En "Trauma, angustia, síntoma. Desafíos de la biopolítica", el psicoanalista Guillermo Belaga esclarece el lugar de esas tres formaciones en la época del derecho al goce obligatorio, cuyo campo de batalla es el cuerpo del sujeto, muchos de los cuales, infectados de compulsiones diversas, entran a formar parte de ejércitos panicosos, agresivos y mortíferos. El libro, publicado por la editorial Grama, invoca una política del síntoma capaz de cortocircuitar ese continuo feroz que aparece en múltiples dimensiones del tardocapitalismo.
Guillermo Belaga es analista miembro de la Escuela de Orientación Lacaniana (EOL) y de la Asociación Mundial de Psicoanálisis (AMP), es docente en la Facultad de Psicología y en la de Medicina de la Universidad Nacional de Buenos Aires (UBA). Esta es la conversación que sostuvo con Télam.
Télam: ¿Por qué serían un desafío para la biopolítica el trauma, la angustia y el síntoma? O más precisamente, ¿qué se entiende por biopolítica en este caso?
Guillermo Belaga: El término biopolítica fue acuñado por Michel Foucault para describir un nuevo modo de dominio sobre las poblaciones, de organización y gestión de las mismas. En el caso del libro, lo que me interesa ubicar es como los DSM (los diferentes manuales de diagnóstico y estadística generados por la Asociación Psiquiátrica Americana, sobre todo a partir de su tercera edición) son parte de esa organización poblacional, su expresión en el campo del sanitarismo, con incidencias también en las decisiones jurídicas. Así, el trauma, la angustia y el síntoma, especialmente el síntoma histérico, han sido despojados de su valor subjetivo, singular, para ser homogeneizados en un universal estadístico y biológico. La discusión de fondo es el estatuto del cuerpo, si el individuo va a ser reducido a un cuerpo biológico, como se desprende del término trastorno mental usado en los DSM, o si es posible -por la vía del psicoanálisis- mostrar que no es posible reducir la humanidad sólo a cantidades, a una visión técnica del mundo. El sujeto está irremediablemente desgarrado por el lenguaje desde el momento de su nacimiento. Como lo define Jacques Lacan, esa es su condición, ser-parlante: por esta brecha no se es un cuerpo, sino que al cuerpo se lo tiene siempre con algún grado de obstáculo.
T: Hablás de una psicopatología de la cotidianeidad capitalista. ¿A qué te referís, y cómo articularla con el trauma, la angustia y el síntoma?
G.B: La expresión la tomé de Ignacio Castro Rey, quien caracteriza de esa forma al sujeto de esta época, inmerso en un orden social consumidor. Esta psicopatología de la cotidianeidad capitalista es un efecto de la producción constante, ilimitada, de nuevos objetos técnicos de autosatisfacción que permiten sostener un circuito pulsional que no reconoce el corte, que evita la experiencia del vacío. Apelar a las figuras del trauma, la angustia y el síntoma es situar una totalidad fallida; lo real agujerea lo simbólico, inevitablemente, sin ley, en exceso. Asimismo, ubicar lo que no cesa, la iteración, considerar lo contingente, que el hombre no desprecie su spaltung (división), es abrirle la posibilidad de la invención, de hacer de su existencia algo más vivible frente al superyó que clama compulsivamente por ¡lo nuevo!
T: Si se piensa en la hipermodernidad, el consumo masivo, la insatisfacción elevada a rasgo exponencial, ¿no serían el trauma, la angustia y el síntoma modos de producción diferenciales, o puntos de fuga de ese continuo?
G.B: El discurso hipermoderno, como decía, se caracteriza por este dominio del objeto técnico, del gadget, que hace que el sujeto se exprese en comportamientos compulsivos, adictivos. Este circuito autoerótico genera un sueño de autonomía, imaginarios de seguridad. La presencia de la angustia, de la histeria, son una traba a ese sueño de autonomía.
T: El libro de Alain Ehrenberg que citás, ¿es posible que se encuentre en un impasse, producto de su argumentación, cuando llega a ese punto, por mucho que cite a Freud?
G.B: La fatiga de ser uno mismo tiene un valor: problematizando específicamente el término depresión, ha permitido argumentar sobre un debate que tiene vigencia actualmente. Me refiero a la partición que recuerda de las enfermedades mentales entre aquellas que se definen a partir del déficit y las que lo hacen tomando en cuenta el conflicto. Es el debate Janet / Freud, entre la neurastenia del primero, y las neurosis actuales, entre el hombre insuficiente y el hombre culpable. Quizá el impasse al que hacés referencia puede deberse a que en ese estudio es necesario incorporar la noción de lo real de Lacan, la disyunción entre sentido y real. Pero para argumentar y esclarecer en relación al nuevo higienismo y las clasificaciones DSM, los trabajos de este autor son de un gran valor.
T: El lazo social contemporáneo, ¿por qué pensás que está amenazado permanentemente por el pánico, cuando se constata que existe la masa, cierto, pero también el individualismo de masa?
G.B: La pregunta me recuerda una frase de Lacan: El deseo, el aburrimiento, la clausura, la rebelión, la oración –religiosa-, la vigilia, el pánico (…) están ahí para testimoniarnos la dimensión de esta Otra parte (…) en tanto que principios permanentes de las organizaciones colectivas, fuera de las cuales no parece que la vida humana pueda mantenerse mucho tiempo. Subraya así, una serie de afectos sociales, su relación a la Otra parte, a la Otra cosa, a una parte malditaque se manifiesta como sufrimiento por la ruptura de los lazos, y en el núcleo de la construcción de los mismos. Ya Freud, en Psicología de las masas y análisis del yo, demuestra cómo el lazo del objeto con el rasgo significante del ideal, constituye un nudo que opera tanto a nivel subjetivo como a nivel colectivo; y describe como el pánico irrumpe en las masas en el momento de la caída del jefe. El pánico se hace presente en la desaparición de la unión al dirigente, al mismo tiempo que desparecen las uniones de los individuos de la masa. No quisiera dejar de mencionar que el panic attack, epidemia de época, aparece como entidad clínica en el momento de la caída del estado de bienestar representado por el thatcherismo.
T : ¿Cómo pensar la libertad en un mundo donde la gestión empresaria la vende como otra mercancía?
G.B: La pregunta me permite retomar algo importante, lo biopolítico. Dice Castro Rey que se ha impuesto una cultura del impacto. La técnica y el mercado se adelantan a cualquier indecisión, liberando al sujeto de la necesidad de decidir. El objeto a, dice Jacques-Alain Miller, se impone al sujeto sin brújula, errático, cuya referencia actual es el objeto técnico, plus de gozar. El individualismo de masa implica la inmersión en una masa homogénea definida por sus prácticas adictivas. Bajo ese imperativo de consumo, el yo ha construido una imagen satisfactoria al obtener el objeto técnico, la autonomía narcisista que mencionamos. El psicoanálisis se encuentra frente a un verdadero desafío, la de estar a la altura de poder introducir un corte a esa compulsión mortífera, alienante, a los fines de que el parlêtre encuentre desde su soledad hacer una lazo vivible con lo común.
Fuente: Télam
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