18 de maio de 2018

Boletín #4, 5, 6, 7 y 8: La Soledad y el Vínculo Social. 1ra Jornada de la FCPOL. El psicoanálisis en las instituciones, por Araceli Fuentes, Marta Maside, Isabel Capelli, Vicente Palomera, Gisela Cordido, Eugenio Díaz.

 
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# 4

LA SOLEDAD DEL SÍNTOMA  Y  EL VÍNCULO DE LA TRANSFERENCIA 
Araceli Fuentes

El síntoma es una fijación de goce cerrada sobre sí misma. El sufrimiento que produce el síntoma en quien lo padece no es suficiente para que éste se abra al Otro y pueda ser tratado. ¿Qué puede permitir entonces su tratamiento?, ¿Qué mecanismo abre el síntoma  permitiendo la instalación de un primer vínculo al que llamamos transferencia?

¿Qué es la transferencia? La transferencia es creer en su síntoma, creer que su síntoma puede decir algo de usted. A partir de la instalación de la transferencia usted supondrá que existe un saber sobre su síntoma y eso permitirá poder descífralo descubriendo, tanto  la verdad inconsciente que hay en él, como el goce que allí  se fija. Es un hecho descubierto por el psicoanálisis que el síntoma no solo es una verdad a descifrar sino también un modo de goce experimentado como displacentero.

La transferencia no se produce automáticamente, no es suficiente con sufrir a causa de su síntoma para que la transferencia se dé. Para que un síntoma sea analizable y para que se instale el vínculo  transferencial, es decir la suposición de que hay un saber que puede dar cuenta de su síntoma,  un paso previo es necesario. Ese paso imprescindible para la instalación de la  transferencia  es la implicación del sujeto en su síntoma. En un principio el sujeto no siente que su síntoma sea cosa suya, lo vive como algo impuesto, ajeno a su querer y a su voluntad, por eso es necesario un trabajo previo que le permita  darse cuenta de qué modo  está implicado en eso de lo que se queja y le hace sufrir.  Sólo cuando el sujeto puede reconocerse en su síntoma, cuando puede ver cuál es complicidad con aquello de lo que sufre, sólo entonces el síntoma se abre a la transferencia volviéndose analizable. La transferencia que no es solo la suposición de un sujeto al saber sino que es también una forma de amor, que no se dirige al analista,  sino al saber, ese saber que en el análisis se habrá de producir.

Es el caso de Dora cuando va a ver a Freud, Dora llega a la consulta de Freud denunciando una trama que sólo podía darse con su complicidad, y es en el momento en que Freud  le muestra su complicidad necesaria para que eso que ella denuncia se produzca cuando el análisis comienza. Por eso decimos que la clínica psicoanalítica es una clínica articulada a la ética, porque implica al sujeto en lo que le ocurre y no puede hacerse sin su consentimiento.

Se podría objetar que hay síntomas que se inscriben en un vínculo sin necesidad de ser analizados,  hay tratamientos comunitarios de los síntomas, existen grupos de anoréxicas, de deprimidos, de toxicómanos, etc; pero estos síntomas son síntomas  sin sujeto y sin inconsciente, es decir que no se toma en cuenta lo singular de cada uno de los sujetos que padece el síntoma, al contrario, se hace como si los síntomas de diferentes sujetos tuvieran un sentido común, cosa que sabemos que no es así, no hay sentido común de los síntomas porque cada síntoma se ha constituido a partir del encuentro traumático entre el cuerpo y la lengua que afecta a cada uno de una manera diferente. Lo que ha producido la fijación de goce que anida en el síntoma es esa lengua llamada materna, lengua originaria que el niño escucha antes de ser un sujeto de la palabra, antes de poder saber lo que significa. La lengua materna  no es neutra, ninguna lengua lo es, pero en este caso es evidente que el modo que tiene la madre de hablarle a su hijo  porta el goce de quien la enuncia. Nacemos a un mundo de palabra pero la palabra está impregnada de goce, las palabras nos hieren, nos alegran, nos ponen tristes, en definitiva, nos hacen gozar.

