La pregunta ¿Por qué una sesión lacaniana no se rige por el reloj?, junto con un poema de Borges, constituyeron el epígrafe de la quinta sesión del ciclo de conferencias ¿Qué es el psicoanálisis lacaniano?* pronunciada por la psicoanalista Amanda Goya, que inició la charla refiriéndose a lo misterioso del tiempo articulado a la condición mortal y finita de los seres hablantes, a la historia del tiempo tomada por griegos y hebreos en relación al movimiento natural y cíclico de los cuerpos celestes, pero también en relación a la idea de eternidad. Eternidad inmutable y verdad fuera del tiempo para Platón en su concepción de la geometría; paradoja del ahora para Aristóteles; enigma y paradoja imposible de atrapar para San Agustín; tiempo y espacio como formas apriori de la sensibilidad, condición previa a toda experiencia para Kant; horizonte del ser, dimensión propia del ser-ahí, del ser-en-el-mundo, del ser-para-la-muerte en Heidegger.
La
formulación literal de la paradoja del ahora fue la siguiente: “el pasado ya no es más, el futuro aún no es y al
ahora no podemos inmovilizarlo…” ¿qué es el tiempo…? “¿Existe el tiempo?
¿Es una categoría íntima, subjetiva, como afirmaba Plotino, el filósofo del
Uno?”
Más
allá del tiempo relativo al registro de la conciencia, de la medida, de la
linealidad, de la uniformidad, de la espacialidad, o de las múltiples
variedades psicológicas articuladas al reloj, las coordenadas del tiempo en el
psicoanálisis se establecen dentro de una experiencia subjetiva. Tendrían que
ver con ritmos, escansiones, puntos conclusivos, y con el inconsciente
freudiano, que no conoce el tiempo. Tesis deducida de experiencias como los sueños,
las fijaciones traumáticas a un eterno presente, la fijación a ciertos objetos
libidinales, la indestructibilidad del deseo como resto imperecedero.
El
inconsciente freudiano fue definido como una memoria que registra huellas
psíquicas de experiencias vividas, incluso en épocas remotas de la existencia,
que retornan de forma intensa como si el tiempo no hubiese pasado. La
traducción lacaniana de este inconsciente freudiano sostiene que el
inconsciente es un saber, una trama de significantes desconocida por la
conciencia, un saber inaccesible si no se crean ciertas condiciones
artificiales, como lo es la experiencia analítica.
Para
sintetizar lo dicho, Amanda Goya trajo a colación una cita de Freud en Más allá del principio del placer: “Hemos averiguado que procesos anímicos
inconscientes son en sí atemporales. Esto significa que no se ordenaron
temporalmente, que el tiempo no altera nada en ellos, y que no puede
aportárseles la representación del tiempo”.
Tomó
a continuación dos dimensiones del inconsciente presentes en la sesión
analítica, el inconsciente-sujeto y el inconsciente-repetición, o
en términos aristotélicos la tyché y el automaton. En el primero
situó lo azaroso, lo fugaz como pulsación temporal que acontece aleatoriamente,
que nos sorprende y que, en la experiencia analítica, tomará estatuto de
acontecimiento. La segunda fue ilustrada por las acciones y ceremoniales
obsesivos que se repiten de la misma manera, a la misma hora y en el mismo
orden, donde asistimos a una suerte de
anulación del tiempo.
Jacques-Alan
Miller, y más concretamente su seminario Los usos del lapso, fueron
tomados para ubicar la sesión analítica en estas dos dimensiones. La sesión
como acontecimiento regular instituido por el discurso analítico, casi
burocrático, como condición para que el inconsciente-sujeto tenga lugar.
El tiempo de las sesiones se rige no por el reloj sino por lo que el paciente
dice en lo que el analista escucha, que es quien decide el momento de concluir
la sesión. Es la posibilidad de suscitar el azar, la sorpresa, lo imprevisto, y
que los efectos de verdad sean susceptibles de desciframiento. Quedaría anulada
así cualquier simetría temporal, pues se trata del tiempo subjetivo del
analizante, un tiempo relativo a cada sesión tomada como unidad. Tiempo lógico
en el que el analista decide el corte de la sesión.
Coordenadas
del tiempo diferentes a los estándares de la I.P.A., cuestión en la que se
detuvo Amanda Goya para relatar la experiencia de Lacan con esa institución y
su expulsión de la misma. Punto de inflexión para la creación de una escuela
lacaniana en la que el tiempo deja de ser una medida estándar. Diferenciación
muy específica entre tiempo y duración, entre medida y escansión, entre medida
y puntuación, lo cual supondría, según Miller “la adquisición de un resultado
parcial que lleva a cabo una mutación respecto del problema inicial”. Por
ejemplo, en la escucha, el analista interrumpe el discurso sin dejar que la
frase concluya para hacer oír una verdad subjetiva. Es el corte que sorprende
al sujeto, lo deja en suspenso, eclipsa la significación y propicia, como
revelación, el surgimiento de una rectificación subjetiva, cuestión que fue
ilustrada con un ejemplo clínico.
Tiempo lógico, no cronológico, que Amanda desarrolló también en el Apólogo de los tres prisioneros situados ante el enigma propuesto por el carcelero y que implicaría la libertad de aquél que lo resolviera. Reflexión acerca del tiempo que recae sobre estos tres sujetos, tiempos lógicos que se desglosan en tres escansiones, el instante de ver, el tiempo para comprender y el momento de concluir. El primero y el último instantáneos, sólo el segundo relativo a una duración. La sesión lacaniana no es cronológica es lógica, este es el giro que produce Lacan para que el sujeto pueda progresar en la estructura y desenredar los hilos que le tienen atrapado en su cárcel personal.
* CICLO DE CONFERENCIAS DE INTRODUCCIÓN A LA ORIENTACIÓN
LACANIANA (Nucep-Madrid) 2014 ¿QUÉ ES EL
PSICOANÁLISIS LACANIANO?
Coordinan: Amanda Goya y Gustavo Dessal
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