9 de fevereiro de 2010

El Debate de la Escuela Una (II)


Escuela de la Orientación Lacaniana

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Postal


En esta oportunidad, se reúnen bajo el título "El Debate sobre el Pase", dos textos traducidos al español, que fueron extraídos del Journal des Journées Nº 56 y 69 con una breve introducción a cargo de Marta Serra.
Esta selección fue realizada por la ELP y publicada en "El debate de la ELP" Nº 19, nueva serie, con fecha 17 de enero del 2010.


Cordialmente
Dudy Bleger
Presidente de la EOL

¿Cómo se inició?

Marta Serra

Quizás algunos se pregunten ¿Cómo empezó todo este debate sobre el pase que se está publicando?

Sophie Gayard envió una contribución a Jacques-Alain Miller para su Journal des Journees. Su texto, publicado el día 12 de noviembre de 2.009, de manera imprevista, tuvo un valor de interpretación al conjunto de la Escuela que dio la fuerza necesaria para abrir las compuertas que contenían la participación de muchos otros; se publicaron 82 textos en pocos días, y el 9 de diciembre, Jacques-Alain Miller publicó "Mirada atrás" donde analizaba lo sucedido. Encontrarán ambos textos a continuación.

Eso no fue el punto y final, todavía se publicaron 42 textos más. En total participaron más de 120 colegas: AEs, pasadores, pasantes que no fueron nominados, componentes de cárteles del pase de distintas épocas, analizantes en análisis, miembros destacados de la Escuela, jovenes recién llegados, no miembros de la Escuela ... El pase, esta es la evidencia, es el legado de Lacan para todos y de todos.

Además, este fin de semana, todos aquellos que mandaron su contribución, se han reunido en París para poner en palabras la letra escrita, encarnarla y tratar de construir la vida futura del pase, juntos.Del debate seguro que nos llegarán ecos.

La Cuestión del pase después de la Asamblea General

Sophie Gayard

Desde el sábado por la noche, en el intermedio de las formidables Jornadas que acaban de producirse, tengo que arreglármelas conmigo misma por un algo que no va. Desde el sábado por la noche, es decir, desde la asamblea general de la

Ecole. Se inició una discusión respecto al pase después de que Gil Caroz, muy juiciosamente, no dejara pasar la observación de Bernard Seynhaeve sobre – decir poca sería decir demasiado – la ausencia de nominación de AEs desde hace más de un año. No tomé la palabra pese a que no estaba de acuerdo con una parte de lo que escuché. Esto es lo que produce mi descontento conmigo misma.

Hice el pase no hace mucho tiempo y no fui nominada AE. ¡Es un contexto que no pone demasiado fácil tomar la palabra sobre ese asunto! Toda crítica podría ser achacada a mi despecho. Todo desacuerdo correría el riesgo de ser escuchado como queja, incluso. ¡Y si me defendiese demasiado, sin duda, se me replicaría que es denegación!

Si bien por un lado debo sacar por mí misma y sin que interese a nadie las consecuencias de esta aventura en mi relación a mi análisis y a la causa analítica en general, por otro lado quizás pueda también extraer algunas enseñanzas más generales de esta formidable experiencia de la que, estimo, deberíamos decir más sobre la oportunidad que representa para cada uno de nosotros, hagamos o no la experiencia, y sea cual sea el resultado.

Me asombra que, cuando hablamos del pase, esencialmente hablamos de los AE y, más particularmente la otra tarde, de su devenir. Por supuesto, eso tiene su lógica y también su pertinencia. Pero, en el momento actual, para reconsiderar la cuestión del pase en su conjunto, ¿no convendría tomar las cosas por otro lado? Lo que está en juego es el lugar del pase en la Escuela más allá de los discursos acordados sobre esta cuestión. Veo una homología con la batalla concerniente al lugar del psicoanálisis en el mundo. Es una batalla de cada instante, quizás siempre a punto de ser perdida, imposible sin duda, sin victoria garantizada, siempre a recomenzar. ¿Cómo nos ocupamos en la Escuela del pase? ¿Nos ocupamos bien? ¿Como podemos ocuparnos mejor?

