Quisiera
compartir en estas líneas algunas preguntas que me surgieron a propósito del
estatuto del cuerpo en psicoanálisis al ver la película La teoría del Todo
de James Marsh, basada en la vida y obra de uno de los científicos más
importantes del siglo XX, el doctor Stephen William Hawking.
Hawking
dedicó su vida a buscar una única ecuación, sencilla y elegante que pudiera
explicar las fuerzas que actúan en el Universo y poder así determinar su
origen. Su obra consta de dos grandes momentos: el primero es el resultado de
su tesis doctoral en Cambridge. En ésta toma las ideas del matemático Roger
Penrose sobre la naturaleza de los agujeros negros. Penrose plantea que las
estrellas van colapsando poco a poco, se van contrayendo hasta llegar a un
punto final que llama la singularidad espacio-temporal en donde tiempo y
espacio se detienen. Hawking usará la teoría de los agujeros negros para
aplicarla a todo el Universo. De este modo plantea que si la teoría de la
relatividad es correcta y el Universo se expande infinitamente, se podría
invertir el proceso para ver que pasó al principio del tiempo.
De ahí deduce que el Universo nace de un agujero negro que explosiona hasta conseguir una singularidad espacio-temporal. Tras presentar su tesis doctoral de la cual sus profesores destacan, junto a su genialidad, que está llena de agujeros, de muchas más preguntas que respuestas y que carece de demostración matemática, decide proseguir sus estudios para poder demostrarla.
De ahí deduce que el Universo nace de un agujero negro que explosiona hasta conseguir una singularidad espacio-temporal. Tras presentar su tesis doctoral de la cual sus profesores destacan, junto a su genialidad, que está llena de agujeros, de muchas más preguntas que respuestas y que carece de demostración matemática, decide proseguir sus estudios para poder demostrarla.
Pero su obra
sufrirá un giro fundamental: la necesidad de tener en cuenta, junto a las leyes
de la relatividad, la teoría cuántica -esa que rige las leyes de los cuerpos
minúsculos- manda su hipótesis inicial al garete. Se produce allí una colisión,
puesto que ambas son leyes fundamentalmente distintas. También plantea que los
agujeros negros no lo son del todo, siempre fallan, que de tanto en tanto
desprenden materia. Ese fallo tira por tierra la idea creacionista del Universo
y entonces se decanta hacia la idea de un caos sin Dios ni orden, en donde el
Universo aparece como algo ilimitado.
La película
es una hermosa ficción sobre su vida, y la interrogación que me despertó fue
precisamente sobre el cuerpo. ¿Qué cuerpo tiene o es Stephen William Hawking? Y
pensaba también en su sinthome, su solución, la naturaleza de su saber-hacer.
El joven
Hawking llega a Cambridge para realizar su doctorado en física, pero no sabe
bien qué tema proponer para su tesis. La retrasa, le da vueltas, duda… En esas
está cuando, acabando de conocer a la mujer que compartirá su vida, tiene una
caída, se desploma. Sale del hospital con un diagnóstico funesto: Atrofia
muscular gradual, una enfermedad neurológica que progresivamente va matando las
neuronas que dan las órdenes para el movimiento del cuerpo. En poco tiempo no
podrá andar, hablar, tragar o respirar. Su cerebro seguirá intacto, puesto que
no está afectado, solo que en poco tiempo nadie va a saber lo que piensa. La
sentencia del médico es rotunda: la esperanza de vida son dos años.
El tiempo por
tanto será el tema de su tesis doctoral, es el tiempo que él no tiene. Inicia
una carrera contra reloj que dicta su cuerpo convertido en un agujero negro.
Pensaba que ahí, frente a lo real del diagnóstico, frente al Un-cuerpo, él
justamente responde con la búsqueda sobre el tiempo, sobre el principio del
tiempo. Hawking se mete de lleno en el misterio, y esa aventura que él emprende
es su tratamiento de eso oscuro que absorbe, que aspira, que amenaza con
devorarlo. Me recordó la advertencia de Lacan sobre que no había que romperse
la cabeza con la pregunta sobre el origen del lenguaje, que en sí misma es una
pregunta imposible y enloquecedora. Pues bien, de algún modo, Hawking emprende
la búsqueda sobre el origen y más que responderla, hace con ella su solución.
