4 de dezembro de 2018

La Deriva de los Goces
Patricia Moraga


Del odio como lazo social
(bilíngue Espanhol e Português)

El sueño humanista fue domesticar a los hombres por medio de relatos, según el modelo del “amigo lector”. De este modo, mediante la cultura y la literatura, aspiraba a proteger al hombre del salvajismo que históricamente lo amenazó. Para algunos, el surgimiento de internet fue, tal vez ingenuamente, motivo de renovada esperanza. La globalización permitiría afianzar los lazos entre las naciones, acortando las diferencias culturales y fomentando la armonía internacional. Pero lejos estamos de todos estos sueños. Varios países intentan hoy en día intervenir en el denominado “odio cibernético”. Después de los atentados en las escuelas americanas, numerosos jóvenes declararon en Facebook su felicidad por los asesinatos. Muchos de los que cometieron los atentados habían publicado, antes, mensajes de odio dirigidos a otros y a sí mismos.
Jacques Lacan hace del odio una de las pasiones del ser, junto con el amor y la ignorancia. Si bien el amor puede virar rápidamente al odio, éste –en su cara real– pone en acto la imposibilidad de hacer del prójimo un semejante. ¿Cómo hacer del otro un otro soportable? La relación con el semejante siempre bascula. Cuando el otro no nos devuelve la imagen ideal, deviene amenazante, malo. Pero la dialéctica imaginaria, con sus pasiones, no alcanza para dar cuenta de esto, pues el otro puede ser para el sujeto lo imposible de soportar.
Lacan retoma los desarrollos freudianos acerca de la constitución del sujeto, para situar cómo la realidad depende y se constituye a partir del goce forcluido. Este goce real es exterior al saber y a lo simbólico. Hay también un goce no reconocido como propio, que permanece como un resto inasimilable para el sujeto. Inicialmente conceptualizado por Lacan como el objeto malo (kakón), es al mismo tiempo lo más íntimo y lo más ajeno para el sujeto.
A lo largo de su enseñanza, Lacan reformula el odio: lo saca del registro puramente imaginario para resaltar su conexión con el goce, ya sea el goce pulsional que el sujeto desconoce en el fantasma o lo real del goce que hace a lo singular del Otro. En su análisis de las pasiones, retoma la distinción clásica entre éstas y los afectos. Lalengua afecta a nuestro cuerpo, con efectos de goce. Podemos servirnos de los afectos y de las pasiones para abordar el goce real, que escapa al decir. El amor y el odio tienen relación con lo real. El primero suple la relación sexual que no hay. El odio es más lúcido que el amor porque tiene como soporte las unaridades, el Uno.[1] En el nivel del goce, no hay comunicación ni acuerdo. El odio apunta a la diferencia absoluta: Te odio porque no gozas como yo. Nada concentra más odio que el decir de excepción donde se sitúa la existencia,[2] lo singular de un modo de gozar; por esto, el odio “es el único sentimiento lúcido”.[3]
Interrogar los afectos nos permite aproximarnos al problema de la diferencia entre las pasiones sociales y las del parlêtre. Los afectos vinculan entre sí el cuerpo, el lenguaje y el goce. Éste tiene lugar en el propio cuerpo, pero los afectos, por ser efectos del discurso, conectan con el Otro. El cuerpo es tomado en el discurso, y esto nos permite articular el cuerpo político y los afectos sociales.[4]
A veces la presencia de cuerpos hablantes reivindica, mediante la ocupación de espacios (plazas, colegios, edificios), su condición de públicos, cuando esto es precisamente lo que se encuentra amenazado. La toma de universidades por parte de los jóvenes en Atenas, Londres y Berkeley –entre otros lugares– fue una forma de reclamar que esos edificios pertenecen a la población y que ello está en riesgo debido a los recortes presupuestarios.[5] Tales ejemplos resaltan la importancia del cuerpo hablante y el modo en que éste es afectado por los discursos. El cuerpo se define por la potencia de ser afectado y afectar a otros cuerpos. No es una entidad encerrada en sí misma.[6] Es al mismo tiempo cuerpo del sujeto y cuerpo político. Jacques-Alain Miller se pregunta si el cuerpo del Otro puede encarnarse en el grupo. ¿Acaso éste no da cierto acceso a un Yo gozo del cuerpo del Otro del que formo parte?
El odio toma diversas formas en nuestra época. Puede presentarse como ruptura de los lazos sociales o, por el contrario, como vínculo en las “comunidades de goce”. En este último caso, el odio sostiene una identidad a partir del rechazo de lo que no se sabe. Tal identidad se conquista en la prisa: la angustia precipita al hombre a identificarse con un “yo soy” rechazando la diferencia entre los goces. De ahí la tentación de llamar al Uno que unifique, cuyo costo es más racismo y segregación. Tal vez por eso Lacan en 1974 pronosticaba, junto al desorden de lo real –causado por la ciencia–, el triunfo de la religión.




