Lo
que hay os satura por su evidencia. La evidencia de que lo que hay os oculta la
ausencia de lo que no hay. No demuestro estas dos proposiciones. Parto de ellas
como dos axiomas.
I
Lo
que hay os satura por su evidencia
Así,
cuando penetráis en el taller de Reinoso en Malakoff, resultáis captados por la
profusión de “hay”, os atrapa la garganta, los ojos, os envuelve, eso os
captura. Sois vosotros los penetrados. Os abrís camino en un bazar opulento y
ya no sabéis donde mirar porque cada objeto merece vuestra atención. Esta
atención que atrae, el objeto vecino no la atrae menos, y ahí estáis, como una
mosca pegada a las telas de arañas rivales que se disputan la presa en la que
os habéis convertido. El objeto reinosiano es caníbal. Os aspira. Os traga. Desprende
tal campo de fuerza que no podéis mantener las distancias. Os absorbe, os
consume.
Tiziano
indica su lugar al espectador volviendo hacia él la mirada del pequeño
personaje de abajo a la derecha en La Madonna di Ca´Pesaro. Una
escultura de Bernini privilegia un ángulo de visión asignando al ojo una
posición determinada en el espacio. Esta posición se convierte por el contrario
en borrosa, paradójica, irresoluble, delante del espejo Bar aux
Folies-Bergère de Manet. Respecto a Étant donnés, la última obra de
Duchamp, solo se puede ver a condición de que cada uno de vuestros ojos se
apoye en un ojo de cerradura: burla a la ideología del “punto de vista”. ¿Y
después? Después viene Reinoso.
Reinoso
permanecerá en el arte como el inventor de un concepto inédito: el objeto a
distancia cero. ¿Os atrae el arte? Muy bien, nos dice, dejáos llevar por esta
atracción. Entráis en la órbita del objeto. Sufrís su fuerza gravitatoria. Os
acercáis. Más cerca…más cerca…y ahora la caída libre. Caéis sobre él. Es imprescindible.
Reinoso os invita a colocaros dentro o encima del objeto. No a ponerse delante
y contemplar; no girar a su alrededor, sino a entrar, posarse.
¿Cuál
es el estímulo primordial de la imaginación reinosiana? Silla o banco, trono o
taburete, es el asiento en todas sus versiones. El artista se ha manifestado:
“he construido así mi primer banco y mi primera silla sobre los siete u ocho
años”. ¿Su primera obra algunos años más tarde?: un tronco articulado
“verdadero asiento, que todavía utilizo porque siempre lo he conservado en
casa”. Ahí está en efecto, en el taller.
No
hay objeto más humilde que una silla. ¿Para expresar desdén no se dice: “me
siento encima”? (NT, 1). El rasgo propio del utensilio, el objeto-servidor, es
según el filósofo alemán, el estar a mano, Zuhndenes. El asiento, sin
embargo, se distingue por estar bajo las posaderas. Por eso ilustra mejor que
ningún otro objeto la condición humana. “Y en el trono del mundo más elevado,
no estamos sentados más que sobre nuestro culo.” Esta frase de Montaigne,
quinta antes del punto final de los Essais, contiene el germen de todo
lo que el espíritu francés ha podido producir en materia de sátira, incluso de
blasfemia. Reinoso pertenece a esta línea.
Tener
como aquí, en la Casa de América Latina, todo un edificio para reinover (NT, 2)
por así decir, para poner patas arriba, satisface el ideal reinosiano, que
demanda que el espectador se integre en el objeto.
II
La
evidencia de que lo que hay oculta la ausencia de lo que no hay
Hacía
falta ser Sherlock Holmes para darse cuenta de que el hecho destacado de la
velada de los Baskerville, era que el perro no había ladrado. Seamos ese
Sherlock con Reinoso. Lo que no hay en su obra, es la representación de la
forma humana. A lo que fue la pasión de un Giacometti por ejemplo, Reinoso
opone una indiferencia paleolítica. Se dice que en la cueva Chauvet frente a
447 representaciones de animales se encuentra en total sobre el extremo de una
roca, un hombre con cabeza de bisonte, una mujer con cabeza de león. El famoso Nu
descendant un escalier de Duchamp todavía deja que se transparente una
silueta-esqueleto. No hay nada de eso en Reinoso. Os muestra en su taller tres
marcos con filamentos, adosados a una pared. Son Las Tres Gracias, dice.
¿Adivinaréis que el cuadro que véis a la derecha al entrar en la sala traspone
el Laocoonte de El Greco y sus cuerpos sinuosos?
