15 de junho de 2016

XV Jornadas de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis. MUJERES. Un interrogante para el psicoanálisis


Mujeres.

Un interrogante para el psicoanálisis. 


Un lazo especial liga al psicoanálisis con las mujeres. Fueron ellas quienes le abrieron a Sigmund Freud las puertas del inconsciente y lo condujeron a la creación del psicoanálisis. Desde entonces, la pregunta freudiana “¿qué quiere la mujer?” es central para la práctica analítica.

Sobre la cuestión de la femineidad han meditado los hombres en todos los tiempos, pero no solo ellos han sudado ríos de tinta y de pasión frente a este misterio: también a ellas les afecta.

El psicoanálisis demuestra que lo femenino, “por la naturaleza de las cosas, que es la de las palabras” , constituye el prototipo de la alteridad para todo ser hablante. Existen “las mujeres”. Son ellas las que acuden al psicoanálisis ofreciendo una variedad de figuras, tanto más diversas cuanto que no existe la esencia que definiría lo que es “La Mujer”.

El enigma de lo femenino sigue perturbando la pretendida universalidad de los ideales y de los valores establecidos. El psicoanálisis de orientación lacaniana revela que todo intento de reducir la diversidad femenina a la totalidad de un universal, produce daños en la subjetividad y en la cultura que pueden resultar irreparables. Jacques-Alain Miller, interpretando la actualidad, ha señalado que la aspiración a la virilidad, clásicamente descrita por Freud, ha sido sustituida hoy por una aspiración a la feminidad. Este cambio no se deriva solamente del auge del feminismo o de la inclusión de las mujeres en la cultura, la economía y la política, sino que se debe, fundamentalmente, al avance de una sociedad que va acostumbrándose a la disolución de los ideales normativos, en particular de aquellos que pretenden regular las relaciones entre los sexos.

Al mismo tiempo, el odio y el repudio a las mujeres sigue vigente. El esfuerzo por frenar la violencia de género mediante campañas educativas y de prevención, no parece producir más que un registro estadístico de casos sin obtener los resultados que se esperaban. No olvidemos que hay lugares del mundo donde las mujeres son objeto de un rechazo y de una degradación culturalmente admitida en todos los niveles de la vida pública y privada.

Los cambios producidos en las sociedades contemporáneas occidentales han modificado los roles que clásicamente daban un sentido y un lugar a las mujeres.

La mujer actual puede jugar la partida de su vida en la lógica masculina, tanto en el plano erótico, como en el profesional. Sin embargo, esta estrategia tiene sus inconvenientes: cuanto más funcionan como “ellos”, más se pierden a sí mismas. La experiencia clínica nos enseña que la separación entre amor y sexo conduce a muchas mujeres al sufrimiento, pues el amor, en sus distintas formas, sigue siéndole a la mayoría de ellas imprescindible.

Hablar-amar-gozar es la secuencia habitualmente necesaria en la vida erótica de las mujeres. Ellas pueden dirigir una y otra vez su demanda de palabras contra el muro de un partenaire hermético, o quedar deslumbradas por aquel o aquella cuyas palabras las transportan a un estado de felicidad extra-ordinario.

En el extremo, encontramos cierta “locura” femenina derivada de la búsqueda de un amor absoluto por el que algunas estarían dispuestas a darlo todo: su dignidad, sus bienes e incluso la vida. El estrago, entendido como una devastación que no conoce límites, es el precio que esas mujeres pagan por su demanda insaciable de amor.

En síntesis: la relación entre los sexos se convierte en un asunto de discurso asegurado a perpetuidad. El deseo es una búsqueda inacabable y el amor un modo de “salvar” los escollos. En ese sentido, el presente no difiere del ayer o del mañana. La femineidad fue, es y seguirá siendo objeto de interrogación constante.

Lo novedoso es que al discurso dominante no le interesa abordar las grandes preguntas. Vivimos en el tiempo de las respuestas para todo, de las que provienen de la ciencia con su causalidad genética y neurológica, de las que nos llegan de la psicología en términos de adaptación de la conducta o de las que ofrece la técnica con su voluntad ilimitada de actuar sobre lo más íntimo de la vida humana.

Es un espejismo creer que mediante el estudio del genoma o del cerebro la verdad del ser hablante llegará a revelarse, dado que existe un límite infranqueable del que ningún saber puede dar cuenta. La mujer es uno de los nombres de este límite. Por otra parte, constatamos la aparición de nuevos semblantes y formas inéditas de “apareamientos”: están las mujeres que se convierten en hombres, las que acceden a la maternidad mediante el esperma o el óvulo de donantes anónimos, las que se casan con otra mujer, las que están solas, las que dirigen empresas y las que hacen cuadrar ejércitos.

La clínica psicoanalítica nos demuestra que en esos laberintos existe la posibilidad de que una mujer pueda encontrar su propia solución. Se trata de orientarse según el modo singular de goce de cada cual y darle la dignidad que merece.

Jacques Lacan nos invita a dejarnos interrogar por lo femenino, a sabiendas de que nunca podrá ser dicho en su totalidad, lo que no impide que el discurso analítico pueda proporcionar algunas referencias sobre las mujeres, una por una. 

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