Resulta que La Belle Équipe
no es cualquier bar.
Resulta que es el café que está
abajo de mi edificio. Aquel en el que tengo costumbres y cuya terraza frecuento
regularmente. A ese bar llevé repetidas veces a amigos y a colegas para que
vinieran a descubrir la magnífica carta de cócteles –La BelleOtero, esa
bebida condimentada con flor de saúco y pimienta, con su nombre de gran
cortesana de la Belle Époque, era mi preferida.
Los hombres y las mujeres que
llegan allí para discutir, coquetear, divertirse y beber a sorbos su
despreocupación, es eso lo que los terroristas han venido a destruir, matar,
exterminar.
No puedo dejar de estar
obsesionada por estas preguntas: ¿por qué, entre los millares de bares y restós
parisinos, dispararon precisamente en mi lugar favorito, abajo de mi
casa?, ¿cuántas veces estuve en esa misma terraza un viernes a la tarde? No se
trata ya de decirse, abstractamente, “hubiera podido ser yo” o “son gente como
nosotros”. Es nosotros Concretamente. Realmente.
Allí se cruzan cuatro calles,
esa terraza no está protegida por ninguna mampara de vidrio o de metal, es un
lugar expuesto, fácil para tirar y luego escaparse. Pero estas razones
pragmáticas son irrisorias. En un comunicado, Daech afirma haber seleccionado
con cuidado, previamente, los lugares de los atentados: eligieron blancos
considerados por ellos como “lugares de libertinaje”. El alcohol, la música, el
juego, las relaciones libres entre hombres y mujeres: es explícitamente a
nuestro modo de gozar al que apuntaron el viernes último. Alcanzaron al París
joven, “bobo”(1) y progresista. El París donde se vota a la izquierda y
donde se cambia el mundo en las terrazas de los cafés, justamente. Ese París
que tanto amo, en el que nací, en el que crecí y en el que siempre tuve la
oportunidad de poder vivir como una mujer libre. Los terroristas decidieron
deliberadamente sembrar la muerte en esos barrios apacibles y animados, donde
es tan agradable vivir que pensábamos que casi nada podía sucedernos.
Se dirigieron a esos territorios
felices que rechazan tanto lo real que acabó por estallarles en la cara. Del
modo más traumatizante y más trágico.
¿La
terraza de La Belle Équipe? No logro creerlo nunca, es inadmisible –aunque haya ido,
como tantos otros, a depositar flores y a tener un momento de recogimiento. Es
imposible. La irrupción de un fuera de sentido en mi realidad más cotidiana.
Dolor, terror y tristeza, pues
sé que después del 13 de noviembre no será como después de Charlie: esta vez,
nuestras vidas van a cambiar verdaderamente. Fin de una Belle
Époque.
El otro Belle Équipe(2)
en el que pensé mucho este fin de semana es el de nuestra Escuela que preparó
durante largos meses esas Jornadas que prometían ser un momento excepcional de
elaboración psicoanalítica y de alegría compartida. Estoy al tanto de la
cantidad colosal de trabajo que nuestros colegas habían realizado para preparar
las Jornadas lo mejor posible y estimo la decepción y la pérdida que esta
cancelación representa.
Así como Lacan tenía su
Seminario inexistente, la Escuela tendrá a partir de ahora sus Jornadas
inexistentes. Un agujero en lugar de “faire couple”(3) y de nuestro
entusiasmo comunitario.
Todavía tenemos, en nuestras
vidas y en nuestro trabajo, que extraer todas las consecuencias de estos
acontecimientos.
París, 15 de noviembre
Notas:
1 [N. T] Bobo, contracción de bourgeois-bohème
(burgués-bohemio).
2 [N. T] La Belle Équipe, el bello equipo.
3 [N. T] Faire couple - Liaisons inconscientes
(Hacer pareja – Lazos inconscientes) era el título bajo el cual iban a
desarrollarse las 45º Jornadas de la ECF, en París, el 14 y el 15 de noviembre.
Traducción: Alejandra
Antuña
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