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Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate.
Moderadora: Clara María Holguín
El texto de Enric Berenguer, presentado por Maria Solita Quijano, asociada de la NEL-Bogotá, destaca la brújula que orienta en el laberinto.
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Cuando leí el texto de Berenguer me quedé con la sensación de que allí, en un texto muy corto y preciso, hay varias cuestiones de diversos órdenes: indicaciones clínicas (la penosa construcción del laberinto del neurótico, la aridez y las invenciones del psicótico); problemas epistémicos e incluso históricos, también ligados a la clínica (la primacía de lo simbólico y la desvalorización de lo imaginario y sus usos en algunas épocas, entre otras referencias), pero el centro de la cuestión de la orientación en el laberinto Berenguer lo sitúa en la relación entre la identificación y lo que resiste a ella, lo que hace que esta no sea suficiente y que a la vez entraña “la marca tan indeleble como invisible” del goce más singular del sujeto, que goza en su sexuación y su síntoma. Es la brújula que no hay que olvidar.
María Solita Quijano
ORIENTARSE EN EL LABERINTO
Enric Berenguer
El título de las jornadas evoca la complejidad, también el recorrido, tanto en los avatares de la vida del neurótico como en la dirección de la cura. Al fin y al cabo, si de dirección se trata, es cuestión de que la cura pueda salir de la dirección (errada) de la neurosis para que el sujeto pueda salir de su propio laberinto, el que él costosamente construye.
La diversidad de las identificaciones recibe claramente un primer ordenamiento posible a partir de los tres registros, imaginario, simbólico, real. En cierta época, recurríamos con cierta facilidad, seguramente demasiada, a la distinción entre las identificaciones imaginarias (con su cortejo de confusiones) y las identificaciones simbólicas. Por otra parte, la identificación con el síntoma, formulada por Lacan pero que tiene sus antecedentes freudianos, indicaba que si bien lo real resiste a la identificación, ello no impide que esté concernido de diferentes modos que no se reducen a una simple exclusión. Lo más fundamental de la identificación que parece nunca llegarle al neurótico, sumido en su falta en ser, toca a lo que más pone en jaque a toda identificación posible, simbólica o imaginaria. Y esta imposibilidad misma es una cierta brújula a la que hay que ajustar al sujeto en el análisis.
Entonces, ¿qué hace el sujeto con aquello que más resiste a la identificación y que, sin embargo, más deja en su vida una marca tan indeleble como invisible para él mismo? Goza: en su sexuación y en su síntoma, que constituyen dos lados por los que aborda aquello para lo que la identificación, de entrada, no basta. La sexuación trata aún de reintroducir algo del goce en cierto modo de identificación, pero que ya no es lo que se podría reducir a un "tipo ideal de su sexo", por parafrasear a Lacan. En cuanto al síntoma, se sitúa decididamente, del lado de la opacidad de una repetición, inidentificable sin el trabajo del análisis.
Ahora bien, tratándose de gozar, se trata ya de una cuestión de usos y de medios, términos con los que podemos descomponer la idea del "hacer con". Y en este punto, la promoción del semblante nos recuerda que ni lo simbólico tiene forzosamente un privilegio, ni lo imaginario es por fuerza menos.
Quizás lo que hay en la psicosis no sea laberinto. Más bien desierto, claridad que muestra la vanidad de todo semblante, empezando por el del padre. Ahí se trata de otra búsqueda, que al mostrar a cielo abierto lo artificioso de la invención, nos enseña que de eso se trata ante la identificación que no habría. Para que dicha invención tenga efecto, no hay que olvidar, sin embargo, que en la queja interminable por la falta en ser hay que poder escuchar el rechazo de un ser de goce que desde siempre esperó al sujeto, frente al cual toda identificación tuvo su parte de no hacerse cargo.
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