29 de novembro de 2015

El error consum(a)ido y la dignidad de la errancia, por Natalia Paladino



“Si los no incautos (les non dupes) son aquellos… que se rehúsan a la captura del espacio del ser hablante, si son aquellos que de él conservan, por así decir, su campo libre, hay algo que es preciso saber: la absoluta necesidad que de ello resulta, de una no errancia (errance) sino error (erreur).”(1)  

La orientación que Jacques-Alain Miller nos da en su presentación del próximo Congreso de la AMP es clara: “el parlêtre… sustituye al inconsciente, en la medida que analizar al parlêtre ya no es lo mismo que analizar el inconsciente en el sentido de Freud, ni siquiera el inconsciente estructurado como un lenguaje. Diría, incluso: apostemos porque analizar al parlêtre es lo que ya hacemos, y que tenemos pendiente saber decirlo.”(2).

La orientación es apostar por lo que ya hacemos -la clínica del parlêtre; su invitación es a decirlo.  

 El error, un no(h)ombre despierto 

Diremos algo, entonces, de uno que se define por el consumo de cocaína y en su entidad de consumido viene sin creencia a la consulta para ver si puede evitar otra internación que lo “rehabilite”. Su desencanto manifiesto no responde a una vacilación de los semblantes, más bien su escepticismo se ufana de prescindir de ellos, de no sostenerlos ni sostenerse en ninguno. No hay suposición de un sentido-saber a descifrar para su angustia, única constante a lo largo de su mediana vida. Un goce sin medida irrumpe en la pubertad: se escapa de la casa, va tras el alcohol y las drogas; allí comienzan sus pesadillas -vividas como alucinaciones de las que no puede salir-, y luego los trastornos de sueño por miedo a dormirse, el terror y sobresalto previo al sueño profundo, que lo acompañan desde entonces. 

El entusiasmo o las ganas son engaños que duran como el efecto del tóxico; “consumido” hace proyectos, y al tiempo todo se cae -las relaciones con mujeres, las iniciativas académicas o laborales con las que ha obtenido ciertos logros, lo ahogan y termina huyendo. El nombre del Error al que se reduce es una respuesta conclusiva y petrificada ante los reproches de su padre, que fija una posición melancolizada. El signo que ha desvitalizado la carne(3) no inscribe un agujero, es el retorno permanente del traumatisme que no hace troumatisme (de trou: "agujero" y traumatisme: "trauma"). Lo dicho por su padre es trauma sin agujero, S1 expuesto que no tiene estatuto de ex-sistencia. Como contrapartida, no hay un significante del Otro que vivifique al cuerpo; como superficie de inscripción, su cuerpo no se muestra apto para figurar: permanece “anulado” por la angustia, o se vitaliza entrando en una “dinámica artificial” –así la define- por la sustancia.

Por una vía muerta de rigidez circular, va de la incondicionalidad del Otro materno, en el lugar de niño eterno e irresponsable, a la exigencia absoluta de su padre, identificándose a él por la marca de un goce ilimitado -su oralidad insaciable-, a falta del amor y el respeto de quien encuentra en la père-version la falla/falta simbólica en el Otro que hace de una mujer objeto causa de su deseo –el padre como síntoma. A la angustia le siguen la huida o el consumo como respuestas defensivas –en tanto “las adicciones son una defensa, son el último bastión de la defensa. Incluso podemos decir que hoy en día son el recurso más difundido para enfrentar la angustia”(4)-. Luego, la mortificación por los reproches, propios o del Otro, que constatan su error. Así, la repetición compulsiva del consumo es el perro que se muerde la cola con la iteración del error como marca de existencia.

