Habeas
corpus*
Jacques-Alain Miller
Hace
dos años, en París, hice girar nuestra brújula, la brújula de la Asociación
Mundial de Psicoanálisis, para que señalara en dirección a la última enseñanza
de Lacan. Esto es lo que ha orientado nuestro X Congreso. Lo que me inspiró el
título para este congreso es la frase con la que se termina uno de los
capítulos del Seminario XX: “Lo real […] es el misterio del cuerpo hablante, es
el misterio del inconsciente”(1). En consecuencia, sugerí como tema “El
inconsciente y el cuerpo hablante”.
Pero
creo que podemos constatar que el esplendor del cuerpo ha predominado sobre el
tema del inconsciente. La novedad, lo que ha aparecido como tal para nosotros,
ha sido tratar del cuerpo hablante. Si no me equivoco la presencia del término
“inconsciente” ha quedado completamente en segundo plano en este congreso. Yo
diría que está bien que haya sido así porque nos ha hecho entrar con entusiasmo
en la cuestión. Es también lo que me da ocasión de presentar algunas
puntuaciones para esclarecer la naturaleza de la última enseñanza de Lacan, su
lugar en la trayectoria de conjunto y el uso que hoy podemos hacer de ella. Me
detengo entonces antes de proponer un nuevo título para Barcelona, no hay
tomada todavía ninguna decisión a este respecto.
Lo
lógico puro
Intervine
hace tiempo en un coloquio que trataba de las relaciones entre Lacan y las
matemáticas, en el que participaban psicoanalistas y matemáticos. Había
titulado mi contribución “Un sueño de Lacan”(2). ¿Qué sueño? Trataba como un
sueño el deseo de Lacan de asociar el psicoanálisis no solamente a la
lingüística estructural sino también a las matemáticas, especialmente a la
lógica matemática. Este sueño, ¿era sólo el de Lacan? No. Toda una generación,
la generación estructuralista, profesores y alumnos, creyó en el mismo sueño.
Recuerden por ejemplo las esperanzas que alguien como Roland Barthes depositó
en la semiología estructuralista.
Para
centrar las cosas voy a dar una fórmula que resume lo que fue el sueño de
Lacan. Esta fórmula pasó desapercibida porque no figura más que en un texto
situado al dorso de los Escritos. En este texto, el último que Lacan
escribió para la edición de su libro, hay una frase que indica que creía haber
demostrado que “el inconsciente procede de lo lógico puro”(3). Aquí hay que
prestar atención a la traducción, que quizá se facilita si decimos que el
inconsciente, en el mejor de los casos, no está constituido más que por elementos
de pura lógica. El adjetivo pura está allí para subrayar que según
Lacan, el Lacan de los Escritos, el inconsciente es únicamente asunto de
lógica. Esta lógica al final del volumen llega a dominar a la lingüística. Lo
lógico puro es lo que explica que se hable del “sujeto del inconsciente” y no
de “el hombre”.
Ética
El
sujeto del inconsciente –el sujeto del que habla Lacan, especialmente el que
inscribe con una $– hablando en sentido estricto no tiene cuerpo. Porque el
cuerpo no depende de “lo lógico puro”. El sujeto tiene una dimensión
ontológica, lo que significa que no es un siendo (ens), no tiene
manifestaciones físicas determinadas. No pertenece a la dimensión de la óntica.
No puedo retomar esta distinción, esencial en filosofía, de la ontología y de
la óntica que aquí solamente evoco(4). El sujeto tiene una dimensión ontológica
precisamente porque no tiene manifestaciones físicas, cuando una entidad tiene
una manifestación física pertenece al dominio de la óntica y no de la
ontología. Por otra parte, es porque el sujeto del inconsciente tiene una
dimensión ontológica por lo que se puede introducir aquí la temática de la
creencia, como nos ha mostrado la secuencia de presentaciones de Graciela
Brodsky y Jorge Forbes(5).
Recordemos
que desde el Seminario XI, dedicado a los cuatro conceptos fundamentales
del psicoanálisis, Lacan planteaba que la realidad del inconsciente es ética.
Es decir, subrayaba que la realidad del inconsciente(6) depende de un deber
ser. La realidad del inconsciente no se puede constatar como la de una
manifestación física. Esta dimensión ética nosotros la constatamos cada vez que
comienza un análisis –cuando, en aquel que viene a pedirlo, tratamos de evaluar
si la voluntad de no ser indiferente al fenómeno freudiano está lo bastante
presente. Se puede decir “No hay nada que hacer… no hay nada que esperar de
contar los sueños ni de intentar darles un sentido”, esto es completamente
legítimo. Es preciso que haya, en el origen, un sujeto que al contrario decida
no ser indiferente al fenómeno freudiano.
