Conversación Zadig-Brasil: Psicoanálisis y Democracia10 de octobre 2018
2 textos en espagnol
¡No existe democracia sin política!
Lucíola
Freitas de Macêdo (Presidente de la EBP)
Posicionarse
Algunas palabras
sobre el posicionamiento de la EBP a través de sus instancias, frente al
delicado momento que estamos viviendo: estamos aquí hoy presentes, presidente y
director general de la EBP, unidos a la Movida
Zadig en esta acción que tiene el formato de una conversación. La elección
de este dispositivo no es casual. La conversación analítica es, en sí, un acto
político, en el sentido más estrictamente lacaniano del término. En este
dispositivo cada uno está invitado a tomar la palabra no a partir de identificaciones
colectivas, sino desde su posición de sujeto, lo que implica imperativamente un
deseo que no sea anónimo, y el lugar vacío de la causa analítica. Este motor no
es el Uno unificador del grupo, sino el deseo del analista, que se urde de la
disyunción entre el ideal (I) y el objeto a.
Esto solamente se perfila si lo que se enuncia se hace a partir de una división
subjetiva, incluyéndose ahí, el resto no absorbido por las identificaciones y
por los ideales.
En esa
perspectiva, la democracia no se restringe solamente a un significante amo en
la serie infinitamente metonímica vociferada por los medios digitales. La
democracia cumple, en una conversación analítica, ella mismo el lugar de causa,
situando a cada uno de los que participan en ella, en su lugar de sujeto
dividido (1). Po esto, entiendo que posicionarse en la política, y en el ámbito
de la experiencia de la Escuela, no quiere decir defender una posición
partidaria. Esto es lo que debemos hacer como ciudadanos. Posicionarse es nadar
en contracorriente de la tormenta segregacionista que inunda los espacios
públicos y privados, barriendo los medios tonos, en este momento de nuestra
civilización. Es resistir incansablemente a la solución fácil de las
polarizaciones y de las rupturas. Posicionarse es, además, lanzarse
decididamente en la realización de una continua movilización y diálogo con el
campo político. Para ello, Jacques-Alain Miller, instituyó, el 14 de mayo del
2017, la movida Zadig – Red Política
Lacaniana Mundial, como una extensión de la Escuela al nivel de la opinión
pública (2).
Un
posicionamiento exige, sobre todo, el anclarse en una política.
¿Democracia sin política?
Estamos a pocas
semanas de la segunda vuelta en las elecciones en el Brasil. El candidato de
extrema-derecha, armado de un discurso de cuña explícitamente fascistoide,
obtuvo ya en la primera vuelta nada menos que aproximadamente cincuenta
millones de votos del electorado brasileño. Esta inmensa porción de la
población avala para la presidencia del país alguien que pretende elegirse
incitando abiertamente el uso de la fuerza bruta y de la violencia, diseminando
odio, haciendo apologías a la tortura, a la homofobia, al racismo, al machismo
y a la segregación, todo esto en nombre del bien de la nación, de la moral y de
las buenas costumbres. Las fuerzas que podrían deconstruir, mostrando lo
absurdo y la insania de este tipo de discurso, no se hacen escuchar. Cabe
resaltar que, al elegirse por medios democráticos como presidente del Brasil, a
quien encarna tales emblemas, se legitima, al mismo tiempo y como consecuencia,
cierto tipo de discurso.
Frente a este
estado de cosas, una pregunta se vuelve inevitable: ¿qué está sucediendo con
las democracias hoy? ¿Qué tipo de mutaciones desastrosas están en curso? ¿Cómo
llegamos a este punto en el Brasil? Es notorio que los pilares de la
democracia, tal como se practicaba en el siglo XX, se encuentran fuertemente
debilitados. Se observa por los cuatro costados del planeta la ascensión de
representantes de una extrema-derecha reaccionaria que se eligen
democráticamente. Hay ciertamente movimientos de cuño neofascista, que se
nutren de las fijaciones residuales y no ultrapasadas de los grandes conflictos
mundiales del siglo XX. Pero, a diferencia de los movimientos fascistas del
siglo pasado, hay en las manifestaciones obscurantistas de este principio de
siglo, más diferencias que puntos en común, dificultando la lectura e
interpretación, lo que llevó al científico político Enzo Traverso a llamar este
conjunto de movimientos como “postfascistas (3)”: su contenido ideológico es
fluctuante, inestable y frecuentemente contradictorio, pudiendo abarcar ideas y
creencias francamente antinómicas. En lugar de las diferencias y las tensiones
ideológicas, ganan terreno polarizaciones de todos los tipos, reducidas a nosotros
contra ellas, a partir de la identidad personificada por un líder autoritario.