El tratamiento psicoanalítico del síntoma consiste en deshacer los equívocos de la lengua que fijaron el goce del síntoma, parece lógico que si la lengua está implicada en la formación de los síntomas, sea a través de la lengua como estos puedan ser tratados.



# 5

LA SOLEDAD, Y EL VÍNCULO
Marta Maside

El proyecto de la FCPOL nos convoca a sus flamantes primeras Jornadas, bajo un tema ineludible en nuestros tiempos, marcados por los procesos de segregación.
Me parece que precisamente es eso de lo que se trata. Si la soledad del ser hablante es inevitable, y si la lógica de nuestro modo de vida contemporáneo la eleva a la enésima potencia, ¿qué vínculo esperar? ¿cómo hacerlo?
Veinte años de práctica en una institución orientada por el psicoanálisis lacaniano me han enseñado algunas cosas sobre ambas cuestiones, la soledad y el vínculo. Por ejemplo, que el modo de hacer vínculo de cada sujeto, que siempre es sinthomático, es una de las cuestiones fundamentales que se trata en el curso de un análisis. Cuando la palabra logra tocar algo de la posición de goce de un sujeto, el lazo con el otro se reordena.
Y por ejemplo, que los casos de psicosis ordinaria suelen hallar, no sólo una solución frente a los desanudamientos que los traen a consulta, sino también —en no pocas ocasiones— un lugar entorno al cual tejer un pequeño lazo social; y un lugar, orientado por el discurso del psicoanálisis.
El discurso del psicoanálisis, allí, entonces, hace lazo también. Hace lazo haciendo síntoma al discurso del amo, que gestiona la salud mental, descompletándolo. Hace lazo generando transferencias, acercando el discurso analítico a sujetos que, de otro modo, tal vez jamás hubieran sabido de su existencia, o peor aún, de sus efectos.
Pero también hacen lazo, allí, los analistas. Más allá de los efectos de formación, rigurosa, que produce el trabajo continuado a lo largo de los años en las sesiones clínicas orientadas por la lógica analítica, el affectio societatis se cuida y florece entre los colegas, pues como constatamos, el deseo de saber no solo es un modo de afrontar el malestar en la civilización, sino que además, es contagioso.
 

LA CIUDAD QUE TERMINA CON LA SOLEDAD
Isabel Capelli

En Facebook encontré hace unos días (9 abril 2018) un vídeo de la BBC World Hacks donde se muestra que la ciudad de Frome (Somerset, oeste de Inglaterra) ha creado un programa para terminar con la soledad.

Sue, una paciente que se ve impedida en su movilidad y que necesita de oxígeno permanente, nos cuenta que gracias a este programa ella se ha sentido mucho mejor y ya no se siente en peligro de muerte como estaba antes.

¿Cómo es este programa o esquema?

La Doctora Helen Kingston nos dice que este esquema empezó en el año 2013 y se llama “Compassionate Frome” (Frome compasivo). El médico recibe al paciente, quien le habla sobre su soledad. Individualizada esta situación, el médico envía al paciente a un “health connector” (enlace sanitario) el cual a su vez le pregunta si se siente aislado, y luego juntos discuten sobre sus necesidades. De esta manera el “conector de salud” puede encontrar cómo dirigir al paciente hacia diferentes grupos que funcionan en la ciudad. Grupos de danza, gimnasia para la tercera edad, de trabajo manual, cafeterías para hablar, etc.

La Doctora Kingston nos demuestra con una progresión aritmética los resultados: en la ciudad hay 500 conectores que al menos hablan con 20 personas al año y eso da un resultado notable de 10.000 personas que logran ser contactadas para entrar en relación con otras. Los “health connectors”, vienen presentados en el vídeo: R. es un conductor de taxi que entrega información cuando recibe a sus clientes, L. es una propietaria de una cafetería y B. es una camarera.