Ciertamente, podemos sentirnos desolados porque el buzón del secretariado del pase esté vacío (¿es tanto así?), pero diciendo eso, ¿no nos damos cuenta de que estamos, no sé como decirlo mejor, poniendo «la falta del lado del otro»? Es esto lo que me resonó de manera desagradable el sábado por la noche. Porque el dispositivo implica a cada uno en la Escuela. ¿Qué dicen los pasadores ?¿qué dicen los analistas que los nombran ?¿Qué dicen los pasantes que no son nombrados?¿Qué dicen los analizantes que dudan en presentarse?¿Una cierta recopilación de esas múltiples experiencias, pese al uno por uno que las singulariza no podría aclarar también la reflexión que se impone? Ya que el pase no existe sin todos ellos. Ciertamente, lo esencial del asunto, lo que está en juego es el AE. Es de él de quien esperamos los esclarecimientos sobre el pasaje de analizante a analista, sobre el misterio del deseo del analista, sobre lo que se puede analizar de la experiencia misma de la Escuela. Pero, para que haya AE, por lo menos uno de vez en cuando, se requiere muchos uno por uno que, cada cual desde su lugar, contribuya a mantener vivo este dispositivo sintiéndose concernido por él. Es entonces la relación al pase de cada uno, uno por uno, lo que está en juego pero en la medida en que cada cual consienta a sacar las consecuencias en acto sobre la política misma de la Escuela que aloja el procedimiento.

Traducción: Alicia Calderón de la Barca

[JJ Nº 56, 12/11/09]

MIRADA ATRÁS

Jacques-Alain Miller

El debate sobre el pase en el Journal des Journées se encamina hacia su primera escansión suspensiva: mañana a las 20.00h, el Journal cesara de aceptar nuevas contribuciones sobre el tema. Su editor tiene ganas de echar una mirada atrás, como para ver la anamorfosis de los Embajadores. ¿Cómo diablos ha empezado todo esto?

1

Apenas conozco a Sophie Gayard. Recuerdo haber tomado una copa con ella en la terraza de La Marquise, en la esquina de Vaugirard con boulevard de Montparnasse, en compañia del equipo que salía de corregir un número del Nouvel Âne.

La volví a ver otra vez, el año pasado, en mi despacho, a demanda mía, para evocar las entrevistas que había tenido con los candidatos a entrar en la Ecole.

Es de Sophie que, el miércoles siguiente a las Jornadas de noviembre, recibí una carta que publiqué inmediatamente, casi tal cual: creo recordar haberle pedido autorización para quitar un signo de exclamación.

Releo esa carta. Candidata rechazada en el procedimiento del pase, Sophie había debido hacer un esfuerzo para escribirla, franquear una reserva que se adivina serle, si puedo decirlo, natural. Una voz se eleva, dulce, modesta, que no acusa a nadie sino a la que habla:

“Desde el sábado por la noche, en el intermedio de las formidables Jornadas que acaban de producirse, tengo que arreglármelas conmigo misma por un algo que no va. Desde el sábado por la noche, es decir, desde la asamblea general de la Ecole. Se inició una discusión respecto al pase después de que Gil Caroz, muy juiciosamente, no dejara pasar la observación de Bernard Seynhaeve sobre – decir poca sería decir demasiado – la ausencia de nominación de AEs desde hace más de un año. No tomé la palabra pese a que no estaba de acuerdo con una parte de lo que escuché. Esto es lo que produce mi descontento conmigo misma.”

Dice entonces algo simple y audaz a la vez, y perfectamente original: que la cuestión del pase no se reduce al AE, que conviene «tomar las cosas por otro lado»; que «es el lugar del pase en la Ecole lo que está en juego», que es «una batalla de cada instante» homologa de «la batalla sobre el lugar del psicoanálisis en el mundo».

Y he aquí que, al final del texto, la voz, voz de escritura, pequeña voz de una mujer descontenta consigo misma, desplaza su punto de emisión para convertirse en la voz de algo así como el espíritu del psicoanálisis – desechando los discursos afectados, interpelando, interrogando a cada uno de nosotros:

Ciertamente, podemos sentirnos desolados porque el buzón del secretariado del pase esté vacío (¿es tanto así?), pero diciendo eso, ¿no nos damos cuenta de que estamos, no sé como decirlo mejor, poniendo «la falta del lado del otro»? Es esto lo que me resonó de manera desagradable el sábado por la noche. Porque el dispositivo implica a cada uno en la Escuela. ¿Qué dicen los pasadores ?¿qué dicen los analistas que los nombran ?¿Qué dicen los pasantes que no son nombrados?¿Qué dicen los analizantes que dudan en presentarse?¿Una cierta recopilación de esas múltiples experiencias, pese al uno por uno que las singulariza no podría aclarar también la reflexión que se impone? Ya que el pase no existe sin todos ellos.