Considero
que la fórmula de alguna manera conclusiva de los Escritos, “el
inconsciente procede de lo lógico puro”, gobierna la trayectoria de Lacan hasta
su última enseñanza. Allí se opera una cesura. No digo una ruptura, porque las
transformaciones conceptuales de Lacan –cuando mueve sus aparejos, cuando añade
elementos– son siempre alisadas, se vuelven lisas, como deformaciones
topológicas, en continuo.
Cuerpo
hablante
La
última enseñanza empieza cuando esta fórmula que parecía constitutiva del
lacanismo, “el inconsciente procede de lo lógico puro”, queda negada,
renunciada, abjurada. Queda reemplazada por otra que no está dicha
explícitamente pero que puedo hacer aparecer: el inconsciente procede del
cuerpo hablante.
Lacan
dota al sujeto del inconsciente de un cuerpo, razón por la cual ya no se trata
más del sujeto del inconsciente. Lacan lo llama simplemente “el hombre”(7).
También Spinoza, por ejemplo, lo llama de este modo(8). Es esencial captar en
primer lugar que el hombre, a diferencia del sujeto, tiene un cuerpo. En
segundo lugar este cuerpo es hablante, lo que figura en el título de este
congreso. En tercer lugar, no es el cuerpo quien habla. El cuerpo no habla por
iniciativa propia, es siempre el hombre quien habla con su cuerpo(9). Con es
una preposición que le gustaba a Lacan y a la que da su sentido preciso: la
instrumentación. El hombre se sirve del cuerpo para hablar. La fórmula del
cuerpo hablante no está hecha entonces para abrir la puerta a la palabra del
cuerpo. Abre la puerta al hombre en tanto se sirve del cuerpo para hablar. Y,
en efecto, Lacan no incluía esta dimensión en el inconsciente tal como figura
en los Escritos.
Por
otra parte, hay un topos lacaniano, una referencia frecuente de Lacan a un pasaje
de Aristóteles. En su De Anima(10) Aristóteles subraya –y Lacan lo
aprueba– que no es el alma quien piensa, sino que es el hombre quien piensa con
su alma(11). Del mismo modo el hombre habla con su cuerpo. El cuerpo es su
instrumento para hablar.
Inconsciente
y pulsión
La
palabra pasa por el cuerpo y, de retorno, afecta al cuerpo que es su emisor.
¿De qué manera, bajo qué forma, la palabra afecta a este cuerpo que es su
emisor? Lo afecta bajo la forma de fenómenos de resonancias y de ecos. La resonancia,
el eco de la palabra en el cuerpo(12) son lo real –el mismo real de lo que
Freud llamó “inconsciente” y “pulsión”. En este sentido, el inconsciente y el
cuerpo hablante son un único y mismo real. Volveré a decirlo para que esta
puntuación esencial no se nos escape. Hay una equivalencia entre inconsciente y
pulsión, por todo lo cual estos dos términos tienen un origen común que es el
efecto de la palabra en el cuerpo, los afectos somáticos de la lengua, de lalengua.
El
inconsciente del que se trata desde entonces no es un inconsciente de pura
lógica sino, si se puede decir así, un inconsciente de puro goce. Para designar
este nuevo inconsciente, Lacan ha forjado una nueva palabra, un neologismo que
se empieza a repetir, el parlêtre, bien distinto del inconsciente
freudiano que es de orden ontológico y ético, como hemos visto. Por el
contrario el parlêtre es una entidad óntica, porque necesariamente tiene
un cuerpo, ya que no hay goce sin cuerpo. El concepto de parlêtre –es lo
que propongo– se sustenta en la equivalencia originaria inconsciente-pulsión.
Se
trata pues de un inconsciente diferente del inconsciente freudiano, lo que a
Lacan le da la ocasión de hacer una profecía: un día el parlêtre
lacaniano reemplazará al inconsciente freudiano(13) Esta profecía no es del
todo seria. Lacan sabía que los nombres tradicionales tienen un poder de
remanencia, de resistencia, al que es difícil poner fin. Aunque allí indica que
franquea los límites asignados por Freud a lo que es el inconsciente, ya que al
nivel donde sitúa su medida, la diferencia, el binarismo entre inconsciente y
pulsión desaparece. No se puede decir que la última enseñanza prolongue la
trayectoria de Lacan. Marca un vuelco, un viraje, que se acompaña de una
crítica a la vasta arquitectura formada por su conceptualización anterior.