La Doctora nos recuerda que por 1£ (libra esterlina) que se usa para este programa, el Servicio Nacional de Salud (NHS) ahorra 6 £ y agrega: es tratar a los pacientes con amabilidad y compasión y escuchar sus historias para comprender en qué punto están de sus vidas, y cuáles son sus necesidades para sentirse mejor. En el vídeo vemos gente anciana, con discapacidades motóricas y/o fisiológicas graves.

Bien, ¿qué podemos decir desde el campo del psicoanálisis?

Nos alegra que la ciudad de Frome haya logrado terminar con la soledad… Personalmente me crea un efecto unheimliche porque nuevamente el discurso de este Otro social, insiste en transformar masivamente la soledad en una enfermedad que hay que arrancar de raíz. Aunque es la misma Inglaterra que en la pluma de Aldous Huxley denunció “El mundo feliz” y sus trágicos resultados, aún hoy, encontramos este “escuchar” dirigido por un saber. El conector de salud sabe que la soledad va eliminada. Eso es lo que escucha.

Para el analista se trata de leer en eso que escucha y así desde ese lugar, causar un decir en el analizante, para que éste pueda elaborar el goce opaco que lo marca. Entonces, la soledad para cada uno representará su embrollo de saber y goce, con lo cual tendrá que responder subjetivamente.




# 6 

SOBRE EL SENTIMIENTO DE SOLEDAD
Vicente Palomera
La precariedad del lazo social
De manera cada vez más descarnada se comprueba de manera creciente la precariedad de los lazos sociales, ya sean lazos familiares, de pareja, de trabajo. Hoy existe un clamor general que deplora la creciente fragmentación de los lazos sociales.  Esta conciencia de precariedad es pues uno de los rasgos sobresalientes de nuestra época.
El resultado más patente de la fragmentación del lazo social es el sentimiento de soledad creciente. Se trata de una soledad forzada, ya que el capitalismo actual convierte a cada individuo en el agente y, por tanto,  en el responsable directo de sus lazos sociales. En efecto, cada uno debe hacerse cargo del lazo social y ello nos parece normal, pero vale la pena recordar que no siempre ha sido así, que han habido épocas, en las que el problema de los individuos era saber cómo escapar a la obligación de los lazos prescritos, estereotipados y del control social que implican. Nos encontramos en otro escenario, un escenario donde el problema ya no es cómo salir del lazo social, sino cómo mantenerse en algún tipo de vínculo que pueda durar algún tiempo. 

La invención de la soledad
La soledad como problema humano, apareció en el siglo XVIII. Surgió como un hallazgo: el hombre podía estar solo consigo mismo. Fue la época de la aparición del personaje de Robinson Crusoe. Los ricos británicos pagaban a gente para vivir sola durante años en sus parques –"soledades" era el nombre de esos lugares– y luego se les pedía que relataran su experiencia. Esta invención fue de la mano de otra invención, la del sujeto moderno, por Jean-Jacques Rousseau.
El adjetivo “solo”, que deriva del latín solus,  hace referencia a quien está sin compañía, separado de los otros, sin vínculos familiares habituales, sin ayuda. Por su parte, el término “soledad” surge en el siglo XIII ligado a la situación de una persona que está sola de manera momentánea o durable y asociado al aislamiento, al estado de abandono y a la separación. La “soledad” no presenta de modo sistemático una connotación negativa. Alfred de Vigny, poeta romántico, declaró: “Sólo la soledad es la fuente de las inspiraciones. La soledad es sagrada”. 

