29 de abril de 2017

Un sintagma para las psicosis ordinarias, por Gerardo Battista


Me propongo servirme de El hombre de los lobos, no para trabajar su síntoma y soluciones singulares, sino para intentar formalizar, a partir de él, un sintagma para las psicosis ordinarias. Esta idea se precipita luego de haber trabajado Las 13 clases de El hombre de los lobos de J.-A. Miller.

Las diferentes investiduras libidinales del paciente freudiano nos llevan a bordear las estructuras clínicas: neurosis, perversión y psicosis. Él ha sido la última presentación clínica exhaustiva que encontramos en la obra de Freud. Allí se pone en tensión la elaboración teórica de la neurosis infantil, el nominalismo de lo singular del caso y lo real de la estructura, lo cual podemos entenderlo como un legado freudiano en la última enseñanza de Lacan, ya que a Freud la clínica, en este caso, se le torna continuista, gradual y de difícil clasificación.

Podemos decir que el Hombre de los lobos fue el primer inclasificable en la historia del psicoanálisis. A tal punto, que las 13 clases dictadas en 1988 por J.-A. Miller fueron anteriores y, a mi entender, uno de los puntapiés iniciales de las publicaciones Los inclasificables de la clínica psicoanalítica (Conversaciones de Anger y Arcachón, 1996-7) y La psicosis ordinaria (Conversación de Antibes, 1998). Aunque el encuentro inaugural de esta serie que concluye con el programa de trabajo psicosis ordinaria, fue el trabajo en la Sección Clínica de París alrededor de 1981 en torno a las psicosis no desencadenadas.

La forclusión del Nombre del Padre produce en lo imaginario un efecto en dos tiempos. El primer efecto, que vamos a llamar necesario, es la elisión del falo; y el segundo, que denominaremos contingente, es la vía de la resolución elegida por el sujeto para resolver dicha elisión. J.-A. Miller subraya en 13 clases sobre el Hombre de los Lobos que Lacan parece relativizar la relación de causalidad directa entre forclusión del Padre y elisión del falo, P0 - Φ0. La pregunta que atraviesa el texto es si esos fenómenos de orden psicótico pueden situarse en una línea causal independiente -o relativamente independiente- de la forclusión del Nombre del Padre.

Podemos introducir una hipótesis central: este texto lo ubicamos como un antecedente de lo que será el programa de investigación “Psicosis ordinaria” en lo que respecta a la introducción de una complicación en lo que concierne a P0 y Φ0. Es a partir de este desplazamiento de nuestro concepto de psicosis que intentaré plantear un sintagma para la psicosis ordinaria.

La apertura de un margen entre P y Φ le permitirá establecer la diferenciación entre la solución de la elisión del falo, que ubica en el asesinato de almas de Schreber, y el suplemento. Esto nos permite pensar en lo que, años más tarde trabajará en “Efecto retorno sobre la psicosis ordinaria”. Aquí retoma el pasaje que lleva a Lacan a conceptualizar al Nombre del Padre como nombre propio a hacer de éste un predicado definido en la lógica simbólica. Y resalta que en la psicosis ordinaria no contamos con el Nombre del Padre, en tanto nombre propio, pero si con un aparato suplementario, lo que llama como un make-believe del Nombre del Padre, es decir, que “en nuestros días el Nombre-del-Padre es el hecho de ser nombrado, de ser asignado a una función, de ser nombrado para”.