Este
vuelco de Lacan acarreó otro, más evidente, que asombró a la generación
estructuralista (la francesa al menos, que era la más extendida): el de Roland
Barthes. Todo el mundo, en París, quedó estupefacto cuando aquel que era
conocido por ser el promotor de una semiología metódica se presentó como autor
de un opúsculo titulado El placer del texto. Se interpretó como un
cambio(14) sensacional en dirección a un hedonismo que hasta entonces había
permanecido más discreto. Por haber formado parte de los “jóvenes” en la época
de la generación estructuralista, puedo decir que Barthes fue sensible al nuevo
acento que Lacan puso sobre el goce, del que extrajo las consecuencias. El
título del libro debería haber sido “El goce del texto”, pero esto habría
desvelado rápidamente la influencia de Lacan en la que Barthes había encontrado
su inspiración.
Del
lenguaje a la lengua
Se
me ocurrió otra analogía. Dos grandes filósofos del siglo XX también conocieron
fuertes cambios en el momento de su última enseñanza. Se podría hacer un
catálogo de los pensadores con este tipo de cambios: Martín Heidegger, que
habla explícitamente del Kehre, del giro de su pensamiento, y Ludwig
Wittgenstein. Dejo de lado Heidegger para decir algo sobre Wittgenstein.
Wittgenstein
desarrolló dos filosofías bien distintas. La primera hacía del logicismo de
Bertrand Russell el principio de una concepción del mundo. Adoptando la fórmula
lacaniana, diríamos que el mundo de la primera filosofía de Wittgenstein es
tributaria de la lógica pura tal como él la concebía. Esta filosofía es la que
se expone en el célebre Tractatus logico-philosophicus(15). Se podría
decir entonces que los Escritos son un tractatus
logico-psicoanaliticus. Después del Tractatus…, Wittgenstein va a
realizar un giro de 180 grados. Criticando y abandonando el modelo de la lógica
pura, muestra que lo que es lógico depende de la vida y de las costumbres de un
grupo. Lo que es lógico no es nada más que un juego de lenguaje. Antes del Tractatus…
Wittgenstein creía pues en una lógica única, y después mostró que hay tantas
lógicas como “juegos de lenguaje” y formas de vida(16).
Mutatis
mutandis en Lacan hay la misma
diferencia: primero, como un lenguaje, y segundo, la lengua.
Primero, que el inconsciente esté estructurado como un lenguaje indica que para
todo lenguaje la estructura es la misma. Como un lenguaje, de hecho, es
un universal de la estructura. Segundo, por el contrario, la lengua siempre es
particular(17), no consiste más que en sus particularidades. En consecuencia no
hay un universal de las lenguas, no hay todas las lenguas.
El
viraje lacaniano
Intentemos
precisar lo que ha sido el viraje lacaniano. La orientación inicial de Lacan
consistió en partir la herencia freudiana. Es lo que hacían también por su
parte los americanos y los ingleses, es lo que hacía la IPA. Ellos partían
Freud entre primera y segunda tópica. Elegían seguir la segunda tópica
abandonando la primera. La operación de Lacan era más compleja, pero era igualmente
una operación de partición consistente en separar de manera bien neta, como se
expresa en su “Discurso de Roma”, la técnica de desciframiento del inconsciente
y la teoría de las pulsiones(18). Dicho de otra manera, Lacan buscaba una
separación neta entre el inconsciente y las pulsiones. Está escrito con todas
las letras, la orientación de su primer movimiento es esta separación. Lo que
interesaba a Lacan era elaborar el desciframiento: hacer la teoría de esta
técnica ayudándose de la lingüística. Para él las pulsiones, la satisfacción
pulsional, el goce, formaban parte de lo imaginario, lo simbólico no intervenía
por la palabra más que para dominar y borrar.
Se
puede localizar en el ejemplo canónico del fort-da, donde Lacan muestra
de entrada cómo el sujeto del significante domina el goce, se hace amo del
goce. ¿Qué se puede decir de esto desde el punto de vista de la última
enseñanza? Que al contrario, el fort-da nos muestra que al principio
mismo de la cadena significante hay el goce-sentido(19). El par fort-da
produce un efecto de sentido y permite efectuar una producción de goce. En el
fondo el fort-da nos muestra al niño accediendo al parlêtre,
accediendo a su “parlêtre de naturaleza”(20.)
He
detallado en numerosos cursos los esfuerzos de Lacan para modelar la pulsión
sobre la cadena significante; he mostrado que el principio del grafo de Lacan,
el grafo del deseo, consistía en identificar la pulsión a una cadena
significante, en el piso superior del grafo, con su tesoro de los significantes
y su punto de capitón S(A/tachado). Una escritura de la pulsión como si ésta no
fuera más que una cadena significante, como si ella tuviera la misma estructura
que la cadena significante.
