…“Campo freudiano, año cero”. Todo recomienza, sin ser destruido, para llevarlo a un nivel superior”…(1)
El
martes 13 de febrero la Junta Directiva de la Comunidad de Catalunya
(CdC) nos acercó, a la sede de Barcelona, la Soirée de la AMP celebrada
el pasado 29 de enero en París. Nos propuso tener una conversación a
partir de lo que se trabajó en ella: “La política del psicoanalista en
la época del Campo Freudiano, Año Cero”. Pudimos acceder previamente a
la lectura de las presentaciones que tuvieron lugar allí; la de Anna
Aromí (Barcelona), Silvia Baudini (Buenos Aires), Domenico Cosenza
(Milán), y Angelina Harari (Sao Paulo), y fue a partir de ecos de estos
trabajos que se desplegó el debate, ofreciendo un amplio tiempo para
escuchar las resonancias producidas en la sala. Contamos con la
intervención de Miquel Bassols, presidente de la AMP; y con las
aportaciones de Laura Canedo, Anna Aromí y José Ramon Ubieto.
Tras una breve presentación del acto por
parte de nuestra colega Leonora Troianovski, Miquel Bassols situó
aquello de lo que se trata en las Soirées de la AMP y concretamente el
por qué del tema tratado en ella este año. Nos explicó que la Soirée de
la AMP es una actividad que se celebrará anualmente en París y que toma
cada vez un eje de actualidad política de la AMP, siendo una forma de
hacer la Escuela Una como vínculo de las siete Escuelas de la AMP.
Situado el contexto, Bassols apunta a la necesidad de calibrar bien lo
que quiere decir Miller cuando dice Campo Freudiano Año Cero.
Lejos todavía de medir el alcance que eso tiene, nos lanza, de manera
fuerte, a un momento inicial. Este texto de J.-A. Miller se podría
equiparar a la “Proposición del 9 de Octubre” de Lacan sobre el analista
de la Escuela. En este sentido explicó la intervención que hizo
Domenico Cosenza en la Soirée al hacer una lectura de éste en términos
de discontinuidad. Miller en su texto del 11 de junio de 2017, “Campo
Freudiano, Año Cero”, pone a la Escuela del pase en un punto inicial, de
partida, catapultando al psicoanalista lacaniano a la política, y
vinculando la vida de la Escuela con el interior y el exterior, con
todas las consecuencias del discurso del analista en el campo de la
política y de la opinión pública.
Bassols plantea una pregunta para el
debate: ¿Qué asegura al analista que no está interviniendo en nombre de
una/su ideología? Y apunta una respuesta diciendo que no hay nada que
asegure eso, por lo que se trataría más de sostener hasta el límite el
deseo del analista.
A partir de aquí escuchamos primero las
diferentes puntuaciones de los colegas de la mesa, quienes intervinieron
con sus ecos planteando nuevas preguntas a la sala, y abriéndose
después un buen tiempo para el debate. Con todo ello se generó un
propicio clima para tomar la palabra, y en la sala se hizo buen uso de
ello conversando.
Laura Canedo, entre otros puntos,
resaltó que no hay posibilidad de psicoanálisis sin el Estado de Derecho
y la libertad de palabra y de opinión, preguntándose si el significante
“derechos civiles” no sería un Nombre del Padre para nosotros. Anna
Aromí distinguió entre ideología y política, y planteó el síntoma con el
término polarización que podría cifrar algo del malestar,
haciendo anclaje, de este modo, no sólo el sentido sino también lo real.
Introdujo la pregunta sobre qué sería una conversación analítica como
tal. José Ramón Ubieto resaltó varios puntos entre los cuales formuló
sus interrogantes: “Si el psicoanálisis está del lado del deseo de
democracia y no de restauración del Uno, cómo pensar eso en relación a
la Escuela misma? ¿Cómo vivificamos la conversación entre los miembros?
¿Que nos enseñan los Testimonios de pase sobre esta cuestión?”.
Con estas lecturas, los efectos de esos
ecos se iban produciendo localizándose diversos lugares desde los que se
sostenía cada palabra en la conversación. Apareció un punto
especialmente vivo al plantear que se trata de orientarse por lo que nos
toca, sin rehuirlo; sabiendo que lo que toca a cada uno está en
relación a su propia política.
Se habló también de la posibilidad de
abrochar el deseo del analista y el deseo de democracia, refrescándonos
los dispositivos de los lugares alpha como espacios donde se generan preguntas y respuestas.
Las intervenciones se centraron en el
lugar de la Escuela del pase, qué quiere decir tener una verdadera
conversación y cuáles serían las condiciones que se necesitan para ello.
Patricio Alvarez, colega de la EOL que nos acompañó en este espacio de
la Escuela, señaló la polarización como la dificultad de la
desidentificación, de la neutralidad, o de cómo tomar partido de un modo
neutralizado; y subrayó la desidentificación como una condición
necesaria para una verdadera conversación analítica.
Miller con “Campo Freudiano Año Cero”
nos lleva a una Escuela bisagra entre interior y exterior, como un lugar
desde el que conversar en las coordenadas del campo político que nos
toca, dentro y fuera. El discurso del psicoanálisis es también político.
Vimos que cuando algo toca, algo cambia; habiéndonos de hacer cargo,
uno por uno, de las resonancias producidas y de los particulares efectos
que éstas tienen en el cuerpo. Podríamos pensar que uno sólo puede
hablar en función de lo que escucha, de aquello que le toca. Conversar
quiere decir dejarse atravesar por otra lógica, y estar dispuesto a que
ello pueda producir una transformación en el propio discurso.
La Escuela, tocada por lo vivo, está en
el lugar de sostener hasta el final una posición analítica con la
política de su tiempo. Con el pase el analista ha podido hacer la
experiencia de dar cuenta de su política con lo que le toca como Sujeto,
con lo más extranjero y también con lo más familiar. Llevar eso a una
posición de Escuela toca a cada uno de sus miembros, y este acto sólo se
puede sostener desde un decidido deseo de saber.
1-. Jacques Alain Miller, “Campo freudiano, Año Cero”, París 11 de junio 2017.
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