La capacidad para estar solo
Se ha señalado que nos encontramos en la época del Otro que no existe,[1] donde los ideales no tienen una función reguladora y en la que la soledad misma se vuelve problemática. 
El psicoanálisis reconoció tempranamente que la capacidad de estar a solas es el resultado de un proceso complejo. “Estar solo” es algo que se aprende. Como saben todos los educadores, uno aprende a estar solo, a soportar el sentimiento de soledad y también a aprovecharlo de la buena manera. Fueron los psicoanalistas anglosajones quienes dedicaron más interés a estudiar los diferentes rostros del aislamiento y de la soledad, destacando que lo que nos permite estar a solas es la capacidad que disponemos de separarnos de aquello que nos solicita.
Por ejemplo, en 1957, Donald Winnicott escribe que “la capacidad de estar verdaderamente solo constituye un síntoma de madurez de por sí, esta capacidad tiene por fundamento las experiencias infantiles de estar a solas en presencia de alguien”.[2] La idea de Winnicott es que la soledad es algo que se construye. La soledad es un producto: poder estar solo con alguien supone haber conseguido una cierta paz al nivel de las pulsiones sexuales y destructivas y alcanzar esa parte de la vida pulsional que no es ni excitación ni estimulación. En suma, adquirir la soledad implica haber salido de los requerimientos del mundo de las fantasías inconscientes.
En 1963, la psicoanalista Melanie Klein escribe un texto célebre titulado On solitude [3], en el que habla de una soledad que no significa estar privado de compañía. Por otro lado, hace una interesante observación clínica al referirse a la fantasía universal de tener un hermano gemelo, fantasía sobre la que el psicoanalista Wilfred Bion ya había llamado la atención en su trabajo sobre El mellizo imaginario.[4] Melanie Klein arroja una nueva luz sobre la soledad infantil: no  se trata tanto de la falta de amigos lo que está en juego, sino el hecho de que una parte de sí mismo no está disponible para el niño y esa “indisponibilidad” haría que algunos niños fuesen más susceptibles a la dependencia del Otro.
Blaise Pascal había señalado que "todas las desgracias del hombre se derivan del hecho de no ser capaz de estar tranquilamente sentado y solo en una habitación."  En otras palabras, lo que permite estar solo es la capacidad de separarnos de lo que hace gozar o de lo que excita: ya sean las actividades, los padres para los niños, los semejantes para los mayores, pero también las fantasías y todas las fuentes de estimulación, incluso tóxicas.
Pero, es importante no confundir la soledad con el aislamiento. De hecho, aislarse es un modo de evitar la soledad. La soledad no excluye necesariamente al Otro, como ocurre cuando uno se aísla de los demás. Podemos aislarnos de muchas maneras, sin que haya la mínima realización de la soledad. El aislamiento es un muro que paradójicamente va extendiéndose en nuestro mundo cada vez más global, en el que ya no se sabe dónde comienzan y terminan las fronteras y en el que cada individuo se ve a sí mismo como un islote en un archipiélago de soledades.
Por tanto, no es lo mismo “estar solo” que “sentirse solo”, como tampoco tener muchos amigos significa no estar solo. Lo que cuenta en todo esto es la intensidad y satisfacción en la relación con los otros. La dificultad para estar solo, tanto como las dificultades para relacionarse con otros, forma parte de los aspectos centrales de la soledad.
La falta de capacidad para estar solo puede ir desde la evitación de la soledad hasta el refugio en la soledad. Las sujetos aislados suelen tener escasa capacidad para estar solas[5], de hecho temen estar solas. La situación displacentera creada les lleva a buscar contactos sociales para romper el aislamiento. Pero la desesperación les lleva a implicarse en relaciones que, cuando fracasan, acentúan el sentimiento de soledad.

[1]Miller, J.-A., El Otro que no existe y sus comités de ética, Paidós, Buenos Aires, 2005.

[2]Winnicott, D.W., “La capacidad para esta solo” (1958), en: D.W. Winnicott. Biblioteca de psicoanálisis, RBA Coleccionables, 2007, volumen I, pp. 457-465. [El subrayado es nuestro]

[3]Klein, M., “El sentimiento de soledad”, en: Obras Completas, 3, Paidós, pp. 306-320.

