9 de novembro de 2014

Crónica: El ser humano, un compuesto trinitario de simbólico, imaginario y real*, de Vilma Coccoz (NUCEP), por Miguel Ángel Alonso


Vilma Coccoz fue la psicoanalista encargada de dictar la cuarta conferencia del ciclo ¿Qué es el psicoanálisis Lacaniano? Comenzó contando el sueño parabólico en el que Chuang Tzu soñaba que era una mariposa y que concluía: “Pero ahora no puedo saber si soy Chuang Tzu que soñaba que era una mariposa o soy una mariposa que sueña que es Chuang Tzu”. Expresión de una inquietud ontológica que se plantea al sujeto hablante: ¿Cómo estar seguros de que lo que vivimos no es un sueño? Incertidumbre respecto a la identidad que, muy bien, puede estar en el origen de una demanda de análisis. Si la mariposa y Chuang Tzu son diferentes, ¿cómo asegurar esa diferencia? La imagen narcisista del yo, al despertarse, no le otorgaba certezas, Chuang Tzu no era idéntico a sí mismo, sino que estaría dentro de una posición de no saber, clave para querer saber lo que cae por fuera de la pantalla imaginaria en la que se instalan los “cuerdos”. Incertidumbre vital sobre la que se volcó el pensamiento occidental: Platón con el mito de la caverna y el privilegio de la idea; el materialismo, opuesto a la idea; el psicoanálisis, acentuando la importancia del inconsciente en detrimento de la realidad social; el discurso religioso instaurando la verdad revelada, etc.

Dualidades entre idea/materia, alma/cuerpo, psique/instinto, subjetivo/objetivo, superadas por el psicoanálisis al introducir el tres que nos orientaría en la estructura. Se trata de la relación entre los sexos y la inclusión de “la otra mujer, el tercero perjudicado, que toma forma en el fantasma como requisitos del deseo, allí donde la relación entre dos no puede escribirse”.

Descartes fue tomado por Vilma en su faceta de inaugurador del sujeto moderno y buscador de un camino vital significado por su rectitud. Narró tres sueños del 16 de noviembre de 1619, dos traumáticos y el último apacible, y que Descartes interpretó como mensajes divinos. Los sueños fueron significados como alusiones a la filosofía, a la sabiduría, a la verdad y falsedad de los conocimientos humanos y de las ciencias, también hacían referencia a la soledad, a los peligros del Genio Maligno y a la benevolencia de Dios guiando sus pasos. Desde ese estado de duda pasó, años después, a la certeza del: Cogito ergo sum. Naturaleza pensante capaz de separar lo verdadero de lo falso. Con la garantía divina, Descartes llega a una identificación, en oposición a las dudas de Chuang Tzu, preocupado por resolver los enigmas que le traía el sueño.

Todo el discurso científico derivado del cogito cartesiano tendería a eliminar la duda de Chuang Tzu por razones objetivas. Se hizo entonces referencia a la carta 137 que, tres siglos después, Freud dirigía a Fliess, donde confiesa un deseo, que en su casa fuese puesta una placa con la leyenda: “El día 24 de julio de 1895, el Dr. Sigmund Freud halló el misterio del sueño.” Hacía referencia al sueño de Irma, con el cual tuvo la certeza del inconsciente, ligado a la singularidad y no al para todos que caracteriza al discurso científico, imponiéndose la evidencia de Otra realidad, de Otra escena poderosa y determinante hecha de lenguaje. Es en ese ámbito en el que el significante “mariposa” o la incertidumbre de Chuang Tzu toman su valor.

Aquí ya no se trataba de ningún trastorno de la imaginación, de la percepción, como podrían sostener los científicos, o los seguidores de Freud, que habían perturbado su creación. Por su parte, Lacan había rescatado “la dimensión ética de la vivencia del delirante, negándose a la estigmatización de la locura y mostrándose dispuesto a recibir la lección acerca de la condición humana que ella nos brinda”. Además, dio consistencia a los registros real, simbólico, imaginario, indispensables para ordenar la experiencia subjetiva y valorar las palabras según se inscriban en uno u otro registro, en lo cual se demoró Vilma Coccoz a través de varios ejemplos.

Este sería el marco que posibilitaría la solución a la parábola de Chuang Tzu, que permitiría alojar su singularidad y establecer la raíz de la diferencia real entre la mariposa y Chuang Tzu.

Evocó entonces a Jacques Lacan: “Cuando era mariposa discernía cierta raíz de su identidad, es decir, que era y es esa mariposa que se pinta con sus propios colores… lo prueba que cuando es Chuang Tzu despierto no se le ocurre preguntarse si es la mariposa que está soñando serlo”. Su ser de mirada, el que pintó el significante mariposa con sus propios colores, raíz de su verdadera identidad como ser de goce, puede encontrar un modo de alojarse en un semblante, puede vestirse adecuadamente volviéndose presentable en el discurso con el nombre de Chuang Tzu, que dio origen a la duda pero que, una vez hecha la experiencia analítica, se vuelve un nombre de lo real, más allá de la función del patronímico, desde el cual puede inventarse un partenaire.

En ello residiría la función social del psicoanálisis, donde el no saber ocupa un lugar central. El analista es llamado a hacerle un lugar a lo real de cada uno, al modo en que pinta los significantes con los colores de su mirada, raíz de su existencia, escritura de su mismidad, a sabiendas de que no hay modelos, ni identidades absolutas, y que cada quien tiene derecho a instruirse en el modo singular, único, incomparable en que se asomó a la vida a partir de las necesidades más humildes para conseguir sacarle partido a su síntoma.

* Ciclo de CONFERENCIAS DE INTRODUCCIÓN A LA ORIENTACIÓN LACANIANA
(Nucep-Madrid) ¿QUÉ ES EL PSICOANÁLISIS LACANIANO? Coordinan: Amanda Goya y Gustavo Dessal

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