"Escuchadores de voces": ¿un modo del –ser nombrado para?
Ruth Gorenberg - EOL
(Comité de redacción AMP Blog)
En tanto psicoanalistas abordamos la identidad en su estatuto efímero. Ilusión de unidad que interrogamos.
Sin embargo la clínica nos presenta a veces, "identidades sólidas". Lacan alude a ello sobre el final de su clase 13-3-74 en su Seminario 21, al referirse a la cuestión del amor y su relación con el Nombre del Padre, del que reconoce haber hablado irónicamente. Así, plantea que la dimensión del amor a ese Nombre del Padre pasa a sustituirse por una función: la del nombrar para.
Como si ese nombrar para restituyera un orden que es de hierro: un retorno del Nombre del padre en lo real en tanto el mismo está forcluído.
Comprobamos en la clínica que el declive del Nombre el Padre, "afecta con el signo de la pérdida del amor" [1], dificultando el establecimiento de una transferencia analítica.
Ahora bien, en el Seminario 10 Lacan presenta al oído como un resonador que "resuena en el vacío del Otro" [2], correspondiendo a la estructura del Otro constituir cierto vacío.
La experiencia clínica de la psicosis a través de las alucinaciones auditivas nos permite verificar una falla en dicha operación, retornando la voz en lo real en el fenómeno alucinatorio.
Curiosamente, en los últimos años, prosperan en el mundo todo tipo de propuestas terapéuticas, al modo de talleres, grupos de ayuda etc convocados por un nombre : "Escuchadores de voces".
Se apoyan, le dan sentido a las voces escuchadas, comparten experiencias, y sobre todo se oponen a la psiquiatría "estigmatizante, y medicadora" según sus dichos.
Los "escuchadores de voces" plantean a su modo que "escuchar voces no es ninguna enfermedad, y hasta podría ser un modo de estabilización y no una psicosis desdencadenada" [3].
¿Cómo responderemos?
En tanto psicoanalistas cuestionamos aquellas propuestas que se basan en una suerte de reeducación de los sujetos: no hay reeducación posible de lo real. Es -confiar en la transferencia- lo que sostiene nuestra praxis aún advertidos de los efectos de sugestión que la misma a veces conlleva.
NOTAS
- Salman S., Amor en Scilicet :Las Psicosios ordinarias y las Otras bajo transferencia, AMP, Buenos Aires , Grama , 2017,p.53.
- Lacan, J., El Seminario, libro 10: La angustia. Buenos Aires: Paidós, p.269
- Levy Yeyati, E., Recuperado de: https://twitter.com/eleyeyati/status/888745609481654272
Arrugas de la lengua
texto presentado en noches preparatorias jornadas EOL 2018
por Claudia Lázaro
Elegí para trabajar con Uds. el valor de las
nominaciones en psicoanálisis, qué implican en la lengua común y en el
desarrollo de un análisis.
El lenguaje “inclusivo”::
A partir del enorme movimiento de jóvenes mujeres
que tuvo lugar empujando el debate por la despenalización del aborto, se hizo
más visible el llamado “lenguaje inclusivo”. Este consiste en neutralizar
sustantivos, adjetivos y pronombres para no imponer a los mismos un género dado
de antemano (especialmente el masculino). Por ejemplo “les cuerpes gestantes”
para designar aquellos seres humanos que tienen una anatomía de mujer.
Como dice Lacan en el seminario 24, los nombres
deben tener algo que ver con la cosa a la que se refieren, de lo contrario, no
sería posible el psicoanálisis. “Nuestra práctica nada -cito- en la idea de que
no solamente los nombres, sino simplemente las palabras tienen un alcance”. Las
claves a descifrar en estas citas son “la referencia” y “el alcance”, o sea la
relación entre el significante y la cosa que denota.
¿Que implica esta torsión que sufre la lengua en
el ejemplo del “lenguaje inclusivo”?
¿No se trata de un intento de designar aquello
que estas nuevas generaciones consideran más próximo a su ser? Un ser - si lo
hubiere- que no daría de antemano su consentimiento a las insignias de género
del Otro. Sin embargo, como nombres comunes, no designan lo vivo, no pueden
escapar a la mortificación significante.
“...que las identificaciones se determinan allí
por el deseo sin satisfacer la pulsión” dirá Lacan en Del Trieb de Freud…. Por
lo tanto, este giro lenguajero que intenta designar ese empuje a la
“deconstrucción” del Otro, termina siendo un síntoma que desconoce- a la vez
que muestra- la imposibilidad de nombrar el goce.
A veces, tiene el efecto del chiste: algo “pasa”
a partir de este modo de arrugar el género de los nombres. Como síntoma social
lleva la marca de la época, rechazo a la tradición - que como nos enseñó Miller
retorna en cuanto la herejía se extiende, se convierte en corriente principal y
se hace ortodoxia. Asistimos a ese momento fecundo donde aún estos giros
sorprenden. La época, encarnada en este caso en las jóvenes, muestra el rechazo
al género pre-concebido y a la distribución binaria del goce sexual.
