El psicoanálisis y la religión, hacen de estas páginas un intento de transmisión simbólica en torno a un tema tan apasionante como complejo. Partimos del hecho que lo simbólico está siempre en función de creación, es una intensión insatisfecha de saber y verdad. Sin embargo, la contingencia eventualmente esclarece la maleza y aclara a la otra satisfacción.
El psicoanálisis y la religión, traducen gran parte de la fe en la que se inserta un sujeto alienado. Sin embargo, hay un anverso y un reverso, cara o cruz, que como en toda apuesta se pierde de entrada.
Empero, este texto contiene cierta herejía, no cínica, canalla, ni histérica: que sentencia lo erróneo, la injuria, ultraje, daño, incompletud, delito o falta en el Otro. En estas líneas, el lector se topará con que hay una inconsistencia de S (A/), es decir un hablanteser.
Si se empieza con el amor y se desemboca al desecho, no es sin la necesidad de una creencia, una doctrina más y su voto de confianza en la suposición de un saber inconsciente, que es sin duda, el resorte para quienes nos embarcamos en un recorrido y sus trayectos analíticos. Pues la religión y su abanico de creencias, marcan la estructura del parlêtre.
En la religión católica, la fe es la primera de las tres virtudes teologales, asentimiento a la revelación de Dios, propuesta por la Santa Iglesia. En nuestra parroquia, para esta ocasión, se trata del particular estilo encarnado en la letra de doce autores -no doce apóstoles- Doce analistas que se hacen un lugar, en un acto más allá del manto que San Martín le da al mendigo, y como no-se-sabe lo que quiere el mendigo, nos limitamos al acto de escribir en torno al “Psicoanálisis y la Religión”, que no es la vana simplificación binaria ni la articulación de dos conceptos. Quizás simplemente se trate de una suerte de significación, que Lacan bien explora en el santo; es decir lo inédito encarnado en el plus- de- gozar.
Si para este mestiere nos convocó en el camino de compilar, Johnny Gavlovski E., compañero de letra cursiva y quien para esta ocasión también escribe, nos encontramos una vez más dilucidando en torno al psicoanálisis y esta temática que no deja de cuestionar al parlêtre en sus creencias y creaciones, que sin más, aquí o allá, resurgen. De esas apariciones que siempre retornan, los vientos se hicieron favorables para que en este momento, sea conveniente hacer una compilación, para su oportuna conversación. No sin Lacan y su referencia a la escritura a-semántica. Pues hay algo, que no es la proporción sexual -que no hay- sino “eso” que nos orienta “por” lo real. Estar orientados por lo real del goce opaco, su sustancia y la verdad mentirosa; hacen de estas páginas una muestra de que lo simbólico es un puente para aceptar que lo imaginario tiene consecuencias en lo real.
Lacan, con su enunciado “yo soy freudiano”, y Freud con su pasión por el Padre, siempre estuvieron de una u otra manera investigando la religión.
Dicen que la fe mueve montañas... pero también una simple pizca de ella mueve y conmueve al cuerpo, que no es sólo goce. Así esta dosis de fe, trasciende mares y montañas, en la letra de algunos miembros de la Asociación Mundial de Psicoanálisis, que sin saber ni verdad, plasman este escrito que a su vez opera en la cura y la formación de quienes nos orientamos por la iluminación del psicoanálisis. Estando al tanto que, lo que hay en este texto es para leer a cerca de lo que no-se-sabe, para plantear sus paradojas e imposibilidades, es decir lo que la propia experiencia topa como real.
Un estilo, un rasgo propio del singular modo de hacer en psicoanálisis, va de la mano de la cualidad que cada autor encuentra para saber-hacer transmisible un texto.
Jacques–Alain Miller, Éric Laurent, Miquel Bassols, Marcela Antelo, Sergio E. Cordeiro, Raquel Cors Ulloa, Antonio Di Ciaccia, Celio García, Juan Carlos Indart, M. Elena Lora, Jésus Santiago y Silvia Tendlarz, respondieron a esta invitación para que el lector asuma este tema según sus propias cuestiones y prosiga a dilucidarlo.
