¿Desintegración programada de la psiquiatría?, por Armelle Guivarch
Al salir de la
Segunda Guerra mundial, que fue una dura prueba para la población de los asilos
psiquiátricos, se desarrolló una psiquiatra humanista. Ella debe su vuelo y su
apertura al desarrollo de las psicoterapias institucionales y a la clínica
psiquiátrica influenciada por el psicoanálisis freudiano y lacaniano: el loco,
el alienado es un sujeto a parte entera que, más que los otros, sufre del
lenguaje.
En 1985, una
circular encuadra al sector psiquiátrico con un dispositivo coherente de
prevención, de cuidado y de seguimiento. Se ponen en juego una gran variedad de
salidas. Pero, paralelamente, se eliminan un importante número de camas
hospitalarias. Desde esa época, bajo el empuje de "todos científicos"
y de imperativos económicos de "gestión", se toman una serie de
medidas que van a dar inicio a un largo proceso de desmantelamiento de la
psiquiatría pública y de su especificidad:
- Fin de la formación específica de enfermeros en psiquiatría (enseñanza limitada hoy a una cincuentena de horas);
- Fin del internado especifico de psiquiatría que formaba (formidablemente), a los jóvenes médicos del servicio de psiquiatría, igual que hoy, son poco numerosos y esencialmente formados en las neurociencias, en terapias medicamentosas, en genética, en biología, con una parte congruente de las llamadas corrientes "psicodinámicas", psicoanalíticas, sistemas, etc.
- Más aun, hemos visto, estos últimos años, tomar su lugar, en el hospital psiquiátrico, un discurso seguritario, que se traduce en restricciones administrativas de todo género, quisquillosas y desgastadoras.
En enero del
2016, la señora Marisol Touraine, ministro de Asuntos Sociales y de la Salud,
hace aparecer la "Ley de modernización del sistema de salud"
(adoptada por la Asamblea Nacional en diciembre del 2015). La ministro, al
igual que los directores de las Agencias Nacionales de Salud (A.R.S.), ha
rechazado entender que, para salvaguardar una psiquiatría humana y humanista,
un gran número de Establecimientos Públicos de Salud Mental (E.P.S.M.) no
desearían ser "integrados", es decir, desintegrados en los
Agrupamientos Hospitalarios de los Territorios (GHT). Su negativa abre la
puerta a la creación de los GHT dedicados a la psiquiatría.
Esta ley no es
más que el comienzo de la desintegración de los sectores psiquiátricos
hospitalarios. Se corre el riesgo de que el hospital general al sustituir al
hospital psiquiátrico deje de lado en forma cruel a un importante número de
cuidadores, y en particular la singularidad del paciente psiquiátrico que es
una constante a la cual el personal de psiquiatría sabe poner cuidadosa atención.
Lo que quieren
los burócratas, en este momento de grandes tensiones presupuestarias y del
"todo cognitivo", es hacer desaparecer la red que constituyen los
sectores psiquiátricos hospitalarios. Se tratará enseguida de promover las
llamadas unidades hospitalarias de "punta" sobre los modelos de
centros "expertos" para el autismo (1). La mayor parte de los pacientes,
confiados al "medico-social", serán "educados" y
"rehabilitados". Luego de algunos años, se desarrolla en efecto, en
algunos servicios, de formación en programas educativos y de rehabilitación
"para todo uso", como por ejemplo "Feliz neurona", un programa
intensivo de rehabilitación y mejoramiento cognitivo. La visión de estos
programas pretendidamente eficaces para todos es más una gestión social de
masas que la toma inconsideración de los pacientes.
Al final de junio del 2016, algunos grandes
E.P.S.M. han obtenido una derogación por su pertenencia a un GHT y han
aprendido lo que ha mostrado la creación de estos GHT dedicados a la psiquiatría.
Permanezcamos vigilantes.
Traducción:
Amilcar Gómez
Notas:
1 Cf. Maleval
J.-Cl & "La experimentacion institucional de ABA en Francia: una
severa desilusión". Lacan Quotidien, n. 568 & 569, 29 de febrero y 6
de marzo del 2016.
Lo último de
Bonitzer, por Dominique-Paul Rousseau
El título, Ahora
mismo, ya(1), es un imperativo, un "mandato de intensidad"(2). Lo
que se debe hacer –con el dinero– debe serlo no sólo sin retraso ("ahora
mismo") sino que ya se llega tarde respecto a lo que debe
ser instantáneamente actual y validado ("ya").
En el mundo de
las altas finanzas en el que se desarrolla el filme, es bien sabido que el
tiempo es oro. Así que, cualquier inversión financiera o casi se hace
a marchas forzadas, sin pausa y sin fantasías, en decisiones arriesgadas a
partir de cifras no constantes, montajes jurídicos alambicados y retorcidos, al
límite o fuera de la legalidad. Y esto mientras los asesores financieros
presentan a sus clientes un imaginario de autocontrol relajado, una
certeza inquebrantable respecto a las operaciones a realizar, una impasibilidad
y una cortesía marmóreas.