Hemos
problematizado las cuestiones en juego en la fragilidad de la democracia,
advenidas de transformaciones ocurridas en el interior de los propios regímenes
democráticos. Se nota una destitución de la política como instancia de
mediación, lo quo no es sin relación con las mutaciones de lo simbólico como
eje sobre el cual las democracias se sustentaron durante el siglo XX.
En el caso de
Brasil, el incremento de los llamados reaccionarios, al modo de una oleada
ultraconservadora, se propaga en el vacío de una crisis de la política
representativa y de una perdida de confianza en las instituciones. En esta
oleada, una horda de ciudadanos no propiamente fascistas, sino decepcionados
con los rumbos de la política, se amalgaman y dan cuerpo al núcleo duro del
postfascismo, que se esparce sin frenos. Esta vena autoritaria y dogmática que
despunta en una subjetividad de la época requiera lectura e interpretación.
Políticas de la palabra, política del síntoma
Una Escuela de
psicoanálisis es un colectivo de soledades fundado a partir de la relación de
cada cual, con lo más singular de su modo de goce, lo que da el tono de los
lazos del analista con el otro social, con el discurso del amo y, por ende, con
la política. En este punto se sitúa la paradoja siempre presente entre el
discurso del analista y los múltiples discursos que coexisten en una
democracia. Nuestra práctica no existiría sin la libertad de palabra, perno
nuestro modo de hacer lazo social trae la marca de un real contingente, sin
ley, que itera, y en este ámbito, no es exactamente la libertad lo que se
fortalece. Aquí, estamos en la cosecha de una política del síntoma.
El psicoanálisis
es una práctica de la palabra, y en tanto tal, perturba fijaciones en
oposiciones estancadas, indicando otro modo de hacer con los opuestos que se
repelen, apuntando allí donde una polarización se fija, la torsión propia a la
extimidad. Solamente partiendo de ahí, es posible forjarse una política de la
palabra que esté a la altura de nuestra práctica, y de nuestra época.
Algunas
preguntas resurgen, en estos últimos tiempos, en la medida que la nebulosa
obscurantista va avanzando y diseminándose en nuestro país: en tiempos poco
acostumbrados a la lectura del inconsciente, ¿con cuáles recursos el
psicoanálisis se hará presente en el campo político? ¿Cuáles usos haremos de
nuestras herramientas de siempre: la palabra y la experiencia analítica?
1) Bassols, M.
Campo Freudiano, Año Cero, en la ELP. In: Lacan Quotidien, n.758.
2) Miller, J.-A.
Campo Freudiano, Ano Zero. In: Lacan Quotidien, n.718.
3) Traverso, E. les nouveaux visages du
fascisme. Patis: Textuel, 2107, p.13.
EL PSICOANALISTA Y LA POLÍTICA
Por Luiz
Fernando Carrijo – Director de la EBP
Comienzo por un
presupuesto: el discurso fascista está instaurado -claro que la puesta en
marcha del proceso electoral aún no terminó. Pero, independiente de su
resultado, una pérdida ya se procesó, y tomar tal pérdida como intrínseca a la
estructura del discurso que el malestar anuncia es menester del psicoanalista.
Éric Laurent, en su entrevista hecha por Fernanda Otoni para la divulgación del
XXIIo EBCF, señala, a guisa de una interpretación de ese
fenómeno discursivo que avanza en todo el mundo, que se trata de “una voluntad
de conservadurismo” en consecuencia de la caída del falocentrismo que hemos
vivenciado en las últimas décadas. Por lo tanto, lo que vivimos hoy como
realidad en el campo de la política en el Brasil, es una respuesta a eso, pero
a través de un “fuera de la norma”, como lo señala Laurent y eso ciertamente
nos llama la atención en la medida de que hay ahí, en ese “fuera de la norma”,
una alusión a un empuje fuera del orden simbólico, colocando al descubierto
todo semblante qu funcionaría como un agente “apaciguador” del malestar.
