“MEJOR QUE IR A TERAPIA”
Este título es el texto de una propaganda que salió el día 12 de febrero de 2010 en la página 13 de El País. Es una frase que aparece, usando la técnica de la perspectiva, en la parte superior de la página sobre un fondo negro generalizado. Con letras grandes y anodinas y de un tamaño ascendente de más oscuro a más blanco, va fugando de izquierda a derecha, de una forma lateral, no mirando de frente al lector. Un punto rubrica la frase como no dejando ningún resquicio a la interrogación. No se usan los puntos suspensivos, que abrirían un poco el juego a la imaginación, ni las comillas, que apuntarían la ironía Es una afirmación rotunda.
Debajo el objeto: un hermoso Mini Cooper rojo, del que no se ve su interior, que sobre el fondo negro se ilumina rutilante, mostrando unos enormes faros-ojos que servirían para guiarnos por el camino de la felicidad, lejos de la oscuridad del malestar de la existencia.
Tenemos entonces el texto del Otro y tenemos el objeto. ¿Dónde situamos al sujeto? El sujeto es el fondo negro arriba a la izquierda que, mudo, asiste a la propuesta superyoica.
Es interesante hacer el análisis de lo que propone esta propaganda, ya que expresa, a cielo abierto, una de las caras más oscuras de la ideología del consumo. Si usted está angustiado o algún síntoma le está haciendo pensar en ir a terapia, deseche esta idea y compre un Mini Cooper. Este coche llenará su vacío, aquietará sus preguntas, pondrá orden en las manifestaciones de su cuerpo, alisará sus pensamientos recurrentes, resolverá los conflictos en su lazo social, acercará nuevas posibilidades a su vida amorosa o solucionará los problemas con el partenaire, dará respuesta a sus insatisfacciones, etcétera, etcétera. Es la propuesta de que el objeto de consumo reine sobre la subjetividad, de que se apodere de la subjetividad, haciendo que esta desaparezca detrás de la satisfacción que el objeto produciría. La idea que sostiene a esta propaganda, hija de la colusión entre el discurso capitalista y la explosión de la técnica en contra de la subjetividad, es: “a la terapia psi de la subjetividad sintomática nosotros proponemos la terapia del objeto de consumo” Una verdadera contraterapia. Pocas veces se ha escuchado en la publicidad un abordaje tan descarnado del consumo como terapia. Es decir que, atento el discurso del consumo a los malestares del sujeto y de cómo éste intenta buscar en la interlocución con el Otro un alivio, vía una terapia psi, la propaganda intenta apoderarse de este recurso, vía la propuesta de la adquisición de un objeto ¡como terapia! La obscenidad del consumo sin tapujos revelando su cara más siniestra: el goce curativo. Es decir: compre-goce y se curará.
Por otra parte se lee también la idea de que la vía del objeto de consumo es mejor, más eficaz, más barata, de menor duración, menos comprometida, más aliviada, más estética -frías letras contra rutilante automóvil rojo y plateado-, menos enigmática, sin el Otro psi, más segura en el sentido del semblante ya que el auto se hace semblante del sujeto, rodeándolo, envolviéndolo, protegiéndolo. Semblante fálico por excelencia, el automóvil restituiría la potencia subjetiva perdida vía un goce que sólo necesita de la mirada del Otro para confirmarse.
Y sin embargo, algo para rescatar: el significante terapia es puesto en primer plano como una posibilidad, que la propaganda rechaza, pero que queda como marca en el texto. Quizá cuando el objeto de consumo agote las posibilidades del brillo fálico y pierda la efímera eficacia de taponar la angustia, entonces surja el significante terapia como alternativa al fracaso del olvido de la subjetividad.
Joaquín Caretti Ríos
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