En el prólogo del libro Entremeses de una época oscura, obra
teatral escrita por J.M. Naredo y O. Colis, sus autores dicen: “Se
entiende por entremeses piezas sueltas de teatro de un solo acto,
cortas, jocosas, que solían representarse en los entreactos. Los
entremeses tomaron cuerpo en el arte de la comedia como respuesta
crítica, ágil y comprometida al crudo panorama que abría la grave crisis
económica, social e institucional vivida en la España
monárquica-señorial de las dos primeras décadas del S. XVII”.
Y si bien los entremeses nacen allí, estos Entremeses de una época oscura
son una crítica, una caricatura de la crisis actual. Hay un cambio de
época. Este cambio queda reflejado si contraponemos el pensamiento que
surge en la obra El contraUno, de Étienne de La Boétie, con lo
que se presenta hoy en día como dominante. La Boétie tenía la idea de
que el hombre estaba dominado, sujetado, y que consintiera a ello es lo
que expresa con el termino De la servidumbre voluntaria. Y La
Boétie llamaba a ese hombre, de cierta manera, a la insurrección, a la
revuelta. En su tiempo, el opresor, el dominante, el amo, lo designaba
como el Uno: Porque esa dominación se encarnaba en la figura del
monarca. Pero ya no estamos en la era de la monarquía, y la dominación
se encarna hoy en un Discurso más que en un Uno. Y lo que se presenta
bajo los aspectos polémicos, en la noción de Discurso dominante sería el
de la cuantificación.
Hoy en día, “crisis” y “economía” no se usan como conceptos sino como
palabras de orden que sirven para imponer y obligar a aceptar medidas y
restricciones que la gente no tendría porqué aceptar. “Crisis”
significa hoy ¡debes obedecer!
Esto lo explica muy bien Lewis Carrol en Alicia en el país de las maravillas, cuando nos presenta a ese personaje Humpty Dumpty, que tiene forma de huevo y es un lógico matemático que discute con Alicia. En una de estas discusiones Alicia, le interroga: “la cuestión es si puede usted hacer que las palabras signifiquen cosas distintas”, Humpty concluirá respondiendo que “la cuestión es quien manda, nada más”.
Como bien lo deja patente este lógico matemático, este personaje que es Humpty,
el discurso ordena una forma de lazo social y es una manera de tratar
el goce. Y en este discurso del amo se hacen presentes aquellos
imperativos que comandan nuestra sociedad, bajo la forma de: Big Data,
Big Pharma y Big Money, y esto no es sin consecuencias para los sujetos:
un empuje superyoico, una voz que ordena gozar. La voz que pide
sometimiento.
Con el Big Data tenemos una sociedad de control generalizado. Existe
una dialéctica que articula el mundo del espectáculo, todo se da a ver a
todos mirados, todos observados en la política de control, ya no sólo
de las cosas sino de los cuerpos. Una sociedad de la video-vigilancia,
como nos dice Gerard Wajman en El ojo absoluto. Y la tesis
fuerte que se desprende de esto es que el ojo universal genera la
existencia de un Otro supuesto ver. La suposición de que nosotros somos
mirados acrecienta el poder tecnológico de la visión de las cámaras y
engorda al superyó. El mundo es omnivoyeur, nos dice Lacan pero ha
advenido también exhibicionista, es decir, se da a ver, excita la mirada,
lanza el anzuelo al agujero del objeto escópico...
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