Sorpresa, porque la existencia de los
colegios profesionales responde a la necesidad de regular una práctica:
la propia. Cada uno, la suya. ¿Por qué iba a erigirse la OMC en
reguladora de otras prácticas? ¿Ha leído todas esas doctrinas en
profundidad, ha revisado sus clínicas para poder emitir un juicio
fundado acerca de su pertinenecia o su “cientificidad”?
Desagradable, porque encontré el nombre
del psicoanálisis entre esas prácticas “pseudocientíficas”. No sabía que
la OMC hubiese leído a Freud, a Lacan y a Miller con tanto
detenimiento, que hubiera puesto en práctica la clínica y el análisis
personal de los practicantes, para llegar a concluir que se trata de una
pseudociencia. Porque los que sí que lo hemos hecho, los que los hemos
leído y los seguimos leyendo, concluimos otras cosas.
Como en los últimos tiempos ya he venido
escuchando esta cantinela más de una vez, me parece necesario aclarar
un punto de partida: el objeto de estudio del psicoanálisis es la
subjetividad del ser humano. La subjetividad es el producto del
encuentro, singular e irrepetible, de cada ser hablante con el lenguaje;
producto que se irá contruyendo y estructurando a lo largo de su
existencia, y que gobernará todas sus decisiones en la vida.
Subjetivo, es el par opuesto de objetivo.
Lo que estudia la ciencia es aquel objeto que es medible,
cuantificable, reproducible, y cuyos efectos, bajo determinadas
condiciones, son siempre replicables. ¿Puede aplicarse el método
científico a la subjetividad para extraer un saber sobre la misma? No lo
parece.
Sigmund Freud, un neurólogo, llegó a esa
conclusión y se apartó de la biología para seguir el rastro de unos
síntomas que no obedecían a las leyes científicas de la anatomía, sino a
la lógica de la palabra -como supimos años más tarde, gracias a la
posterior investigación de J. Lacan.
Es decir, que Freud encontró en su práctica médica datos empíricos
que apuntaban a inferir la existencia de otro mecanismo, psíquico, que
actuaba porque producía efectos en el cuerpo de los pacientes. A este
mecanismo psíquico lo llamó inconsciente. Y fueron estos casos
clínicos los que lo condujeron a investigar las leyes de su
funcionamiento, y el método más apropiado para abordarlo. Tarea en la
cual sigue implicado el psicoanálisis a día de hoy. Primero con Freud,
después con Lacan, y ahora con J.-A. Miller.
El psicoanálisis es una disciplina que
desde su nacimiento ha extraído el cuerpo de sus conocimientos de los
hallazgos de la clínica. Esto es, supone el empirismo de la observación y
el tratamiento del caso por caso.
El psicoanálisis no es una ciencia, es
una disciplina rigurosa, con unos principios definidos, que aborda el
sufrimiento psíquico -la salud mental, podemos decir- y que lo trata por
la vía de la palabra, obteniendo unos efectos tanto terapéuticos como
de saber, que están a disposición de cualquiera que desee conocerlos o
de hacer la experiencia de un análisis.
La subjetividad no es sólo lo que
gobierna nuestra vida, la herramienta con la cual afrontamos e
interpretamos los acontecimientos; sino que concentra todo aquello que
nos hace humanos, porque surge del anudamiento particular que se produce
entre la palabra y el afecto en cada uno de nosotros. No deberíamos
olvidar esto, en los tiempos que corren de la burocratización y la
protocolización generalizadas, en los que el peso de la ciencia,
seguramente mal entendida o mal aplicada, no soporta ningún tipo de
incertidumbre… ¿pero qué es la ciencia, sino se funda en el deseo de
saber? ¿Es el único método de conocimiento posible para el ser humano?
La subjetividad tiene sus propias leyes,
que no pueden medirse con escuadra, ni analizarse con microscopio, ni
reproducirse mediante réplica exacta de su algoritmo. Y a lo mejor, ni
falta que hace.
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