La
gran solución que durante años Lacan había encontrado era el objeto a
–del que hacía su invención mayor. El objeto a al mismo tiempo que forma
parte de la armadura del fantasma está en el corazón de la pulsión y tiene
algunas propiedades del significante. Especialmente se presenta por unidades,
es contable y numerable, ya es pues un goce. Si es plus-de-goce, es un plus-de-goce
que ya es un degradado del goce, un modelado del goce con el modelo del
significante. El viraje no estará cumplido hasta que Lacan no hará saltar este
cerrojo en el Seminario XX, donde lo vemos degradar al objeto a como un falso
semblante(21).
(Traducción
al castellano de Anna Aromí y Xavier Esqué)
*
Intervención pronunciada por J.-A. Miller en la clausura del Xº congreso de la
Asociación Mundial de Psicoanálisis, “El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente
en el siglo XXI”, Río de Janeiro, 25-28 de abril de 2016. En esta secuencia
titulada “De Río a Barcelona” intervinieron también Miquel Bassols y Guy
Briole.
Versión
establecida por Guy Briole, Hervé Damase, Pascale Fari et Ève Miller-Rose. Texto
no revisado por el autor y publicado con su amable autorización.
Notas:
1 Lacan J., El Seminario, libro 20, Aún, Paidós, Buenos Aires, 1981, p. 158.
2
Cf. Miller J.-A., “Un rêve de Lacan”, en Le réel en mathématiques :
psychanalyse et mathématiques, actas del coloquio de Cerisy del 3 al 10 de
septiembre de 1999, obra colectiva/dir. Pierre Cartier
et Nathalie Charraud, Agalma/Seuil, colección Champ
freudien, 1966.
3
Lacan, J., contraportada de los Escritos 2, Buenos Aires, Siglo XXI editores,
1975.
4 Cf. especialmente Miller J.-A. “L’orientation
lacanienne. L’Être et l’Un”, enseñanza
pronunciada
en el marco del Departamento de psicoanálisis de la Universidad de París VIII,
2011, inédito.
5
Estas dos ponencias fueron pronunciadas en una mesa que tenía por título
“Hacerse incauto de un real: ¿Qué quiere decir ‘creer en el sinthoma’?”
6
Cf. Lacan J., El Seminario, libro 11, Los cuatro conceptos fundamentales del
psicoanálisis, Buenos Aires, Paidós, 1964, especialmente p. 39-42.
7
Cf. Lacan J., El Seminario, libro 20, Aún, op. cit. Cf. También Lacan J.,
“Joyce el Síntoma” [Otros escritos, Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 591 y
siguientes] donde Lacan emplea la escritura “LOM”.
8
Cf. Spinoza B., Ética demostrada según el orden geométrico, México, FCE, 2005.
Cf. También el comentario de J.-A. Miller en Piezas sueltas, Buenos Aires,
Paidós, 2013, p. 42-43.
9
Cf. Lacan J., El Seminario, libro 20, Aún, op. cit., p. 144: “Hablo con mi
cuerpo, y sin saber”.
10
Cf. Aristóteles, “Acerca del alma”, Gredos, 2014, ES.
11 Cf.
Lacan J., El Seminario, libro 20, Aún, op. cit., p. 134: “el hombre piensa con
–instrumento– su alma”. Cf. también Lacan J., “Joyce el Síntoma”, op. cit., p.
592.
12
Lacan J., El seminario, libro 23, El sinthome, Buenos Aires, Paidós, 2006, p.
18: “las pulsiones son el eco en el cuerpo del hecho que hay un decir“.
13
Lacan J., “Joyce el Síntoma”, op. cit., p. 592: “mi expresión parlêtre
[hablaser] que sustituirá al ICS de Freud (inconsciente, que se lee así)”.
14
Barthes R., El placer del texto, Madrid, Siglo XXI, 2007.
15
Cf. Wittgenstein L., Tractatus logico-philosophicus [1921], Madrid, Tecnos,
2007.
16
Cf. Wittgenstein, Investigaciones filosóficas, Barcelona, Crítica, 2008.
17
Cf. entre otros Lacan J., “Radiofonía”, Otros escritos, op. cit., p. 434.
18
Cf. Lacan J., “Función y campo de la palabra y el lenguaje en psicoanálisis”,
Escritos 1, op. cit., p. 251 y “Discurso de Roma”, Otros escritos, op. cit., p.
151-155.
19
Cf. Lacan J., “Televisión”, Otros escritos, op. cit., p. 543.
20
Lacan J., “Joyce el Síntoma“, op. cit., p. 592.
21
Cf. Lacan J., El Seminario, libro 20, Aún, op. cit., especialmente p. 109-112.
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