Que
el artista precede al analista en el esclarecimiento de los problemas de los
cuales eventualmente ambos se ocupen, es una tesis básica de Lacan en su relación
con el arte. De allí lo impropio y arrogante del concepto de “psicoanálisis
aplicado” en el sentido en que los postfreudianos lo impulsaron. Guy Briole ha
subrayado dicha tesis de Lacan y se sirve de ella como su Virgilio para
proponer un novedoso examen de la música dodecafónica de Schoenberg, de ciertos
rasgos de la música de Xenakis, de John Cage, de Boulez y en general de la
llamada música contemporánea, hasta llegar a definir su “escabel derribado”
como un esfuerzo de bien decir. Y nótese allí una lógica que va desde lo
epistémico hasta lo ético, situando un real como centro del análisis.
Se
recordará que la perspectiva del “psicoanálisis aplicado” (en el sentido
postfreudiano) ha guiado a los analistas que han intentado ocuparse de la
música. Uno de los primeros que se lo propuso fue Theodor Reik, quien logró
aclaraciones literarias (sobre la ópera, por ejemplo) o biográficas de interés
(por ejemplo acerca del análisis de Mahler con Freud[1]) pero sin que lo
propiamente musical sea abordado allí con claridad. La vieja idea de hacer
“psicoanálisis aplicado” define todo su empeño, y por tanto el objetivo es
reconocer el sentido inconsciente del trabajo del artista, más que derivar un
saber para el psicoanálisis de la construcción musical misma. Briole no elude
lo más propio y específico de la música y muestra en su “Los escabeles
derribados” que no eludirlo es posible para el analista y muy productivo para
su saber. Seguramente era necesario un aparato conceptual como el que Lacan
elabora en especial en el último tramo de su enseñanza, para lograrlo. Así,
Briole hace uso de los conceptos necesarios para elaborar sus tesis, sin hacer
nunca una invocación esquemática de los mismos.
En
ese sentido para su examen se apoya en conceptos como los de escabel,
S.K.Bello, agujero, borde, no relación, escritura (en el sentido de Lacan), lo
imposible, lo contingente, no todo y otros, y examina con ellos temas como los
de la música como escritura (ya destacado por Masson en su Impromptu de París
2014), el silencio como agujero, la reducción de lo real en Schoenberg, o en
Cage, o en Xenakis o en otros, lo imposible de escribir, la soledad o una
estética del rechazo entre otros, temas estos que reconoce Briole en los
músicos convocados, los que, de una u otra forma, atraviesan las construcciones
de los mismos.
En
ese orden de ideas acoge la invitación de Miller para el Congreso de Río de
situar a Schoenberg, en cuanto a la música, en el lugar de Joyce para la
literatura. Se trata entonces de acometer el trabajo que Lacan efectuó con
Joyce, en este caso con Schoenberg. No es pues una tarea cualquiera; con coraje
y decisión Briole abre la senda, lo cual, ya indicadas vías y propuestas tesis
principales, permitirá probablemente una producción valiosa para Río 2016.
Y
allí resulta central el concepto de escabel, destacado especialmente por Lacan
luego de su seminario sobre el sinthome y subrayado por Miller en su
conferencia de París cuando destaca las piezas teóricas de la última rama de la
enseñanza de Lacan, que han de servir para atacar el misterio del cuerpo
hablante.
Que
Miller haya hecho notar de la última rama de la enseñanza de Lacan el concepto
de escabel en el contexto de su conferencia de París 2014 sobre el cuerpo
hablante, merece ser destacado. Briole así lo reconoce. Con tal concepto es
posible situar acentos esenciales que se producen en ese tramo del trabajo de
Lacan. En esa perspectiva Miller propone un paralelo entre el escabel y el
sinthome, para poner en relieve las dos formas de goce del parlêtre, el goce de
la palabra, del sentido (con el escabel), y el goce que excluye el sentido (con
el sinthome). Es una oposición notable que, a pesar de que sea muy clara y aun
casi evidente, es necesario haberla puesto de presente. Lo es en la medida en
que permite entender la lógica que guía a Lacan en su decisión de traducir (es
el término que usa Miller para referirse a la decisión de Lacan) la sublimación
freudiana como escabel. En efecto, se trata así de introducir un término, si
bien algo prosaico, que sustituya la sublime sublimación, que dé cuenta en
forma más precisa de una perspectiva teórica. Es esa la manera lacaniana de
subrayar (de manera transversal como dice Miller) el lado narcisista que se halla en juego en la sublimación. De
allí el por qué habla de SKBello; “élsecreebello” también dice Lacan en su
versión escrita de “Joyce el Síntoma”. Con tales piezas y orientación, Briole
llega a reconocer el valor de una música que no pretende elevados escabeles
sino, y ante todo, un bien decir que se pregunte a fondo por los elementos
esenciales de la dimensión sonora para el parlêtre y con ello conseguir
producir música. Todo esto configura una vía que se podrá reconocer, está llena
de promesas para la teoría y también para la práctica analítica.
Permítaseme
añadir dos puntos finalmente. Uno: no obstante lo indicado, me pregunto con
relación al concepto de “escabel derribado” si ¿éste no habría sido ya expuesto
por Lacan bajo su neologismo de escabellostración? Y dos, cabe indicar, en este
contexto, una posibilidad de trabajo que parece sugestiva: ¿qué resultados
arrojaría la indagación acerca de la obra de otro grande de la música
contemporánea, Luciano Berio, quien entre sus producciones llega a rendirle un
homenaje a Joyce con su Omaggio a Joyce, trabajo ejecutado en colaboración con
U. Eco y Cathy Berberian? Nuestros conocimientos musicales no permiten
emprender esa exploración, pero seguramente otros, quizás el mismo Guy, hallen
de interés esta posibilidad.
Notas:
[1] Cf. Reik, Theodor. Variaciones psicoanalíticas sobre un tema de Mahler.
Taurus (Colección Ensayistas # 131), Madrid, 1975. También su Psicoanálisis
aplicado. En la vida, la literatura y la música. Horme, Buenos Aires,
1967.
Para leer el texto de GUY BRIOLE
Afinidades electivas
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