La frase de Aby Warburg en nuestro título nos da la oportunidad de plantear las controvertidas relaciones entre el arte plástico y el psicoanálisis. El historiador Aby Warburg creó, a fines del siglo XIX, un método que le permite utilizar los testimonios figurativos de las artes plásticas como fuentes históricas y dio origen al hoy Warburg Institute con seguidores de la talla de F.Saxl, E.Panofsky o R.Gombrich. Warbug “se había detenido en la representación del movimiento del cuerpo, de los cabellos y las ropas en las figuraciones del siglo XV florentino (...). De un dato formal (la representación del movimiento de las ropas y los cabellos), Warburg había pasado a las actitudes de fondo de la civilización renacentista (...)”. En definitiva, Warburg trata de captar la relación entre las representaciones plásticas y los gustos o la mentalidad de tal sociedad mediante las Patholsformeln (fórmulas estilísticas copiadas de la Antigüedad e impuestas por temas y situaciones especialmente emotivos) en las que se reúne, en el análisis, forma y contenido.
Controvertidas relaciones
Intersección. Entrecruzamiento. Interferencia. Estas palabras han sido usadas para definir las relaciones entre el arte y el psicoanálisis.Para el psicoanálisis no se trata de fundar una estética dado que su campo implica una ética (el sujeto culpable, por ejemplo). Tampoco se trata de aplicarlo a ningún arte ya que “sólo se aplica a un sujeto que habla y oye” (Jacques Lacan). Sin embargo, el nacimiento del psicoanálisis está ligado al arte, no sólo porque el artista ha podido y puede ser un aliado del psicoanalista ante las ciencias que deshumanizan al sujeto o porque, por su fina captación del ser humano, el artista se anticipa al saber que arduamente conquista al psicoanálisis. El nacimiento del psicoanálisis está ligado al arte en el mismo testimonio de Freud quien relata en “El Moisés de Miguel Angel” que mucho antes de que inventara el psicoanálisis había conocido que un crítico de arte ruso (Ivan Lermolieff) hacia 1874, “había provocado una revolución en las galerías de Europa revisando la atribución de muchos cuadros a diversos pintores, enseñando a distinguir con seguridad las copias de los originales y estableciendo con las obras así liberadas de su anterior clasificación, nuevas individualidades artísticas. A estos resultados llegó prescindiendo de la impresión de conjunto y acentuando la importancia característica de los detalles secundarios, de minucias tales como la estructura de las uñas de los dedos, el pabellón de la oreja, el nimbo de las figuras de santos y otros elementos que el copista descuida imitar y que todo artista ejecuta en una forma que le es característica.” Freud descubrió mas tarde que el ruso era en verdad un italiano, Giovanni Morelli. “A mi juicio –dice Freud- su procedimiento muestra grandes afinidades con el psicoanálisis. También el psicoanalista acostumbra deducir de rasgos poco estimados o inobservados, del residuo –el refusé de la observación- cosas secretas o encubiertas.”Carlo Guinzburg, en su libro Mitos, emblemas, indicios, considera que, a fines del siglo XIX, se produce un uso preferencial de lo que llama “paradigma de inferencias indiciales” y los representantes más conspicuos de ese uso son, precisamente, Morelli, Freud y Arthur Conan Doyle (los residuos freudianos, las pistas en Sherlock Holmes, los rasgos pictóricos en Morelli).Ahora bien, ¿qué le interesa a Freud tanto en la obra de arte como en el síntoma?
Lo que hace vibrar al cuerpo
A Freud le interesan siempre los efectos de goce (desde el sufrimiento hasta el placer) y la causa de ese goce que produce la obra de arte (ya sea una pintura o un síntoma, dado que éste es un producto singular, propio del sujeto). El saber que un análisis puede obtener de esa causa y de ese efecto no afecta, en el artista, su capacidad de creación. El fantasma, muy común, de que esa capacidad podría ser aniquilada por un análisis sólo consigue mantener al artista en un sufrimiento excesivo del que Rainer María Rilke es uno de los ejemplos más patéticos. Por el contrario, el saber que proporciona un análisis permite al artista no sólo disminuir ese exceso sino que produce cierto saber-hacer con su sufrimiento que va en el sentido de propiciar su creación. Es el testimonio que nos da un gran artista plástico como Carlos Cañas: “La sensibilidad predispone al arte pero no es una condena al sufrimiento” o Antonio Pujía cuando confía que nació por segunda vez como artista en el diván.Si “Dios está en los detalles” es porque su singularidad lleva al artista hasta su propio límite, como recuerda Freud a propósito de Miguel Angel quien “ha llegado muchas veces en sus creaciones, al límite más extremo de lo que el arte puede expresar” y, en ocasiones, es esta travesía la que conlleva para él grandes costos junto con su goce. Esos límites son los mismos que explora el psicoanálisis en cada sujeto ya que, justamente, el síntoma neurótico es un límite que se impone al sujeto de tal modo que nadie va más lejos de lo que el síntoma le permite (hay grandes artistas que, por ejemplo, por sus fobias no pueden viajar en avión lo que les impide ciertas experiencias que alimentarían su arte y ¿por qué no? su fama). En el poema que cada uno es, el psicoanálisis permite una reescritura y una ampliación de los propios límites.
Dios y el goce de La mujer
Jacques Lacan, quien sin dudas suscribiría la frase de Aby Warburg tanto como Freud, nos hace captar lo que se ha llamado “la otra cara de Dios” con la frase de nuestro subtítulo. Según él hay un goce femenino que las místicas cristianas han experimentado y han tratado de trasmitir de un modo que pudiera ser puesto en palabras pero siempre subrayando la imposibilidad de transmitirlo del todo, ese goce de Dios que un hombre no podría experimentar salvo poniéndose en una posición femenina (como San Juan de la Cruz), es el que Bernini trató de plasmar en la obra que evoca el goce de Santa Teresa. Ese goce femenino no lo han experimentado sólo las místicas.Ciertas performances de algunas mujeres que trabajan con y a partir del cuerpo plantean multitud de interrogantes, no sólo el de si eso es o no arte sino hasta qué limites un sujeto puede llegar en nombre del arte para hacer vibrar al cuerpo. Y eso sin considerar qué significación tiene la emergencia de estas repuestas singulares para nuestra cultura. Las múltiples ganancias que las luchas feministas han logrado para las mujeres a nivel de su dimensión de ciudadanas plantean también nuevos interrogantes ante estas experiencias que, en algunos casos, llegan al límite de la vida. ¿Es que esas ganancias no han logrado el mismo suceso en la orientación de las mujeres respecto de su deseo y de su goce? Ningún sujeto puede ser igual al goce de su cuerpo y lo que otrora era un motivo en el arte (el sacrificio y el crimen en torno al cuerpo femenino) son las mujeres mismas las que ahora lo consuman.“Dios está en los detalles” quiere decir que, aún cuando el artista puede llegar al “limite más extremo de lo que el arte puede expresar”, él sostiene, a pesar de todo, algún límite aunque más no fuera el de su propia vida en los detalles donde se consume su goce.
Graciela Musachi
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