[4] Bion, W. R. (1950), “The imaginary twin”, Second Thoughts, 1967 (hay versión castellana en Editorial Hormé, Buenos Aires).

[5]Winnicott, D.W. Op. cit.



# 7

EL TIEMPO Y EL DINERO, DESAFÍOS PARA EL PSICOANÁLISIS APLICADO*
Gisela Cordido

Para la ciencia, el tiempo y el dinero son objetos de consumo que contribuyen a la forclusión del sujeto. La consulta psiquiátrica no escapa de esto: en pocos minutos, con una tarifa fija, se establece un diagnóstico a un sujeto, que decide su destino y un tratamiento químico de por vida. La evidencia como significante amo actual, interviene en la ética eliminando las posibilidades del sujeto, del sujeto de derecho.
El término desafío no es extraño al psicoanálisis: Freud desafía y revoluciona al mundo con lo que descubre y teoriza. La enseñanza de Lacan es un recorrido lleno de desafíos. En el tema que nos ocupa, Lacan introduce el tiempo en la lógica cuando cambia duración por sucesión, y para esto –dice- no mejor referencia que la cadena significante.i Hablar mediante un encadenamiento genera un lugar: el lugar del Otro; vinculando así el tiempo con la transferencia como fenómeno de pura lógica. En su última enseñanza, Lacan llega a desafiarse él mismo, Lacan vs Lacan, ante la paradoja que constituye el ser un cuerpo hablante.
Nuestra clínica, en tanto es una clínica que se rige por lo real, por lo inasimilable, implica una dimensión ética y política que requiere ser tratada lógicamente. Las dimensiones tiempo y dinero, apuntando a lo singular del sujeto, pueden atrapar algo de ese real, cernirlo bajo transferencia y sostener el actoii; y no como soluciones vicariantes, standard, que estarían fuera de las coordenadas psicoanalíticas y conducirían a caer como dice J-A Miller en la pretensión lacaniana de acción social y/o en el campo de la psicoterapia iii
Dar cuenta de esto es uno de los desafíos para el psicoanalista que trabaja en una institución psiquiátrica hoy, ante los ideales progresistas o científicos particulares a cada región. Es por intermedio de su acto, que el analista marca una presencia sin precedente en las instituciones.iv
No son sin embargo los ideales progresistas o científicos los que han desafiado al psicoanalista en Venezuela, diría que más bien que ha sido la urgencia y el malestar de la época. Intentaré dar cuenta de esto en el tiempo, en diferentes momentos.
A principios del siglo XXI, un giro en la política del país, un paro general, despidos y expropiaciones constituyen la marca de nacimiento del psicoanálisis aplicado en Caracas. Es un primer momento: se ofrecen consultas gratuitas, con honorarios reducidos, en espacios prestados o en la propia sede, apuntando a la atención del alivio sintomático ante lo insoportable. A partir de ahí, los efectos de una escucha diferente, el surgimiento de un sujeto que se responsabiliza por su síntoma e interviene en su futuro, resuena en el Otro institucional: alcaldías, fiscalía, iglesia, universidades, solicitan la atención a la violencia, al niño, al adolescente, alivio de la angustia, en la ciudad de Caracas. Se establecen convenios con número de sesiones y dinero para el mantenimiento del centro. Bajo el criterio de los ciclos, por mucho tiempo, se llevan a cabo tratamientos para las diferentes formas del malestar, que podían derivar en abandono, egreso, o continuidad.
