El pasado sábado 4 de junio Miquel Bassols,
psicoanalista en Barcelona y presidente de la AMP, acudió al posgrado “Actuación
clínica en psicoanálisis y psicopatología” de la Facultad de Psicología de
la Universidad de Barcelona. Aceptó la invitación que le dirigimos cuando el
posgrado era aún un proyecto en ciernes, lo cual otorga aún más valor a su
gesto. Y no sólo vino, sino que lo hizo de la mano de un recorrido excelente en
torno a la hipótesis fundacional del psicoanálisis: ese inconsciente que
primero fue freudiano, y ahora es, además, algo distinto. Una travesía
apuntalada por sueños de dos sujetos en análisis, y de un ilustre científico
que, a su modo, tiene al psicoanálisis como referencia: Antonio Damasio. El
inconsciente, lejos de ser una entelequia o un acto de fe, es efectivamente una
hipótesis, y que precisa ser validada en cada caso. ¿Pero qué real lo
verificaría?
Miquel situó que, de entrada, el inconsciente se
sostiene en el filo de la ética, pues su dimensión no se circunscribe a la
facticidad de lo óntico. El inconsciente no es un hecho en bruto, sino un
acontecer que interroga la legitimidad del deseo y la satisfacción. La apuesta
del conferenciante, remarcando de entrada esta constatación irrenunciable del
dispositivo analítico mismo, fue buscar un interlocutor privilegiado del
psicoanálisis desde su invención por parte de Freud: el discurso de la ciencia.
Así, su desarrollo entrelazó los dos ejes que cualquier praxis rigurosa que
concierna a lo humano merece situar en su principio: episteme y ética.
La ciencia, cuando cree que sabe, no siempre sabe en
lo que cree, advirtió Miquel. Cree, inevitablemente, en eso que permite la
transmisión, y que no sin pena puede excluir al sujeto: el significante. Ese
fundamento necesario al saber humano va de la mano, como recordó el físico
Erwin Schrödinger, con la suposición de una comunidad de saber, así como de un
saber previo a ella. Eso que en psicoanálisis se llama, desde Lacan, Sujeto
supuesto Saber. El término puede entenderse al menos de dos maneras:
suponer a un sujeto un saber, claro, pero también suponer al saber un sujeto.
Mientras que la primera es condición previa de la transmisión científica, esta
segunda lectura es forcluída por dicho discurso.
Al anularse en ciencia la posibilidad de suponer al
saber un sujeto, se garantiza que la escritura funciona como saber en lo real
de forma universal, sin equívoco. Dicho de otra forma: la ciencia no precisaría
lógicamente de autoritas para sostenerse. En eso es objetiva.
Podríamos leer además, en lo expuesto por Miquel, que si la ética del
psicoanálisis es suponer un sujeto al saber, la de la ciencia es suponerle al
saber un universal también al nivel de la comunidad: el semejante que sabría de
ciencia podría siempre ser cualquier otro, debería tratarse de un otro
referencial. De ahí la importancia de la revisión ciega por pares en las
publicaciones científicas. A lo largo de su historia, la ciencia siempre ha
requerido de un Otro impersonal que certifique su saber. ¿No es ésta una forma
de Dios?
Si en las ciencias duras consigue sostenerse, en lo
que refiere a la clínica de lo mental la no necesidad de autoritas
para sostener la verdad vacila. La aparición del DSM 5 ha evidenciado una
crisis de legitimidad. Y es que cuanto más descriptiva es una empresa (y el DSM
sin duda lo es en forma extensa) menos científica puede considerarse, en la
medida en que el campo ontológico no hace sino extenderse por razones que no
remiten a una episteme, al real que puede escribirse con signos. Por
ahí se cuela para algunos la indefinición de lo medido, y la arbitrariedad. El
proyecto RDoC, que busca unir biomarcadores (signos del organismo) al
padecimiento psíquico, persigue cortocircuitar cualquiera de los equívocos que
la palabra y la etiqueta diagnóstica no pueden sino multiplicar.
Frente a esta ansia de silencio, Miquel subrayó que
no hay biomarcadores del sentido de las palabras, o del padecimiento que éstas
inducen en cada sujeto. Y por ello no hay neurobiología del inconsciente,
contrariamente a lo que suponen los estudios de neuropsicoanálisis, que tratan
de situarlo en tal o cual área del córtex. El inconsciente, por otra parte, no
puede responder al principio de falsabilidad que Karl Popper estableció como
fundacional de lo que debería o no considerarse una teoría científica válida.
Una formación del inconsciente, ciertamente, no sólo no puede falsearse a
partir de experimentos ulteriores, sino que ni siquiera es replicable. No
parece pues que pueda haber certificación científica del inconsciente…
Sin embargo, la actualidad del discurso científico
permite concebir que nos encontremos en un momento manifiesto de crisis de
confianza en el que es su método. Respecto del campo de la psicología
científica de mayor prestigio, Science
publicó el año pasado una revisión en que 100 estudios psicológicos publicados
en revistas punteras durante el 2008 fueron replicados. Ésta arrojó que sólo 36
de ellos desembocaron en resultados significativos en el retest, que se esforzó
al máximo en copiar a cada experimento original. Los efectos observados, por
otra parte, fueron significativamente menores a los de la publicación
inaugural. Miquel sostuvo que sería interesante verificar caso por caso, para
ver cómo se han realizado estos retests.
