Esa otra historia que nos presenta R. Huertas –cito al autor– no es «una historia positivista, descriptiva, acumulativa, complaciente con el pasado y acrítica con el presente, sino otra historia analítica, hermenéutica y crítica, que interpele al pasado para pensar el presente y para actuar o propiciar actuaciones suficientemente fundadas. (…) En definitiva, otra historia comprometida con otra psiquiatría, la que considera necesario cambios epistemológicos profundos sobre la naturaleza del trastorno mental y sobre el papel del experto (psiquiatra, psicólogo, psicoanalista, etc.) y del propio paciente –cuyo empoderamiento debe ser una prioridad absoluta–» en la clínica de las sintomatologías psíquicas.
La psique y su pathos no puede considerarse patrimonio de un único saber, pues desde la filosofía a la literatura muchas son las ramas del inacabable árbol de la sabiduría sobre la condición humana. «Es esta condición híbrida la que puede explicar las importantes diferencias epistemológicas que se producen en el ámbito de las disciplinas psi: cuerpo y alma; cerebro y mente; materia y pensamiento; neurotransmisor y significante; representan modelos antitéticos desde los que tradicionalmente se han elaborado los acercamientos a “lo mental”». A su vez, estos dos enfoques han producido una historiografía tradicional y otra crítica. La primera se caracteriza por «historias que pretenden mostrar esa evolución “lineal” de la psiquiatría, desde unos incipientes inicios hasta un presente de “máximo progreso”, que se tiende a asimilar con los avances de la biomedicina». En este polo historiográfico se han hecho fuertes las espaldas plateadas de la psiquiatría y la psicología que practican el pensamiento único.
En el otro polo historiográfico R. Huertas nos habla de esa otra historia de la locura, la que va más allá de la historia de la psiquiatría. Otra historia, crítica con el saber que devine en poder sobre el paciente y con las instituciones que se ponen al servicio del control social. Otra historiografía que tiene en cuenta los textos surgidos en el contexto de los años sesenta y setenta del siglo XX: Michel Foucault, Erving Goffman, Franco Bassaglia, Thomas Szasz; así como las actualizaciones de esos discursos en los años ochenta, noventa del pasado siglo y primera década del actual, con los trabajos de Robert Castel, la historiadora estadounidense Jan Goldstein, el filósofo de la ciencia canadiense Ian Hacking y el historiador británico Roy Porter, quien nos propone una historia desde el punto de vista del paciente: de sus dichos y sus escritos. «Una historia desde abajo». Sobre este aspecto R. Huertas nos dice: «El punto de vista del paciente nos da claves para valorar que lo bio en salud mental no es solo lo biológico, sino también lo biográfico», así como para «comprender la violencia del diagnóstico y del estigma. (…) La actualización de los discursos de la historia crítica de la psiquiatría, está proporcionando una solidez teórica y empírica a este ámbito de conocimiento, que camina hacia una historia cultural de la subjetividad como opción historiográfica (…) en la que el sujeto (mediatizado por el lenguaje) prima sobre la enfermedad, en la se presta la máxima atención a la subjetividad de la persona y en la que el pathos y el ethos se conjugan en el núcleo mismo del pensamiento psicopatológico».
A destacar, de los estudios que componen este libro, la aportación historiográfica de su autor al actual debate sobre la psicosis única y lo múltiple de sus formas, y sobre la continuidad y discontinuidad; sobre la semiología de la subjetividad, inherente al nacimiento del alienismo; sobre el concepto de perversión sexual en la medicina positivista y la construcción de un modelo médico sobre la delincuencia; así como el antes y después que supuso la publicación de El poder psiquiátrico de Foucault, en la historia de la psiquiatría y, sobre todo, en la historia de la locura.
Y porque la historia no es Una, R. Huertas nos trae a colación La filosofía de la locura, del precursor del tratamiento moral y del movimiento alienista Joseph Daquin, quien fue ninguneado por Philippe Pinel en su famoso Tratado médico-filosófico sobre la alienación mental. Y eso que el texto de Daquin fue publicado una década antes que el tratado de Pinel.
