Forum SLP
Sí, pero
Maria Laura Tkach
¿Cuáles son las angustias de los sujetos contemporáneos? No creo que sean diferentes de aquellas que afligían a nuestros predecesores. La angustia de muerte y de vida, de enfermedad, de incertidumbre son angustias que siempre atravesaron transversalmente a los sujetos de todos los tiempos.
En cambio, las diferencias intervienen en el modo en que el Otro les responde en cada ocasión. La diferencia se sitúa en la respuesta, en la lógica sobre la cual aquella es tomada, con un saber sin consciencia sobre quien responde. La respuesta es dada, no tanto por el qué se responde sino esencialmente por la posición en la cual se responde, posición que siempre implica algún lugar y algún estatuto que le suponemos al sujeto demandante, al sujeto angustiado, al sujeto con alguna dificultad.
En definitiva, decía Lacan, es siempre la respuesta la que genera la pregunta. Por lo tanto, nunca es demasiada la cautela cuando se trata de dar respuestas. Son muchos quienes hoy (quizás también ayer) lo olvidan.
Como analistas, gracias a Freud y a Lacan, hemos aprendido a no juzgar el modo en el cual los sujetos expresan sus angustias, modos que, en cada época, a menudo han provocado reacciones que lindaban con lo obsceno: escándalo, compasión, odio. En esto puede transformarse la angustia del Otro cuando es tramitada mediante la negación, el desconocimiento o la forclusión.
En cuanto analistas lacanianos, ya sea en el trabajo que realizamos en nuestros consultorios o bien en el trabajo junto a otros discursos en las más diversas instituciones, nos encontramos siempre interesados, en cada ocasión, por la lógica en juego del discurso en el cual nos implicamos.
Hallamos en los ámbitos más diferentes (el de la salud, el psiquiátrico, el educacional, el cultural, etc.) ejemplos cotidianos que nos hablan en acto de lógicas discursivas que causan efectos desubjetivantes. Aún cuando con las mejores intenciones manifiestas se enuncia o se cree enunciar justamente lo contrario.
Recientemente, gracias a la experiencia de trabajo en el Centro Psicoanalítico de padecimientos contemporáneos en Turín, tuve la oportunidad de leer la Ley 170/2010 y sus Líneas guía sobre los llamados DSA, Trastornos específicos de Aprendizaje. Ella remite a alumnos que “necesitan, además de las intervenciones prioritarias sobre didáctica individualizada y personalizada, también instrumentos y medidas específicas que son derogadas por algunas prestaciones requeridas por la escuela. Para consentir, por tanto, que los alumnos con DSA logren alcanzar los objetivos de aprendizaje, deben ser rearticuladas las modalidades didácticas y las estrategias de enseñanza sobre la base de específicas necesidades educativas, en todos los órdenes y grados de la escuela. Las Líneas guía presentan algunas indicaciones, elaboradas sobre la base de los más recientes conocimientos científicos, no solo para realizar intervenciones didácticas individualizadas y personalizadas, sino también para utilizar los instrumentos compensatorios y para aplicar las medidas dispensatorias. Ellas indican el nivel esencial de las prestaciones requeridas a las instituciones escolares y a los ateneos para garantizar el derecho a estudiar de los alumnos y de los estudiantes con DSA.
La ley define qué tipo de trastornos son los DSA (dislexia, disortografía, discalculia, etc.) y establece, fundamentalmente, que los estudiantes afectados de cada grado así como sus familias tienen el derecho- entre líneas se pueden leer, deben- usufructuar una serie de medidas dispensatorias y compensatorias, además de los programas de estudio personalizados de modo que les sea garantizado su derecho a estudiar.
No se trata aquí de querer negarle el derecho a estudiar a alguien; pero es importante leer ambos documentos para recoger la lógica que los causa.
El primer punto relevante que aparece remite particularmente al cuadro científico de referencia, que es aquel del matrimonio de las neurociencias con el adiestramiento cognitivo conductual. Las Líneas guía no nos dejan dudas al respecto. Tenemos entonces un poder político que elije un campo específico, tal vez creyendo hacer el bien, digamos, en definitiva algo distraídos sobre la idea de sujeto que dicha elección conlleva. La Ley y las Líneas guía para explicar ciertos síntomas (las dificultades que los jóvenes de hoy padecen cada vez con mayor frecuencia y que casualmente mantienen una estrecha relación con el lenguaje, con el orden simbólico) hacen referencia a un solo y específico ámbito del pensamiento científico actual negando todos los demás. Cuanto menos deberíamos preguntarnos el por qué. ¿Debido a qué razón el poder político en cuestión puede estar de acuerdo con este tipo de explicaciones? ¿Qué tienen en común cierto tipo de neurociencias y cierta política? Una política que, por ejemplo, decide recortar de manera indiscriminada el presupuesto destinado a la cultura, a la educación pública en todos sus grados, a la salud pública, pero que a su vez emana una ley sobre los DSA, deliberando un budget de gasto de dos millones de Euro para su actuación. ¿Estamos tan seguros de que esta ley responda a un problema que efectivamente concierne el derecho constitucional al estudio?