Do ódio como laço social
Patricia Moraga (em Português)

O sonho humanista foi domesticar os homens por meio de relatos, segundo o modelo do  “amigo leitor”. Desse modo, mediante a cultura e a literatura, aspirava proteger o homem da selvageria que historicamente o ameaçou. Para alguns, o surgimento da internet foi, talvez ingenuamente, motivo de renovada esperança. A globalização permitiria garantir os laços entre as nações, encurtando as diferenças culturais e fomentando a harmonia internacional. Estamos, no entanto, longe de todos estes sonhos. Vários países tentam, hoje em dia, intervir no chamado “ódio cibernético”. Depois dos atentados nas escolas americanas, numerosos jovens declararam no Facebook sua felicidade pelos assassinatos. Muitos dos que cometeram os atentados haviam publicado, antes, mensagens de ódio dirigidas aos outros e a si mesmos.

Jacques Lacan faz do ódio uma das paixões do ser, junto com o amor e a ignorância. Se o amor pode se transformar rapidamente em ódio, este – em sua face real – põe em ato a impossibilidade de fazer do próximo um semelhante. Como fazer, do outro, um outro suportável? A relação com o semelhante é ambígua. Quando o outro não nos devolve a imagem ideal, torna-se ameaçador, malvado. A dialética imaginária, com suas paixões, não consegue dar conta disso, pois o outro pode ser, para o sujeito, o impossível de suportar.
Lacan retoma os desenvolvimentos freudianos sobre a constituição do sujeito para articular como a realidade depende e se constitui a partir do gozo foracluído. Este gozo real é exterior ao saber e ao simbólico. Há, também, um gozo não reconhecido como próprio, que permanece como um resto inassimilável para o sujeito. Inicialmente conceituado por Lacan como objeto mau (kakón), é, ao mesmo tempo, o mais íntimo e o mais alheio para o sujeito.

Ao longo de seu ensino, Lacan reformula o ódio: retira-o do registro puramente imaginário para ressaltar sua conexão com o gozo, seja o gozo pulsional que o sujeito desconhece no fantasma, seja o real do gozo que faz ser o singular do Outro. Em sua análise das paixões, retoma a distinção clássica entre as paixões e os afetos. A alíngua afeta nosso corpo a partir de efeitos de gozo. Podemos nos servir dos afetos e das paixões para abordar o gozo real, que escapa ao dizer. O amor e o ódio têm relação com o real. O primeiro supre a relação sexual que não existe. O ódio é mais lúcido do que o amor porque tem como suporte as unaridades, o Um[7]. Não há comunicação ou acordo ao nível do gozo. O ódio aponta para a diferença absoluta: te odeio porque tu não gozas como eu. Nada concentra mais ódio do que o dizer de exceção onde se situa a existência[8], o singular de um modo de gozar; por isso, o ódio "é o único sentimento lúcido"[9].
Interrogar os afetos nos permite nos aproximarmos do problema da diferença entre as paixões sociais e as do parlêtre. Os afetos vinculam corpo, linguagem e gozo entre si. O gozo tem lugar no próprio corpo, mas os afetos, por serem efeitos de discurso, se conectam com o Outro. O corpo é tomado pelo discurso e isso nos permite articular o corpo político aos afetos sociais[10].
A presença de corpos falantes na ocupação de espaços (praças, colégios, edifícios) podem reivindicar sua condição de públicos, quando isso é, precisamente, o que se encontra ameaçado. A ocupação de universidades por parte dos jovens em Atenas, Londres e Berkeley - entre outros - foi uma forma de reclamar que estes locais pertencem à população e que isso está em perigo devido a cortes orçamentários[11]. Esses exemplos ressaltam a importância do corpo falante e o modo como ele é afetado pelos discursos. O corpo se define pela potência de ser afetado e afetar outros corpos. Não é uma entidade fechada em si mesma[12]. É corpo do sujeito e corpo político ao mesmo tempo. Isso não dá certo acesso a um Eu gozo do corpo do Outro do qual formo parte?
O ódio toma diversas formas em nossa época. Pode apresentar-se como ruptura dos laços sociais ou, ao contrário, como vínculo entre as "comunidades de gozo". Neste último caso, o ódio sustenta uma identidade a partir do rechaço do que não se sabe. Esta identidade se conquista na pressa: a angústia precipita o homem a se identificar com um "eu sou", rechaçando a diferença entre os gozos. Por isso a tentação de localizar o Um que unifique, cujo preço é mais racismo e segregação. Talvez por isso Lacan, em 1974, tenha prognosticado o triunfo da religião diante da desordem do real - causado pela ciência.

Tradução: Marcelo Magnelli









[1] Lacan, J., El seminario, libro 24, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, clase del 10 de mayo de 1977.
[2] Lacan, J., Aun, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 147.
[3] Lacan, J., De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 97.
[4] Laurent, É., “Pensar con su alma o hablar con su cuerpo”, en Consecuencias, 17 (2016).
[5] Butler, J., Cuerpos aliados y lucha política, Buenos Aires, Paidós, 2017.
[6] Deleuze, G., Spinoza y el problema de la expresión, Barcelona, Muchnik,1999.
[7] Lacan, J., O Seminário, Livro 24, L’insu que sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, aula de 10 de maio de 1977.
[8] Lacan, J., Aun, Buenos Aires, Paidós, 2014, p. 147.
[9] Lacan, J., De un discurso que no fuera del semblante, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 97.
[10] Laurent, É., “Pensar con su alma o hablar con su cuerpo”, em Revista Consecuencias, número 17, 2016.
[11] Butler, J., Cuerpos aliados y lucha política, Buenos Aires, Paidós, 2017.
[12] Deleuze, G., Spinoza y el problema de la expresión, Barcelona, Muchnik,1999.


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