También, andar
entre dos oficinas en AB Finance será el primer error de Nora (Agathe Bonitzer,
hija de Pascal Bonitzer) joven analista financiera impertérrita, que llega a
esta empresa consultora en fusiones-adquisiciones montada por dos hombres
glaciales, Barsac (Lambert Wilson) y Prévôt-Parédès (Pascal Greggory) que
conocen a su padre, Serge, matemático prejubilado (Jean-Pierre Bacri). Nora se
enterará de que se odian por culpa de una mujer, Solveig (Isabelle Huppert).
Se ve a ésta
deambular, aturdida, copa de alcohol en mano, en su lujosa vivienda, a
cualquier hora del día y de la noche. Es desgraciada porque es una mujer que ha
cedido en su deseo: entre el hombre que le escribía poemas, que
la amaba, para quien ella era la única (Serge, el padre de
Nora) y el hombre al que le gusta el dinero (Barsac) ha elegido desposar a este
último.
Nora y su
hermana Maya (Julia Faure) se dirigen a casa de su padre por su cumpleaños, sus
sesenta años, que no tiene ningunas ganas de celebrar, no más ganas que de
cualquier otra cosa. Se comporta entonces con una ironía cruel
hacia ellas. Pero el amor de las dos jóvenes mujeres por su padre permanece
inquebrantable en este comienzo del filme. Desde que Solveig lo ha abandonado
(y públicamente humillado por determinado acto de Barsac) sin un duro o
casi, Serge consagra su vida a las matemáticas puras, escribiendo fórmulas
sobre un gran encerado blanco, confinado en el pequeño y oscuro despacho
de un apartamento miserable. Sin duda el sentimiento de la vida le ha
abandonado definitivamente con la pérdida de Solveig. "Camino del
sol" (NT). Serge habla sin tapujos, no se enreda con
ningún semblante con un doble efecto contrario (muy bien explotado por Pascal
Bonitzer y por el cual Bacri ha pasado a ser el amo) tanto cruel y destructor
como cómico y ridículo.
Después de la
visita de Solveig, pasa por una extraña experiencia: "Estaba
allí y la luz de la luna se reflejaba en la pared. Tenía una nueva teoría en la
punta de la lengua. Estaba allí, exterior a mí, y también estaba en mí…",
explica él, casi estupefacto. Los bomberos fuerzan la puerta de su apartamento
y lo encuentran tendido en el suelo, inconsciente, desnudo… No se sabe qué ha
pasado: solamente se sabe que ha vuelto a ver a Solveig. "El reflejo de la
luna" sobre la pared podría haber operado como un tornasol que aboliese en
él "el exterior" y "el interior" a través de esta teoría
matemática "nueva" evocada enigmáticamente. Los acentos de triunfo
casi místico de "asunción jubilosa" con los que narra este
acontecimiento hacen pensar en un "atravesamiento del espejo", o sea,
una experiencia delirante alucinatoria que por otra parte le va a llevar al
Hospital.
Nora corre al
lado de su padre, al que quiere tanto. Pero hete aquí que éste le suelta que
ella le ha "decepcionado" porque esperaba que tuviera
"otras ambiciones en la vida que hacer dinero en una financiera".
El malentendido es total porque Nora tiene efectivamente la intención de
"vengar a su padre"(3), humillado en su día por sus jefes actuales.
Sin embargo la ruptura entre padre e hija se consuma. Siendo su principal
efecto que por fin Nora (hasta ahí fría y desencantada, rasgo paterno donde los
haya) acepta el amor que le ofrece Xavier (Vincent Lacoste), un joven
colaborador, y como ella de origen modesto. Al no sostener ya al
padre, puede encontrar a otro hombre: rompe con su posición histérica.
Su hermana,
artista fracasada (la otra vertiente del padre, antiguamente poeta, en la época
de Solveig), "no muy inteligente" (su padre dixit) pero
afectuosa, viva, humana, sensual, la ayudará animándola a no dejar escapar la
oportunidad con Xavier. En efecto, al no ser ya la preferida del padre, elige
al fin el amor antes que el dinero (al contrario que Solveig). El goce
"condesciende" finalmente al deseo, según el aforismo lacaniano.
El ensalzado
dinero sería el principal actor en este último Bonitzer: todos los personajes o
casi, desde los extremos que son Sergio, que desprecia el dinero, a Barsac que
hace de él su objeto plus-de-goce, solo adoptan su posición
subjetiva en relación al dinero – Solveig lo ha desposado, Maya le ha dado la
espalda, etc. No obstante, el dinero es "el significante más
aniquilador de toda significación"(4), es decir, un real, en
el sentido de Lacan.