Por el lado de su investigación lo que encontramos son cosas que me parece
resuenan bien con el psicoanálisis. Un primer momento creacionista, en donde
ubica un punto de capitón en una forma concéntrica y armónica, una suerte de
metáfora científica de la existencia de Dios. Y luego, a partir de ahí, todo un
desmontaje de esa hipótesis en donde la imposibilidad del origen da cuenta de
un Universo caótico, sin límites y lleno de posibilidades. Ese desmontaje va
acorde a la necesidad de coexistencia de dos teorías que funcionan con leyes
que no logran converger entre sí: las leyes de la relatividad –que sirven para
explicar lo macro- y las de la física cuántica –que rigen lo micro. Leyes por
tanto de naturaleza distintas.
Encontré
ciertas resonancias entre el camino de Hawking y el del psicoanálisis: la
primera teoría como la del Nombre del Padre construida a partir de las leyes
del lenguaje, y luego, más allá, su desmontaje, llegando a la idea de un caos
ilimitado que me evocó una hermosa imagen de la lalengua. Y es que el
gran misterio que guarda un Universo en donde cohabitan sin posibilidad de
armonizar la teoría cuántica con la de la relatividad, es un bello símil de
cómo el lenguaje y la pulsión coexisten en el parlêtre.
Por eso me
pareció que la historia de este hombre guarda el misterio de cómo él mismo,
avanzando contra él mismo, va agujereando el saber, va paulatinamente
consintiendo al no-saber y dándole forma a su saber-hacer con la
existencia. El saber-hacer no es tanto un saber como un hacer con la
imposibilidad de saber todo. ¿Qué cuerpo tiene Hawking? De entrada es un cuerpo
sentenciado por una muerte próxima y al parece inminente. Un cuerpo
especialmente mortal que progresivamente se paraliza y que solamente tiene
intactas dos partes muy interesantes: la cabeza y el sexo. Al respecto Stephen
le dice a su amigo: “no, esa no está afectada, funciona automáticamente”. Sus
tres hijos son la prueba irrefutable. Y él hace de ese cuerpo real una singularidad
espacio-temporal determinada, es decir, un modo singular de tenerlo que no se
limita a un uso estándar del mismo. Su ansia por explicar el mundo en clave
temporal me parece que responden muy bien al tratamiento que él mismo hace para
apropiarse del cuerpo, así como su modo de relacionarse con las mujeres, pues
es alguien que las ama, que nada a sus anchas en el goce femenino. Como
resultado de su sinthome –que podríamos también llamar su singularidad
espacio-temporal-, tenemos una aportación a la civilización sobre el cuerpo
del Universo, sobre el escenario de la aparición del ser humano en el espacio.
Un detalle de
la película me hizo sonreír. En una conferencia en EEUU una mujer le pregunta
cómo lleva lo de ser tan conocido. Él explica que recientemente un turista lo
paró por la calle en Cambridge y le preguntó si él era el auténtico Stephen
Hawking. Él responde: “No, el auténtico es mucho más guapo”. Eso me hizo pensar
en el cuerpo como consistencia imaginaria, como aquello que unifica al parlêtre
ofreciéndole una imagen de sí. Y en esa respuesta, en ese chiste que él hace,
vemos eso reflejado. Está claro que su imagen corporal es mucho más guapa.
Y en efecto es un hombre guapo por el brillo de su deseo, de ese deseo
que lo habita y que desafió todas las predicciones de la ciencia médica. Quizás
él tenía algo que hacer con su deseo y por tanto, su duro deseo de durar
aportó a la humanidad ese gramo de genialidad enlazada a la humildad. Me parece
que Stephen William Hawking él mismo encarna el misterio de lo que es el deseo
en el ser humano, esa singularidad espacio-temporal soportada en un cuerpo que
late, bolsa vacía, recipiente de eso tan extraño que llamamos la vida.
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