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Todos los miembros y asociados de la NEL están invitados a participar en este boletín con sus textos, comentarios, notas y observaciones sobre los temas del debate.
Moderadora: Clara María Holguín
Lorena Greñas, Asociada de la NEL-Guatemala, nos presenta los textos de Marita Hamann, Miembro de la NEL-Lima y Gonzalo Cabrera, Asociados de la NEL-Bogotá, subrayando en ambos el punto de la transmisión en primera persona.
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Si al principio fue el amor y, por lo tanto, la solución de la identificación, el recorrido de Marita Hamann muestra que en la Escuela se apuesta por otra solución en la que a través del trabajo del síntoma advenga algo nuevo en el modo de gozar que permita a cada cual sostenerse en ella por un deseo decidido que se manifieste a través de la enunciación en primera persona. Así, Entre el amor y el pase, identificación o enunciación, me despierta la pregunta por el estatuto de la transferencia.
En sus reflexiones, Gonzalo Cabrera señala que el laberinto de las identificaciones supone un peso y un sufrimiento, sin embargo, el tránsito por el análisis ¿otro laberinto quizás?, permite descubrir “que no hay minotauro del cual escapar”, el Otro no existe, cabe sin embargo, servirse de lo que se va conociendo sobre la propia singularidad y de la formación que dicho tránsito produce para hacer de ello poesía, efecto que sólo se transmite al hablar en primera persona.
Lorena Greñas
ENTRE EL AMOR Y EL PASE, IDENTIFICACIÓN O ENUNCIACIÓN
Marita Hamann
Dice JAM en un pequeño texto que la primera solución a la pérdida de satisfacción que la castración implica es la identificación: “tomar al objeto dentro del yo, significantizar el objeto perdido como ideal y amar al padre o a sus sustitutos”*. La otra solución es el pase, que demuestra que para cada sujeto queda un goce permitido que ninguna identificación puede reemplazar.
La abstinencia psicoanalítica, cuya trasgresión es muy grave –no por tratarse de un crimen sino de algo peor, de un error analítico, aclara JAM– se sostiene en el hecho de que es el lenguaje el que limita al goce y éste, en la medida en que el sujeto se hace de él, produce un goce permitido, esta vez, no humanizado por el amor.
Una Escuela sin estándares es una Escuela que no se reduce al Uno de la identificación; así visto, un grupo analítico es imposible en la medida en que lo que soporta a los grupos es la identificación merced a la presencia del líder que encarna la promesa de la restitución del objeto perdido. JAM va más lejos y agrega: “En un grupo hay amor, y la Escuela es la esperanza de una agrupación que no conocería el régimen del amor. La idea de Lacan es que la Escuela tuviera el régimen del pase”. ¿Qué quiere decir esto?
Siendo que la demanda de amor humaniza, también persigue la supresión de la alteridad. Su importancia reside en la mediación que ejerce entre el deseo y el goce. En el amor hay una experiencia de goce y, en el sentido inverso, el goce autista, gracias al Otro del amor, permite encontrar el deseo. Como reducción de las diferencias, es aburrimiento. O mero estratagema al servicio de la seducción.
La Escuela del pase es la escuela que apuesta a hacer pasar por la palabra, demostrándolo, que el síntoma es también solución. En principio, es el síntoma lo que se pone a trabajar en un análisis para que algo diferente advenga en el modo de gozar. Ni supresión ni represión sino sintomatización y hallazgo. ¿Y cómo se obtendría si no se tuviera el coraje de tomar la palabra?
En el interior de nuestra Escuela, la NEL, no existen liderazgos marcados, pues bien, hagamos de eso una virtud. No hay lugar para la nostalgia. Lo que sí hay, debe haber, son efectos analíticos susceptibles de contrarrestar la inercia. (En el transcurso de un análisis, por ejemplo, como señaló Mauricio Tarrab –y ésa es también una manera de pensar el pase en la NEL–, acontecen sucesivos momentos de pase antes de alcanzar el final. Y aún el definitivo no necesariamente basta, como han contado algunos ex AE).
Haría falta entonces, en mi opinión, poner más en práctica la política de la enunciación que nos orienta con el fin de que un deseo vivaz habite la Escuela, contra una idealización (del pase definitivo, por ejemplo) que siempre declina en la inhibición, dar un paso más allá de la represión que ejercen los ideales a los que se apela para hacerse amar y apostar por un desplazamiento que ilumine algo nuevo. Nada querría yo más para esta Escuela de la que me alegra formar parte.
* Miller, Jacques-Alain (2006). “Mas allá de las condiciones del amor (1989)”. En: Introducción a la clínica lacaniana, Barcelona, ELP-RBA Libros, p. 183.
“…NO HAY MINOTAURO DEL CUAL ESCAPAR…”
Gonzalo Cabrera
¿Cómo se ha abordado el tema? Es verdad que no es una tarea fácil salir de un laberinto, esto es, teniendo la premisa de que hay que salir de uno. Yo me inclinaría por pensarlo como una tarea en la que después de un tiempo de transitar, se sabe que no hay minotauro del cual hay que escapar, o que el mítico monstruo se ha amaestrado. Si ello es así, me inclino por pensarlo como un tránsito del cual no se sale, pero si se puede seguir transitando sin temor, sin el peso de las identificaciones, tarea nada fácil, para la cual se deben invertir horas, y horas, y mucho dinero hablando en el diván.
Hay otro laberinto que me ha llamado la atención; en el Arte Poética Española (1759) se describe el laberinto como versos enteros que pueden leerse al derecho y al revés, saltado o cruzado, o de otra manera y hacen copla. Puede ser esta otra manera de ver el laberinto; leer el mismo texto pero en diferente orden, y aun así, hacer copla. Hacer de ello poesía, es decir; quitarle lo apesadumbrado y poder transitar sin mucho problema.
He intentado abordar el tema siguiendo las directrices marcadas por el llamado al encuentro:
“Se invita a cada uno a hablar en nombre de su experiencia del inconsciente”. Salta a la vista que “hablar en nombre de “no es lo mismo a “hablar de “, lo cual salvaguarda la exposición morbosa en la que pudiera caerse. Hay espacios para ello.
Por otro lado se dice “…será una ocasión para cada participante de transmitir las salidas del laberinto que en su quehacer analítico ha podido construir, qué ha aprendido de ello y qué consecuencias tiene en su práctica”, por ello debe haber, en mi opinión, un matiz clínico en el material a exponer.
Por último: “Daremos pues la palabra, en estas jornadas, de un modo privilegiado, a quien, conociendo su singularidad, se sirve de ella ; y se sirve también de una formación, la de la escuela, que es colectiva, aunque de un tipo especial: un conjunto de singularidades que no se suman y que invita a cada cual a hablar en primera persona.”
Así pues, tenemos los términos que para mí orientan el abordaje del tema a tratar sobre el transito en el laberinto de las identificaciones:
- Se habla en nombre de la experiencia del inconsciente.
- Se habla sirviéndose de la singularidad.
- Se habla para transmitir los efectos del tránsito en el laberinto.
Por esta razón, no creo que se pueda hablar de nada diferente al trabajo que se haya constituido como dificultad, para mostrar cómo “hablar” permite elaborar sobre el malestar y la forma en que cada uno ha acomodado la carga en su espalda para poder hacer de ello poesía. Aun estamos en esa tarea.
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