien dans certains films d’épouvante. Ces adultes sont pour ainsi dire terrifiés par l’intelligence juvénile et volontiers lapidaire de ces jeunes personnes. C’est pour la même raison que d’autres les perçoivent dans le registre de la joie et accueille volontiers la perspicacité incivile qui les caractérise du seul fait de leur jeunesse et de la puissance qui les habite jusqu’à l’âge d’homme ou de femme, mais bien souvent dès avant déjà.

Un certain nombre d’adultes craignent ainsi les réactions des enfants qui les sanctionneront spontanément sans prendre de gants, même si l’objet de leur sanction fait parfois l’objet d’un déplacement. Ces adultes craignent ce qu’un cinéaste a trouvé à nommer dans un thriller leur « sixième sens ». Du côté de l’analyste, le moindre lapsus de l’acte est sanctionné par les jeunes sujets qu’il reçoit, et dans l’instant le plus souvent. Une phrase suffit, ou une attitude, qui remettra le clinicien sur le chemin s’il accepte de prendre au sérieux l’enfant qui s’adresse à lui. C’est à cette condition que, lui donnant chance de référer son éventuelle violence au point de réel qu’elle traite, l’analyste accompagnera une réorientation de la jouissance de l’enfant sur une autre voie, moins violente si elle l’est, mais toute aussi passionnée, ou disons décidée. Mais ce sera à la seule condition que, s’il l’avait perdu en murissant, l’analyste ait, par sa propre analyse, retrouvé un peu de cette perspicacité qui l’habitait lui aussi jadis.

5 - Lacan, Jacques. “Más allá del principio de realidad” (1936), in Escritos, tomo I. México: Siglo XXI, 2003 p. 82.
6 - Lacan J.,Discours de clôture au Congrès de Strasbourg, Lettres de l’EFP, n° 7, 1970, p.157-166.
7 - Lacan J., « Au-delà du principe de réalité », (1936), Écrits, Paris, Le Seuil, 1966, p.89.
8 - Id. Ibid
9 - Id. Ibid

Tradução Patrício Moreno Parra

Revisão Ruth Gorenberg