La interpretación lacaniana
Hay una pragmática de la interpretación lacaniana. Ella produce efectos que pueden registrarse sobre el sufrimiento de los síntomas, sobre el goce del cuerpo y sobre la posición del sujeto en el lazo social. Les propongo que nos demos como tarea exponer estos resultados en ocasión de nuestro próximo Congreso.
La interpretación, en efecto, desanuda los embrollos del sujeto en lo simbólico, lo imaginario y lo real del cuerpo. Apunta a que pueda “saber hacer allí” con lo que restará luego de la conclusión de un ciclo o de una cura llevada hasta su término. Conduce por lo tanto a una forma de satisfacción.
1) El dedo levantado de San Juan
En el Escrito « La dirección de la cura » (p. 273, Escritos 1), Lacan barría las grillas interpretativas de los post freudianos preguntado: «¿ A qué silencio debe obligarse ahora el analista para sacar por encima de ese pantano el dedo levantado del San Juan de Leonardo, para que la interpretación recobre el horizonte deshabitado del ser donde debe desplegarse su virtud alusiva ?”
Freud ciertamente constituye una excepción, puesto que él no aplicaba ninguna grilla preestablecida, inventaba. En una cierta soledad, de allí sin duda la interrogación que mantuvo hasta el último momento sobre las construcciones que elaboraba para el hombre de los lobos, especialmente en cuanto al saber que debía comunicar a su paciente.
Es por el sesgo de los post freudianos como la interpretación se fijó, que se tornó una « técnica ». Lacan se esforzó por impedir que su enseñanza sea transformada en técnica, es un deseo a la altura del cual nosotros nos esforzamos en sostenernos pues es también una indicación de su parte.
Por esta razón, primeramente promovió el silencio del analista, un silencio que no es la boca cerrada pues indicaba al mismo tiempo que un analista debía pagar con palabras y con su persona para estar a la altura de su tarea. La intervención del analista debe en efecto destacarse sobre el fondo de silencio. Hace jugar a las resonancias poéticas en el dicho del analizante y haciéndolo « reconstruye” la intencionalidad de su discurso. Produce en él un vaciamiento, lo agujerea como lo hace la metáfora poética.
2) El arte de la extracción
Aún hay algo más en la frase con un aire heidegeriano, en lo que concierne al dedo levantado del San Juan de Leonardo da Vinci. Lacan indicó de este modo que la interpretación no es un saber que el analista detentaría antes del encuentro con el paciente y que por lo tanto “no hay metalenguaje”. No hay Otro del Otro. La interpretación parte de los dichos del analizante para volver a ellos, conviene por lo tanto que el analista opere “entre la cita y el enigma” por extracción de los significantes del analizante o por ruptura del sentido. Es un segundo rasgo de la interpretación lacaniana, va contra el sentido. En ello va contra la transferencia que empuja a la búsqueda del sentido de las formaciones del inconciente, que empuja también al despliegue de la demanda y puede llevar a esta suerte de locura que consiste en “preferir en todo al inconciente”. No descuidemos la transferencia sin embargo, pues indexa la puesta carnal del analizante en el proceso, pone al analista en el lugar de un objeto cualquiera utilizable. Bajo el pretexto de contrariar el sentido no convendría tampoco impedir la asociación libre intentando precipitar por un forzamiento el momento de concluir propio de cada sujeto. El seminario XVII precisa lo que Lacan formulaba ya en la « Dirección de la cura », indicando que lo que se opone verdaderamente al sentido, no es el sin sentido, sino lo que él llama la Letra. La interpretación analítica, vista bajo este ángulo, apunta a separar lo que se deposita como una letra, es decir el o los signficantes a los cuales el sujeto se encontró sujetado por el hecho de las contingencias de su encuentro con el goce. De allí el esfuerzo de Lacan para acentuar el corte que produce « lo que se lee en lo que se escucha » para el analizante, y esto sobre el fondo de lo que no puede decirse.
Por este hecho el analista está en el lugar de editor de los dichos del analizante (según una expresión de J.-A. Miller, que para nosotros dio en el blanco). Corte, escansión, sesión corta, van en la misma dirección que es también una reducción del sentido que el inconciente, una vez que se instaló la transferencia, tiende a hacer proliferar. Sin embargo el corte no es arbitrario. Intenta aportar un punto de capitón al encuentro, lo vuelve finito al mismo tiempo que desprende. Quiere ser conclusivo.
3) El acto que cambia al sujeto
A partir de 1967 Lacan sustituye el concepto freudiano de interpretación por el de acto. Es un giro en su enseñanza. Incluso si por momentos parece volver a una concepción anterior. Como J.-A. Miller lo recordaba de un modo sensacional (que produjo sensación) en 1995: el inconciente interpreta ( y en ocasiones miente).
