Me propongo servirme de El hombre de los lobos, no para trabajar su síntoma y soluciones
singulares, sino para intentar formalizar, a partir de él, un sintagma para las
psicosis ordinarias. Esta idea se precipita luego de haber trabajado Las 13
clases de El hombre de los lobos de J.-A. Miller.
Las diferentes investiduras libidinales del paciente
freudiano nos llevan a bordear las estructuras clínicas: neurosis, perversión y
psicosis. Él ha sido la última presentación clínica exhaustiva que encontramos
en la obra de Freud. Allí se pone en tensión la elaboración teórica de la
neurosis infantil, el nominalismo de lo singular del caso y lo real de la
estructura, lo cual podemos entenderlo como un legado freudiano en la última
enseñanza de Lacan, ya que a Freud la clínica, en este caso, se le torna
continuista, gradual y de difícil clasificación.
Podemos decir que el Hombre de los lobos fue el primer inclasificable en la historia del psicoanálisis. A tal
punto, que las 13 clases dictadas en 1988 por J.-A. Miller fueron anteriores y,
a mi entender, uno de los puntapiés iniciales de las publicaciones Los inclasificables de la clínica psicoanalítica (Conversaciones de Anger y Arcachón, 1996-7)
y La psicosis ordinaria (Conversación de Antibes, 1998). Aunque el
encuentro inaugural de esta serie que concluye con el programa de trabajo
psicosis ordinaria, fue el trabajo en la Sección Clínica de París alrededor de
1981 en torno a las psicosis no desencadenadas.
La forclusión del Nombre del Padre produce en lo
imaginario un efecto en dos tiempos. El primer efecto, que vamos a llamar
necesario, es la elisión del falo; y el segundo, que denominaremos
contingente, es la vía de la resolución elegida por el sujeto para
resolver dicha elisión. J.-A. Miller subraya en 13 clases sobre el Hombre de los Lobos que Lacan parece relativizar la relación de
causalidad directa entre forclusión del Padre y elisión del falo, P0 - Φ0. La pregunta que
atraviesa el texto es si esos fenómenos
de orden psicótico pueden situarse en una línea causal independiente -o
relativamente independiente- de la forclusión del Nombre del Padre.
Podemos introducir una hipótesis central: este texto
lo ubicamos como un antecedente de lo que será el programa de investigación
“Psicosis ordinaria” en lo que respecta a la introducción de una complicación
en lo que concierne a P0 y Φ0. Es a partir de este desplazamiento de nuestro
concepto de psicosis que intentaré
plantear un sintagma para la psicosis ordinaria.
La apertura de un margen entre P y Φ le permitirá
establecer la diferenciación entre la solución de la elisión del falo, que
ubica en el asesinato de almas de Schreber, y el suplemento. Esto nos permite
pensar en lo que, años más tarde trabajará en “Efecto retorno sobre la psicosis
ordinaria”. Aquí retoma el pasaje que lleva a Lacan a conceptualizar al Nombre
del Padre como nombre propio a hacer de éste un predicado definido en la lógica
simbólica. Y resalta que en la psicosis ordinaria no contamos con el Nombre del
Padre, en tanto nombre propio, pero si con un aparato suplementario, lo que
llama como un make-believe del Nombre del Padre, es decir, que “en nuestros
días el Nombre-del-Padre es el hecho de ser nombrado, de ser asignado a una
función, de ser nombrado para”.
Miller comienza a introducir una particularidad que me
parece central para nuestra clínica actual, no sólo en lo que concierne al
quehacer del analista con las psicosis. Me refiero a aquellos casos donde hay
padre, por tal razón se los piensa como neuróticos, pero que existen fenómenos
que se producen a causa de Φ0. Sujetos en los cuales
aún no se han precipitado las
consecuencias de la operatoria del Nombre del Padre, nos confrontan ante una
clínica del lado de los trastornos del goce más que de las sorpresas del
inconsciente. Es de importancia destacar, que la bedeutung
del falo tiene, por consiguiente, un poder de localización y limitación del
goce: éste se concentra en el significante del falo y en el órgano; está casi
perdido para el resto del cuerpo. Por ello, ante la deflación del falo, tenemos
presentaciones clínicas del lado de la deslocalización del goce, como ser
anorexias, bulimias, adicciones, acciones desarticuladas del inconsciente,
entre otras. Podemos precipitar el siguiente sintagma para las neurosis
extraordinarias: P y Φ0. Miller lo esboza, al cuestionar
la linealidad causal entre P y Φ, pero no lo desarrolla. Este sintagma lo trabajaremos en
profundidad en un seminario diurno “La clínica
actual y la cuestión del falo” en la EOL.