Serge y Barsac
tienen cada uno una manera de tratar este real. El dinero ha degradado la vida
de Serge arrebatándole a la única mujer a la que habría podido amar jamás (es
mucho, teniendo en cuenta la estructura que se le supone). Las Matemáticas han
llegado como tratamiento de este real. Solveig, cuando ella lo vuelve a ver, le
pregunta, con insistencia ¿por qué él es reticente?, lo que hace en la vida:
"No veo el interés, -le responde. La teoría ergódica, los procesos de
Markov: ¿eso significa algo para tí?" Como lo subraya Lacan, "el
orden del símbolo ya no puede ser concebido como constituido por el hombre,
sino constituyéndolo"(5).
También Serge
se interesa en la constitución de un punto fijo, de un punto de almohadillado
por la constancia del número, en el centro mismo de lo
aleatorio. Es su manera de "cifrar" lo real que le degrada. Ahora
bien, el regreso de Solveig constituye manifiestamente el tropiezo imprevisible
de su vida, con la consecuencia psicopatológica señalada más arriba. Solveig es
por lo tanto el valor absolutamente aleatorio que escapa a la cadena de Markov.
El modo de
gozar de Serge es opuesto al de Barsac para quien las cifras son por el
contrario imprevisible e impredecible, siempre cambiante, evanescente, incluso
pulverulentas, poco importa: Barsac corre con ellas, juega, goza con ellas. No
intenta pararlas, ni descubrir en ellas una constante. Porque lo que
"interesa" a Barsac del dinero, lo que le hace gozar, no es el dinero
en su vertiente fálica de "equivalente general"(6) de todo objeto de
deseo posible, sino precisamente lo que escapa al dinero mismo, la inconstancia
del dinero: el "plus" del plus- de- goce, y es esto lo que Pascal
Bonitzer ha nombrado "Ahora mismo, ya".
Esta expresión
"Ahora mismo, ya" marca la urgencia de gozar; hay que comprenderla en
referencia al tiempo que, como el dinero, "pasa volando" a toda
velocidad y sin fin. Sea como sea, para Barsac, las finanzas ya que "el
tiempo es oro", parecen mejor solución que la de Serge. Para este último,
el "cifrado" del espacio ya no se sostiene cuando el objeto perdido
(Solveig) reaparece: el tiempo ha pasado. "¿Qué has hecho con tu
cabello?" le pregunta ella. "Es cabello que se lleva el viento",
le responde nostálgicamente el poeta. El reencuentro con Solveig ha constituido
un "mal encuentro" para Serge: ha hecho volar en pedazos el espacio
de un cuerpo (ya lógicamente no constituido, más acá del estadio del espejo
lacaniano). Esos trozos estaban hasta ahí penosamente repegados y contenidos
por las cadenas de Markov. Esta experiencia de atravesamiento de la
imagen especular se hace en un contexto de exaltación matemático-mística.
De esta locura
del padre, queda algo en la hija (y es un hallazgo cinematográfico de Pascal
Bonitzer): en dos o tres ocasiones, en momentos subjetivamente intensos para
Nora, aparece brevemente un perro espantoso, un perro guardián sombrío
filmado a cámara lenta. El efecto es sorprendente. Sin embargo no se hará de
esta aparición una alucinación. Primero porque la imagen del perro se percibe
ya en un estado hipnagógico (una noche en vela de trabajo agotador en
casa de Barsac) o sea en un momento de agudo dolor físico (la caída en la acera
al querer alcanzar a Xavier al que ella ha "cazado"). Se hará más
bien del perro negro eso que para Nora no ha pasado al
significante ni ha pasado en su imagen… joven analista financiera lacónica, de
belleza fría y de aguda inteligencia, hay que verla sacar de su cartera roja su
ordenador portátil, para estudiar, cortante como una navaja de afeitar, tal o
cual operación financiera. Temible. Y Barsac, que hubiera querido que
fuese su hija, no se equivoca: ella es de la misma pasta que él. Ese perro es
la causa del deseo de Nora: esas fauces abiertas, babeantes, de
colmillos afilados, capaz de desgarrar no importa qué (tiene un ascenso
fulgurante en AB Finanzas… a expensas de otros, a los que aplasta casi a su
pesar, sin pensarlo). Es esta brutalidad animal la que aguijonea su
extraordinaria capacidad de trabajo, su sentido casi "instintivo",
feroz, para los asuntos de dinero. El Rojo y negro de la novel
a epónima de Stendhal, sin embargo, pueden llevar a la muerte (cf. el suicidio
fallido de Prévôt-Parédès, el socio de Barsac…) antes de que el amor por Xavier
se interponga.
Traducción: Fe
Lacruz
Notas:
NT: Posible
referencia a "Chemins du soleil", una carrera de resistencia (se
celebra en Francia, atravesando los Prealpes en mountain bike).
1 "Tout de
suite maintenant", filme coescrito y realizado por Pascal Bonitzer,
estrenado en junio de 2.016.
4 Bonitzer
Pascal, entrevistado en France Culture, 21 de junio de 2.016, op. cit.
5 Lacan J., El
Seminario sobre "La carta robada", Escritos, tomo II, p. 37; Siglo
XXI editores, 1ª edición.
6 Ibid., p. 46.
7 Bassols M., « Argent, temps et pas-tout », La Cause du
désir, n°85, p. 16-21.