La
muerte de un ser querido implica siempre una pérdida dolorosa y requiere de un
duelo posterior*. Cuando esa pérdida es anunciada por signos previos de
enfermedad o envejecimiento, ese duelo se realiza con antelación y eso permite a
cada uno hacerse poco a poco a esa ausencia. Lo cotidiano incluye ya ese vacío y
muchas actividades se realizan sin esa persona, enferma o
incapacitada.
Lo
verdaderamente traumático es cuando surge el acontecimiento imprevisto y la
pérdida se produce bruscamente como es el caso de la catástrofe aérea. Aquí
además se trata de una filial de una de las aerolíneas de mayor prestigio. Nadie
espera que eso ocurra y por tanto el sentimiento de alerta, que podría estar
activado en otras circunstancias, aquí no nos previene de lo
imprevisto.
Cada
familia, cada persona vinculada a alguna de las víctimas del accidente, tendrá
que enfrentar el sinsentido más brutal de este suceso. Lo traumático, decía
Lacan, es esa ausencia de sentido, es lo real cuando se presenta bruscamente y
en su estado puro: sin palabras que expliquen lo que no tiene
sentido.
La
perplejidad es la primera reacción subjetiva ante la irrupción de un
acontecimiento traumático, sea un accidente, una catástrofe o una pérdida brusca
(muerte, ruptura). A partir de allí el sujeto inventa significaciones para
tratar de explicarse lo sucedido y recuperar su locus control: se buscan
culpables, antecedentes, teorías que justifiquen lo sucedido y nos proporcionen
alguna orientación para seguir viviendo.
Hoy,
en la sociedad del riesgo, lo traumático adquiere nuevas formas y empieza a ser
también aquello que emerge fuera de la programación, de manera imprevista,
aquello con lo que no contábamos. Y no lo hacíamos porque en nuestra sociedad,
organizada a partir del dominio de la ciencia y las nuevas tecnologías, todo
parece previsible y calculable.
Colectivamente,
y particularmente, buscaremos en los próximos días explicaciones para ese vacío
de sentido. Explicaciones técnicas, meteorológicas, de posibles fallos humanos o
atentados terroristas. Para las familias explicaciones sobre las razones
concretas de ese viaje, sobre las alternativas posibles que no se dieron,
tratando de volver al momento antes del accidente. En cualquier caso ninguna de
ellas logrará taponar el enorme agujero que se ha producido en la vida de muchas
personas.
Hará
falta un tiempo para hacerse a esa ausencia, un tiempo para que cada uno
reconozca en sí lo que ha perdido, aquello que ya nunca más será para ese ser
querido y aquello que esa persona le aportaba y que muchas veces sólo la pérdida
real permite reconocer. No será un tiempo corto y sin angustia.
Dependerá también mucho de los duelos aplazados que cada uno
tenga. En la vida a veces no registramos, afectivamente, las pérdidas. Evitamos
el duelo y lo reemplazamos por sustitutos: otros embarazos cuando se pierde un
hijo, nuevas parejas tras una ruptura, hiperactividad profesional tras un
fracaso laboral. Esos duelos no realizados se reactivan cuando surge una nueva
pérdida y es entonces, a posteriori, cuando el dolor silenciado toma cuerpo de
diferentes maneras.
Tras
una tragedia como la de los Alpes, cada uno de los afectados habrá aprendido, de
la manera más radical, que lo imprevisto forma parte de la vida y que la
fragilidad del ser humano es que en un instante puede perder aquello que más
quiere, que en la vida no existe la garantía ni el riesgo cero.
*Publicado en La Vanguardia.
Internacional. Miércoles, 25 de marzo de 2015
Um comentário:
Es cierto: ni garantías ni riesgo cero.
En estos tiempos -nuestra contemporaneidad-, las técnicas son una de las formas de ilusión, a veces desmedida, que tapona, sutura, la fragilidad del ser parlante. Sutura anulando el tiempo de duelo y retrasando la angustia; sutura la hiancia fundamental, que no es fácil de captar ni aceptar. Y las formas de lo real (tal como lo escribió Jacques Lacan), tampoco son fáciles. Al menos, en el mejor de los casos, un proceso de duelo (tan singular), se abrirá paso luego de la angustia.
Gracias por el texto publicado.
Saludos cordiales.
Marta de Toro.
(Psicoanalista - Desde Argentina)
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