Miller comienza a introducir una particularidad que me parece central para nuestra clínica actual, no sólo en lo que concierne al quehacer del analista con las psicosis. Me refiero a aquellos casos donde hay padre, por tal razón se los piensa como neuróticos, pero que existen fenómenos que se producen a causa de Φ0. Sujetos en los cuales aún no se han precipitado las consecuencias de la operatoria del Nombre del Padre, nos confrontan ante una clínica del lado de los trastornos del goce más que de las sorpresas del inconsciente. Es de importancia destacar, que la bedeutung del falo tiene, por consiguiente, un poder de localización y limitación del goce: éste se concentra en el significante del falo y en el órgano; está casi perdido para el resto del cuerpo. Por ello, ante la deflación del falo, tenemos presentaciones clínicas del lado de la deslocalización del goce, como ser anorexias, bulimias, adicciones, acciones desarticuladas del inconsciente, entre otras. Podemos precipitar el siguiente sintagma para las neurosis extraordinarias: P y Φ0. Miller lo esboza, al cuestionar la linealidad causal entre P y Φ, pero no lo desarrolla. Este sintagma lo trabajaremos en profundidad en un seminario diurno “La clínica actual y la cuestión del falo” en la EOL.

Una clínica diferencial no es simplemente etiquetar los casos. Esta clínica solo tiene interés articulada a una causalidad diferencial que la soporte. En la clínica hay un momento nominalista, es ese en el que recibimos al paciente en su singularidad, sin compararlo con nadie, como lo inclasificable por excelencia. Pero hay un segundo momento, el momento estructuralista, en que lo referimos al tipos de síntomas (particular) y a la existencia de la estructura (universal agujereado porque la estructura es no-toda)”. En el intersticio de estas dos categorías es donde se posiciona el analista.

La complicación de la cuestión diagnóstica se debe, al menos, a dos razones. Por un lado, ante la caída del padre en lo social y su impacto en la subjetividad, como en la constitución del sujeto, conlleva una proliferación de psicosis ordinarias y neurosis extraordinarias. La división tajante que se sostenía en la era victoriana, ya no es tal. Por otro lado, debemos considerar desde dónde y cómo se leen las presentaciones clínicas cuando no son del lado de un síntoma en las neurosis, ni del lado de la invasión de goce en las psicosis. Esto es una de las razones por lo que El hombre de los lobos tiene aún vigencia y no cesa de transmitir enseña.

Al tomar el trabajo de Freud sobre El hombre de los lobos no encontramos una invasión libidinal que haga estallar los límites de su cuerpo, al modo de una psicosis extraordinaria. Por ello, este caso pone en tensión la causalidad lineal entre P0 y Φ0.

Ya he introducido el par P y Φ0 , que daría cuenta de las neurosis extraordinarias, ¿qué podemos decir de las psicosis ordinarias? La psicosis ordinaria, no es una formación estable como la neurosis, constituye un “fondo de pantalla” que se presenta en la clínica a través de pequeños fenómenos de cuerpo, de identificaciones rígidas que dan cuenta de “desórdenes provocados en la juntura más íntima del sentimiento de la vida en el sujeto”. Los cuales son índice de que lo simbólico no impuso su orden, jerarquía, estructura que estabilizaría al mundo imaginario movedizo del sujeto.

Siguiendo este derrotero lógico, podemos introducir, a modo de hipótesis, el sintagma de psicosis ordinaria: Po y Φ. Desde esta perspectiva, supone otra manera de entender las psicosis y sus abrochamientos. Este sintagma, en el Hombre de los Lobos, lo podemos ubicar en su imagen narcisista. Todo daño posible que toque su imagen es vivido por el paciente como una amenaza de peligro que lo desestabiliza, tal como una afección nasal, la gonorrea y la cicatriz en la nariz lo testimonian. Por lo tanto, tenemos una coyuntura de desencadenamiento que pone en primer plano, no la función del padre sino la función fálica, es decir, una afrenta al narcisismo. “Es como si ese falo imaginario tuviera la función del Nombre del Padre. Cada vez que hay una afrenta a esta función hay una desestabilización del sujeto, pierde sus referencias aun cuando no se llegue al desencadenamiento completo. De ahí que debamos afinar un poco la significación fálica”. Podemos preguntarnos si lo que Miller denomina “Imaginarización fálica” en El hombre de los lobos no sólo tiene valor de sinthome que suple la significación fálica sino también es índice de una modalidad de psicosis con semblante de Φ. Lo que nos permite introducir un sintagma para las psicosis ordinarias, P0 y Φ.

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