Con la
palabra, siempre pasa lo mismo: la pasamos y decimos “¡espere, todavía tengo algo que decir!”. Siempre hay algo más
que decir… ¡Es muy difícil pasar la palabra! Y en los diálogos hay a veces efectos de eco, de resonancia; es difícil decirlo todo.
Del mismo modo, es difícil leer todo. Por ejemplo, hoy la conferencia iba a tener lugar en el hotel Mercure y, como hay tres Mercure en Rennes, hubo gente que fue a los otros dos. Porque incluso si intentamos reducir las ambigüedades mediante lo escrito –eso se detiene, se escribe, se deposita, se separa– o bien las ambigüedades subsisten, o bien los organizadores lo señalan: ¡la gente no lee! La homofonía y las ambigüedades siempre están allí y el malentendido continúa tanto en la palabra como en lo escrito.
Es lo que hace que el
síntoma, en el estatuto que propone el psicoanálisis, sea un síntoma en tanto que
es hablado y está capturado
en este malentendido, de la palabra y de lo escrito. De entrada, algo resiste a la transcripción de la palabra en signos simples que definan una descripción unívoca.
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Traducción: Lorena Buchner
From: Psicoanálisis inédito
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