2

¿De dónde hablaba esa voz? Y ¿con qué derecho hablaba? Pues bien, con el derecho a hablar, simplemente – derecho por suerte preservado en esta École, derecho a hablar sin tener título para hacerlo, derecho a hablar a tontas y a locas, sí, a veces y sobre todo cuando las bocas autorizadas están mudas, y toman como una decisión de alta política mantenerse missing.

Total, que una Sophie descontenta de si misma supo hacer lo que un Colegio del pase no ha sabido, podido, querido hacer: autorizarse de si mismo; invitar a la Escuela a hablar; interpretar el deseo de esa Escuela, más allá de sus miembros legales; e inscribir la cuestión del pase en la política del psicoanálisis.

Yo soy el primero en sufrir de la insuficiencia de ese Colegio, precisamente porque me debe su nombre, su existencia y su función estatutaria.

3

Ese Colegio se ha puesto fuera de juego él mismo. «No estoy para nadie ».

Sus miembros no están en tela de juicio, son excelentes colegas, y tan pronto se han liberado de sus imposiciones, han tomado con premura su lugar en el debate. Pero ese debate, la gran compuerta que se abre, no se la debemos ni a ellos, ni a mí, se la debemos al coraje de una voz menuda.

Un Colegio reunido a puerta cerrada, y librando sus recomendaciones a un Consejo, él mismo impenetrable, eso era necesario en 1982 para reanudar la experiencia del pase, cuando Lacan ya no estaba. Sus alumnos – alumnos supuestos, ex-listillos que habían entendido que el medio más seguro para llenar sus consultas, consistía en pegarse a Lacan lo suficiente como para que se desviara sobre ellos alguna lentejuela de su traje de luces- sus alumnos se habían afanado en renegar del pase, calumniarlo, ridiculizarlo, pisotearlo.

Y bien, ese Collège modelo 1982, revisado en 2007, ha implosionado bajo nuestros ojos. Los supervivientes se han precipitado al Journal des Journées, donde se han reunido, uno por uno, con todo el mundo. Han hecho muy bien. Eso significa algo: que desde ahora los fundamentos del pase serán discutidos por todos, a cielo abierto.

¿Oportunismo? ¿Populismo? ¿Adaptación à la «modernidad», quizás a la «postmodernidad»? Simplemente es un retorno a las fuentes. Si el pase ha echado raíces en la Ecole de la Cause freudienne, es por tres razones:

1. Porque yo había demostrado, ya durante la disolución de la École freudienne de Paris, que esa no era una parte desechable de la enseñanza de Lacan, sino un punto neurálgico cuya ablación era imposible, salvo abandonando el campo freudiano propiamente dicho;

2. Porque yo le había dado forma operatoria mediante la redacción de dos textos reglamentarios, en los que cada palabra había sido colocada, sopesada, escrutada, argumentada, en el curso de largos, de interminables debates, durante un año entero;

3. Porque obtuve respecto de esos textos la aprobación casi unánime de los miembros de esta École, expresados por un voto durante una Asamblea general extraordinaria.

El crédito que este procedimiento a cielo abierto le dió al pase, fue incrementado por la pertinencia de ciertas nominaciones (no todas) que se revelaron convincentes. Ese crédito ha sido dilapidado. La futilidad del último Colegio del pase ha acabado de agotarlo. En adelante, el capital-confianza está vacío. Por consiguiente, conviene reconstituirlo.

No bastarán algunos retoques, dos o tres parches, para que la economía libidinal del pase se reactive. La primera condición para superar la crisis del pase en la ECF consiste en reconocer sin ambages que el pase de papá está muerto.

Se tratara de refundarlo en 2010, como supimos hacerlo en 1982.

4

El Consejo de administración que, en 2007, tomo a su cargo modificar un texto votado por la casi unanimidad de los miembros, cometió sin duda alguna lo que se llama en buen francés un abuso de poder.

