13 de agosto de 2011

Contribución de Penny Georgiou (en español)

“¿QUE ESTÁ PASANDO?” Respuesta desde Londres

Penny Georgiou (London, New Lacanian School)

A principios de esta semana, nuestro querido amigo Gustavo Dessal me envió un amable y preocupado mensaje con el interrogante: “¿Qué está pasando?”. Esta es mi respuesta.

“He estado pensando sobre tu pregunta: la situación aquí en el Reino Unido. Desde luego, cuando lo real muestra su rostro insensato, hay siempre muchos elementos en danza.

Algunos años atrás, la perspectiva de los disturbios (una violencia en las calles que conmovía la vida de todos) me angustiaba. Era lo que dirigía mi atención hacia la política en el año 2006. Aunque no se trataba de un propósito explícito, era algo en lo que estaba trabajando para prevenir (cosa poco probable) o al menos situarme en una mejor posición para soportar y responder a lo que vendría. Tal vez el resultado fuese estar un poco más preparada de lo que estaba. Era mi preocupación fundamental ante la posibilidad de que mis hijos tuviesen hijos. En ese sentido, mis modestos esfuerzos han ido en la dirección de contribuir a que el mundo sea un lugar menos inhóspito para su generación. (Entretanto, en el día de hoy esperamos el niño de mi hijo y mi nuera).

Lo que viene a continuación, no es ni sagacidad ni fatalismo. Simple lógica.

La cuestión fundamental es que, una vez que aceptamos que el cambio climático es real y tiene consecuencias, (algo que requiere un gran esfuerzo de negación dada la evidencia tanto lógica como empírica que nos rodea), entonces no es tan difícil reconocer el resto. Lo digo en el sentido de que el consecuencialismo se instala de tal modo que no puede dejar de conmover lo inconmovible: a nosotros mismos.

La “crisis financiera” se estaba elaborando claramente dentro de nuestra comprensión de los ciclos económicos, pero tan pronto como se estableció el calendario de consecuencias para el cambio climático, un calendario tan breve (IPCC AR 4 2007, que nos daba tan solo un margen de diez años para actuar antes de que...), fue inevitable que los factores que gobiernan los ciclos económicos no fuesen los únicos que modelasen la capacidad del discurso de los negocios para reinventarse de entre las ruinas.

El malestar es una consecuencia lógica obvia de todo esto. Sin embargo, hemos visto el malestar en formas muy variadas últimamente (por ej., en los países árabes). El nuestro tiene su carácter propio.

Aunque el desencadenamiento se situó en un joven (Mark Duggan) tiroteado por la policía en Tottenham y la manifestación pacífica de la familia exigiendo una respuesta a ese hecho, lo que sucedió encontró en ello simplemente la oportunidad para irrumpir. El aspecto de nuestro malestar en esta ocasión es de una banalidad obscena. Lo primero que podemos decir es que se trata de una desinhibición.

Es llamativo que el ataque se haya cebado en las tiendas y grandes almacenes. Saqueo, desde luego, pero también incendio y destrucción. Los robos han sido mayormente de objetos banales: video-juegos, pantallas planas de televisión, zapatillas, mercancías de tiendas deportivas. Esto es posiblemente una reacción del sujeto que es objeto de la publicidad, y cuyo deseo es causado por estos objetos que no valen nada.

Una crisis nos ha despertado de la fiesta esta mañana. El periódico The Guardian (1)señala el hecho de que JD Sports ha sido la tienda popular más saqueada. JD Sports ha promocionado sus productos usando la imagen del “gangster chic”, y los saqueadores asisten a los tribunales vestidos de impecable traje.

Otro elemento sorprendente, y ligado a este, es que el grito de batalla “Podemos tomar lo que nos de la gana, podemos hacer lo que nos da la gana” es simplemente la réplica de lo que las elites han hecho desde tiempos inmemoriales. A principios de este año, Jacques-Alain nos habló de los fractales en el Congreso de la NLS. Esto nos permite pensar un isomorfismo entre la pequeña “imagen/historia/sinsentido” y la gran “imagen/historia/sinsentido” en este caso.