En lo que podríamos llamar un segundo tiempo, la militarización de las instituciones, una política económica fallida, la prohibición de ayuda humanitaria y la descomposición social, hacen que la demanda al psicoanálisis aplicado cambie, porque la primera necesidad es sobrevivir, comer, hacer infinitas colas, recuperar la finca, el empleo, lidiar con lo contingente. En este tiempo apuntar a lo singular del sujeto, apelar al dispositivo, se convierte en una imposibilidad no tanto por la intervención del Otro burocrático, sino ante la demanda voraz y desamparada de los sujetos. Es la caída de las instituciones y por tanto de los convenios.
La explosión abre el tercer tiempo, adoptando la forma de una protesta incendiaria para detener el autoritarismo y la abyección. Durante 6 meses miles de venezolanos llenan las calles casi diariamente. Miles de jóvenes se enfrentan a la maquinaria estatal. Hay detenidos, heridos y muertes. El psicoanálisis aplicado -ahora en el marco de la reunificación de la sede y con el nombre de Centro de Psicoanálisis Aplicado (CPA)- decide tomar la palabra y se ofrece a los detenidos, a jóvenes torturados, políticos, familiares de quiénes mueren y a los habitantes de Caracas afectados por la situación. Al mismo tiempo que la sede NEL Caracas, denuncia en la Asamblea Nacional la promulgación por parte del régimen de una “ley constitucional contra el odio” a ser aplicada a los detenidos y hace un llamado a la NEL y a la AMP, con importantes efectos en el país del psicoanálisis, y a partir de una conferencia de J-A Miller nace la movida Zadigv, un nuevo desafío al psicoanálisis en su política y que hace posible hoy, vía transferencia de trabajo, mi presencia y la de otros colegas venezolanos, aquí. Para este momento la clínica del CPA es una clínica del instante de ver en la que se ofrece una atención inmediata, gratuita, sin número fijo de sesiones y en la que, ante el desplome institucional, el analista responde con su cuerpo.
Hoy, un cuarto tiempo, un nuevo desafío en el CPA, también en nuestra consulta y en nuestra vida, la migración y sus efectos: 4 millones de venezolanos se han ido del país. El manejo habitual del tiempo en la estructura del sujeto y del dispositivo ha sido sobrepasado: ¿cómo sostener el psicoanálisis cuando los tratamientos, muchas veces avanzados, son interrumpidos sin advertencia?...desde un autobús en la frontera me escribe alguien diciendo que no pudo asistir a su sesión del día anterior porque va camino a Perú. La pregunta ¿me voy o me quedo? es el leitmotiv de los divanes. El tiempo en las relaciones amorosas a distancia es forcluído y en su lugar la pantalla hace existir la relación sexual. La inseguridad, la oscuridad y el deterioro del transporte público determinan muchas veces sesiones sin el cuerpo del analista y sin posibilidad de horario fijo. vi
En cuanto al dinero: la devaluación de la moneda y una inflación de más del 1.000% hace imposible una conciliación entre lo que se necesita cobrar y lo que se puede pagar: con dificultad se puede pagar una sesión equivalente a 0.50 centavos de dólar, porque el salario mínimo del venezolano ronda los 4 dólares, que es a su vez el precio de dos docenas de huevos; sin embargo para la gasolina, subsidiada, no hay moneda ya. No circulan billetes en el país, se paga a veces con lo que no hay, con comida o medicinas por ejemplo y quiénes pueden lo hacen por transferencia bancaria.
Estamos en una época de invenciones en la sede: Conversaciones, controles, presentaciones de casos, foros, próximamente Jornadas. Es el psicoanálisis aplicado como respuesta de la Escuela ante la abyección. En algo más de un año se retiraron 7 miembros de la sede Caracas, 4 asociados y el 40% de los participantes del CID. El desafío es hacer existir el discurso analítico más allá del discurso del amo del poder y evitar que desaparezca el psicoanálisis.
 
