¿Por qué el psicoanálisis se va decantando cada vez más hacia el campo del goce? Con esta pregunta, Amanda Goya introducía, dentro del ciclo ¿Qué es el psicoanálisis lacaniano?, la conferencia El goce que se espera y el que nos desespera, pronunciada por la psicoanalista Rosa López.
El título muestra una fractura esencial: lo esperado, imposible de obtener; lo encontrado, imposible de evitar. Señaló otra dualidad relativa al goce, su imposición inevitable y su potencia destructora. Parcelaciones que, articuladas al campo del Deseo, establecen dos escenarios, Goce y Deseo, separados por una línea fronteriza muy lábil, en relación paradójica de inclusión/exclusión y destituidos de cualquier pretensión de articularse a la naturaleza, dada su vinculación con el lenguaje.
La exposición tomó como referencias teóricas a Sigmund Freud en su dilucidación de la pulsión de muerte, y a Jacques Lacan en el establecimiento de las bases lógicas del concepto Goce y su clínica. Se evocó la reflexión freudiana sobre la felicidad en El malestar en la cultura, contraponiéndola a la filosófica, que la relaciona con placer y armonía. El corte freudiano plantea que el ser humano no se dirige a su propio bien. Si el Principio del placer orienta nuestros actos hacia la búsqueda del placer y evitación del dolor, el paso por la clínica impone a Freud la aceptación de algo situado más allá del Principio del placer: la pulsión de muerte. La vida del ser humano no obedecería a la lógica del bienestar, sino a la lógica de una compulsión de repetición inconsciente que conduce a lo peor. Es un giro en la historia del pensamiento, giro que inclina a lo humano por el sesgo de la desesperanza. Para ejemplificar este dominio de la pulsión de muerte, Rosa López se demoró en la descripción del síntoma en sus dos vertientes, la simbólica relativa a su desciframiento, y la real relativa al goce.
También tomó referencias mitológicas para explicar las características de la experiencia de satisfacción primordial plena y su anhelo de recuperación por parte del sujeto. Una experiencia que actúa como resorte de la fantasía, por ejemplo, nostalgia por el paraíso perdido, ideal de retorno a una naturaleza perdida, creencia en la felicidad infantil, etc. Todo signado por la imposibilidad y la pérdida irremediable de esa experiencia primaria. Sólo quedaría en el aparato psíquico la huella de esa satisfacción, una huella que se carga de libido, lo cual haría surgir el Deseo. Circunstancia que caracterizaría al Deseo en su errancia, pues “catectiza una huella en lugar de una experiencia real”, lo caracterizaría también en su patrón alucinatorio, todo lo cual haría del aparato psíquico un dispositivo inadaptado respecto a la realidad y separado de cualquier naturalidad.
De ello deducimos la índole de la felicidad como imposibilidad, en tanto lo humano se juega alrededor de una huella, un fantasma, una representación alucinatoria de algo que nunca existió. Esta sería la paradoja del ser hablante, que nos lleva a la aceptación de que el deseo, como motor fundamental de la vida, no proporciona la satisfacción esperada.
¿Cómo sostenerse, entonces, en el deseo sin caer en la depresión o en la melancolía? Jacques Lacan sostiene que ese goce natural está perdido como consecuencia de la incidencia del lenguaje sobre el cuerpo, y en su lugar surge un goce marcado por la pulsión de muerte. Pero no todo estaría perdido, pues surge una oposición que se escenifica en la lucha entre Eros -amor y Deseo- y Tánatos –Goce-, tanto en un plano individual como social. Un juego de equilibrios en el que la balanza se mueve hacia uno o hacia otro lado en los diferentes períodos históricos, produciendo consecuencias, muchas veces, terribles.
Rosa López se detuvo a señalar las fuentes que originan el goce contrario a los ideales, recogidas en El Malestar en la cultura: el propio cuerpo por su carácter mortal; las fuerzas destructoras de la naturaleza; las relaciones con los otros seres humanos. La cuarta, implícita, sería el peligro que proviene de uno mismo, la tendencia a destruir el medio ambiente, al semejante y, sobre todo, a uno mismo. Jacques Lacan, para hacer más explícita esta última idea escribe el neologismo “extimidad”, indicando una topología en la que lo extraño, lo Otro, es a la vez lo más íntimo. Con ello trastoca la causa de la infelicidad y la insatisfacción, haciéndola pasar del padre edípico y del amo, al hecho de ser sujetos de la palabra.
Este hecho de goce estructural tendría también un carácter relativo a cada época histórica. En lo referente a la nuestra, fue singularizada como una sociedad hedonista y de consumo donde la gente es tomada por una gran insatisfacción que le hace recurrir con frecuencia a los antidepresivos. Ello sería debido a la actuación de los imperativos superyóicos de goce y felicidad configurando un tránsito problemático desde el deseo a ser felices, pasando por el derecho a serlo, hasta llegar al imperativo de goce infinito que linda con la misma muerte. Una trasformación de los ideales benéficos en imperativos mortales.
En este sentido, habría un corte digno de tener en cuenta. En la práctica clínica se percibe una devaluación del significante felicidad y una preeminencia del significante disfrute, identificando de forma problemática el ideal con el goce.
Para finalizar, Rosa López especificó el estatuto de la falta de goce. Hizo referencia a Lacan cuando plantea que el goce que no hay es el de la complementariedad entre los sexos, de lo cual se deriva la fórmula que sostiene que la relación sexual no existe. A lo cual contrapuso el amor como contingencia que contrarresta el peso de la imposibilidad. También significó el proceso analítico como posibilidad de saber hacer con nuestro propio goce.
* CICLO CONFERENCIAS DE INTRODUCCIÓN A LA ORIENTACIÓN
LACANIANA (NUCEP-MADRID). ¿QUÉ ES EL PSICOANÁLISIS LACANIANO?
Coordinan: Amanda Goya y Gustavo Dessal
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