La estructura de este acto brutal de romper el escaparate, entrar dentro y tomar lo que uno quiere (aplastar y agarrar), es en definitiva el modo en que opera el poder económico, y cómo obtiene las leyes que legitiman sus acciones, o las ignora cuando puede y le conviene. En vano se ha reivindicado el prestigio. Una clave de todo esto es la orientación de los jóvenes a partir de los 12 años, que buscan algo, o alguien a quien seguir: una manera de ser.

Tras una serie de escándalos en los años pasados, (banqueros, miembros del Parlamento) y ahora los Murdochs y los teléfonos intervenidos, ha quedado expuesto a los oídos y los ojos de la opinión pública lo que otrora solía suceder de forma más discreta, aunque no menos brutal: cómo opera este “aplastar y agarrar” en la clase dominante. Cómo la gente utiliza su proximidad al poder, al puesto o a la tecnología para tomar lo que quiere simplemente porque puede hacerlo, sin ninguna clase de límites o restricciones internos. Por ejemplo, intervenir el buzón de voz de una niña, Milly Dowler (3), que había sido asesinada, y escuchar sus mensajes; incluso borrar algunos de ellos cuando el buzón estaba lleno y dejar espacio para mensajes que dieran carnaza a las noticias. Aunque han habido miles de casos de teléfonos intervenidos, cuando este llegó a la luz gracias a la tenacidad de un miembro laborista del Parlamento (4) y algunos otros, esta brecha conmovió los límites sagrados de esta sociedad. Una niña muerta ya no es juego limpio. Finalmente, aquí también se trazó una raya.

Uno de los periódicos publicó un artículo muy interesante (5). Nunca leo este periódico, pero era el único del que pude disponer una noche en el tren (6). A grandes rasgos, Rupert Murdoch es al parecer muy aficionado al cotilleo. Suele llamar a sus ejecutivos a las 3 de la mañana para preguntarles qué es lo que han oído. Su amor por el cotilleo, por saber lo que hay que saber, es lo que probablemente ha mantenido la unidad de News Corp durante todos estos años. En cierto modo, le juntan estas flores personalmente: homenaje a papá.(7)

La policía ha quedado seriamente dañada por este escándalo mediático y la práctica (nada infrecuente) de pagar a policías para que proporcionen información para las noticias. Así, los Padres caen, los semblantes están siendo atacados, o demuestran ser un peso excesivo para aquellos que deben encarnarlos. Nuestro trabajo es muy oportuno.

Entre otras cosas, estos acontecimientos dan consistencia a las consecuencias del ataque incesante al lazo social ejercido por el discurso del mercado en su carrera hacia ninguna parte, en su afán de superar todos los récords en la obtención de beneficio, y hacer saltar así una a una las sinapsis de la vida civilizada.

Pero todavía hay otras cosas. Espero que pronto podamos hablar sobre temas más felices.”

Penny

(Traducción: Gustavo Dessal)

1 http://www.guardian.co.uk/uk/2011/aug/12/uk-riots-gangster-chic-brands

2 http://www.bbc.co.uk/news/uk-14458424

3 http://www.independent.co.uk/news/media/press/news-of-the-world-hacked-milly-dowlers-phone-when-rebekah-brooks-was-editor-2306961.html

4 http://www.guardian.co.uk/politics/2011/aug/02/tom-watson-phone-hacking

5 http://www.mirror.co.uk/news/top-stories/2011/07/21/inside-rupert-murdoch-s-lair-his-life-his-rules-115875-23285218/

6 Desde el escándalo de los teléfonos intervenidos, y ahora los saqueos, ya nadie deja el Metro/Evening Standard (un periódico londinense gratuito) en el tren. Cuando regreso tarde por la noche, los puntos de distribución solían estar vacíos, pero era muy fácil encontrar ejemplares en los asientos del tren. Ahora ya no.

7 “Se podría describir su uso del teléfono como “terrorismo telefónico”. No le gusta llenar los silencios. Odia la pequeña conversación, pero ADORA el cotilleo”. Bruce Dove, ex ejecutivo de Murdoch, dijo: “Rupert Murdoch sin un teléfono es como un alcohólico sin su bebida”.

Um comentário:

A.A.delaR. disse...

Excelente para pensar nuestra cuestión colombiana con sus similitudes y diferencias, dadas nuestras coyunturas y condiciones de violencia específicas travesadas por el discurso del mercado.
Gracias.