2 de dezembro de 2017

Serge Cottet. Hommage / Homenaje, par Éric Laurent



 
 
 
 
Homenaje

Serge Cottet y sus Master Class
 

¡Es demasiado! En tan poco tiempo, haber perdido a Nepo en Buenos Aires y a Serge Cottet en París. ¡Qué tiempos tan crueles! No conocía a Serge Cottet desde siempre, pero le conozco desde el inicio del Campo Freudiano. Trabajamos juntos, primero cuando se embarcó en la aventura del Departamento de Psicoanálisis en Vincennes, luego en el Seminario de DEA, luego en la École de la Cause freudienne, más tarde en París 8 y todo lo demás.

Desde su primer gran libro, Freud y el deseo del psicoanalista (1982), posteriormente en su tesis de 1994, sostenida con Jean-Toussaint Desanti, nunca dejó de recorrer, con talento, rigor y precisión los caminos del “inconsciente de Freud a Lacan”. Agregado de filosofía, escribió textos clásicos en la orientación lacaniana y actualizó sin cesar la clínica psicoanalítica. Sus grandes artículos recorren el campo clínico. Desde el primero, “La bella inercia (nota sobre la depresión en psicoanálisis)” (1985), nos acompañan. También destacaría “A propósito de la neurosis obsesiva femenina” (2007) y “Lacan y el crimen”, publicado en su última recopilación, El inconsciente de papa y el nuestro (2012), sin olvidar “La hipótesis continuista en las psicosis” (1999), texto de actualidad para el próximo Congreso de Barcelona sobre “Las psicosis ordinarias y las otras”. También escribió sobre la clínica del niño y la del adolescente. Su disposición clínica guió por mucho tiempo la experiencia del CPCT. Sus libros son otros tantos faros que sirvieron de orientación a sus lectores.

Su Seminario de Doctorado de París 8 era un punto de encuentro para todos aquéllos que frecuentaban el Departamento de Psicoanálisis y formó a generaciones de estudiantes, de Francia, de Navarra y de muchos otros lugares. Su exigencia arisca y seductora era de todos conocida y le permitía a cada cual dar lo mejor de sí apoyándose en la generosidad de su enseñanza.

Era, sobre todo, un compañero seguro y el amigo presente en todas las peripecias que marcaron la historia del Campo Freudiano. Su humor cáustico, que nos hacía reír tan a menudo, era capaz de hacernos olvidar que algún día él pudiera faltar. Por otra parte, no había mejor músico. Hasta el fin, mantuvo su nivel de excelencia en el violín, frecuentando las más diversas Master Class. Sentimos que no haya podido dar el gran concierto de sus sueños. Nos será imposible oír a los grandes representantes de la Escuela rusa, a quienes admiraba, sin pensar en él.

Con esta nota le digo adiós y trasmito a su familia y a su hija mis doloroso pésame.


Eric Laurent
1 de diciembre de 2017

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