Una lectura que hace Éric Laurent, de la variedad teológica entre el Mal y el Bien, el amor al prójimo como a sí mismo: que no es otra cosa que el odio a sí mismo. Puntúa en estas páginas, que un analista no se deja llevar a lo peor!
Antonio Di Ciaccia recorre la doctrina del padre en las escrituras del Antiguo y Nuevo Testamento, los cuestionamientos de Santo Tomás y la Suma Teológica. Una repartición de la Trinidad, esta vez de los redondeles real, simbólico e imaginario.
Silvia E. Tendlarz, ahonda el exterminio del discurso; el Holocausto del significante neutro, para nombrar el terror y el exterminio. Shoá, Auschwitz donde no se moría, “se producían cadáveres”.
Miquel Bassols da cuenta de cómo el amor, la palabra y la letra pueden ser una expresión en la singularidad de un caso, un caso catalán, el de Ramón Lull.
Amor, resonancia de un decir en el Otro, esa creencia en el amor que nos tiene agarrados, sin duda dice Indart, somos religiosos y no lo sabemos. Pero, ¿cómo se verifica que esa creencia que nos estruja ha cesado?, quizás se trate de algo nuevo “en” el amor.
Una reflexión de Marcela Antelo, en torno a la tumba del hombre de izquierda, tumba que hoy está vacía, hoy cuando los gadgets se han quedado con su alma.
Sergio E. Cordeiro hace un recorrido por el proyecto secular freudiano de la ecuación psicoanálisis - ateismo, hasta la necesidad o contingencia del ateismo, para un analista practicante.
Jésus Santiago, toca la superstición, como una modalidad de creencia más allá del padre, -un sobreviviente en el plano de la creencia- cuando la religión monoteísta fue precedida por la fase animista.
Celio García, se deja cuestionar por la ineficacia simbólica y por nuestros propios términos del psicoanálisis aplicado. Cuando la religiosidad y las tradiciones no son un universal occidental, sino la vivencia particular de una expresión o de una identidad, ya sea en Ruanda, Kosovo, Brasil, Perú o Paraguay.
Como un “yatiri”, María Elena Lora hace su diagnóstico de la hoja sagrada de coca, oriunda hoja de la mitología andino-boliviana en la cultura aymara y quechua de ese país, cultura que aún sobrevive, subsiste, persevera ante el aniquilamiento global de las creencias y tradiciones originarias.
Finalmente Jaques-Alain Miller, retoma la fórmula Yo soy el que soy, Yo soy el que es, no del Dios de los filósofos, del saber supuesto, sino el Dios que puede decir Je, el Dios que es un hablanteser. No es casual que Miller toque la carne... lo que “encarna” en cada analista y su función, la apuesta donde lo real aparece como un tropiezo del camino simbólico.
Recientemente, previo a este prólogo, tuve la ocasión de establecer unos textos para la Asociación Caraqueña de Psicoanálisis. La expectativa por el resultado físico de un objeto llamado libro -que a veces tenemos en demasía sobre los estantes, del cuerpo imaginario-simbólico- fue una dilación con cierta espera. Resulta que cuando finalmente los libros salieron de imprenta, ¡nos topamos con una falla! una omisión simbólica, que hacía del texto un objeto imperfecto. La justificación de la editora fue, que “jamás hubo un libro perfecto” y que ante un caso de error, como el que se nos presentó en aquel momento, éste se resuelve acudiendo a la fe de erratas, es decir una enmienda a la falta. Pero lo cómico, nos contaba la editora, es que una vez sí hubo un libro perfecto al que le anexaron un párrafo para dar cuenta de tal virtud.... Sin embargo, en dicho párrafo apareció un error...
Así, espero con ansias que este texto, con su rasgo lacaniano, nos procure el arco y la tensión del resorte que procura la inconsistencia de una fe de erratas.
Raquel Cors Ulloa
Información en Argentina Info Viví Libros <info@vivilibros.com>
Información en Venezuela gavlo7@yahoo.es
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