Una clínica diferencial no es simplemente etiquetar
los casos. Esta clínica solo tiene interés articulada a una causalidad
diferencial que la soporte. “En la clínica hay un momento nominalista, es ese en
el que recibimos al paciente en su singularidad, sin compararlo con nadie, como
lo inclasificable por excelencia. Pero hay un segundo momento, el momento
estructuralista, en que lo referimos al tipos de síntomas (particular) y a la
existencia de la estructura (universal agujereado porque la estructura es
no-toda)”. En el intersticio de estas dos categorías es donde se posiciona el
analista.
La complicación de la cuestión diagnóstica se debe,
al menos, a dos razones. Por un lado, ante la caída del padre en lo social y su
impacto en la subjetividad, como en la constitución del sujeto, conlleva una
proliferación de psicosis ordinarias y neurosis extraordinarias. La división
tajante que se sostenía en la era victoriana, ya no es tal. Por otro lado,
debemos considerar desde dónde y cómo se leen las presentaciones clínicas
cuando no son del lado de un síntoma en las neurosis, ni del lado de la
invasión de goce en las psicosis. Esto es una de las razones por lo que El hombre de los lobos tiene aún vigencia y no cesa de transmitir enseña.
Al tomar el trabajo de Freud sobre El hombre de los lobos no encontramos una invasión libidinal que haga
estallar los límites de su cuerpo, al modo de una psicosis extraordinaria. Por
ello, este caso pone en tensión la causalidad lineal entre P0 y Φ0.
Ya he
introducido el par P y Φ0 , que daría cuenta de las neurosis
extraordinarias, ¿qué podemos decir de
las psicosis ordinarias? La psicosis ordinaria, no es una formación estable
como la neurosis, constituye un “fondo de pantalla” que se presenta en la
clínica a través de pequeños fenómenos de cuerpo, de identificaciones rígidas
que dan cuenta de “desórdenes provocados en la juntura más íntima del
sentimiento de la vida en el sujeto”. Los cuales son índice de que lo simbólico
no impuso su orden, jerarquía, estructura que estabilizaría al mundo imaginario
movedizo del sujeto.
Siguiendo este derrotero
lógico, podemos introducir, a modo de hipótesis, el sintagma de psicosis
ordinaria: Po y
Φ. Desde esta
perspectiva, supone otra manera de entender las psicosis y sus abrochamientos.
Este sintagma, en el Hombre de los Lobos, lo podemos ubicar en su imagen
narcisista. Todo daño posible que toque su imagen es vivido por el
paciente como una amenaza de peligro que lo desestabiliza, tal como una
afección nasal, la gonorrea y la cicatriz en la nariz lo testimonian. Por
lo tanto, tenemos una coyuntura de desencadenamiento que pone en primer plano,
no la función del padre sino la función fálica, es decir, una afrenta
al narcisismo. “Es como si ese falo imaginario tuviera la función del
Nombre del Padre. Cada vez que hay una afrenta a esta función hay una
desestabilización del sujeto, pierde sus referencias aun cuando no se llegue al
desencadenamiento completo. De ahí que debamos afinar un poco la significación
fálica”. Podemos preguntarnos si lo que Miller denomina “Imaginarización
fálica” en El hombre de los lobos no
sólo tiene valor de sinthome que suple la significación fálica
sino también es índice de una modalidad de psicosis con semblante de Φ. Lo que nos permite introducir un
sintagma para las psicosis ordinarias, P0 y Φ.
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