Luego, dos
vertientes se abren, llevándonos a retomar a Freud es su “Psicología de las
masas”, para extraer de allí su actualidad. Llama la atención, sin embargo, la
horizontalización sin límite: por un lado, la fascinación ciega advenida de la
sumisión a un ideal higienista y por ende, diseminador de odio; y por otro, la
“indignación”, anclada tanto en la denuncia de la impostura, cuanto en el
miedo. La cuestión es que un polo alimenta al otro, en una especie de batalla
sin fin donde los hechos nuevos no interfieren en la dinámica, no producen
brechas, sino que cada hecho nuevo es reabsorbido en la consunción de dicha
polarización.
Ahora, el campo
de batalla se constituye, esencialmente, en la plaza virtual -no hay diálogo,
sino solamente afirmaciones replicadas al infinito. Las redes sociales
protagonizan una “campaña” cuya capilaridad se vuelve perniciosa pues no hay
índice de lo verdadero que las sustente; las “fake News” ganaron el proscenio
denunciando el poco sentido que sustenta cada argumentación. Cuanto más el
horror es replicado y banalizado, por un lado, más la indignación se apodera
del lado opuesto. -Pero, sí, aún tenemos derecho a indignarnos, de lo contrario
estaríamos en la misma danza de la “banalización del mal” … Entre tanto, las
respuestas a esa indignación no traen el elemento “sorpresa” delante del cual
tendríamos la oportunidad de hacerlo repercutir de forma diferente alcanzando
algo verdadero en la subjetividad de cada uno.
Cuando estamos
identificados a una ideología, a un partido, estamos en peligro de hacer
existir o dar consistencia al amo…y cuando se trata de dar consistencia al amo
contemporáneo, no hacemos otra cosa sino endosar la proliferación del odio y
del horror. Es esa la cuestión que nos concierne directamente en lo que
respecta al “posicionamiento” de la Escuela -No podemos posicionarnos sin tener
en cuenta estos factores; o sea, nuestro posicionamiento no puede darse sin el
debido distanciamiento de las identificaciones-, la Escuela representa un
colectivo, pero, como bien dice J.-A. Miller en la “Teoría de Turín”, es un
colectivo que remite a la soledad subjetiva, donde en el Uno por Uno, cada cual
tiene la oportunidad de colocarse en relación al punto común que nos causa en
cuanto psicoanalistas y con eso, la oportunidad también de distanciarse de sus
identificaciones ideales -El psicoanálisis no es un higienismo, al contrario.
Así, solo podemos posicionarnos, en esta o cualquier otra situación, tomando el
malestar a partir del síntoma -Es eso con lo que el psicoanálisis puede
contribuir en el campo de la política y, para tomarla en la vertiente del
síntoma, se hace necesario consentir que la pérdida ya se instauró.
En otros
términos, si la indignación es un afecto colectizable, y en eso nos parece muy
“natural” que cada miembro o participante de nuestra comunidad de trabajo esté
indignado con los hechos, es preciso recordar aún que tal afecto procesa sus
respuestas, también de modo “natural”, a partir de las identificaciones. O sea,
producir respuestas y acciones que puedan ser efectivas en relación con el
malestar, requiere del psicoanalista o de la Escuela que lo representa dar una
vuelta más en el punto de la “indignación” y del “miedo” que se sigue como
corolario. Entiendo que estamos entrando en un momento de reflexión en el que
lo que nos interesa es encontrar, en el propio psicoanálisis, instrumentos
eficaces para hacer objeción al discurso fascista.
Si el papel de
la Escuela no fuera éste, las instancias responsables por su conducción
quedarían relegadas al trabajo burocrático -por ejemplo, entrando en la danza
infinita propuesta por las redes sociales con su poder de pulverización y, como
consecuencia de última, condenar al psicoanálisis a su desaparición.
La “Red Zadig”, como
extensión de la Escuela, creada por J.-A. Miller, es el lugar donde esta
reflexión puede darse; el lugar en donde el psicoanálisis puede y debe ir a la
política. Su capilaridad en el Otro social dependerá de nuestras acciones cuya
efectividad puede hacer repercutir el síntoma de la civilización. Y, sin duda,
hay una Escuela antes y una después de Zadig. Tal vez el significante que mejor
apunte hacia esta frontera sea el “Campo Freudiano Año Cero”, donde,
efectivamente, a través de J.-A. Miller, el psicoanálisis reivindica su lugar
en la política.
Tradução Patrício Moreno Parra
Revisão Ruth Gorenberg
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