El libro, "El psicoanálisis a prueba de la guerra", publicado por la editorial Tres Haches, tiene un posfacio de Eric Laurent, y está compuesto por textos de Yolanda Arciniega, Laura Canedo, Gil Caroz, Angela González Delgado, Francis Ratier, Antoni Vicens, Jacques-Alain Miller y Gerard Wacjman, entre otros.
Pablo E. Chacón: Seguramente usted conoce el texto de André
Glucksman, El discurso de la guerra. ¿Cómo pensar ese libro, desde una
orientación lacaniana, treinta y pico de años luego de haber sido escrito?
Marie-Hélène Brousse: Sin comentarios.
-Si la civilización es un dique contra la guerra, en contraposición, la
pulsión de muerte trabaja contra la civilización. Esta suerte de aporía,
¿conoce algún estado de equivalencia?
La tesis que el libro desarrolla va precisamente en contra de ese lugar
común. La guerra es un logro de la civilización. No hay guerra sin
discurso, sin lenguaje, sin palabras. La guerra no es la lucha que
organiza la vida animal, que es la lucha organizada por la dimensión de lo
imaginario. No hay ninguna guerra humana sin la dimensión de lo simbólico, sea
bajo la forma de los ideales o de los saberes. La pulsión de muerte es la
civilización. En Lacan, la teoría de la pulsión permite demostrarlo claramente.
La guerra es una actividad que jamás se detuvo, empezó con los primeros grupos
humanos, sin discontinuidad hasta hoy. Sus formas cambiaron con el avance de
los saberes técnicos y desde el siglo XVI, con los saberes científicos;
también, de acuerdo al discurso del amo, a sus variaciones. Estos saberes no
sólo estuvieron ligados a las guerras, pero nacieron de ellas. El discurso del
amo siempre implica un empuje a ir más allá de la vida. Al menos, Lacan lee así
la dialéctica del amo y el esclavo en Hegel.
-La paz es un delirio, dice alguno
de sus antologados, haciéndose eco de Freud. El estado de excepción
permanente, que viene de Schmitt, y pasa por Agamben, ¿es una de las
mutaciones de nuestra época, o esa supuesta mutación es una ilusión que la
época he vuelto más notoria?
-El texto clínico de referencia para sostener esta proposición
-provocadora- es el escrito de Freud sobre el Presidente Wilson, en el cual su
diagnóstico es muy claro. Podríamos decir también que la paz es un sueño, un
ideal, algo que no existe en ningún lazo social.
-En el libro, el discurso del capital, como el de la guerra,
parecen producir un mundo sin afuera, dónde casi todas las relaciones
sociales son susceptibles de convertirse en luchas a muerte, sordas o
explosivas. ¿Esto es así? ¿Desde cuándo es así? Pierre Clastres también habla
de la violencia en las sociedades sin Estado.
-Su pregunta hace un paralelo entre el discurso de la guerra y el
discurso del capitalismo. Yo no creo que se puedan clasificar de la misma
manera, en una misma categoría: la del discurso. Hay un discurso
capitalista en el sentido lacaniano, preciso, del término discurso. Pero
no hay un discurso de la guerra en este mismo sentido. La guerra no tiene un
discurso propio. Siempre viene aparejada con un discurso dado, es decir, una
forma del lazo social que la determina en las distintas formas que toma en
función del período en la cual aparece.
-Como sea, ¿qué es lo que puede introducir el psicoanálisis de
orientación lacaniana cuando las garantías del Otro no existen y cuando la masa
-que ya no parece la de Freud, tampoco la de Canetti- se sigue estrellando en
guerras soterradas o manejadas desde distintos gadgets, ninguno de los
cuales respeta, no ya las fronteras sino los protocolos de convivencia
internacional?
-La ruptura que señala Lacan es la del desvanecimiento del Nombre
del Padre, su fragmentación. La forma moderna de la guerra no es solamente una
adecuación a las novedades introducidas por las tecnociencias. Lo nuevo es que
las guerras actuales, como las del porvenir, son guerras civiles: como lo
enfatiza Lacan en la Nota sobre el Padre, el universalismo del Uno
se debilita frente a la multiplicación de los límites, barreras,
fronteras, cada vez más independientes de los territorios nacionales. Hasta
producir nuevas formas estratégicas de la guerra que implican una
definición del espacio como interpretación.
-En su opinión, ¿es posible un sistema financiero global, extorsivo,
asesino, sin las recaudaciones millonarias o más que entran al mismo por medio
de la industria de las drogas legales e ilegales y de la exclusión de bienes y
servicios de una parte de la humanidad que queda afuera o bien se reformatea
hacia el fundamentalismo?
-También sobre este punto Lacan dijo lo que está pasando hoy. Se ha
abierto un período confuso donde la mayoría de las ciencias produce un real sin
sentido, y son las religiones las que proponen sentidos. Es
imprescindible releer el artículo de la entrevista dada por Lacan en 1974
titulado por Jacques-Alain Miller El triunfo de la religión. Y sin
olvidar que estas nuevas formas, integristas, de las religiones
monoteístas, no operan a partir del Nombre del Padre sino del superyó como modo
único de identificación. En el texto, fundamental, de 1946, sobre la
psiquiatría inglesa y la guerra, Lacan lo anuncia. El período actual de
reorganización del mundo a partir del dominio del número en lugar del Nombre,
implica una progresiva caída del poder de los estados frente a las empresas multinacionales
y la mutación del lazo social: del orden de la ley pasamos al orden de la
función. Las guerras modernas lo demuestran.
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