Juzgue el lector la actualidad de Daquin con esta cita que se reproduce en el libro de R. Huertas: «Quiero que el médico se acerque con parsimonia instruida y reflexionada, que no recete en la primera visita medicamentos enérgicos y demoledores incluso antes de que la enfermedad se haya desarrollado y, sobre todo, que no ofrezca, con la cabeza baja, remedios nuevos, cuyo mérito consiste en anunciarse en los papeles públicos y cuya eficacia estriba en dar dinero a esos voceros y falsos que se llaman inventores».
R. Huertas considera que «la historia de los trastornos mentales no puede ser una mera enumeración positivista de términos y conceptos, sino que es preciso contextualizarlos con esmero desde el punto de vista científico, social y cultural, con el fin de ayudarnos a pensar la locura –y la clínica– más allá del dato esquemático recogido y catalogado en la guía diagnóstica de turno».
En los manuales oficiales y académicos es observable la utilización torticera de la historia. Como por ejemplo, en el intento de sustituir la neurosis obsesiva de la psicopatología clásica por el Trastorno Obsesivo-Compulsivo (TOC) de la invidencia científica, como si fuera una evolución histórica natural, lineal y progresiva hacia el saber definitivo. «Un intento –dice R. Huertas– que es, cuando menos engañoso porque, en realidad, lo que hay entre una concepción y otra es una ruptura (de paradigma), pues las obsesiones y las compulsiones han transitado en las últimas décadas desde interpretaciones más dinámicas hacia orientaciones que son claramente biológicas. (…) Todo lo cual ha ido desplazando, cuando no anulando, el interés y las investigaciones sobre aspectos biográficos y culturales, en la génesis de los síntomas obsesivos y compulsivos». Sobre esta cuestión R. Huertas nos ofrece un riguroso análisis de los textos clínicos sobre las obsesiones en el seno del movimiento alienista francés; esto es, desde el nacimiento de la clínica hasta las últimas décadas del siglo XIX; así como del ruido de fondo o el espíritu de la época –como se le quiera decir al contexto social, político y económico– que interactúa en la construcción de los textos clínicos. «Para el caso francés, parece evidente que la medicalización de las obsesiones, mediante su asimilación al modelo de la monomanía, surge en el momento en el que en la Francia posrevolucionaria tiene lugar el afianzamiento definitivo del poder burgués y el modo de producción capitalista».
Con Freud hay cambios y hay continuidad. «La obra de Freud supone un cuestionamiento del positivismo y el organicismo psiquiátrico», y la neurosis obsesiva es interpretada desde una concepción dinámica. «A partir de la obra de Freud se abre, pues, un camino diferente y fuertemente innovador desde el punto de vista nosográfico, pero también psicopatológico e historiográfico. (...) El concepto dinámico de neurosis obsesiva se afianzó a lo largo del siglo XX para ser sustituido en el último tercio del mismo por categorías más acordes con las realidades socioeconómicas y con el pensamiento hoy día hegemónico en el ámbito psi; esto es, una psiquiatría biológica, una psicología conductista y una psicopatología estadística».
Resumiendo la importancia de esta novedad editorial que se presenta, y en el decir del autor: «Sirvan estas páginas como propuesta epistemológica en torno a la necesidad de pensar históricamente determinadas cuestiones psicopatológicas que nos permitan valorar el peso innegable tanto de la clínica clásica, como de los elementos sociales y culturales que, en muy buena medida, contribuyen a elaborar (o construir) las categorías diagnósticas. (…) La existencia de un clínica de la subjetividad ya desde los mismos orígenes de la semiología psiquiátrica me parece incuestionable».
* En este mismo BLOG: Sapere Aude, José María Alvarez y Fernando Colina, LAS VOCES DE LA LOCURA, por Carlos Rey
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