* Mesa de conversación de la RPA, Barcelona 2018
 
i Lacan, J. Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis. Escritos 2. 
ii “Poderoso caballero” ¿Cómo se analiza hoy? 3° encuentro del Campo Freudiano pg,124 
iii Miller J-A, Cosas de finura. Clase del 12 de noviembre de 2008. 
iv Lacan XXI Revista Fapol on line ¿Por qué una red de Psicoanálisis Aplicado? Veras Marcelo 
v Miller J-A. Conferencia del 13 de mayo de 2017. Palacio de la Prensa. Madrid 
vi Internet avec Lacan. Liberté et docilité de l´analyste. La cause du decir. Nov 2017. Pg 22


# 8

EL SÍNTOMA ENTRE SOLEDAD Y VÍNCULO 
Eugenio Díaz 

Hay en el síntoma una vertiente pulsional, es decir de goce autístico -de soledad, en el sentido de lo que no hace vínculo, de lo que no pasa por el Otro. Y hay también la vertiente de “proceso social”.

El síntoma como la invención que cada uno hace para poder soportar el goce y la castración, como “mediador entre el sujeto y su goce”, tal como afirma Miller, aunque no sin un monto de fracaso, es lo que posibilita la adquisición de un estado civil.

Leído como ley particular del sujeto, es el modo en que éste (el sujeto), se sitúa en el mundo y queda anudado al Otro, incluso separado de él.

Es por esto que podemos decir con Lacan que el síntoma “es un proceso social” al actuar de garante de la pervivencia del sujeto mismo e impedir que quede totalmente alienado a las disposiciones del discurso del amo.

Desde Freud el respeto por el síntoma ha sido una orientación mayor para los psicoanalistas, sea en su dimensión de vínculo, lo sea en su dimensión de soledad pulsional, sea en su faz de solución necesariamente fracasada.

Sin esta versión de doble cara del síntoma (como vínculo, y como goce pulsional) sólo queda la segregación (de las particularidades, de lo singular) y/o la idiotización en la uniformización burocrática del para todos (sea diagnóstica, estadística, la de las identificaciones de masas, o la del hedonismo capitalista).

Es desde aquí que se puede leer la cuestión que plantea Lacan en el “Discurso de Clausura”: “¿cómo arreglárselas para que masas humanas destinadas a compartir un mismo espacio permanezcan separadas?”.

Las operaciones de causación del sujeto se pueden entender como una respuesta previa a la pregunta. Lacan describe el proceso de la separación, del se parare de la 2ª de las operaciones, como el paso del “vel” de la elección forzada (alienación) al “velle”, al querer. Es decir la adquisición de un estado civil, de un lugar en el Otro más allá de éste, por tanto con un deseo propio. Adquisición que nunca es sin pérdida, y que Lacan nombrará como “no hay relación sexual”, verdadero encuentro traumático.

Ahora bien, ¿cómo hacer posible y presente en las instituciones actuales, lo imprescindible de la adquisición de un estado civil, que no obvie el “no hay” estructural, a la vez que haga la contra a la soledad segregativa? Unas instituciones, que se organizan por la identificación del sujeto por un síntoma al que hay que eliminar.

En lo que se “emplean” los practicantes que trabajan en instituciones orientadas por el psicoanálisis, en lo que tratan de “aplicar” su práctica también en estas otras, es en acompañar en el proceso de saber sobre las coordenadas del goce propio, y en propiciar lugares donde la palabra no sea sin consecuencias. Para lo que se requiere pensar lo tratable como una cuestión, no como un problema; poner en primer plano la operación de la transferencia, pues es lo que mantiene la apertura al mundo; creer en el síntoma –sea un sentido a descifrar, gocesentido, o como resto con el que el sujeto opera- en tanto le hace rebelde al discurso de la adaptación.

No se trata del fomento de la comprensión, ni de apuntar a lo que no anda del lado del deber en sus diversas formas. Más bien de lo que no anda del lado del equívoco, del malentendido, de lo que no estaba escrito pero que no cesa de escribirse, perturbando “el bello orden”.

Sin esto, sólo discurso del amo, sin esto más soledad y menos vínculo.


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