El púber Kimitake Hiraoka se enfrenta a una estampa que encuentra en un libro. Se trata de una reproducción del “San Sebastián”, de Guido Reni. Años más tarde, ya se dedica a las letras y ha permutado su nombre por el de Yukio Mishima.
Cuando rememora ese encuentro, escribe:
“Aquel día, en el instante en que mi vista se posó en el cuadro, todo mi ser se estremeció de pagano goce. Se me levantó la sangre y se me hincharon las ingles como impulsadas por la ira. Aquella parte monstruosa de mi ser que estaba a punto de estallar esperó que la utilizara, con un ardor sin precedentes, acusándome por mi ignorancia, jadeando indignada. Mis manos, de forma totalmente inconsciente, iniciaron unos movimientos que nadie les había enseñado. Sentí que algo secreto y radiante se elevaba, con paso rápido, para atacarme desde dentro de mí. De repente estalló y trajo consigo una cegadora embriaguez...”
El fragmento corresponde a “Confesiones de una mascara”, texto que será comentado por Paul Matis, en noviembre de 1974, durante el VII Congreso de la Escuela Freudiana de París.
Goce anómalo al cuerpo. En la Conferencia conocida como La Tercera 1), luego de señalar al plus de gozar como condición de cualquier goce, Lacan indica que es algo notorio que el goce fálico deviene anómalo para el goce del cuerpo. Y queriendo hacer entender el goce fálico, definido como fuera-del-cuerpo, recurre a un ejemplo que escuchó en el Congreso. Se trata del recuerdo del escritor Mishima, que fuera presentado por Matis.
Lacan explica que esa eyaculación debe de haberlo pasmado a Mishima. Y agrega que se trata de algo que vemos todos los días, tipos que cuentan que nunca olvidarán su primera masturbación. Eso que por su intensidad revienta la pantalla.
Dicha pantalla, un tanto enigmática, hace referencia al cuerpo como imagen. Entonces, Lacan pasará a decir que el cuerpo entra en la economía del goce, por medio de la imagen del cuerpo. La relación del parlêtre con su cuerpo es imaginaria, lo cual explica el alcance que adquiere la imagen en esta relación. El hombre está captado por la imagen de su cuerpo.
Explica, por ejemplo, que a su mundo, el hombre él lo corpo-reifica, esto es, lo hace cosa a imagen de su cuerpo. Sin embargo, nos dirá Lacan, el hombre no tiene la menor idea de lo que sucede en ese cuerpo(2).
Angustia y goce fálico. Al poco tiempo, el 17 de diciembre de 1974 (3), Lacan pone a la angustia en relación al goce fálico, ese goce anómalo al goce del cuerpo(4). Señala que la angustia, “es lo que del interior del cuerpo ex-siste cuando hay algo que lo despierta, que lo atormenta”. Tal como venimos señalando el goce fálico queda del lado de lo que ex-siste al cuerpo, como un fuera-del-cuerpo. En el nudo borromeo lo que ex-siste al cuerpo, al campo que constituye al cuerpo, es el goce fálico. Eso despierta y atormenta al cuerpo.
En contigüidad Lacan hará una mención al caso Hans. Nos indica ver que sucede en Hans, cuando se vuelve sensible la asociación de un cuerpo macho, es decir sexuado, a un goce fálico. Allí surge la angustia. Y luego se precipita la fobia. En el caso de Hans la precipitación en la fobia se da para otorgar cuerpo al embarazo que tiene por ese falo.
Entonces, antes del principio de la fobia, tenemos a Hans en la angustia, angustia “pura”. Desde allí es que Hans, “como todos”, se encuentra llevando su carga: ese falo.
A ese falo, Hans como todos los que se encuentran llevando su carga, es preciso que se acomode, siendo que está casado con él.
Angustia y droga. Algo después, el 13 abril de 1975 (5), Lacan señala que la angustia está localizada en un momento preciso del desarrollo del bicho humano. La angustia de la que se trata se deriva de la existencia del nudo. Para ejemplificarlo vuelve a traer al caso Hans. Y ubica el momento del desencadenamiento de la angustia: es cuando Hans se da cuenta que esta casado con su pito. En ese pito que se hincha se advierte que no hay nada mejor para hacer de falo. Agregamos, para dar cuenta de ese goce fálico.
