11 de dezembro de 2006

Comentario de Juan Carlos Indart sobre las XV Jornadas de la EOL



Quiero hacer un comentario sobre estas Jornadas a las que asistí y en las que participé, pero no se refiere a todo el diverso y gran despliegue que estas últimas tuvieron.
Es un punto de vista, entre más de mil que se han desencadenado, con desplazamientos para bastantes más. Es que hubo la buena fortuna del encuentro entre el decir de Eric Laurent, a quién recibíamos por primera vez en tanto Delegado General de la AMP, y las profundidades del gusto de la comunidad de miembros de la EOL, más sus amigos aledaños. Efectos de verdad, con suertes diversas, y para cuyos restos fecundos hay que esperar la marea baja.
Tuve un instante de ver, y estas líneas son tiempo de comprender. Que nadie las halle por eso obsesivas, porque son más bien paranoicas, y hacen bien en detenerse frente al agujero de una conclusión.
Lo que vi, aunque imaginado, no lo había visto realizado.
Pude ver cómo “es en el horizonte mismo del psicoanálisis en extensión que se anuda el círculo interior que trazamos como hiancia del psicoanálisis en extensión”. (Ver J.Lacan, Proposición sobre el psicoanalista de la Escuela)
En efecto, por un lado, la enseñanza presentada por Mauricio Tarrab en tanto AE nos mostró cómo una experiencia que le sobrevino después de la iluminación del atravesamiento del fantasma, experiencia de una angustia radical frente al deseo del Otro, le permitió elaborar un desplazamiento de la respiración ( en tanto inserta su hueco de vida en la cavidad vacía del lenguaje) hacia la voz, cuando a la primera la calma el silencio rítmico del significante por esa ruptura de la sinergia que eleva la segunda a instrumento del hacerse escuchar. Es lo que le permitió llegar al confín en el que nos volvió a encender las nociones de ‘letosa’ (lathouse) y ‘ventosa’ (ventouse) de J.Lacan.
Y por el otro lado, justo ahí, el comentario de Eric Laurent, el cuál venía de su seminario sobre las patologías del lazo social y familiar contemporáneo, tomando posición, con sucesivas pruebas sobre cómo sólo el psicoanálisis (y frente a todos los sueños de la razón que se proponen) circunscribe ese objeto para un destino que no fuese el de su explotación de goce hasta explotar. Así, inyectando algo de matema en la cuestión, en su decir vino a realizarse la topología del plano proyectivo a la que nos remite la cita de Lacan que he mencionado.
Sin embargo, no es exactamente eso lo que vi. Lo que vi es que esa topología se verifica si y sólo si lo que hay en el horizonte de la extensión es ese ‘discurso hipermoderno’, tal como lo esbozó J.-A. Miller en Comandatuba, y hacia el que converge el discurso analítico.
Por eso, ahora de mi lado, encontré que no estaba mal encaminado, junto a esa política del psicoanálisis, contribuir en la estrategia y la táctica con una clínica específica de los efectos de ese discurso que hace del saber absoluto semblante amo.

Juanqui Indart

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