La Deriva de los Goces
Patricia Moraga
Del odio como lazo social
(bilíngue Espanhol e Português)
El sueño humanista fue domesticar
a los hombres por medio de relatos, según el modelo del “amigo lector”. De este
modo, mediante la cultura y la literatura, aspiraba a proteger al hombre del
salvajismo que históricamente lo amenazó. Para algunos, el surgimiento de
internet fue, tal vez ingenuamente, motivo de renovada esperanza. La
globalización permitiría afianzar los lazos entre las naciones, acortando las diferencias
culturales y fomentando la armonía internacional. Pero lejos estamos de todos
estos sueños. Varios países intentan hoy en día intervenir en el denominado
“odio cibernético”. Después de los atentados en las escuelas americanas,
numerosos jóvenes declararon en Facebook
su felicidad por los asesinatos. Muchos de los que cometieron los atentados
habían publicado, antes, mensajes de odio dirigidos a otros y a sí mismos.
Jacques Lacan hace del odio una
de las pasiones del ser, junto con el amor y la ignorancia. Si bien el amor
puede virar rápidamente al odio, éste –en su cara real– pone en acto la
imposibilidad de hacer del prójimo un semejante. ¿Cómo hacer del otro un otro
soportable? La relación con el semejante siempre bascula. Cuando el otro no nos
devuelve la imagen ideal, deviene amenazante, malo. Pero la dialéctica imaginaria, con sus pasiones, no alcanza
para dar cuenta de esto, pues el otro puede ser para el sujeto lo imposible de
soportar.
Lacan retoma los desarrollos
freudianos acerca de la constitución del sujeto, para situar cómo la realidad
depende y se constituye a partir del goce forcluido. Este goce real es exterior
al saber y a lo simbólico. Hay también un goce no reconocido como propio, que
permanece como un resto inasimilable para el sujeto. Inicialmente
conceptualizado por Lacan como el objeto malo (kakón), es al mismo tiempo lo más íntimo y lo más ajeno para el
sujeto.
A lo largo de su
enseñanza, Lacan reformula el odio: lo saca del registro puramente imaginario
para resaltar su conexión con el goce, ya sea el goce pulsional que el sujeto desconoce
en el fantasma o lo real del goce que hace a lo singular del Otro. En su
análisis de las pasiones, retoma la distinción clásica entre éstas y los
afectos. Lalengua afecta a nuestro cuerpo, con efectos de goce. Podemos
servirnos de los afectos y de las pasiones para abordar el goce real, que
escapa al decir. El amor y el odio tienen relación con lo real. El primero
suple la relación sexual que no hay. El odio es más lúcido que el amor porque
tiene como soporte las unaridades, el Uno.[1]
En el nivel del goce, no hay comunicación ni acuerdo. El odio apunta a la
diferencia absoluta: Te odio porque no
gozas como yo. Nada concentra más odio que el decir de excepción donde se
sitúa la existencia,[2]
lo singular de un modo de gozar; por esto, el odio “es el único sentimiento
lúcido”.[3]
Interrogar los
afectos nos permite aproximarnos al problema de la diferencia entre las
pasiones sociales y las del parlêtre.
Los afectos vinculan entre sí el cuerpo, el lenguaje y el goce. Éste tiene
lugar en el propio cuerpo, pero los afectos, por ser efectos del discurso,
conectan con el Otro. El cuerpo es tomado en el discurso, y esto nos permite
articular el cuerpo político y los afectos sociales.[4]
A veces la presencia
de cuerpos hablantes reivindica, mediante la ocupación de espacios (plazas,
colegios, edificios), su condición de públicos,
cuando esto es precisamente lo que se encuentra amenazado. La toma de
universidades por parte de los jóvenes en Atenas, Londres y Berkeley –entre
otros lugares– fue una forma de reclamar que esos edificios pertenecen a la
población y que ello está en riesgo debido a los recortes presupuestarios.[5]
Tales ejemplos resaltan la importancia del cuerpo hablante y el modo en que
éste es afectado por los discursos. El cuerpo se define por la potencia de ser
afectado y afectar a otros cuerpos. No es una entidad encerrada en sí misma.[6] Es al mismo tiempo cuerpo del sujeto y
cuerpo político.
Jacques-Alain Miller se
pregunta si el cuerpo del Otro puede encarnarse en el grupo. ¿Acaso éste no da
cierto acceso a un Yo gozo del cuerpo del Otro del que formo
parte?
El odio toma diversas
formas en nuestra época. Puede presentarse como ruptura de los lazos sociales
o, por el contrario, como vínculo en las “comunidades de goce”. En este último
caso, el odio sostiene una identidad
a partir del rechazo de lo que no se sabe. Tal identidad se conquista en la
prisa: la angustia precipita al hombre a identificarse con un “yo soy”
rechazando la diferencia entre los goces. De ahí la tentación de llamar al Uno
que unifique, cuyo costo es más racismo y segregación. Tal vez por eso Lacan en
1974 pronosticaba, junto al desorden de lo real –causado por la ciencia–, el
triunfo de la religión.
