Jacques-Alain Miller, en su decisivo trabajo de
elaboración, destacó los puntos de referencia fundamentales de la última
enseñanza de Lacan, con el fin de orientarnos en las consecuencias de esta
enseñanza.
El “parlêtre”, el ser del cuerpo hablante, anuncia
sin duda alguna una nueva época para la práctica del psicoanálisis. Esto es lo
que él adelantaba en su conferencia de clausura del Congreso de París en 2014: “analizar
al parlêtre es lo que ya hacemos, […] tenemos pendiente saber decirlo.”(1)
Hay entonces un saber hacer, un saber hacer con eso, así como el artista sabe
hacer con su síntoma. Nos hace falta ahora un saber decir, un saber hacerlo
saber de un modo que pueda ser recibido por el mundo contemporáneo.
Así, J.-A. Miller retomó la referencia al dualismo
cartesiano(2) de modo tal que me pareció inmediatamente que reformulaba de
manera radical el inconsciente en el siglo XXI y que acarreaba consecuencias fundamentales
para la práctica analítica a partir de la orientación lacaniana. En efecto,
esta reformulación afecta el estatuto mismo del inconsciente, pero también las
condiciones de la ciencia contemporánea y el mundo psi en general.
Una reformulación radical del dualismo cartesiano
J.-A. Miller
comentó esta referencia en diversas circunstancias. En su curso “Sutilezas
analíticas”,(3) a partir de Lacan, plantea una hipótesis que, desde entonces,
se ha vuelto necesaria, que podríamos llamar la hipótesis de la sustancia
gozante. Suponer una sustancia gozante en el ser que habla introduce una “modificación
de la sustancia pensante (res cogitans). Correlativamente, la sustancia
gozante es una modificación conceptual de la sustancia extensa, que reintroduce
el cuerpo, la unidad del cuerpo viviente […], se trata de la sustancia corporal,
del cuerpo viviente considerado como sustancia y cuyo atributo esencial sería
el goce como afección de ese cuerpo. El goce sería propiedad y afección del
cuerpo viviente.”
La introducción de esta res fruens –si se me
autoriza esta libre traducción en latín del término “sustancia gozante”–, que hace
a la especificidad del “cuerpo hablante”, del parlêtre, es efectivamente
una reformulación radical, una subversión de hecho del dualismo cartesiano. Es
la subversión incluida en la fórmula lacaniana: Pienso luego se goza. Y
Lacan introduce esta variable al final de su enseñanza, cuando el “se goza”
viene al lugar del “pienso”.
Nos encontramos por lo tanto obligados a reformular también
el estatuto del inconsciente freudiano y su relación con el cuerpo hablante.
Me propongo seguir esta referencia, esta
reformulación del inconsciente, en una lectura paso a paso del segundo capítulo
del Seminario Aun que J.-A. Miller tituló con una dedicatoria de Jacques
Lacan a su amigo lingüista: “A Jakobson”, a partir del punto tres, (4) donde
Lacan introduce el término de “sustancia gozante” que J.-A. Miller había
apuntado en las frases del exordio, puntuaciones de cada capítulo. Es una
expresión que tiene todo su peso. Merece nuestra atención así como un
desarrollo.
Este es el hilo que sigue Lacan: “Cuando se
sustantiva, es para suponer una sustancia, y hoy en día, sustancias, la verdad
sea dicha, no es lo que abunda. Tenemos la sustancia pensante y la sustancia
extensa”. (p. 30) Dos, no más. A partir de estas dos sustancias supuestas, se
puede seguir el movimiento de la ciencia y el del pensamiento contemporáneo, ya
se trate de reducir uno al otro –es la empresa del cientificismo actual
condenada al fracaso– o de sostener su relación mediante una correlación, que
nunca terminará de elucidarse por la sencilla razón de que no exis-te, entre la
llamada “actividad psíquica” y lo que se denomina el “correlato neuronal”. De
hecho, no hay correlación neuronal que pueda, por ejemplo, dar cuenta del fantasma
de la conciencia, ni tampoco de diversas versiones del fantasma de la relación
sexual que los analistas oyen en los casos de cada paciente.
