Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate.
Moderadora: Clara María Holguín
A menos de una semana de dar comienzo a la VI Jornadas de la NEL, el Boletín I…? presenta la reflexión hecha por Isolda Arango-Álvarez, Miembro de la NEL-Miami, sobre el eje temático: Escuela y Nominación. El comentario realizado por Mercedes Iglesias, Miembro de la NEL-Maracaibo introduce en el centro del debate sobre las paradojas de la identificación, la experiencia de la Escuela bajo la pregunta ¿qué tan ‘normales’ o ‘desnormalizados’ somos hoy en la NEL?
---------------------------
El texto de Isolda Arango-Álvarez plantea cuestiones fundamentales en torno a lo que considero las paradojas del psicoanálisis tanto en su saber como en su hacer. Hace mucho tiempo escuché una conferencia de G. Brodsky donde señalaba de algún modo estas paradojas en referencia a la enseñanza de Lacan. En aquel momento pregunté si el psicoanálisis era reactivo y me respondió que, en cierta medida, sí. Quedé muy sorprendida en ese entonces porque quizás no lograba comprender la división existente en todo grupo, en toda Escuela, en todo sujeto. El texto de Isolda hace un recuento de todas estas dimensiones. Y también creo que me hizo pensar en el contexto de estas Jornadas. En octubre de 2008 nos encontrábamos en Lima y en plenas Jornadas apareció una entrevista realizada por Forbes a Miller que daría lugar a un profundo debate en torno a los CPCT. Miller denunciaba como un acontecimiento donde la ‘Escuela toda, incluso tal vez en la AMP’ había cedido frente a la demanda del Otro social, de algún modo había intentado ‘identificarse con el discurso del Amo’ para obtener los subsidios del Otro social. Esto planteaba indudablemente una sorpresa, una conmoción que fue uno de los motivos por los cuales las actuales Jornadas se denominan ‘El laberinto de las identificaciones’: había que volver a este problema, que no estaba zanjado o quizás que nunca lo esté pero había que volver a tomarlo, a pensarlo, y también había que poder llevar esto a nuestra Escuela, la NEL para ver qué pasaba en ella.
Las paradojas de la identificación son de algún modo planteadas en el texto que se ofrece a continuación.
i) El camino de la construcción tanto del yo como del sujeto pasa por la vía de la identificación, como un modo de hacer vínculo social, instalarse en el Otro. El laberinto está así presente desde el inicio de la construcción subjetiva. Pero este modo necesario y obligado de la identificación falla, porque deja de lado, el orden de lo singular del sujeto. Tenemos así las tres vertientes identificatorias: imaginaria, simbólica y real si entendemos el fantasma como el modo de estar en ‘identidad consigo mismo’: en consecuencia, paradoja desde el inicio.
ii) Una vez que se realiza el recorrido de un análisis se llega al final y se tambalean los registros identificatorios, pero el a, plus de gozar, cae, y se reinventa algo diferente, algo que produzca satisfacción y no sufrimiento. Aquí ya no hay Otro que es lo que abre la siguiente paradoja.
iii) Para esta Lacan inventa el pase. Y Miller sostiene que, una vez más, este a puede remitir a un amo-potente, el lado cínico de un final, un ser aislado, sin vínculo, o por el contrario este a puede devenir causa, no horror al saber, sino deseo de saber que subyace en el deseo de ser analista. Pero, una vez más se abre la siguiente paradoja, porque este deseo no puede estar aislado. Miller sostiene que este a es lo que no puede alojarse en ningún discurso y será la Escuela la que lo aloje.
iv) Lo que lleva a Lacan a través de un acto a la fundación de la Escuela, y como muy bien lo señala el texto, al acto le sigue la Proposición, donde del tiempo de ‘todos somos trabajadores’ pasamos a las diversas jerarquías de la Escuela. También aquí advienen las paradojas, cómo hacer lazo con la Escuela sin hacer grupo, cómo alojar el a desde la singularidad, cómo hacer vínculo sin caer en los significantes amos.
Como sostiene Miller, si bien la Escuela es una experiencia, esta se normaliza y a él le interesa el ‘conjunto desnormalizado’. Esta reflexión es lo que anima las actuales Jornadas, lo cual a mi juicio, supone pensar qué tan ‘normales’ o ‘desnormalizados somos hoy en la NEL, entendiendo que esta tensión o paradoja debe permanecer pero siempre en un continuo debate.
Mercedes Iglesias
ESCUELA Y NOMINACIÓN: PASE Y GARANTÍA*
Isolda Arango-Álvarez Miembro
El camino del analista es diverso,
uno para el cual la vida real
no ofrece modelos”
Sigmund Freud.