Por su parte Nature,
el otro gran coloso de la publicación científica, señalaba hace menos de un mes
en su editorial que para sus lectores vivimos una importante crisis de la
reproducibilidad de los experimentos científicos. Sólo un 7% de los 1500
científicos encuestados consideran que no hay ningún problema de
reproducibilidad de los experimentos en la ciencia actual, mientras que un 70%
dicen haber tratado de reproducir los resultados de otro estudio sin éxito. A
la luz de estos resultados, parece poco consecuente denunciar al psicoanálisis
como pseudociencia por no conseguir la tan ansiada reproducibilidad de sus
hechos o resultados. ¿Esta crisis de la reproducibilidad no será, en cierto modo,
una crisis de confianza de la ciencia misma, y de las condiciones
socioeconómicas en las que invariablemente se produce?
El psicoanálisis evidencia, en cualquier caso, que
hay un saber singular, sin duda irreplicable, que puede producirse a partir de
la transferencia. Y va más allá incluso: sostiene que no hay clínica posible en
el campo humano sin que la transferencia medie en cierto sentido. La
transferencia es una creencia, sin duda. ¿Qué es preciso para dar un paso más,
para llegar a cierta certeza? Miquel propuso que es cuando hay acto por parte
del sujeto en la cura, y algo de la posición de goce se modifica, cuando puede
obtenerse una certeza que, sin bien no es universalizable, es transmisible. Lo
retomaremos más adelante. En cuanto al inconsciente, recordó que no puede
calificarse de hecho bruto, sino que se trata de un hecho dirigido a un Otro,
una entidad que no existía propiamente antes de la escucha de Freud.
La articulación de estas consideraciones sobre
transferencia e inconsciente permitió situar qué es el inconsciente
transferencial, del que Miquel nos brindó un sugerente ejemplo extraído de su
práctica. A la vez, ésta noción le permitió situar otro nivel del inconsciente,
también situado por dos ejemplos singulares: uno también de un analizante suyo,
el otro de un sueño de repetición que confiesa en uno de sus libros Antonio
Damasio, el famoso neurocientífico que evocábamos al inicio de esta reseña.
¿Qué es el inconsciente real? Para empezar, es aquél
que deducimos al constatar que poner en marcha al inconsciente transferencial
no alcanza siempre para modificar la posición de goce del sujeto. La
transferencia es insuficiente para hacer de un síntoma una certeza, y de ella
no puede deducirse necesaria ni lógicamente un acto que permita escribir una
nueva elección de satisfacción. El inconsciente real, es aquél con el que el
analizante se topa, ahí dónde constata que algo no cesa de no representarse. Lo
traumático, justamente eso: lo que se presenta como lo que no cesó de no
ocurrir.
En el ámbito humano, lo que representa es el
significante. Sin embargo, Miquel planteó que cuando habla, el ser hablante
hace algo más que concatenar significantes; hablar implica escribir algunas
letras en el aparato psíquico. Junto a lo que se escribe, que permite
coordenadas de goce, hay lo que no se escribe: hay un malentendido traumático,
estructural… que puede enunciarse mediante el conocido aforismo “no hay
relación sexual”. Dicho de forma más clara: nada en lo real dice la forma de
vinculación entre dos cuerpos sexuados.
Miquel ilustró esta articulación entre escritura y
real a partir de una historia, acerca de lo verdadero y lo falso. Un hombre,
enviado a Siberia en tiempos de censura, acuerda con sus amigos un código que
permita hacer pasar mensajes cifrados que los censores no puedan comprender. Si
la carta está escrita con tinta azul, su contenido es verdadero; si está
escrita con tinta roja, es falso (y, en ese sentido, es lo que permitiría
deducir la verdad aún ahí dónde no es posible enunciarla). De entrada, vemos
cómo el hecho de que algo esté escrito permite un funcionamiento que, de ser
dicho, no sería posible.
La primera carta llega escrita con tinta azul: tras
narrar las bondades de la vida siberiana, el final de la carta sentencia: “lo
único que no podemos conseguir aquí en Siberia es tinta roja”. Queda puesto en
acto, escritura mediante, que hay lo imposible de escribir, eso que se
escribiría en tinta roja. Miquel señaló que esta falta de tinta roja es
estructural, no accidental. Falta la tinta roja para que los sexos se
comprendan, para decir la verdad sobre la verdad, para decir todo el saber,
para decir lo real de la experiencia traumática.
Un análisis es ese esfuerzo por tratar de escribir
con tinta azul lo real traumático del goce, a falta de tinta roja. Se trata,
sin duda, de algo más que una elección. Es una necesidad ética, que de llevarse
lo bastante lejos produce cierto tipo de certeza.
A la conferencia siguió una mesa redonda, que
permitió un debate animado en torno de varios de los puntos expuestos por
Miquel, haciendo del conjunto un espacio de enseñanza para todos. De cara al
curso que viene, en el cual realizaremos un máster además del posgrado,
mantendremos este formato de trabajo. Sin duda nos permitirá una elaboración
razonada siempre que nos sea posible contar con invitados de la generosidad
epistémica de Miquel Bassols.
From: http://blog.elp.org.es/
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