La tercera sustancia
Ambas sustancias clásicas se proponen sin embargo como
complementarias. El término es del propio Lacan: “la famosa sustancia
extensa, complemento de la otra” (p. 32). Una es complementaria de la
otra en una relación que estaría ya dada por sentada, pero que es el
verdadero misterio que Descartes introduce, para volver inmediatamente a
cerrarlo en ese momento inaugural de la ciencia moderna. Ese misterio
es el inconsciente, es el misterio de lo real del cuerpo que habla, ese
misterio que retorna con Freud para fundar el discurso del
psicoanalista.
Parece que Lacan, a partir del axioma Hay Uno,
hubiese querido introducir allí un tercer término necesario para abordar este
misterio, que persiste y perdura como alma en pena, sin ser resuelto. La
“dimensión sustancial”, como continúa llamándola, no tiene no obstante otra
sustancia que la dit-mension (mención del dicho o dicho-mansión), no tiene
otra referencia ni otra morada que el lenguaje mismo, “la función del lenguaje”
que vela por ella.
Lacan continúa así: “En primer lugar, de la sustancia
pensante se puede decir que, después de todo, la hemos modificado
sensiblemente. Desde aquel pienso que por suponerse a sí mismo, funda la
existencia, hemos tenido que dar un paso, el del inconsciente.” (p. 31) En
efecto, la res cogitans fue modificada por el psicoanálisis, subvertida
por el inconsciente freudiano. Lacan formula expresamente que “el sujeto no es el
que piensa” (p. 31), contrariamente al uso aproximado que pudo hacer de la
noción de sujeto. Hay un saber sin sujeto, es ese el descubrimiento del inconsciente.
El sujeto es solo aquel al que, en el dispositivo analítico, invitamos a decir
lo que se le ocurra, incluso si se trata de necedades: “Con estas necedades
vamos a hacer el análisis, y entramos en el nuevo sujeto que es el del inconsciente.”
(p. 31), un sujeto al que no convocamos sino en la media en que “consienta en
no pensar” (p. 31). El ser que habla lo hace como una res non cogitans,
algo que puede querer pensar, e incluso se piensa a sí mismo, pero que en
realidad no piensa, no puede pensar lo que dice. Es imposible pensar y decir a
la vez –por un lado, lo decimos habitualmente como una broma, pero es porque,
por otro lado, lo pensamos seriamente.
Es solo mediante este trazo que “surge un decir”, un
decir nuevo, que no llega siempre hasta poder “ex-sistir al dicho”, que no
llega a ello sino mediante la sorpresa, sin esperarlo, sin pensarlo. Y es por
este rodeo, como Lacan lo dice, que “en el análisis de quienquiera, por necio
que sea, puede alcanzarse algún real”. (p. 31). Es de este modo que lo real del
inconsciente puede cesar de no escribirse, y eso de una manera siempre contingente.
El fantasma de la conciencia
Planteado esto, podemos decir que Lacan propone
librarse de la famosa “sustancia pensante” así como del fantasma de la
conciencia que recorre todo el mundo psi y el de la ciencia contemporánea.
Lo propone porque, para él, la sustancia pensante es un fantasma que se complementa
constantemente de su binario inefable, “la sustancia extensa” a partir de la
cual cree sostenerse.
*
Intervención de Miquel Bassols, Presidente de la AMP, en el X Congreso de Rio
de Janeiro, el 28 de abril de 2016.
Continúa la parte II en un
próximo número de Lacan Quotidien.
Traducción: Lorena Buchner.
Notas
*
Texto original publicado en francés
en Lacan Quotidien, N° 584, el 29 de
mayo de 2016, disponible en:
1-. Miller, J.-A., “El inconsciente y el
cuerpo hablante. Presentación del tema
del X Congreso de la AMP en
Rio
en 2016”, Scilicet. El cuerpo hablante. Sobre el inconsciente en el siglo XXI,
Grama Ediciones, Buenos
Aires, 2015, p. 28.
2-. Cf. Ibid.,
p. 26:
“sustancia pensante y
sustancia extensa”. Cf.
también: Guéroult, M., Descartes
selon
l’ordre des raisons, t. 1 chap. IV, Paris,
Aubier-Montaigne, 1968.
3-. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós,
Buenos Aires, 2012, p. 272.
4-. Lacan, J., El Seminario, Libro XX, Aun, Paidós, Buenos Aires, 1991, pp. 30-33.
From: http://www.psicoanalisisinedito.com/2016/05/miquel-bassols-la-sustancia-gozante-i.html?mc_cid=a416dbeba4&mc_eid=94b11a26fc