A fin de abordar la cuestión de la Identificación y el vinculo posible a establecer con el momento del Pase y con la pregunta a la que estas cuestiones remite, a saber, el estatuto de la Escuela, me remito a tres textos básicos de Lacan al respecto: “Acto de Fundación de 1964”, “La proposición del 9 de Octubre 1967” y “El Acto Psicoanalítico 1967-1968”. Del mismo modo me sirvo de los planteamientos de Miller formulados en su texto “El banquete de los analistas”, específicamente los capítulos titulados: “Del acto a la proposición”, “La escuela de Lacan”, “La paradoja de la garantía” y “La causa y el discurso”.
El registro de lo simbólico y el estatuto de los semblantes tienen como función encarnar una suerte de garantía para el sujeto que deviene neurótico. Si bien esta garantía esta siempre puesta en entredicho en la medida en la que falla, también es cierto que es necesaria. Necesaria en la medida en la que “garantiza” la entrada de ese viviente en el orden simbólico y en consecuencia, posibilita la inserción de este sujeto en la sociedad, la cultura y en ultimas cuentas en el Otro. Otro barrado, A, pero finalmente Otro y el mecanismo de la Identificación da cuenta de esta operación.
La identificación es lo que hace homogéneos a los sujetos, es lo que los hace iguales, les permite construir un sentido de pertenencia y en consecuencia hacer grupo. Este sentido de pertenencia y la tendencia inevitable al grupo, a la masa, instaura invariablemente un amo.
Lo que procura una identificación es una respuesta posible a la pregunta por la existencia: “sé quién soy y donde estoy”. Desde esta perspectiva, la operación efectuada por la Identificación es necesaria para la instauración del Otro.
Ahora bien, Miller señala tres vertientes de la identificación que me parece importante resaltar:
1. La vertiente significante, que se representa S1
2. La vertiente imaginaria: a-------------a’ pero cuyo fundamento
reside en lo simbólico que la funda
3. La vertiente real: S a. en donde el sujeto se encuentra
en relación con su plus de gozar como real. Teniendo en cuenta que el fantasma se erige como el principio de la Identidad personal: “la identificación conmigo mismo.”
En función de estas coordenadas se puede afirmar que si bien la identificación tiene la condición de pertenecer a un conjunto, al mismo tiempo, sustrae aquello que es del orden de lo humano, a saber, la diferencia y singularidad propia de cada quien. Cuando se trata del fenómeno de grupo este intenta justamente burlar esta separación ineludible entre cada sujeto.
Por otra parte, la operación realizada en el análisis, eso que queda como el producto de una experiencia analítica, pone a tambalear el edificio identificatorio que fue tan útil en el momento de la constitución subjetiva; colocando en entre dicho los tres niveles de la identificación, el imaginario, el simbólico y el real.
La operación de reducción propia del análisis lleva a la destitución del significante amo que comandó la existencia de ese sujeto y trae como consecuencia que la relación al goce no pase más como condición necesaria por la plus valía que instauraba el fantasma sino mas bien se invoca inevitablemente a una invención en la que surge un hacer distinto con ese goce que no es más plus, no es cuantificable sino que se instaura y anuda como un exceso. Así un goce que de antaño mortificó, a partir de anudar (una parte) a esta invención, el sujeto puede extraer satisfacción de eso que lo identifica en su forma singular de gozar. Esta singularidad no admite la lógica inherente a la identificación. No invita mas a la pretensión de la pertenencia, no llama al grupo y no le apuesta a la supuesta garantía otorgada por el Otro.
A partir del momento del final del análisis, donde lo único que queda es la garantía de un estilo, de una ética propia habitada por la posibilidad de la invención con eso que quedó irreductible de ese proceso de reducción que fue el análisis es donde puede tener lugar la propuesta lacaniana del Pase: “El pase testimonia cómo resolvió el sujeto su falta en ser y que puerta le abrió entonces del lado del goce”. En el lugar de esa invención que no es sino una invitación a no quedarse en una salida cínica -salida que instauraría otro amo- entra en juego el deseo del analista, el estatuto de la causa y el devenir de la Escuela como “el conjunto de los que no pertenecen a ningún conjunto” pero no como grupo ya que cada elemento es heterogéneo. La propuesta al final de un análisis entonces, no implica la caída de un significante amo para instaurar un amo cínico, sino una invitación que apunta más bien al lugar del esclavo: un trabajador militante de la escuela y la causa analítica, trabajo mediatizado por el deseo del analista.
En este sentido, el deseo del analista opera en función de señalar lo real en juego en esas identificaciones hasta que el analizante pueda desprenderse de ellas y hacer algo distinto con ese goce que queda. De ahí que Miller advierte que si bien en el discurso analítico el analista esta en el lugar del amo no puede identificarse con él, por el simple hecho de que no hay significante del analista (a esta paradoja la llama la posición amo-desecho) y además para que el deseo del analista opere como tal es necesario que se mantenga bajo la forma de una x, es decir, que no sea identificable.
