22 de outubro de 2007




El hombre piensa con su objeto:
racismo espontáneo de un científico


Marco Mauas


Lacan nos advierte en "Mon Enseignement"[1] acerca de lo delicado de suponer que el pensamiento está allí donde se piensa a sí mismo, donde hace un loop. Esta supuesta transparencia ha fascinado a los filósofos y a matemáticos algunas veces—véase por ejemplo el canto de un Douglas Hofstadter, en su "I am a strange loop". Uno extraña la lucidez clásica de un Russell, quien intentó ponerle coto a su propia paradoja con la teoría de los tipos. Por el contrario, Freud –nos dice Lacan—Freud es un corte, un corte que implica que eso piensa allí donde no se capta a sí mismo como pensamiento. El pensamiento está siempre encarnado. Encarnado en lo más caduco, lo que nos parece ser lo más desechable, lo más cercano al déficit. Cómo ignorar que el manejo del lenguaje y su poder no ha significado para aquellos que lo han logrado ninguna clase especial de privilegio, ni les ha ahorrado caer en las más feroces atrocidades. Hay aquí una alusión a los campos de exterminio de Europa.
En "Televisión", Lacan, respondiendo a las preguntas de Jacques-Alain Miller, contradice a Aristóteles: el hombre no piensa con su alma, sino con su objeto. "Él piensa ya que una estructura recorta el cuerpo"
[2].

De allí que llama nuestra atención de un modo muy especial el hecho de que James Watson, co-descubridor con Francis Crick y Maurice Wilkins de la estructura del ADN, premio Nobel de química 1962, tuviera que cancelar un tour de conferencias en Inglaterra
[3], despu'es del escándalo causado por sus comentarios en una entrevista acordada al Sunday Times, de London. "Los blancos son más inteligentes que los negros", habría dicho el sr Watson, y él no ve por qué ésto habría de causar incomodidad, ya que se trata de un hecho conocido por todo el mundo. El Sr. Watson se disculpó sin reservas al día siguiente, pero la enunciación está allí. Se trata de saber qué es esto. ¿Hay algo de especial?

Louis Althusser ya lo había descripto hace mucho tiempo, a su manera, cuando planteó en 1970, en "Ideología y Aparatos ideológicos de estado" de la "ideología espontánea de los científicos"
[4]. Nos ayudó a ubicar desde otro ángulo algo de lo que Lacan, ya en 1964, en su seminario de Los cuatro Conceptos,[5] y luego más ampliamente en "Le Triomphe de la Religion", en 1975[6], anunciaba como la angustia del científico. Se trata de lo que sucede cuando el hombre de ciencia advierte que algo puede generarse en el laboratorio, y en especial algo que escape completamente a su control y a sus buenas intenciones, a su ideología espontánea.
Que el Sr. James Watson no haya tenido una crisis de angustia, sino que haya expresado una opinión manifiestamente racista, para la cual parece sentirse calificado, no puede sino llamar la atención. El ADN, ese trozo de real científico cuyos caminos aún están completamente por trazarse, lleva su nombre y el de Crick. Sus nombres están adheridos a ese real como otros ilustres nombres de la ciencia. No es diferente del problema que implica la incidencia del nombre de Freud en el psicoanálisis, solo que en el campo analítico esto constituye, al menos, un problema planteado, en tanto que la ciencia como discurso, en el mejor de los casos, funciona como si este problema no existiera. Es un problema que no es quizás tan ajeno al tema de la angustia y su objeto. La ciencia que por definición usa categorías
[7], tiende a pensar su horizonte y reflexionar sobre su propia finalidad. La ciencia produce de modo habitual tesis metafísicas, es decir, tesis acerca de existentes: comportamientos del individuo, existentes de la naturaleza humana, evaluables ex post facto—ex post supositio en realidad. Hay un argumento ontológico de un existente, y, a posteriori, se evalúa, se mide este supuesto existente. Estos excesos tienen un impacto que no es desdeñable.
Es la ilusión--posible ciertamente—de que Watson habla y habla por su boca el ADN, el destino de la humanidad toda. Más que del pensamiento encarnado, es como si el ADN, su mensaje, estuviera encarnado en el nombre y la persona de Watson. No es ya la lejana época de Lysenko, quien se esforzaba en formular hipótesis acordes con el régimen comunista. Son los hechos científicos los que van moldeando el régimen mismo, con la voz y el cuerpo que les prestan los descubridores. Aunque quizás no se trate sino de un hecho nimio más: el hombre piensa con su objeto. En este caso, el trozo de real que Watson aisló parece haberlo tocado un poco demasiado de cerca a él mismo. Si Watson redujera el ADN un poquitito más, quizás encontraría algo interesante, un objeto sin texto y sin código, pero para ello le haría falta experimentar algo de angustia.




[1] J. Lacan: "Mon Enseignement". Paris, Seuil, 2005, p. 126.
[2] J. Lacan: "Autres Écrits", Paris, Seuil, 2001, p. 512.
[3] Adn.com. world: "Controversial DNA pioneer's talk halted", http://www.adn.com/24hour/world/story/3721683p-13168675c.html
[4] Cf por ej "La philosophie spontanée des savants" (1967) Maspero, Paris, 1974.
[5] J. Lacan: Les Quatre Concepts Fondamentaux de la Psychanalyse", (1963-64), Paris, Seuil, 1973. Texte etabli par Jacques-alain Miller, p. 14.
[6] J. Lacan: "Le Triomphe de la Religion" (1975), Paris, Seuil, 2005, pp.73-74.
[7] Cf sobre este punto, Luc Ferry, Alain Renaut , "D'un retour a Kant", Ornicar? No 20-21, 1980, p. 191.


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