Teorías de la nominación
Según Eric Laurent, encontramos en Lacan dos
teorías de la nominación.
La primera es la que implica una designación, por
ejemplo: Pablo Blanco, piloto de la aeronave.
A partir de apuntar a una propiedad del nombre,
intentamos abarcarlo. Se genera lo que se llama en traducción el “principio de
indeterminación”, es decir un campo que queda abierto a otras nominaciones. El
predicado no hace más que designar, sin comprender, sin atraparlo, al sujeto
que demuestra allí su ubicuidad. Habrá un predicado, dos, tres, etc. sin poder
ser exhaustivo. Eso crea un margen de flotación, de incertidumbre.
Cuando la nominación introduce el cuerpo:
En su escrito en homenaje a Maurice Merleau-
Ponty, Lacan subraya en un texto de su amigo como el cuerpo se expresa en la
palabra. Atribuye al significante que nombra, el gesto. “...sólo hay un gesto,
conocido desde San Agustín, que responde a la nominación: el del índice que
señala, pero que por sÍ sólo ese gesto no alcanza ni para designar lo que se
nombra en el objeto indicado”. Y lo transforma en “gesta” del niño del fort-
da. Sin nombrarlo, hace referencia al cuadro “San Agustín entre padres y
doctores de la iglesia”, donde este aparece rodeado de ilustres autoridades,
sosteniendo un libro en su regazo y señalando algo allí. Eso que se nombra en
la reunión de notables y que se indica, sin embargo, se escapa. Pero tiene - a
mi entender - la virtud de asociar el significante que nombra, que designa, al
cuerpo a partir del gesto. Además, fue San Agustín quien en sus escritos
trabajó acerca de cómo el gesto, entra en el diálogo “ por cuanto completa,
comenta o incluso reemplaza hasta cierto punto las palabras”.
Esta referencia de Lacan del 61, articulando el
nombre con el cuerpo implica un acercamiento en su enseñanza -que se verificará
en los desarrollos posteriores- a la noción de hablante ser, donde el cuerpo
está concernido.
Vayamos a la segunda teoría de la nominación
-según la indicación de E. Laurent en la “Batalla del autismo”-.
Se trata de una dimensión de acontecimiento, de
acto. Es el significante que cae sobre el sujeto y lo sorprende en el cuerpo.
Es el que permaneciendo solo, desarticulado, nombra, no al sujeto, pero sí su
ser de goce. Es el ejemplo de Michel Leiris, que pasará su vida rompiendo el
lenguaje para conmemorar y exorcizar la desdicha de su propia lengua.
Es también el caso del niño tratado por Rosine
Lefort que a partir de la cura consigue que “el lobo”, al principio
significante alucinado, se transforme en un nombre de goce. El efecto en el
cuerpo, efecto de pacificación, inaugura una cadena metonímica que amplía el
horizonte del niño. Pero esa metonimia no está en relación con el nombre “lobo”
más que como lo que la constituye, este permanece sin articularse a ella.
Así también, son nombres de goce, significantes
que no significan nada, que están fuera del sentido, el rinoceronte del sueño
de fin de análisis que nos enseñó a conocer Débora Rabinovich o el Ci-mi-no del
pase de Kuky Mildiner. Ellas han trabajado las consecuencias en la economía del
goce que estos hallazgos han tenido.
Para resumir: se pueden pensar dos modos de usar
la nominación, una como nombre que designa cuyo predicado no puede dar cuenta
del sujeto, y bajo la otra forma, la nominación implica un acto cuya incidencia
tiene el valor de un acontecimiento, en el cuerpo, en el goce. En esta segunda
categoría, los nombres no son homólogos, hemos citado una muestra variada: el
lobo, nombre que permite recortar un goce invasor y ordena una primer cadena
que opera en el niño; el rinoceronte que refractario al sentido, ofrece una
imágen y constituye una invención, el sinthome o bien el “ci-mi-no” tambien
fuera del sentido pero desprovisto de imágen. O bien, el momento en el que la
intervención materna tiñe de desdicha el “lizmente” del niño y toda su lengua.
Hemos puesto en la misma bolsa distintos órdenes de nombre.
Para conversar, dejo algunas preguntas:
Durante el análisis, las identificaciones del
sujeto caen, o bien se equivocan, se abandonan como ropa en desuso. Esto para
los casos de neurosis.
Así como la identificación toma del Otro aquello
que la constituye, su rasgo, el nombre tiene una dirección distinta, cae más
bien del Otro al sujeto. O mejor, cuando no hay Otro, el analizante puede
nombrar, bajo transferencia, lo que resta de goce no asequible al sentido.
FInalmente, ¿Se abandonan también los nombres del
sujeto durante los análisis? Según los testimonios del pase, algunos nombres
son efecto del análisis, en general, de su fin. Otros nombres, formaron parte
del molino del sentido y con él fueron desgranados, perdiendo su sentido
gozado.
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