Leyendo las respuestas propuestas por las Líneas guía para enfrentar las dificultades relacionadas a los DSA no solo podemos conjeturar cuál es el punto en común sino también comprender rápidamente cómo las mismas hablan sobre un modo específico de entender a los sujetos basado en un modelo mecanicista y reductivo: una dificultad en la lectura o en la escritura viene compensada o reeducada mediante el trabajo preestablecido de herramientas informáticas o tecnológicas, o bien en la puesta en acto de ciertos ejercicios, gracias a los cuales en realidad el obstáculo encontrado no es jamás enfrentado a través de los recursos del sujeto, sino que ello es cortocircuitado de maneras diversas hasta su verdadera eliminación, la cual se obtiene gracias a las medidas dispensatorias o de exoneración. Estas respuestas hablan, entonces, de una lógica que, quiera o no, desemboca en una desubjetivación, vale decir hacia la exclusión de la posibilidad misma del sujeto de hacerse responsable del real que se le viene encima (que viene a su encuentro), aquel al cual el caso ha dado salida.
Pienso que éste sea el punto en común entre una cierta política y una cierta “ciencia”, es decir, aquello que a partir de ciertas condiciones especificas de una lógica del vinculo lleva a la desubjetivación más o menos manifiesta, más o menos explicita, más o menos inducida, pero que cómo lógica no porta sino el riesgo de la anulación de la singularidad del sujeto y por tanto del sujeto mismo.
La ultima enseñanza de Lacan nos ayuda a movernos respecto de los síntomas contemporáneos en una clínica del sí, pero. Hacemos entonces una práctica de cierta graduación en el tratamiento del goce. Podría parecer que este sí, pero y aquellas medidas compensatorias o dispensadoras que dicen querer garantizar a los sujetos recorridos de estudio personalizados, se sitúan dentro de una misma lógica. Esto no es así, existen aquí en juego dos lógicas antagónicas.
Una es aquella del trastorno, que entiende un síntoma o una dificultad del sujeto cómo algo de lo cual habría que liberarlo, levantarlo, o incluso algo de lo que el sujeto debería alienarse, liberándolo de este modo de cada asunción de responsabilidad subjetiva respecto del síntoma, creando de esta manera un sujeto desresponzabilizado y desubjetivado, puesto que justamente aquel malestar podría haber podido devenir, sí el sujeto así lo hubiese consentido, un recurso creativo singular.
La otra lógica en juego es aquella del síntoma cómo recurso del sujeto, la cual a partir del movimiento introducido por el sí, pero realiza un tratamiento del goce toxico del síntoma, sin arrancarlo del sujeto pero consintiéndole la adjudicación de su responsabilidad, hasta reconocer en el propio corazón del síntoma su más intima subjetividad, permitiéndole devenir, nada mas ni nada menos que en un sujeto responsable.
Los psicoanalistas, allí donde trabajan, se mantendrán en el surco de Freud y de Lacan, bajo el pacto de crear y favorecer tales condiciones de lazo, mediante el cual los sujetos que encuentran puedan simplemente devenir, en cada ocasión, sujetos responsables de su propia singularidad, limitando la toxicidad pero reconociéndola y asumiéndola sin querer eliminarla.
Consapevolezza es un término que en italiano remite tanto a saber cómo a conocimiento, usualmente es traducido por conciencia o conocimiento perdiendo de este modo esa doble interpretación de la que se puede valer una lectura psicoanalítica. En este caso se modificó la frase original dado que el juego expresado mediante con ma sopratutto senza la consapevolezza (con pero sobretodo sin la conciencia- conocimineto) en castellano no se mantiene, la elección fue traducirlo: “con un saber sin conciencia”. [T]
Las siglas responden a la denominación italiana: Disturbi Specifici di Apprendimento. [T]
Traducción: Gisela L. Baldini.
Revisión: Laura Rizzo
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