Lacan plantea formas distintas en los tres textos revisados, como el deseo del analista esta hecho del deseo de que aquel que consulta haga ciertamente un recorrido analítico y que en última instancia pueda hacer pasar ese deseo inicial de analizarse hasta las últimas consecuencias, concediendo lugar entonces al deseo de colocarse en el lugar de un analista. En este pasaje de analizante – analista juega un papel fundamental la noción de la Escuela propuesta por Lacan, propuesta que invita a que pasemos del trabajo de transferencia a la transferencia de trabajo; este pasaje instaura las bases de lo que será la garantía.
La fundación de la Escuela propuesta por Lacan surge en un momento de impasse. Ante el impasse y la contingencia lo que adviene de lado de Lacan es un acto que funda su Escuela pero que puede ser separado en dos tiempos: primer tiempo: un acto; segundo tiempo: una proposición que ordena y restituye lo inaugurado por lo que el acto fundó. Es una Escuela que no define qué es un psicoanalista, que no “agrupa” psicoanalistas sino se establece como un organismo pensado para trabajadores. Trabajadores será el único significante que Lacan ofrezca. En lo que concierne al “concepto” de psicoanalista deja un agujero.
Entonces entre el primer y el segundo tiempo, se establece un pasaje que va desde la igualdad “todos trabajadores” a la desigualdad de los psicoanalistas y los miembros. Se instauran grados AE, AME y AP, donde AP viene a responde al planteamiento de Lacan de que el psicoanalista se autoriza a sí mismo pero además la Escuela funciona como garante de la formación que ese psicoanalista ha recibido. Así que, por un lado el psicoanalista se autoriza a si mismo pero por otro y al mismo tiempo es también autorizado por otros. Esta tensión es constitutiva y estructural e induce a la transferencia de trabajo.
Entonces, con la Proposición Lacan plantea que un psicoanalista solo pueda autorizarse a sí mismo pero “esto no excluye que la Escuela garantice que un psicoanalista surge de su formación”
Este doble movimiento ubicable entre acto y proposición pone en entredicho la cuestión de la identificación cuando se trata no solo de ocupar la función y el lugar de psicoanalista sino también del vínculo que se establece no solo con la Escuela sino a fin de cuentas con el psicoanálisis.
Y es que ante ese resto que ha dejado un análisis, eso que Miller nombra como “amo en potencia”, ante eso Lacan propone la Escuela: “en el lugar del amo solitario y cínico propone al trabajador” ya que el sujeto en tanto analista no pertenece a ningún conjunto y es lo que hace imposible el grupo de los analistas, de ahí que la Escuela sea propuesta como un conjunto de los que no pertenecen a ningún conjunto:
pertenecer a ese conjunto al precio de pagar con la des-identificación.
Entonces, la garantía que aporta la Escuela, cumpliendo en cierta forma el papel de un Otro, esta signada por títulos que otorga en relación al funcionamiento y a la relación que de hecho se evidencia que se estableció con la causa analítica (AME, AP, AE) pero esto no da cuenta de la estructura propia de la Escuela, estructura que remite al nivel de una experiencia; y entenderla como experiencia remite invariablemente al estatuto del cuerpo, en la medida en la que para hacer Escuela así como para sostener el dispositivo analítico, es condición necesaria poner el cuerpo. Se trata entonces de una experiencia además fundada en tensión, en el impasse del que nace y que se sostiene en su seno por esta antinomia: la autorización de sí, pero con la garantía que pueda ser otorgada por esta comunidad de trabajo. Entonces la posición de analista y la posición de trabajador quedan separadas en el espacio de la Escuela. Y este espacio es solo sostenible a condición de hacer pasar el a del final a un S2 cuyo sentido este enmarcado en el significante “trabajo”.
A mi juicio, el real de la Escuela serán entonces los grupos, en la medida en la que éstos se sostienen en la identificación y la Escuela se sostiene justamente en la heterogeneidad de los elementos que la componen, de ahí que se haga lazo con ella y no grupo en ella.
Entonces, la Escuela se erige por un lado como el sostén de una forma de garantía de responsabilidad limitada –como se expresa Miller- en la que se condiciona el vínculo al S2 del trabajo de ese quien ha devenido psicoanalista y se encuentra des-identificado y reducido a su estilo singular.
El lazo con la Escuela es posible en función de tres coordenadas: 1.
Para funcionar como analista es necesario contar con el S en tanto un discurso no se mantiene en un solo elemento. 2. El lazo epistémico que vehiculiza y al mismo tiempo pone a prueba la relación con la causa analítica en la medida en la que evidencia el movimiento que se produjo en el siguiente sentido: ahí donde estaba la causa del horror ahora opera una causa vinculada al deseo de saber (transferencia de trabajo). 3. Las implicaciones políticas y los avatares institucionales que de ahí se deprendan, entendiendo que la cuestión del final de un análisis está habitada por el eje político, el eje epistémico y el eje clínico. La causa analítica, la Escuela y sus garantías de ahí se sostienen.
Hotel Windsor House
Calle 95 No 9-97
Bogotá – Colombia
Mayores informes:
http://nel-bogota.com/Home/
Nenhum comentário:
Postar um comentário