Recientemente el Consejo de la ELP anunció el título de las XVI Jornadas de la ELP bajo el título “Yo soy…”, “Nosotros somos…”. El psicoanálisis ante las nuevas identidades, remarcando en cursiva estos dos últimos términos (“nuevas” e “identidades”): en premier lugar, para señalar que el término “identidad” no es un concepto del psicoanálisis; en segundo lugar, para situar que en estos momentos asistimos a una efervescencia de fenómenos identitarios, donde hay elementos nuevos, y se trata de poder leerlos con las herramientas también novedosas que nos proporciona la ultimísima enseñanza de Jacques Lacan.
En el marco de esta propuesta del Consejo, la sede de Barcelona de la ELP, apremiada por las dificultades de calendario que introduce el próximo cambio de local social, puso en marcha el pasado 4 de abril el trabajo preparatorio de las Jornadas, anunciando el modus operandi pensado por la comisión del trabajo preparatorio en la sede, que coordino: por un lado, habrá una serie de reuniones en las que invitaremos a algún colega a trabajar en profundidad algún punto relativo al tema; por otro, invitamos ya a todos, colegas y próximos, a sumarse activamente al trabajo a través de la cartelización.
Para la primera reunión, contamos con una conferencia de Enric Berenguer, presidente de la ELP, quien bajo el título “Identifícate”, hizo una presentación general del tema de las jornadas y del debate habido en el Consejo al respecto –tal como podremos ver muy pronto en el texto de presentación de las jornadas que se está ultimando.
Esperando que la conferencia y el debate posterior pueda escucharse pronto en Radio Lacan, me limitaré aquí a reseguir y situar sus puntos principales.
Enric Berenguer comenzó situando la efervescencia actual de fenómenos identitarios en dos planos distintos. Primero, en el plano político (entendido como el referido a las formas de gobernar), donde puede observarse que en distintos lugares del mundo se están produciendo distintos retornos a una lógica de las identidades nacionales, los cuales, sin embargo, no se pueden reducir a meros retornos de lo mismo pues, en tanto el discurso del amo ha experimentado variaciones, encontramos en ellos características nuevas.
Segundo, dichos fenómenos identitarios inciden en muchos aspectos de la vida de los analizantes y también en la manera en que sus síntomas se presentan.
La hipótesis del Consejo es que hay una relación
entre ambos planos y se trata de verificarla o no. Entonces, hay que ver cómo
ambos planos se enlazan y, para ello, ha elegido la cuestión de la identidad.
Como la identidad no es en principio un concepto del psicoanálisis, Enric Berenguer explicó por qué el Consejo lo había elegido. Ciertamente, Lacan situó la identidad en distintos momentos de su enseñanza como un engaño, una ilusión, un delirio incluso, y la relegó a lo imaginario. Sin embargo, si en la época actual “lo simbólico no es ya lo que era”, ya no tiene ningún privilegio respecto a los otros dos registros, podemos pensar que lo imaginario adquiere más peso y consecuencias. Esto permite leer una serie de respuestas como viniendo a cubrir el vacío dejado por los ideales en el régimen actual de la inexistencia del Otro: habría una serie de formaciones de suplencia, que ocuparían el vacío dejado por el amo, en las que la cuestión de la identidad tendría un peso fundamental. Así, podemos pensar que cuando caen las identificaciones aparece la identidad como un fenómeno de suplencia.
Enric Berenguer planteó que la hipótesis del Consejo es que esto lo podemos encontrar también en otros niveles y establecer una relación entre esta dimensión hipertrofiada de lo identitario en lo político y ciertos fenómenos, cada vez más consistentes, en los que los sujetos reciben una serie de categorías de identidad en forma de diagnósticos o como etiquetas de pertenencia a una comunidad de goce.
Todos ellos presentan un elemento común nuevo: la demanda ya no va de arriba abajo sino de abajo arriba: esto hace por un lado que, en el plano político, triunfen líderes inconsistentes que saben leer y recoger esa demanda; y por otro, en el plano de los síntomas, las categorías diagnósticas, que antes eran vividas como imposiciones, ahora son demandadas por los individuos a los gestores sanitarios: hay un deseo de recibir una categoría, de ser nombrado.