El psicoanálisis cambió: recae sobre el psicoanalista el acto, es decir lo que del lado del analista permite la modificación, la reducción a veces espectacular de la relación del sujeto con el goce, relación que nombramos síntoma. Por el contrario, es al inconciente, es decir del lado del paciente mismo, en su búsqueda de la verdad, y en su manejo del sentido mismo si está mezclado con el goce, al que se le deja la tarea de la interpretación de dicho síntoma. Nada excluye que el acto del analista sea un acto de lenguaje (en el sentido del filósofo británico J. L Austin) pero nada lo prescribe. Lo veo sobre todo como un acto que desprende para el inconciente del paciente el lugar de una dirección (Eric Laurent lo señalaba en el nro 8 de LNA a propósito del autismo en el articulo “La cifra del autismo”)
De este modo la interpretación lacaniana aparecería esencialmente como el hecho de tomar acto de un dicho del paciente que cambia el síntoma. Aquí la persona del analista, su saber supuesto, se borran ante su « saber hacer ahí » con la transferencia del analizante, con la puesta pulsional en juego en la sesión. Cada analizante es ante todo un sin-casa, un sujeto en estado de precariedad, el psicoanálisis le da una dirección, un alojamiento, un lugar donde albergar su lalengua. Le corresponde al analizante que se compromete lo suficientemente lejos en la experiencia, que su lalengua sea un velo arrojado sobre el agujero del trauma: un S1.
4) Más allá del inconsciente transferencial.
El último Lacan nos compromete en una vía donde J.-A Miller nos invita a seguirlo desde hace varios años. Es la del último y muy último Lacan. Ella indica que el inconsciente interpreta, que permite la modificación del síntoma (es decir la puesta en regla entre cuerpo, goce y lazo social), un límite para el mismo. Por una parte el saber que el inconciente despliega tiene poco uso fuera del analizarse, lo que quiere decir rectificar bajo transferencia su propio síntoma y por otra parte, la polarización unívoca del saber inconciente por la verdad “para todos” es puesta en cuestión por Lacan. ¿Cuál es entonces el lugar de la interpretación?
Voy a examinarlo primeramente en la vertiente de la experiencia que concierne al analizante. Cuando el inconciente toca lo real (se vuelve real) me parece que esto designa el término en que el síntoma se redujo suficientemente como para no dar a las formaciones del inconciente valor de oráculo y donde el sufrimiento del síntoma se vuelve soportable para el cuerpo. Lacan lo evoca por ejemplo hablando del 4to redondel que es el sinthoma.
Del lado del analista, someto a vuestra apreciación esta proposición que resumiría su relación con el acto: actúa de tal suerte que la máxima de tu acto sea no ponerte en el lugar del inconciente. Apunta a encarnar el lugar vacío que el San Juan de Leonardo designaba, deja al analizante el confiar, durante el tiempo que pueda, en el síntoma que ha inventado.
La apuesta a cara o ceca, como decía Pascal, es en este caso que el sinthoma, invención propia del analizante, es la mejor manera posible de articular imaginario simbólico y real y especialmente de hacer consistir lo real en el goce del cuerpo.
Podemos decir que es el milagro que se opera por la interpretación lacaniana. Produce, en el registro de la palabra, sostenido por el encuentro de dos cuerpos en el dispositivo freudiano, y bajo transferencia, el acontecimiento de cuerpo específico que apacigua y que vuelve al goce aceptable, vivible. Permite de este modo un desabonamiento de la búsqueda de sentido que la transferencia inaugura y guía. Y lo decimos una vez más después y con Lacan, le procura al analizante el medio de saber hacer allí con su sinthoma.
Pierre-Gilles Guéguen.
Tradución : Silvia Baudini
Bibliographie
Lacan J., “La direction de la cure”, Écrits . p.585Lacan J.,”L'instance de la lettre dans l'inconscient freudien”, Écrits p 493Laurent E., “Interpréter la psychose au quotidien”, Mental N°16Laurent E., “Interprétation et vérité”, La Lettre mensuelle N°137Miller J-A, “Les contre-indications au traitement psychanalytique”, Mental N° 5:Miller J-A, “L'interprétation à l'envers”, La Cause freudienne, n° 32, 1996, pp.9-13Miller J-A, “La séance analytique”, La Cause freudienne, n°46, p.7Miller J-A, L’orientation lacanienne, Cours à l'université de Paris VIII, leçon du 26 mars 2008
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