“El psicoanálisis y los nuevos modos familiares”
por Ram Mandil - EBP- AMP
Vivimos un tiempo de nuevas configuraciones familiares; tiempo en que las familias llamadas monoparentales, o reconstituidas, o aún homosexuales masculinas o femeninas adquieren un nuevo valor social.A la vez, asistimos a posicionamientos nuevos ante esas configuraciones. Por un lado el apoyo académico de universidades norteamericanas, que se empeña en asegurar la normalidad de los hijos gestados en este nuevo contexto. Un ejemplo de esta tendencia se encuentra en la reciente publicación y repercusión del libro de la profesora de Psicología de la Universidad de Cornell, Peggy Drexler -con su sugerente título “Raising Boys Without Men (Rodale Press): “Criando Niños sin Hombres”- por el cual busca tranquilizar a estas nuevas familias, demostrando que la crianza de hijos varones sin la presencia de la figura masculina en casa no genera rebeldes indomables ni niños con problemas en relación a su sexualidad. Aún así, el punto fundamental de la argumentación es la afirmación de que la crianza de los hijos debe considerarse simplemente como “buena o mala, y no masculina o femenina, heterosexual u homosexual”En el polo opuesto asistimos a una reacción proveniente del Vaticano, a través de la publicación de un reciente documento, llamado “Familia y procreación”. Caracterizando la situación actual como la de un verdadero ataque a “la institución natural del matrimonio y de la familia”, la Iglesia pregona el carácter indisoluble, en la unión conyugal, entre “el fin unificante y el fin procreativo”; en otras palabras, entre la sexualidad y el amor. En este sentido -prosigue el documento- la familia cumple dos funciones: la de ser sede de un amor total y recíproco y la de ser también el lugar de una “procreación integral”, es decir, el lugar de la concepción, del nacimiento y de la educación. En esta perspectiva, las nuevas configuraciones familiares serían la prolongación de una disyunción entre procreación y familia. Se sustentan sobre el argumento de que una unión familiar no se fundamenta necesariamente en la procreación y que la crianza de los niños no está relacionada con las distintas formas de procreación. En el capítulo cuarto de “El Malestar en la Cultura” Freud presenta la familia primitiva sostenida por dos fuerzas libidinales: la del interés del macho en mantener cerca de sí a la mujer o sus objetos sexuales y el interés de la mujer en no separarse de sus hijos ni dejarlos desprotegidos, justificándose de esta manera su permanencia cerca del macho, más fuerte. Llama la atención que para Freud no hay, en el inicio, ninguna señal de reciprocidad a nivel del amor como fundamento del lazo familiar. Freud indica que los lazos que unen -en una familia- a un hombre y una mujer, no son del mismo orden de aquéllos que, por ejemplo, unen una madre a sus hijos. En este sentido la unión familiar necesitaría de un segundo conjunto de lazos libidinales; a saber, aquél que parte exactamente del lugar ocupado por los hijos y que tendría dos vertientes: la del amor de los hijos referido a esa figura femenina, dividida entre madre y mujer, y la del amor de los hijos dirigido a este hombre cuyo amor se orienta a una mujer, o sea, el padre.Encontramos aquí un soporte freudiano para la afirmación de Lacan de que hay sólo análisis del hijo, considerando que es exactamente desde este lugar que se erigen las invenciones sintomáticas como respuestas a lo que divide a un sujeto entre la madre y la mujer y la cuestión del amor del padre.En su intervención en las XXXIV Jornadas de la ECF, en noviembre de 2005, Jacques-Alain Miller nos ofrece una lectura breve de las dos notas de Lacan a Jenny Aubry (cf AMP-blog). Lo que llama la atención es la perspectiva lacaniana de que lo que mantiene la familia no es necesariamente del orden del amor o de la procreación, sino su “función de residuo en la evolución de las sociedades”; vale decir, el hecho de encontrarse “en el estado de objeto (a)”. En este sentido cabe investigar de qué modo las nuevas configuraciones familiares están en relación con este carácter residual de la familia, y de qué modo cada una de ellas podrá vehiculizar “una transmisión constituyente para el sujeto”, de manera tal que su relación al deseo no sea“anónima”.
Traducción: Cecilia Gasbarro
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