Esto había sido detectado hace años no solo por el psicoanálisis sino por personas del campo de la epistemología como Ian Hacking, quien en su curso, en Le Collège de France, “Façonner les gens” (según traduce el mismo autor “Inventar/construir gente”), habla de un viraje que califica de “nominalismo dinámico” en el que los sujetos contemporáneos se han apropiado de ciertas categorías introducidas por el discurso de la ciencia y ordenan y piensan su goce a partir de ellas.
En otro libro del mismo autor, Ontologie historique, citado asimismo por Enric Berenguer, el autor investiga el uso de algunas categorías clínicas planteando que el efecto de su introducción no ha sido solo que los sujetos se puedan identificar como formando parte de ellas sino que, también, se comprobó que los síntomas se presentaban a partir de los presupuestos contenidos en esas nominaciones y variaban en la medida misma que estas últimas modificaban sus cuadros sintomáticos. Entonces, el mayor problema no son las categorías sino que los sujetos acaban comportándose a partir de lo que ellas tienen de predictivo, por lo que devienen necesariamente epidémicas.
Éric Laurent plantea, en su libro El reverso de la biopolítica, que en este momento, frente a esta imposición de un delirio identitario, tanto en el plano político como en el plano de las categorías diagnósticas, solo hay dos opciones: o el consentimiento o la reivindicación de la singularidad.
Según señala Enric Berenguer, esto da una dimensión política al psicoanálisis y le pone en el punto de mira de muchos ataques en tanto se lee que, como discurso, implica una forma de resistencia frente a los modos de gobierno actuales, en los que no se trata solo ya de la imposición de categorías sino de la promesa al sujeto de categorías con las que engañosamente podría identificar lo singular de su goce.
Lo particular de estas categorías es que incluyen una diversidad y cada vez se multiplican más dando la ilusión de que uno puede elegir quien es. Son una serie de nombres que tocan algo del nombre del sujeto y le permiten creer que nombran algo de la particularidad. Su éxito es que funcionan como falsos nombres. Ahí donde las identificaciones del régimen del Nombre del Padre fracasan se proponen estas categorías como corto-circuitos.
La cuestión, señala Enric Berenguer, es cómo manejarlas, qué tipo de trabajo preliminar podemos hacer para acoger a estos sujetos que vienen nombrándose con ellas, teniendo en cuenta que no siempre sabemos de entrada qué función tienen. Es importante situar el uso que hace el sujeto de dicha categoría. No se trata de saber si el diagnóstico es bueno o malo, sino si forma parte de un funcionamiento: puede tener una función de grapa que sea mejor no tocar.
Después de esta excelente conferencia, de la que he tratado de transmitir sus hitos fundamentales, Enric Berenguer reiteró que, como ya puede verse en el recorrido, la apuesta del Consejo no es construir un discurso crítico fácil sobre estos fenómenos. Se trata, por el contrario, de poner a prueba la capacidad de la ultimísima enseñanza de Lacan para poder leerlos, renunciando a entenderlos desde lo que llamó cierta doxa lacaniana. Se terminó la doxa, concluyó.
Para finalizar, por mi parte, solo decir que la conferencia de Enric Berenguer constituye una orientación fundamental para el trabajo preparatorio de las Jornadas. Da visibilidad al trabajo del Consejo que está detrás del texto de presentación de las jornadas, de un recorrido más amplio pero a la vez necesariamente más sintético. La publicación muy próxima de dicho texto donde encontraremos desplegadas también distintas líneas de trabajo posibles, a modo de focos de interés, para abordar el tema, me parece que vendrá a confirmarlo.
Como la identidad no es en principio un concepto del psicoanálisis, Enric Berenguer explicó por qué el Consejo lo había elegido. Ciertamente, Lacan situó la identidad en distintos momentos de su enseñanza como un engaño, una ilusión, un delirio incluso, y la relegó a lo imaginario. Sin embargo, si en la época actual “lo simbólico no es ya lo que era”, ya no tiene ningún privilegio respecto a los otros dos registros, podemos pensar que lo imaginario adquiere más peso y consecuencias. Esto permite leer una serie de respuestas como viniendo a cubrir el vacío dejado por los ideales en el régimen actual de la inexistencia del Otro: habría una serie de formaciones de suplencia, que ocuparían el vacío dejado por el amo, en las que la cuestión de la identidad tendría un peso fundamental. Así, podemos pensar que cuando caen las identificaciones aparece la identidad como un fenómeno de suplencia.