¡Oh! No acuso a sus miembros: supe el procedimiento elegido, enuncié mi desaprobación, pero no me sublevé, dejé hacer; pese a estar todo patas arriba, la afirmación repetida de la supremacía del «Bureau» parecía prometer un resuelto esfuerzo para reanimar el pase.

El hecho es, a decir verdad, de poca importancia, al lado de la deconstrucción metódica de que ha sido objeto el sistema del pase que yo había montado.

Un ejemplo. Durante una reciente reunión del Consejo a la que asistía a título de invitado –la primera en la que he aceptado participar después de numerosos años – Esthela Solano me dijo, sin ser desmentida, que, desde hace siete años, no se hacían más enseñanzas de los Cárteles del pase. «Considere usted que me he caído de la silla» le dije. En efecto, la obligación de enseñanza de los Carteles del pase figura, o figuraba, como es debido en los estatutos.

Los estatutos no son nada si el deseo no está.

5

En definitiva, esto permite la esperanza. El pase fue, si puedo decirlo, construido por la mano del hombre, fue destruido por la mano del hombre, puede ser reconstruido por la mano del hombre.

La atonía, o incluso la asfixia del pase en la ECF tiene razones precisas. No todas son tan evidentes como las que he evocado, ciertamente, pero pueden ser cernidas. No hay ningún misterio. Hay causas, hay efectos.

El instante de ver de Sophie Gayard fue el punto de partida para todos nosotros, le siguió una cascada de «testimonios» que repercutieron la sorpresa.

La próxima «Conferencia sobre el pase», inaugurará formalmente el tiempo para comprender, que se instala ya prudente pero de forma decidida en estas páginas.

El momento de concluir llegará a su hora y en su lugar.

6

Hasta el momento, el pasador ha sido curiosamente ubicado como el centro de interés. El batallón de contribuciones provenientes del Colegio del pase ha influido en este sentido. Resulta que lo más sustancial de su primera reunión (el secretariado me ha hecho llegar el acta), una “ronda de palabras” que tomo tres horas, consistió en el cautivante testimonio sobre ese tema.Y todos, o casi todos, hicieron lo mismo. Sin embargo, ¿era ese el buen hilo del que tirar?¿el único?

Se hubiera podido centrar el interés, por ejemplo, en los jurados. Entonces, se habría percibido la desaparición de las enseñanzas. Se habría sabido que los informes de los Carteles del pase habían cesado de ser publicados en la revista desde 2002, según me han dicho. Se habría llegado a cuestionar el deseo de los Carteles de estos seis últimos años y la intepretación del deseo de la Ecole por esos Carteles. Se habría tematizado el deseo de nombrar y el deseo de no nombrar, el deseo de alentar y el de desalentar.

Los Carteles del pase, durante su tiempo de función, son el Otro al que nos dirigimos. ¿Cual era, estos seis últimos años, su mensaje, más allá del enunciado?

Sin duda, no se puede nombrar a todo el mundo. La máquina necesita rechazados. Y estos no tienen razón alguna para alegrarse ni para aceptar los argumentos de sus jueces. Pero un afecto recurrente de desánimo parece haber provocado en la Ecole una epidemia. También ha afectado a los Carteles mismos, que se han recluido en el silencio.

Ahora se necesitan las cifras. ¿Cuanto tiempo aún deberemos esperarlas?

7

¿Cómo serán los cárteles del pase en la ECF después del uno de enero?

Yo estaré en uno. Éric Laurent en el otro. Miquel Bassols y Serge Cottet, ex-más unos, también se repartirán, así como los AE, Bernard Seynhaeve et Antoni Vicens. He aquí lo que resulta de los últimos seis años. Dos pasadores serán elegidos por sorteo. Dos más-Uno serán elegidos.

Por mi parte, quisiera dedicarme desde ese lugar a mantener en la École el espíritu de las Jornadas. Con el conjunto de los miembros, y los famosos “recién llegados” trabajaré gustosamente en repensar y refundar para el siglo XXI la preciosa invención de Jacques Lacan, la de un procedimiento que permite verificar el final de un análisis, desbaratando la cooptación y cierre («Serrata del Maggior Consiglio» de Venecia que prefieren naturalmente las personas bien instaladas.

Traducción: Marta Serra

[JJ Nº 69, 9/12/09]





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