XII CONVERSACIÓN CLÍNICA DEL ICF
Barcelona, 3 y 4 de Marzo de 2012
El final
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Flash
“El analista, en tanto que es el analista, él solo, y dueño del lugar, es puesto frente a su acción. Se trata, en lo que a él se refiere, de la profundización, el exorcismo, la extracción de sí mismo, indispensable para que tenga una justa percepción de su relación, la suya propia, con la función del ideal del yo, en la medida en que para él, como analista y, en consecuencia, de una manera particularmente necesaria, esta función se sostiene en el interior de lo que he llamado la masa analítica”. |
Seminario VIII, La transferencia (1991), pág. 371 |
Una cosa es que el analizante coloque al analista en el lugar del ideal del yo con el fin de tener un referente para su yo ideal, cosa que forma parte de la instalación de la transferencia y de su estrategia, y otra cosa es que el analista dirija la cura sosteniéndose en ese prejuicio: que él sería el ejemplo a seguir, el yo fuerte, el ego ideal. Este prejuicio resulta cuanto menos cómico en nuestros días, aunque, por otro lado, seguimos oyendo la famosa frase: “¡pero cómo es posible que alguien siendo analista haga esto o lo otro..!”
Sin embargo, hubo otra época en la que los psicoanalístas sostenían esa tesis y esa tesis sostenía al grupo analítico: la idea del analizado como alguien que por fin había accedido al amor genital, en posesión de un yo fuerte, que no recaía en las redes del amor de transferencia, y tampoco en las redes de las pulsiones parciales, etc.
Pero, lo interesante de este párrafo del capitulo XXIII del Seminario VIII, “Deslizamientos de sentido del Ideal”, a mi parecer, es que Lacan pone en tensión lo que es responsabilidad del analista, lo que le concierne a él sólo, "uno por uno", como diríamos ahora: la extracción en el análisis de su relación con la función del Ideal del yo y, por otro lado, lo que sobre él recae por el hecho de pertenecer al grupo analítico, en el sentido de psicología de las masas. Es decir, que no pierda de vista que esa misma función está en la base de la organización del grupo analítico al que ha accedido a pertenecer.
Esto nos alumbra quizás sobre la cuestión del final de análisis a partir de la última enseñanza de Lacan y que señala bien Miller, cuando apunta a la singularidad. Elanalista “lacaniano” no es alguien conforme a un ideal, es justo lo contrario, alguien de lo mas singular, alguien que ha obtenido del análisis algo que le concierne singularmente a él, su forma de gozar, o, dicho de otra forma, la separación entre el Ideal y el “a” según el Seminario XI, y que, por ello mismo, no podría ser ejemplo para nadie si no es acaso el ejemplo que procura la excepción.
Carmen Cuñat
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