Enric Berenguer planteó que la hipótesis del Consejo es que esto lo podemos encontrar también en otros niveles y establecer una relación entre esta dimensión hipertrofiada de lo identitario en lo político y ciertos fenómenos, cada vez más consistentes, en los que los sujetos reciben una serie de categorías de identidad en forma de diagnósticos o como etiquetas de pertenencia a una comunidad de goce.
Todos ellos presentan un elemento común nuevo: la demanda ya no va de arriba abajo sino de abajo arriba: esto hace por un lado que, en el plano político, triunfen líderes inconsistentes que saben leer y recoger esa demanda; y por otro, en el plano de los síntomas, las categorías diagnósticas, que antes eran vividas como imposiciones, ahora son demandadas por los individuos a los gestores sanitarios: hay un deseo de recibir una categoría, de ser nombrado.
Esto había sido detectado hace años no solo por el psicoanálisis sino por personas del campo de la epistemología como Ian Hacking, quien en su curso, en Le Collège de France, “Façonner les gens” (según traduce el mismo autor “Inventar/construir gente”), habla de un viraje que califica de “nominalismo dinámico” en el que los sujetos contemporáneos se han apropiado de ciertas categorías introducidas por el discurso de la ciencia y ordenan y piensan su goce a partir de ellas.
En otro libro del mismo autor, Ontologie historique, citado asimismo por Enric Berenguer, el autor investiga el uso de algunas categorías clínicas planteando que el efecto de su introducción no ha sido solo que los sujetos se puedan identificar como formando parte de ellas sino que, también, se comprobó que los síntomas se presentaban a partir de los presupuestos contenidos en esas nominaciones y variaban en la medida misma que estas últimas modificaban sus cuadros sintomáticos. Entonces, el mayor problema no son las categorías sino que los sujetos acaban comportándose a partir de lo que ellas tienen de predictivo, por lo que devienen necesariamente epidémicas.
Éric Laurent plantea, en su libro El reverso de la biopolítica, que en este momento, frente a esta imposición de un delirio identitario, tanto en el plano político como en el plano de las categorías diagnósticas, solo hay dos opciones: o el consentimiento o la reivindicación de la singularidad.
Según señala Enric Berenguer, esto da una dimensión política al psicoanálisis y le pone en el punto de mira de muchos ataques en tanto se lee que, como discurso, implica una forma de resistencia frente a los modos de gobierno actuales, en los que no se trata solo ya de la imposición de categorías sino de la promesa al sujeto de categorías con las que engañosamente podría identificar lo singular de su goce.
Lo particular de estas categorías es que incluyen una diversidad y cada vez se multiplican más dando la ilusión de que uno puede elegir quien es. Son una serie de nombres que tocan algo del nombre del sujeto y le permiten creer que nombran algo de la particularidad. Su éxito es que funcionan como falsos nombres. Ahí donde las identificaciones del régimen del Nombre del Padre fracasan se proponen estas categorías como corto-circuitos.
La cuestión, señala Enric Berenguer, es cómo manejarlas, qué tipo de trabajo preliminar podemos hacer para acoger a estos sujetos que vienen nombrándose con ellas, teniendo en cuenta que no siempre sabemos de entrada qué función tienen. Es importante situar el uso que hace el sujeto de dicha categoría. No se trata de saber si el diagnóstico es bueno o malo, sino si forma parte de un funcionamiento: puede tener una función de grapa que sea mejor no tocar.
Después de esta excelente conferencia, de la que he tratado de transmitir sus hitos fundamentales, Enric Berenguer reiteró que, como ya puede verse en el recorrido, la apuesta del Consejo no es construir un discurso crítico fácil sobre estos fenómenos. Se trata, por el contrario, de poner a prueba la capacidad de la ultimísima enseñanza de Lacan para poder leerlos, renunciando a entenderlos desde lo que llamó cierta doxa lacaniana. Se terminó la doxa, concluyó.
Para finalizar, por mi parte, solo decir que la conferencia de Enric Berenguer constituye una orientación fundamental para el trabajo preparatorio de las Jornadas. Da visibilidad al trabajo del Consejo que está detrás del texto de presentación de las jornadas, de un recorrido más amplio pero a la vez necesariamente más sintético. La publicación muy próxima de dicho texto donde encontraremos desplegadas también distintas líneas de trabajo posibles, a modo de focos de interés, para abordar el tema, me parece que vendrá a confirmarlo.
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