Do ódio como laço social
Patricia Moraga (em Português)
O
sonho humanista foi domesticar os homens por meio de relatos, segundo o modelo
do “amigo leitor”. Desse modo, mediante
a cultura e a literatura, aspirava proteger o homem da selvageria que
historicamente o ameaçou. Para alguns, o surgimento da internet foi, talvez
ingenuamente, motivo de renovada esperança. A globalização permitiria garantir
os laços entre as nações, encurtando as diferenças culturais e fomentando a
harmonia internacional. Estamos, no entanto, longe de todos estes sonhos.
Vários países tentam, hoje em dia, intervir no chamado “ódio cibernético”.
Depois dos atentados nas escolas americanas, numerosos jovens declararam no
Facebook sua felicidade pelos assassinatos. Muitos dos que cometeram os
atentados haviam publicado, antes, mensagens de ódio dirigidas aos outros e a
si mesmos.
Jacques
Lacan faz do ódio uma das paixões do ser, junto com o amor e a ignorância. Se o
amor pode se transformar rapidamente em ódio, este – em sua face real – põe em
ato a impossibilidade de fazer do próximo um semelhante. Como fazer, do outro,
um outro suportável? A relação com o semelhante é ambígua. Quando o outro não
nos devolve a imagem ideal, torna-se ameaçador, malvado. A dialética imaginária, com suas paixões, não consegue dar
conta disso, pois o outro pode ser, para o sujeito, o impossível de suportar.
Lacan
retoma os desenvolvimentos freudianos sobre a constituição do sujeito para
articular como a realidade depende e se constitui a partir do gozo foracluído.
Este gozo real é exterior ao saber e ao simbólico. Há, também, um gozo não
reconhecido como próprio, que permanece como um resto inassimilável para o
sujeito. Inicialmente conceituado por Lacan como objeto mau (kakón), é, ao mesmo tempo, o mais íntimo
e o mais alheio para o sujeito.
Ao longo de seu ensino, Lacan reformula o ódio: retira-o do
registro puramente imaginário para ressaltar sua conexão com o gozo, seja o
gozo pulsional que o sujeito desconhece no fantasma, seja o real do gozo que
faz ser o singular do Outro. Em sua análise das paixões, retoma a distinção
clássica entre as paixões e os afetos. A alíngua
afeta nosso corpo a partir de efeitos de gozo. Podemos nos servir dos afetos e
das paixões para abordar o gozo real, que escapa ao dizer. O amor e o ódio têm
relação com o real. O primeiro supre a relação sexual que não existe. O ódio é mais
lúcido do que o amor porque tem como suporte as unaridades, o Um[7].
Não há comunicação ou acordo ao nível do gozo. O ódio aponta para a diferença
absoluta: te odeio porque tu não gozas
como eu. Nada concentra mais ódio do que o dizer de exceção onde se situa a
existência[8],
o singular de um modo de gozar; por isso, o ódio "é o único sentimento lúcido"[9].
Interrogar os afetos nos permite nos aproximarmos do
problema da diferença entre as paixões sociais e as do parlêtre. Os afetos vinculam corpo, linguagem e gozo entre si. O
gozo tem lugar no próprio corpo, mas os afetos, por serem efeitos de discurso,
se conectam com o Outro. O corpo é tomado pelo discurso e isso nos permite
articular o corpo político aos afetos sociais[10].
A presença de corpos falantes na ocupação de espaços
(praças, colégios, edifícios) podem reivindicar sua condição de públicos, quando isso é, precisamente, o
que se encontra ameaçado. A ocupação de universidades por parte dos jovens em
Atenas, Londres e Berkeley - entre outros - foi uma forma de reclamar que estes
locais pertencem à população e que isso está em perigo devido a cortes
orçamentários[11].
Esses exemplos ressaltam a importância do corpo falante e o modo como ele é
afetado pelos discursos. O corpo se define pela potência de ser afetado e
afetar outros corpos. Não é uma entidade fechada em si mesma[12].
É corpo do sujeito e corpo político ao mesmo tempo. Isso não dá certo acesso a
um Eu gozo do corpo do Outro do qual
formo parte?
O ódio toma diversas formas em nossa época. Pode apresentar-se
como ruptura dos laços sociais ou, ao contrário, como vínculo entre as
"comunidades de gozo". Neste último caso, o ódio sustenta uma identidade a partir do rechaço do que
não se sabe. Esta identidade se conquista na pressa: a angústia precipita o homem
a se identificar com um "eu sou", rechaçando a diferença entre os
gozos. Por isso a tentação de localizar o Um que unifique, cujo preço é mais
racismo e segregação. Talvez por isso Lacan, em 1974, tenha prognosticado o
triunfo da religião diante da desordem do real - causado pela ciência.
[1] Lacan, J., El seminario, libro 24, L’insu que sait de l’Une-bévue
s’aile à mourre, clase del 10 de mayo de 1977.
[2] Lacan, J., Aun, Buenos
Aires, Paidós, 2014, p. 147.
[4] Laurent, É., “Pensar
con su alma o hablar con su cuerpo”, en Consecuencias, 17 (2016).
[6] Deleuze, G., Spinoza y el
problema de la expresión, Barcelona, Muchnik,1999.
[7] Lacan,
J., O Seminário, Livro 24, L’insu que
sait de l’Une-bévue s’aile à mourre, aula de 10 de maio de 1977.
[10] Laurent,
É., “Pensar con su alma o hablar con su cuerpo”, em Revista Consecuencias, número 17, 2016.