Lacan ubica el surgimiento de la angustia en relación al descubrimiento de saberse casado con “ese pito”. Y allí, el que está casado, está afligido, aquejado. Para la angustia del afligido, todo lo que permite escapar a ese casamiento es bien recibido. Y de esto deriva el éxito de la droga. De permitir escapar de ese matrimonio angustioso. No hay ninguna otra definición de la droga, nos dice, que ésta: “es lo que permite romper el casamiento con la cosita de hacer pipí”.
Este hapax, esta única mención de Lacan, orienta hacia un hacer con la angustia que es diversa de la encontrada por el pequeño Hans, quien logró domar, aunque sea en parte, a ese órgano, a eso traumático sexual, con palabras. Esas palabras, provistas por el padre de Hans, que oficia como intermediario de las palabras de Freud, lo conducen hacia la operación de la castración.
En el Seminario XXIII, a pocos meses de esta intervención, Lacan se refiere al cuerpo del parlêtre. Allí nos dice que el cuerpo del parlêtre a cada rato “levanta campamento”. Cuando Lacan comienza a trabajar con los nudos, elige a la consistencia como lo opuesto a la función del sujeto, que es una función evanescente. Siguiendo esta linea, la primera y única consistencia del parlêtre, es su cuerpo. El cuerpo es la única consistencia en el sentido de lo que “lo mantiene unido”. Pero el cuerpo hablante aparece marcado por la inconsistencia. Clínicamente esta inconsistencia puede, inclusive, presentarse bajo el modo del cuerpo que se “deja caer”(6), así como en ciertas formas de angustia.
Si el cuerpo aparece como inconsistente, acaso en lo que sigue de la Conferencia que estamos tratando, podamos concebir otro modo en que el parlêtre encuentre una consistencia. Y ese modo pareciera derivarse del uso de la droga, siguiendo esta definición: aquello que permite romper el casamiento del cuerpo y ese pito que se hincha.
Mas adelante, Lacan señala que lo imaginario tiene por soporte el tener un cuerpo. Y si lo imaginario puede tener consistencia es en tanto ese cuerpo se desanuda del goce fálico. Aquí la angustia, relativa al encuentro del cuerpo con el goce fálico, hace que el cuerpo pase a inconsistir, afectándolo como soporte de lo imaginario. El camino posibilitado por la droga, entonces, es el desanudamiento del goce fálico, modo en que el cuerpo volvería a encontrar consistencia.
Otro modo diverso de encontrar la consistencia del cuerpo nos la menciona mas adelante. Explica Lacan que en la medida que opera la castración, donde hay menos de falo, es que subsiste lo imaginario. Es preciso, entonces, que el goce fálico se separe en lo imaginario, trayendo un menos de falo, en la operación que se llama la castración(7).
Notas:
1) Jacques, Lacan, “La tercera”, En Revista Lacaniana de Psicoanálisis. Año IX. N° 18, mayo de 2015
2) Conferencia sobre el Síntoma en Ginebra. En Intervenciones y Textos 2. Ediciones Manantial. 1988-
3) El Seminario de Jacques Lacan. Libro XXII: “R.S.I.”. Inédito.
4) Ya en el seminario XXI, en las últimas dos clases, había desarrollado la anomalía que introducía el goce fálico, como goce semántico, al goce del cuerpo.
5) Cierre de Jornadas de Estudio de Carteles de la Escuela Freudiana. En Revista Lacaniana de Psicoanálisis. Año IX. N° 17, noviembre de 2014
6) Mandil, R. Parlêtre y consistencia corporal, en https://www.congressoamp2016.com/pagina.php?area=8&pagina=48
7) Miller, Jacques-Alain. El inconsciente y el cuerpo parlante. En Revista Lacaniana de Psicoanálisis. Publicación de la 8)Escuela de Orientación Lacaniana. Año IX. N° 17, noviembre de 2014.
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