El
arte de Reinoso es un arte antihumanista. El objeto-servidor convoca,
destituye, reemplaza, censura a su amo de siempre, y le obliga a participar en
su ser de objeto. Digamos que el objeto se convierte aquí en la metáfora del
hombre. Éste resulta reprimido, abolido, en beneficio del bibelot. Parece que
vemos el utensilio “a mano” sustraerse a todo dominio, emanciparse de cualquier
tutela. Reinoso, nuevo Rousseau, proclama: “El objeto ha nacido libre y está
prisionero en todas partes”. Estamos de nuevo en 1789, pero esta vez se
proclama una Declaración de los Derechos del Objeto.
El
primero de estos derechos es del no servir para nada. Ahora bien, lo sabemos
desde el urinario de Duchamp: le ha bastado a un artista reconocido como tal,
sustraer del uso el producto manufacturado más común y bautizarlo como obra de
arte para que, ipso facto, así sea. Es el principio del ready-made:
1) El objeto permanece intacto; 2) lo que cambia es su significación; 3)
condición necesaria: que se le añada una enunciación performativa (el
“bautismo”).
Reinoso,
una vez más, va un paso más allá con lo que aquí llamaré su freed object,
el objeto emancipado. Sin bautismo; el artista permanece mudo; modifica el
objeto utilitario de manera que éste manifieste por sí mismo que ha adquirido a
partir de ahora la significación de obra de arte.
Aquí
todo es sorpresa. En efecto, el objeto se convierte en otro. Se despereza, se
anima, pierde vergüenza. Se sale de lo previsto. Hace de las suyas. Se vuelve
malicioso. Asume atributos humanos. La almohada sobre la que reposar la cabeza
se pone a respirar como un durmiente. La madera del banco sobre la que el
paseante asienta sus posaderas se va ella misma a pasear. La silla sobre la que
descansar no os da ni un respiro, y abandona el parqué para ir a pegarse al
techo. Puesto que se llama acrónimo (NT, 3) a un neologismo que encaja vocablos
mediante apócopes. ¿Por qué no decir del objeto reinosiano que es un
“objeto-maleta”? Pero si maleta hay, es una maleta abierta, que desborda.
De
ello resulta, que si restituís el ready-made de Duchamp al uso, dicho de
otra forma, si meáis en el urinario sagrado, atentáis contra su cualidad de obra
de arte. En cambio, la confirmáis si devolvéis a su uso original le freed
object de Reinoso.
Como
regla general, la eventualidad de un retorno al valor de uso siempre es evocada
por este objeto. Tres ejemplos. 1) El uso es posible, incluso prescrito: es el
caso de los bancos, por ejemplo de los bancos públicos de los muelles del Saône
en Lyon. 2) El uso es imposible: pensemos en los asientos en el techo. 3) El
uso es tentador, pero difícil, y siempre retorcido: es lo que ilustra en un
pequeño filme el sorprendente número de contorsión de la bailarina Blanca Li a
vueltas con la silla Thonet modificada por Reinoso.
Viendo
el largo y fino cuerpo de la mujer torturada por el objeto emancipado, se
tienen ganas de responder “¡Sí!” a la pregunta de Lamartine: “Objetos
inanimados ¿tenéis pues un alma?”. La bailarina parece ser aquí esta alma. Y
bendecimos a Reinoso por no haber modificado la forma humana, puesto que ¿no
habría sido la víctima y el descuartizador como en American Psycho?
Claro
que no. Si la metáfora sobre el objeto autoriza el retorno de lo reprimido
humano, este retorno no humaniza al objeto reinosiano. Se traduce por
deformaciones, elongaciones, inversiones, complicaciones, hinchazones,
anudamientos, cualquier formación parasitaria de la cual, lejos de sufrir, el
objeto parece gozar.
La
gloria del objeto al hombre le crea problemas.”Libertad para los objetos” grita
sin cesar el arte de Reinoso. Y también, en la línea de Montaigne: “¡Igualdad
de los culos!”. Ningún culto aquí de cualquier trascendencia. Ninguna
soteriología. Ni ascesis, ni perdón, ni redención. ¿Fraternidad? Sí, la del
hombre y del objeto. Pero el hombre deberá pagar el precio de la rebelión de
los esclavos: está condenado a ser el cornudo de esta historia. Rodeado de
utensilios familiares que se han vuelto extraños, ya no sabe qué partido tomar.
¿Unheimlichkeit?
Sí, sin duda. Un sentimiento de extrañeza nace en el corazón de lo íntimo (heim).
Pero este mundo no tiene nada de estirado ni de espantoso: solamente está
sacudido, puesto al revés. Ha sufrido un gran cataplum. Reinoso es un artista
burlón. No pretende dar miedo, sino hacer reír, o sonreír. No es un trágico,
sino un satírico.
Notas
de traducción:
1.-
“S´asseoir dessus”: literalmente sentarse encima; utilizado como expresión
significa burlarse.
2.-
Reinover: juego de palabras con rénover (reformar) y Reinoso.
3.-
Mot-valise (literalmente palabra-maleta)
Traducción:
Fe Lacruz
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