Vía abierta, del error a la ‘errancia’ 

“La Vía de que se trata: el Tao… ¿No sería ésta, al forjarnos, una ética muy diferente, una ética que se fundaría en la negativa a ser no incauto (non dupe), en la manera de ser cada vez más fuertemente incauto (dupe) de ese saber, de ese inconsciente, que al fin de cuentas es nuestro único PATRIMONIO de saber?”(5)

Puesto que ser incauto o no da una relación distinta al saber, es preciso producir una vía que abra cierta relación al patrimonio del saber inconsciente. “El no incauto lo es de lo posible, en cambio, el incauto… lo es de lo real, de lo imposible, de la no relación sexual. Para ello es necesario que lo real esté articulado, anudado.”(6) La vía de que se trata implicará entonces articular, anudar ese real. El hombre que no duerme trae un sueño donde aparece la analista; dice no saber qué quiere decir eso. Primer momento de enigma. Luego, la articulación significante se abrirá a partir del cine; asociar a partir de las películas que ve le permite producir cierto anudamiento de lo real a un sentido novedoso: encuentra, por la vía del humor negro, un modo de tratar el horror de la oralidad insaciable al parodiar y ridiculizar al padre –el carnicero caníbal del film-. En otro film se identifica a un hombre que constantemente busca otro rumbo: un errante que se siente realizado moviéndose, que no puede atarse a un lugar. Desde entonces algo se mueve. 

Si huir –defensa extrema ante la emergencia de la angustia con la presencia del Otro- fijaba su ser a un goce solitario, lo adhería sin mediación al lugar del error, el lugar de la errancia devendrá el semblante con el que se articula una distancia más o menos conveniente con el Otro, permitiendo ir y venir en un lazo singular que no es vagabundeo: no atarse -condición que produce satisfacción y alivio al irse-, es lo que permite volver o elegir hacerlo. Aparece un empleo que posibilita no estar en un horario o lugar determinado; hay proyectos vinculados con viajar, imaginar itinerarios, ausentarse por un tiempo, y volver para contar cómo le ha ido.

Aparece también un espacio en el teatro vocacional: la improvisación, el entrar y salir de diferentes personajes, y la angustia descrita como una sensación de temblor en el cuerpo antes de una presentación en público, diferente de aquella en la que pensamiento y cuerpo se anulaban.  

Esta vía que se abre en la transferencia permite tener/disponer de un cuerpo afectado, donde sentir un temblor por la angustia, como acontecimiento, pasa a ser signo de estar vivo. Aún así, no prueba que haga del errante un incauto de lo real, de lo imposible, de la no relación sexual. En tanto en la economía del goce, un significante amo vale lo mismo que otro cualquiera, “de la debilidad al delirio… la única vía que se abre más allá es, para el parlêtre, hacerse incauto de un real, es decir, montar un discurso en el que los semblantes atrapen un real, un real en el que creer sin comulgar con él.”(7)

“CREER O REINVENTAR” (8) -hace un tiempo leí eso en un graffiti-. Puesto que no dejarse engañar por ningún semblante deja al parlêtre en el error de quedar a merced de un: “Goza hasta reventar”, un anudamiento que sin la creencia en el Otro como resorte reinvente un lazo a partir de un acontecimiento de cuerpo –creer en su propio síntoma-, será nuestro principio de orientación para la vía que abra un más allá de la locura o la debilidad. 


Notas:
1. Jacques Lacan, Seminario 21 “Les Non-Dupes Errent” ó “Les Noms Du Pére”, clase del 13/11/1973, inédito
2. Jacques-Alain Miller, “El inconsciente y el cuerpo hablante”- Presentación del tema del X Congreso de la AMP- 2016. En: www.wapol.org
3. Argumento de las Jornadas 2014 del T.yA. – Córdoba (fragmento)
4. J. Lacan, Seminario 21, ibídem.

5. Adriana Lafogiannis, El Cartel- Cuaderno de Navegación N°8 – “Les non dupes-errent o Les noms du père” (el subrayado es nuestro) En : http://www.eol.org.ar/template.asp?Sec=el_cartel&SubSec=cuaderno&File=cuaderno/008/lafogiannis.html
6. Jacques –Alain Miller, op.cit.

8. Transformando el dicho popular: “Creer o reventar”

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